PLANES ESPECIALES DE SEGURIDAD PÚBLICA
Durante la temporada de diciembre la Policía Nacional desarrolla varios planes especiales de seguridad pública o de prevención en el contexto de la tradicional gritería, las fiestas de navidad y fin de año. En ese ambiente religioso, social y emotivo, se desarrolla el mayor movimiento comercial del año, se saturan de ofertas y publicidad los medios de comunicación, las calles, mercados y negocios para que los compradores se deshagan con prontitud del aguinaldo, contraten nuevas deudas y construyan sus ideas de proyectos e ilusiones del año venidero, que quizás, no terminan de materializarse, porque a las pocas semanas, ante la falta de persistencia y las dificultades cotidianas, muchas se suelen tirar al olvido o las postergamos.
La gran movilización de personas y mercancías, de dinero y regalos, en una nación desigual y pobre, pero también en las ricas e inequitativas, provoca el incremento de los delitos contra la propiedad, particularmente el hurto, el robo y la estafa; aumenta la conflictividad social que se encuentra en la raíz de la propia naturaleza humana y la convivencia: amenazas, pleitos y lesiones. Por esa razón, para prevenir parcialmente sus efectos, reducir los riesgos a la violencia, crear un ambiente de mayor “seguridad de las personas”, la Policía despliega sus fuerzas en centros comerciales, vía pública, barrios y demás zonas de concentración y movimiento. Se busca que los(as) ciudadanos(as) perciban seguridad y confianza para realizar sus actividades familiares, comerciales y de diversión.
Estos planes requieren esfuerzo extraordinario del personal policial quienes redoblan roles de servicio. Es necesario, a partir del análisis de la situación operativa, o del comportamiento delictivo microlocalizado, del desplazamiento de personas y vehículos en la ciudad, desplegar las fuerzas y medios policiales, buscar información para la prevención de delitos graves. La “presencia policial” no debe ser solamente la permanencia pasiva, inmóvil e indiferente de los policías en la calle, sino la actuación activa, vigilante e inteligencia de la capacidad policial. La simple dislocación a ciegas, no provoca resultados eficaces, solamente desgasta al recurso humano. Se requiere despliegue inteligente, basado en información, supervisión, instrucciones claras al personal, suministro de medios técnicos, actuación flexible y honesta. Demanda de los ciudadanos(a) respeto al derecho ajeno, a las regulaciones sobre uso de armas de fuego y pólvora, moderación en el consumo de licor, prudencia en la velocidad y circulación del tránsito de peatones y conductores.
Algunos planes especiales policiales son de carácter cíclico anual. Entre ellos los de Semana Santa (en ciudades y balnearios), las Fiestas Patrias, las festividades patronales (diferente en cada pueblo, particularmente en agosto, en Managua) y las celebraciones de diciembre. También tienen este carácter, planes relacionados a la actividad económica, como el que apoya la salida de la cosecha cafetalera y la seguridad en el campo; los riesgos medioambientales con el inicio de las lluvias y la agudización de la temporada lluviosa (principalmente agosto-octubre) cuando aumentan los desastres provocados por las inundaciones y fenómenos climatológicos. Hay planes cuyos períodos obedecen a dinámicas distintas como las elecciones municipales (cada cuatro años) o nacionales (cada cinco años). Otros atienden situaciones ocasionales planificadas o no, como movilizaciones políticas y sociales de gran envergadura, protestas sociales, huelgas, plantones y tranques en vías de comunicación, visitas de altos dignatarios extranjeros, grandes conciertos o actividades políticas, culturales, religiosas o deportivas.
Ante el aumento de algunos fenómenos delictivos en territorios específicos, la Policía está obligada a disponer de planes especiales de carácter temporal para contrarrestarlos. Por ejemplo, ante el robo en entidades financieras, el brote de pandillas juveniles que generen violencia en barrios, el incremento del robo en casas de habitación en zonas residenciales, el robo a carteras y bolsos en paradas de buses, semáforos y en el transporte urbano colectivo y selectivo. La eficacia de estos planes necesita información precisa, sistematizada y analizada que no siempre está disponible, además de la continuidad imposible de sostener por la escasa disponibilidad institucional que no se da abasto ante sus propios problemas organizativos, de participación social y el incremento de la demanda de seguridad de las personas. Hay mas hechos delictivos en el país y la percepción de inseguridad es creciente. El fenómeno es general en América Latina, y aunque los ritmos de crecimiento y el techo de peligrosidad en mucho más alto en países como México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Venezuela y Brasil, las tasas de incremento nacional deben ser motivo de preocupación. Así la perciben los ciudadanos según diversas encuestas, a pesar de nuestras ventajas comparativas.
El problema que no podemos obviar cuando se desarrollan “planes especiales” es que en ellos se utiliza el mismo personal policial existente que sale de las delegaciones y oficinas, por lo que la atención cotidiana se interrumpe y el territorio no afectado por dicho plan, queda prácticamente “sin presencia policial”. La utilización de los estudiantes de la Academia (carentes de experiencia) afecta el normal desarrollo de sus programas de formación, no es cierto que siempre sea una afectiva práctica operativa, sino que, en muchas ocasiones, responde a la urgente necesidad de personal extra para atender la alta presión por ejecutar planes y servicios extraordinarios. Durante los últimos meses, por la campaña electoral y la incertidumbre postelectoral, la movilización y confrontación política en la vía pública se ha incrementado, los miles o cienes de policías desplegados, han sido sacados del servicio ordinario afectando la atención a la cotidianidad de la seguridad ciudadana y la delincuencia común en la convivencia en los barrios.