Una reflexión histórica sobre Nicaragua
Tertuliano Máximo Afonso, profesor de historia y personaje principal de la novela “El hombre duplicado” (2003), de José Saramago (Premio Nobel de Literatura, 1998), dice que “en lo que atañe al conocimiento de la Historia, es si deberemos enseñarla de atrás hacia adelante o, como es mi opinión, de adelante hacia atrás “. En otra novela del mismo escritor “Historia del cerco de Lisboa” (1989), su personaje Raimundo Silva, corrector de una editorial, agrega la palabra “NO” a una publicación que relata, precisamente, “La historia del cerco de Lisboa” con la ayuda de los cruzados para liberar la ciudad del dominio árabe. Sustituye el “SÍ” por un “NO” que cambia el sentido de la historia: los cruzados que venían del norte “NO” ayudaron a los portugueses a reconquistar Lisboa en el siglo XIII. Una simple partícula gramatical voluntariamente agregada subvierte el rumbo de la historia.
La historia de Nicaragua, particularmente la de los siglos XIX y XX, tiene aspectos claves, que de haber sido de otra forma hubiesen derivado en circunstancias subsiguientes quizás opuestas o al menos diferentes de las ocurridas. Es importante, sin embargo, reconocer que los hechos siempre serán conocidos, publicados e interpretados de diferente manera, en dependencia de las concepciones, percepciones, motivaciones, fuentes y en general intereses del que escribe y de quien lee.
Algunos hechos de la historia nacional parecen ser puntos, disyuntivas o encrucijadas que, analizadas desde el presente al pasado, nos podrían mostrar cierta relación vinculante con nuestra vida política, social, cultural y económica actual.
¿Qué hubiera pasado si después de la independencia del 15 de septiembre de 1821, las provincias centroamericanas hubieran permanecido unidas y el ideal promulgado principalmente por la corriente liberal de crear la Federación Centroamericana hubiera prosperado? Quizás hoy, la República Federal de Centroamérica, integrada por cinco provincias, tuviera condiciones económicas, sociales y políticas más favorables, mayor capacidad de negociación en un acuerdo de Libre Comercio con Estados Unidos. No debería tener sentido el Sistema de Integración Centroamericana, ni el CA4, ni las cumbres ni los tratados de integración en la región.
¿Qué hubiera pasado si la anexión a México decretada en abril de 1922 hubiera sido estable y las revueltas populares a favor de la independencia no hubieran prosperado? Cleto Ordóñez desde Granada, en 1823, encabezó la revuelta, rechazó la anexión a México, la monarquía absoluta y declaró la República de Nicaragua.
Bajo el liderazgo de Ordóñez, Nicaragua busca la identidad como nación independiente en medio de aires integracionistas que no lograron prosperar y continúan siendo hoy procesos incompletos. ¿Podrían haber sido acaso las Provincias de Centroamérica cinco estados más de la República Federal Mexicana?
¿Y si el primer vicejefe de Estado, Juan Argüello, no juzgara, sentenciara y fusilara en Rivas, en noviembre de 1828, a su Jefe de Estado Manuel Antonio de la Cerda? (Ambos fueron electos por la primera Asamblea Constituyente de Nicaragua por un período de cuatro años en abril de 1825).
¿Qué hubiera pasado si durante el conflicto entre democráticos y legitimistas o liberales y conservadores, la facción liberal (antes democráticos) que lideraba Francisco Castellón no hubiera contratado a William Walker con su “Falange Americana” para vencer a sus oponentes políticos los legitimistas (después conservadores)? Walker desconoció a los líderes nacionales y asumió la Presidencia de Nicaragua. La guerra civil se convirtió en la Guerra Nacional con el apoyo de los ejércitos centroamericanos. Si Walker no hubiera venido, no hubiera incendiado Granada en 1856, ni hubiera habido Batalla de San Jacinto, ni José Dolores Estrada, ni la anecdótica y simbólica pedrada de Andrés Castro,
¿Qué hubiera pasado si el séptimo Presidente del llamado período de 30 años de gobiernos conservadores, Evaristo Carazo, no hubiera muerto a mediados de su mandato y el Senado no hubiera designado, de acuerdo con el procedimiento constitucional, al Dr. Roberto Sacasa para concluir el período inconcluso de su antecesor? ¿Y si éste no se hubiera “entusiasmado” con el cargo presidencial, ni apartado al grupo conservador tradicional y reelegido (en solapada violación constitucional) a un nuevo período? (La Constitución Política de 1858 prohibía la reelección).
Quizás el cambio hacia la revolución liberal liderada por José Santos Zelaya, que se aprovechó del resquebrajamiento conservador, hubiera sido diferente y los enfrentamientos que se dieron en ese contexto hubieran sido menos sangrientos. La sucesión presidencial, que venía dándose y se manejaba más o menos ordenada y legal, a pesar de las intrigas políticas y los brotes esporádicos de alzamientos y disturbios, fue interrumpida después de ocho períodos consecutivos.
¿Y si la nota de Philander C. Knox, Secretario de Estado del Gobierno de Estados Unidos el 1o. de diciembre de 1909 no le pusiera el ultimátum al gobierno de Zelaya que lo llevó a renunciar? ¿Qué hubiera pasado si Emiliano Chamorro no da el conocido golpe de estado (“El Lomazo”) el 25 de octubre de 1925, que proscribió a los conservadores de la opción presidencial hasta nuestros días y los relegó al rol de eterna oposición o partido de minoría?
Esto volvió a dar a los liberales, ahora “conservadorizados”, la opción presidencial bajo la protección norteamericana.
¿Qué hubiera pasado si Augusto C. Sandino no se hubiera alzado en armas contra la intervención norteamericana después del Pacto del Espino Negro, aquel 4 de mayo de 1927, entre José María Moncada y Stimpson, y si finalmente no negociara y no se confiara del nuevo presidente Juan Bautista Sacasa y no fuera asesinado por el general Anastasio Somoza García (Jefe Director de la Guardia Nacional) al bajar de una reunión en la Loma aquel 21 de febrero de 1934?
¿Qué hubiera pasado si Anastasio Somoza Debayle, en los primeros meses de 1979 hubiera cedido a las presiones de los Estados Unidos, de los gobiernos de América Latina, del sector privado, la Iglesia y los políticos tradicionales para dejar el poder y facilitar una transición política que impidiera el triunfo popular del Frente Sandinista de Liberación Nacional el 19 de julio?
¿Y qué hubiera pasado si sí, o … si no …?
Los acontecimientos presentes pueden derivarse en buena parte de hechos históricos del pasado. La historia contada desde hoy para atrás nos permite aprender de ella e identificar relaciones de efecto y causa, sin que esto signifique que el presente sea una determinación total de los hechos del pasado y que se ha perdido toda la capacidad de determinar el futuro a partir de las acciones de hoy, y más aún, que los hechos de hoy no pueden ser influidos y de alguna forma determinada por nuestra propia capacidad y libertad de decidir cómo personas, como pueblo, como nación. Circunstancias y decisiones de hoy, por lo tanto, algún efecto parcial o definitivo en el futuro cercano o lejano, sin embargo, muchas veces nos negamos a ver en el presente los reflejos de las épocas futuras.
La vida de las personas y de los pueblos, a propósito de las reflexiones que impone el inicio de un nuevo año, están llenas de pequeños y grandes acontecimientos. Algunos parecen tener poca importancia hoy, otros sabemos o percibimos que son más importantes, pero apenas podríamos especular sobre sus consecuencias. Quizás ocuparon mucho la atención de todos, pero cuando los analicemos a la luz de las consecuencias futuras y cuando el recuerdo y la lejanía al hecho haya disminuido las pasiones del hecho presente que será pasado, y cuando la memoria y el tiempo sólo hayan filtrado hasta nosotros un reducido número de circunstancias, quizás aquellos hechos que parecieron decisivos no lo sean,