A partir de hoy, durante cincuenta (50) martes, publicaremos en la Bolsa de Noticias esta breve columna de opinión y debate. Compartiremos con lectores(as) de este medio de comunicación social un enfoque constructivo sobre este tema de creciente interés, incluyendo someros análisis sobre hechos, percepciones y riesgos, la investigación y la prevención, valoraciones de actualidad sobre las instituciones encargadas, los fenómenos delictivos y de inseguridad, así como sus tendencias desde la esfera nacional y regional. Estamos abiertos a comentar las inquietudes o sugerencias que amablemente ustedes envíen a nuestro correo: fjbautista2013@gmail.com
La seguridad ciudadana es una construcción social, un concepto en permanente evolución basada en hechos que afectan a la persona y sus bienes y en las percepciones. El segundo aspecto, es inseparable de la confianza y credibilidad que los ciudadanos tengan en las instituciones del Estado. La valoración de los hechos se deriva de las condiciones personales y socioeconómicas de los individuos, es decir, de la satisfacción de sus necesidades básicas, la educación y el nivel de información. Lo cual nos lleva a deducir que entre hechos que ocurran y percepción, existe una brecha que puede ser mayor en la medida que las personas tengan menor confianza y credibilidad en las instituciones del Estado y cuando se encuentran en deterioradas condiciones de vida, menor capacidad económica, bajo nivel de educación y no acceso a la información, siendo vulnerables a ser víctimas de un suceso que afecte sus derechos fundamentales sin que el Estado cuente con la suficiente capacidad para protegerlo, limitando el ejercicio de su indelegable rol en la seguridad pública.
América Latina tienen dos dramáticas posiciones en el concierto de las regiones del mundo: la tasa de desigualdad y el nivel de crecimiento de violencia criminal más alto. La desigualdad tiene distintas connotaciones: es en el ingreso, la renta, la propiedad, los servicios básicos, la educación, y la información. Nicaragua, a pesar de su bajo nivel de desarrollo humano, registra el cuarto (4to) nivel de violencia criminal de Centroamérica, después de El Salvador, Guatemala y Honduras, pero mayor que en Panamá, Costa Rica y Belice. El país se encuentra por debajo de la media latinoamericana, aparenta tener una ventaja comparativa importante de preservar, aunque durante la última década registra crecimiento de la violencia criminal y mayor percepción de inseguridad.
Cuando la información transmitida es sesgada, motivada por intereses ajenos al interés público, cuando los titulares magnifican hechos, exacerban la agresión, reproducen el dolor y la miseria de manera morbosa, trasladan imágenes y voces, desinforman, distorsionan y magnifican el temor, el odio y la indiferencia. La desinformación es factor de inseguridad, construye percepción capaz de inmovilizar al individuo, llevarlo a actuar agresivamente, irracional o a la defensiva, reproduciendo un círculo vicioso de incertidumbre que alimenta a la industria de la violencia y la inseguridad.
El espacio que iniciamos hoy, pretende contribuir modesta e insuficientemente en proporcionar información, discutir constructivamente para poner sobre la mesa temas que debemos conocer en la sociedad nicaragüense, como ciudadanos con derechos y obligaciones, parte activa en la construcción de nuestra seguridad individual y colectiva.
No podemos cerrar esta introducción sin hacer obligada referencia a los sucesos de la semana anterior. La muerte de las personas, principalmente de manera dolosa, es la más grave consecuencia de la violencia y son los hechos de mayor impacto que afectan la seguridad. En promedio, durante los últimos tres años (2005 – 2007), en Nicaragua han fallecido anualmente por homicidios y accidentes de tránsito 1104 personas, ello indica una frecuencia semanal de 21. Sin embargo, en una sola semana, la recién concluida, mueren por varias causas (ahogamiento por sumersión, accidentes de tránsito y homicidios), el equivalente a las victimas de cuatro semanas consecutivas. Lo anterior implica que, durante ese periodo, el riesgo se incrementa en cuatro veces. El reporte preliminar de distintas instituciones en la SEMANA SANTA 2008, registra entre 70-80 muertos.
| Año | Víctimas
homicidios |
Muertes accidentes
tránsito |
Total
fallecidos |
| Total tres años | 2178 | 1136 | 3314 |
| Promedio anual | 726 | 378 | 1104 |
| Promedio semana(52) | 14 | 7 | 21 |
Fuente: Anuarios Estadísticos P.N.
Esta semana debe ser llamada con justeza la SEMANA MAYOR por la importancia que reviste para los cristianos y el largo periodo vacacional que muchos disfrutan, pero también, por que acumula las mayores y más graves consecuencias contra la vida de las personas con respecto al resto de semanas del año.
Sus causas pueden identificarse en la gran concentración y movilización de personas hacia playas, balnearios y centros recreativos sin tomar precauciones responsables, el conflicto surgido de la convivencia/aglomeración de personas, el incremento del consumo de licor, la alta circulación de vehículos en las carreteras. La prevención, o reducción de ese nivel de riesgo obliga, no solo a un eficaz despliegue interinstitucional (policía, bomberos, salud pública, turismo, municipalidades, Cruz Roja) durante estos días, sino a la construcción permanente de una cultura de responsabilidad social, educación cívica y de tránsito, controles para los conductores de vehículos, mejoramiento de las condiciones de seguridad de carreteras y centros turísticos y otras medidas de prevención situacional. Es lamentable cómo las consecuencias cada año pronosticadas, “crónica de una muerte anunciada”, se repiten, vuelven a ser desagradables noticias.
