¿HASTA DÓNDE PRESERVAR EL ORDEN QUE IMPONE EL DERECHO?
“Si los dolores humanos se olvidan, ¿Cómo no se han de olvidar las leyes? Y en la praxis todo se altera”. Machado de Assis (1886).
Lo que los juristas llaman “derecho positivo” va a la saga de la demanda social y de las necesidades humanas. Es por naturaleza tradicional y conservador, es impuesto por quien tuvo o tiene el poder real para obligar a otros a que se estableciera o preserve. Azarías Pallais expresaba: “Los que van sentados sobre el carro de la ley dicen una cosa; pero si quisiéramos oír lo que dicen las pobres víctimas que agonizan bajo las ruedas del carro de la ley”,… La justicia de los hombres es injusta y sólo sirve para morder a los pobres y perseguir a los que no piensan como piensan los que mandas”.
Hace cinco siglos una bula papal (1537) reconoció que “los indios son seres humanos y tienen alma”. Lo que puede ser obvio hoy estuvo en duda antes. Los nativos reclamaban el derecho a su propiedad, a su lengua, religión y tradición, no se les respetó esa demanda y sus líderes, templos, monumentos, ídolos, arte, tierras, costumbres, cosmovisión, instituciones y familias fueron opacados, proscritos, expropiados, destruidos y exterminados. Son los sucesos, la movilización, la rebeldía, el reclamo, la protesta, la crisis, la presión ejercida a través de una multitud de formas, lo que puede lograr romper el “derecho preexistente” y desquebrajar o modificar el “orden tradicional” de manera paulatina o intempestiva.
“Todos los hombres somos iguales…” una afirmación “formal” aceptada como cierta; hasta hace poco tiempo, quien se atreviera a reclamarla, rebelándose a los privilegios de la desigualdad institucionalizada, monárquica, oligárquica y heredada, era sujeto a inhumanos sufrimientos de conformidad con la ley. El derecho al voto de las mujeres, la igualdad entre hombres y mujeres, los niños, niñas y adolescentes como “sujetos de derecho”, son “verdades aceptadas” ahora, pero no lo fueron, son normas no necesariamente cumplidas plenamente, pero al menos escritas en el derecho positivo.
Se acepta que los negros tienen iguales derechos que los blancos, pero antes, quien se atreviera a alterar el estatus y privilegio de los blancos, estaba sujeto a la fuerza coercitiva social y estatal; no podían asistir a las mismas escuelas ni ocupar el mismo espacio en los buses de transporte colectivo, carecían de derechos civiles y políticos, estaban considerados por el poder público en una posición inferior del estamento social. Espartaco (Siglo I, A.C.), se alzó desde la esclavitud contra Roma y fue aplastado junto a su ejército de rebeldes. San Patricio (siglo IV), quien fuera esclavo, el primer apóstol más allá de las fronteras del decadente y cristianizado Imperio Romano, fue quien condenó por primera vez de manera inequívoca el tráfico de esclavos mientras la Iglesia siguió guardando silencio durante doce siglos. ¿Cuáles formas de discriminación persisten, surgen o se agravan? ¿Qué otras posmodernas formas de esclavitud han surgido? Miles de negros fueron arrancados de África y traídos a América, muchos murieron en el trayecto y fueron lanzados al mar, otros perecieron por las inhóspitas condiciones y las enfermedades, otros consumieron sus vidas en estas tierras en donde transmitieron genes y cultura.
En Bizancio (Constantinopla) se impuso un orden occidental y cristiano, después uno musulmán que cambió el nombre de la ciudad por el de Estambul. Hubo muertos, prisioneros y mutilados por hacer públicas las creencias que el Estado asumió desplazando las anteriores. Las cosas dieron vuelta y volvieron a cambiar. Mientras en Oriente piensan que en 1453 ocurrió la “Conquista de Estambul” por los turcos otomanos, en Occidente la historia interpreta aquel suceso como la “Caída de Constantinopla”. El cristianismo comenzó desde la tradición judaica; fue proscrito y se desarrolló en las catacumbas siendo perseguido hasta que llegó a ser parte del poder formal. La romanización del cristianismo elevó a la formalidad, con la contaminación de los vicios del poder imperial, la sencillez horizontal, espiritual y humana de su origen. La reforma protestante inició desde la ilegalidad con el repudio católico, los disidentes fueron condenados, excomulgados y destruidos, hasta que, en algunas naciones ascendieron al poder político, para ser, como en Gran Bretaña, quienes atropellaron a los católicos irlandeses.
La jornada laboral de hoy no es la de antes, los derechos laborales han sido reconocidos; antes eran considerados reclamos subversivos sujetos a la represión de conformidad con la legislación; miles de personas fueron despedidas, encarceladas, masacradas por exigir lo que consideraban justo. ¿Cuántos han sido condenadas durante los tiempos pasados y presentes por prácticas que hoy no se consideran enfermizas, pecaminosas ni delictivas? ¿Cuántas cosas continúan siendo objeto de represión o exclusión por no ser aún aceptadas en el “derecho” y que pequeños o grandes grupos sociales reclaman? Muchos no se escuchan. ¿Qué se terminará de asumir cuando la evidencia lleve a la legitimidad reclamos que aparecen ilegales según la ley, absurdos o locos según la costumbre o interpretación del poder? ¿Qué redactarán los códigos, qué se derrumbará, qué instituciones serán inútiles?
¿Qué decir de la protección al medio ambiente, al bosque, sobre la caza y pesca de animales; poco a poco las necesidades de subsistencia de la humanidad, del equilibrio natural, han obligado –a pesar de las potencias, las empresas transnacionales contaminadoras, las industrias nacionales y las malas prácticas de las ciudades- a considerar regulaciones que reduzcan la emisión de gases, la contaminación del mar, los lagos, ríos, las fuentes de agua potable, la tala de árboles, la protección de la flora y la fauna, las aguas negras, la eliminación de los desechos tóxicos, el manejo de la basura. Un día se descubre que al orden social hay que darle vuelta otra vez. Todo ello lleva a cuestionar institucionalidad y Estado de Derecho. No apelo a la anarquía ni al desorden, pero no es posible amarrarse en la totalidad de lo que puede llegar a ser un “dogma fundamentalista”, rígido, decadente y excluyente, que se vuelve obstáculo y exclusión. Con precisión escribió Unamuno que el derecho y la teología eran “anticientífica” porque la primera únicamente acepta lo que enuncian los “códigos”, y la segunda lo que formulan los “dogmas” y ¿qué pasa con la “evidencia empírica”, con la cambiante realidad? Ellas, que son la base principal de las ciencias, se oponen y las contradicen. ¿Es posible ver a la gente y los acontecimientos sin la rigidez paradigmática para buscar lo que demuestren y no de lo que las limitadas interpretaciones impongan?
Los ciudadanos debemos tener un marco de regulaciones para la convivencia sobre las cuales atenernos, en donde el Estado, instituciones, organizaciones, empresas y particulares, se interrelacionen en la complejidad de intereses y aspiraciones. Respetar ese marco es importante, nos proporciona seguridad y confianza, ¿Qué derechos se me protegen, ¿quién y cómo los protege? Eso, definido en el Estado de Derecho, es indispensable; pregunto ¿Cuál es el límite entre esa norma escrita y las necesidades pendientes, las nuevas que evolucionan? ¿Cómo la norma no frena la demanda y necesidad social (general o particular)? La ley puede prohibir lo justo, porque simplemente no es “legal”, puede reprimir “derechos naturales” o “emergentes” por la insuficiente razón de que la ley no lo ha recogido en el texto. ¿Qué es más importante la ley o la vida, la ley o la persona? Es posible que lo que en un momento es cambio y progreso, en otro, sea atraso y estancamiento, porque lo escrito se quedó atrasado y la sociedad y sus individuos siguen “evolucionando”.
¿Quiénes se rasgan las vestiduras en nombre de la ley cuando se aplica contra ellos y son indiferentes cuando es contra otros? Recordemos “La colonia penitenciaria” de Kafka. Con razón decía Monseñor Romero: “Usen el derecho, pero vean más allá de lo que dice cuando se trata del derecho de los pobres”. La ley suele desamparar a los pobres, a los excluidos, a quienes son más vulnerables, a quienes no tienen el poder. A los seres humanos nos une lo transitorio en nuestra casa la Tierra, más allá de poseer una nacionalidad circunstancial, ser creyentes de una confesión religiosa, miembros de un partido o habitantes de un vecindario. A veces la ley divide y estanca ¿Quién dice que lo legal tiene algo que ver con lo justo? me pregunto ¿hasta dónde preservar el orden que impone el derecho? (Resumen articulo Revista Cultura de Paz, edición 50).