EL SUICIDIO
La vida y la muerte están llenas de misterio. Apenas una chispa entre dos grandes oscuridades ¿Qué es antes y que será después? Albert Camus escribe sobre el “suicidio filosófico” en el hombre preso de sus verdades, es una actitud existencial por la cual un pensamiento se niega a sí mismo, así pensó Vicent van Gogh (1853-1890) quien no pudo encontrar sosiego ni razón de existencia en sus pinturas y le puso fin a su vida. El Premio Nobel de Literatura en 1954, Ernest Hemingway (1899 – 1961) no soportó los malestares de la cirrosis hepática, no tuvo la entereza del personaje de su novela “El viejo y el mar” y tomó la fatal decisión. El escritor japonés Premio Nobel de literatura en 1968, Yasunari Kawabata (1899 – 1971) cargando con su drama de orfandad, insomne perpetuo y la frágil salud se suicidó en la soledad. Otros nombres de famosos, conocidos y desconocidos se nos vienen a la memoria… Difícil decisión individual e ignorada, en el interior de cada quien, ante la impotencia que imponen las circunstancias, entre las íntimas fragilidades personales que es imposible juzgar. Arrinconados, acorralados, magnificando dificultades, ahogados en los problemas, desesperados, sin ánimo para enfrentar las adversidades, se provocan daño y se entregan a los brazos de la inexistencia (suicidio viene del latín “sui”, de sí mismo y “caedere”, matar).
El miércoles primero de julio los (as) nicaragüenses nos conmovimos ante la primera noticia de la mañana: el Tricampeón mundial de boxeo, Andrés Alexis Arguello (1952 – 2009), Alcalde de Managua, había muerto. Por la relevante posición de edil de la Capital del país, la noticia fue relevante en todos los medios de información nacional y los cables internacionales. Lo que principalmente unió a la inmensa mayoría en la tristeza y el duelo por lo ocurrido a aquel hombre sencillo, deportista persistente, amable caballero surgido de las dificultades de una familia pobre del barrio Monseñor Lezcano, fue que desde sus triunfos, puso el nombre de Nicaragua en alto, generando simpatía y entusiasmo en todos(as) por su coraje, derribando con elegancia boxística a sus rivales; pero ahora, en la intemperie de la lona de su propio cuadrilátero, sin público, no pudo vencer y cayó rendido ante el único Juez que podrá juzgarlo y perdonarlo para volver a la gloria. Alexis como tantos otros(as) que han tomado la última y más ardua de las decisiones, dejará siempre la misma pregunta ¿Por qué? En ocasión de la presentación de mi libro “A 150 años de la Batalla de San Jacinto” (mayo 2006) en el Auditorio de Patrimonio Histórico de la Alcaldía de Managua, siendo Vice Alcalde de la Capital, acompañado de Emilio Álvarez Montalván y Luis Humberto Guzmán realizó unos espontáneos comentarios, que sin ser pretender ser un académico erudito, frío e indiferente, supo expresar con franca, simple y emotiva locuacidad sus puntos de vista sobre la historia, cerró, en aquella ocasión, con un poema de Darío que fue aplaudido por los presentes: “Dichoso el árbol que apenas sensitivo…” versos que ahora pueden ser parte de su propio epitafio.
El trágico hecho nos lleva a reflexionar sobre ese fenómeno que ciega vidas valiosas y muchas veces surge de repente sin que hubiera el menor indicio que pudiera suceder. Caras vemos, corazones no sabemos ¿Qué temores, traumas, predisposiciones, angustias y decepciones guardan las personas detrás de un gesto o de la cotidianidad que cada uno enfrenta como puede y mientras pueda? ¿Qué condiciones en el entorno facilitan o empujan a tales salidas?
En Nicaragua, entre el 2000 y el 2007 la Policía registró 1,343 suicidios, un promedio anual de 168 casos, que representan el 25% de los homicidios (muertes violentas provocadas intencionalmente por otros) conocidos en el país en la última década (650 promedio anual). La tasa de suicidios ha tenido afortunadamente tendencia descendente, pasando de representar 4.1 a 2.5 x 100 mil habitantes. Sin embargo, valiosas vidas se siguen perdiendo. Tres de cada cuatro suicidios son cometidos por hombres, solamente el 24.3% son mujeres. Ellas han demostrado mayor capacidad de abordar la adversidad, mayor entereza para sufrir y seguir adelante. Lamentablemente el 48% de quienes toman la dramática decisión tienen 25 años o menos, personas llenas de juventud que rápido se cansan del camino de la vida. Las vías que usan con frecuencia para perpetrarse daño son el veneno (pastillas de curar frijoles y otras), fármacos, arma de fuego y arma blanca.
El 76% de los casos se han conocido en seis departamentos del país: Managua (33%), Matagalpa (12%), León (9%), Masaya (8%), Chinandega (7%) y Nuevas Segovia (7%). Las causas, desde la calificación policial en orden de mayor frecuencia han sido en primer lugar desconocidas (40% del total), en segundo lugar, se identifican los motivos pasionales (separación entre parejas, infidelidades, “quiebras de noviazgo”), le siguen los familiares (contradicciones y pleitos con parientes), por problemas de salud (padecimientos crónicos, depresión) y problemas económicos (deudas, embargos, quiebras). Es preocupante que, durante la presente década, se han provocado la muerte 162 (12% del total) jovencitos(as) de 17 años o menos. Son 21 muchachos(as) cada año, plenos de vida ¿Qué los puede llevar a esa angustia y desolación para que quieran lanzarse anticipadamente al final?
Por homicidios (asesinato, homicidio, parricidio, infanticidio), accidentes de tránsito y suicidios, el país ha perdido en promedio durante los últimos tres años a 1,450 seres humanos valiosos, la mayoría de ellos(as) sanos, útiles y necesarios. Quedaron detrás viudas, huérfanos, familiares y amigos adoloridos. Se truncaron proyectos de vida sin oportunidad de retorno. La página se dobló sin haber sido llenada.
¿Qué puede hacer la sociedad y el estado para reducir esas muertes inesperadas? ¿Cómo pueden influir los medios de comunicación social, el sistema educativo y la solidaridad social? Los jóvenes necesitan opciones sanas; la droga, la violencia delictiva, las armas de fuego, el consumo de licor, el desorden urbanístico, el lenguaje agresivo y pesimista desde las esferas públicas, el desempleo y la crisis económica, quizás contribuyen negativamente para construir una sociedad sana, productiva y más humana. Seguramente no podremos cambiar el mundo que nos rodea, no podemos hacer las cosas de nuestro entorno como quisiéramos, aunque hagamos el esfuerzo persistente, las cosas seguirán teniendo su propia dinámica, tal vez algo podremos hacer desde nuestra modesta insignificancia, sin embargo, a pesar de eso, podemos ser felices y encontrarle sentido a nuestra transitoria presencia en el mundo, como escribe Gabriel García Márquez en “Cien años de Soledad” (1967), en “los privilegios de la simplicidad” que Aureliano Buendía descubrió después de cuarenta años y de “revolcarse en la gloria”.