Las estadísticas en seguridad ciudadana (y otros) pueden ser tramposas o verdad a medias en dependencia de cómo se registren e interpreten. Son instrumento necesario que ayuda al análisis e identificación de la magnitud, frecuencia, gravedad e intensidad del fenómeno criminal. Alguien decía, para mostrar “mejor seguridad” hay tres maneras:
- a) Que existan menos hechos
- b) Que la gente perciba menos hechos.
- c) Modificando/alterando la estadística.
La última se puede realizar cuando los datos se ocultan, el registro es inconsistente, se modifica el criterio para estimarlo, se varían los tipos delictivos excluyendo unos o agregando otros, etc. Información parcial o manipulada, puede llevar a diferentes conclusiones y distintas maneras de abordar el problema. A pesar que, desde los datos delictivos, la Policía Nacional tiene uno de los mecanismos más estables y sistemáticos en Centroamérica, al momento de estudiarlos detalladamente encontraremos contradicciones e incongruencias, pero continúan siendo, en éste ámbito, los más confiables.
Durante 2007, la Policía Nacional conoció 107 mil denuncias, 11% más de lo reportado en 2006; relacionado con el crecimiento de la población cercano al 2%, implica incremento real de la tasa criminal. El 27% corresponde a delitos contra las personas (asesinatos, homicidios, lesiones, violaciones), son graves por su naturaleza y hay que prestarles mayor atención. La convivencia entre seres humanos genera conflicto, debido a nuestras diferencias, distintos intereses y puntos de vista, a la posición que las personas tienen con respecto a otros y otras, la desigualdad, la discriminación, la exclusión, y quizás, como diría Rubén “nuestra mala levadura”. La sociedad y el Estado, están obligados a administrar el conflicto oportunamente para evitar se agrande, encontrar formas apropiadas de solucionarlos dentro del marco de esa relación social.
El 63% de las denuncias se identifican en cinco departamentos del país: Managua (39%), Matagalpa (9%), Chinandega, León y Masaya con 5% cada uno. Si lo relacionamos con la población y gravedad de los delitos, nos daremos cuenta que Masaya y Granada son los departamentos con menor nivel de violencia criminal del país y las Regiones del Atlántico Norte, Atlántico Sur y Río San Juan, registran las más altas, en donde, particularmente, la ocurrencia relativa de homicidios es mayor. La explicación a ésta problemática radica en una escasa presencia del Estado y en la compleja realidad socioeconómica de estas regiones.
Llama la atención un dato interesante del informe estadístico preliminar correspondiente al año recién concluido. Mientras se registra una disminución de -33 homicidios (muerte violenta provocada con intencionalidad: asesinato, homicidios dolosos, parricidios, infanticidios) con respecto al 2006, se nota un incremento de +110 hechos de tentativas o intentos frustrados, lo que origina una diferencia neta de +77 casos. Hay aquí un asunto que demanda análisis y revisión detallada de la información desde su fuente, por cuanto, el sistema policial, que proporciona los datos, registra el hecho ocurrido y sus consecuencias inmediatas, sin embargo, si producto de una agresión, que originalmente ocasionó un lesionado, días o semanas después deriva en la muerte de una persona, el hecho, desde el punto de vista estadístico, quedó registrado como lesión, tentativa de homicidio, asesinato frustrado, homicidio frustrado, parricidio o infanticidio frustrado. Las lesiones, cuyo registro no diferencia la lesión grave (deja señas o secuelas permanentes, tarda mayor tiempo en sanar y puede provocar la muerte), de la leve, son el segundo delito más denunciado (18,800 casos) solamente después del hurto (18%) y que afortunadamente, a pesar de generar gran inquietud de inseguridad entre las personas al afectar su propiedad, no son de gran impacto. Cinco son los tipos delictivos que representan el 70% de las denuncias:
- a) hurtos (19%),
- b) lesiones (17%),
- c) robos con fuerza (16%),
- d) violaciones (11%) y
- e) amenazas (8%). De estos, afectan directamente a al individuo, tres: lesiones, violaciones y amenazas.
El incremento absoluto de distintas tentativas o hechos frustrados de homicidio, y más lesiones (sin incluir las provocadas por accidentes de tránsito) fue de 513 hechos. ¿Cuántos de estos después pudieron concluir posteriormente en la muerte no registrada de una persona?
Aunque en Nicaragua no hay encuestas específicas para identificar la “cifra oscura” en cada delito en particular, se estima que en los delitos en general, puede oscilar entre el 43 y 48%, es decir que, de cada 100 hechos, la población NO DENUNCIA unos 43-48. Según diversos estudios en países latinoamericanos, la cifra oscura en delitos graves como homicidios, es mínima, casi cero, pero en hurtos, lesiones menores, amenazas, etcétera, es muy alto. Con niveles elevados de “cifra oscura” también se registran violaciones, incestos, maltrato a niños y niñas, acoso sexual, y los vinculados a la violencia intrafamiliar y sexual.
Los resultados del año 2007, confirman que Nicaragua, a pesar de la creciente percepción de inseguridad, continúa registrando niveles de violencia criminal relativamente menores a los de los países del Norte de Centroamérica, pero mayores a los conocidos en Costa Rica y Panamá. Es inexacto afirmar que “somos el país más seguro de Centroamérica”, aunque es una conveniencia que “no nos hace daño” en la imagen internacional y quizás ayuda a “nuestra autoestima nacional”. A pesar de los problemas socioeconómicos, somos uno de los países que registra una de las menores tasas de violencia criminal de peligrosidad en América Latina.