GRAMÁTICA DEL ESPAÑOL, PRIMERA LENGUA DEL MUNDO.
ENTRE DISENSO Y CONSENSO
Fue Antonio Martínez de Cala y Jarava, mejor conocido como Antonio de Nebrija (Lebrija, Sevilla 1441 – Alcalá de Henares 1522), el autor de la primera gramática española publicada en el año del “Descubrimiento de América” (1492) y de la “Reconquista” que permitió el control peninsular en poder de los árabes por parte de los Reyes Católicos. No es casual que al entregar el libro a la reina Isabel I de Castilla a quien lo dedicaba, ella preguntó: “¿Por qué querría yo un trabajo como este, si ya conozco la lengua?” y el filólogo, historiador, pedagogo, gramático y poeta le respondiera con brevedad: “Su alteza, la lengua es el instrumento del Imperio”. Creía, tal y como lo dijo, que la lengua era compañera necesaria para expandirse, identificar a un pueblo y unir a su gente. Fue la lengua, junto a las armas y la religión, un mecanismo necesario en la conquista y colonización del que llegara a ser el vasto imperio español en cuyos dominios, según diría el nieto de la Reina, hijo de Felipe y Juana (de quien Gioconda Belli escribió la novela “El pergamino de la perdición”, 2005) desconocedor de las costumbres y del idioma de Castilla, Carlos I de España y V de Alemania (1500 – 1558): “no se oculta el sol”.
La Real Academia Española (RAE) fundada en 1713 con el fin de “fijar voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza”, publicó la primera edición de la Gramática en 1771, entregándola a Carlos III de Borbón (1716- 1788). Después de esa fecha siguieron treinta y cuatro ediciones aumentadas y corregidas que preservaron la esencia y estructura de la inicial; fue la última en 1931. Pasaron casi tres siglos para atender con renovado vigor la necesidad de un idioma que se extiende y ha pasado a ser la primera lengua en el mundo por el número de sus hablantes y predominio en 22 naciones, superando ligeramente al inglés y sólo quedando atrás del mandarín que se habla en China. Esta norma soporta la preeminencia de la lengua, equipara la gramática española por su consistencia lingüística, según los académicos involucrados en su elaboración, con las gramáticas francesas e inglesas.
La Nueva Gramática de la Lengua Española fue entregada al Rey Juan Carlos el 10/12/2009 y constituye la primera que pretende abordar la diversidad de nuestro idioma, siendo el producto de once años de trabajo de las 22 academias hermanas, incluida la activa participación de la Academia Nicaragüense. Se pretende sea “una gramática descriptiva y normativa”, una obra detallada, no teórica, sino que contenga las construcciones gramaticales propias del español general, las variantes conversacionales, dudas y aclaraciones sobre cuestiones normativas (Puebla, noviembre 1998). Es “una gramática abierta para una lengua abierta a enriquecerse por la enorme variedad que alberga en su seno”, logrando “la más completa descripción científica que jamás se haya hecho” según Ignacio Bosque, el académico coordinador del proceso y quien reconoce esta obra como colectiva. Las anteriores se enfocaban de manera tradicional, excluyente e iberocentrista en el español de España y sólo hacían referencias ocasionales al de América. Parece que están pasando aquellos tiempos que J. M. Merino miembro de la RAE define como “imperiales, propios de tal rigidez… de inflexión autoritaria”. Quienes hablan español en la península Ibérica apenas representan el 10% de quienes lo hablamos en el mundo. Los que marcan el rumbo del idioma son principalmente los mexicanos, uno de cada cuatro proviene de esta diversa y extensa nación latinoamericana. Cuatro naciones de nuestro continente: México, Argentina, Colombia y Venezuela reúnen al 55% de los hispanohablantes. Situación más evidente ocurre con el inglés y el portugués: el 75% de quienes hablan inglés como primera lengua están en Estados Unidos, el Reino Unido no tiene más del 15% (no podemos dejar de reconocer que el inglés es el más hablado en el mundo -lengua materna y segunda lengua-, es el idioma internacional para los negocios, las ciencias, la aviación y la navegación); el 80% de quienes hablan portugués están en Brasil mientras Portugal, aunque tiene ahora a Saramago, su exuberante colonia en América tuvo antes a Machado de Assis, llega a penas al 5%. Realmente de estos hablantes depende mayoritariamente el futuro de la lengua, del español en nuestro caso y del portugués e inglés en los otros, aunque tampoco se pueden olvidar las prácticas y elaboraciones de aquellos que han quedado en minoría.
E las cambiantes maneras de expresarse hay multitud de matices por factores históricos, geográficos, sociales y lingüísticos que no deben ser obviados. No pueden ser desconocidos los aportes de las lenguas originarias que han sumado innumerables vocablos y construcciones al español impuesto y asumido. Ello ofrece la oportunidad de enriquecerse, de romper las ataduras territoriales y los paradigmas conservadores, asumir la diversidad como su ineludible condición y rumbo, así como la racionalidad en el uso para no caer en el defecto que señala Quintiliano que: “Algunos hablan demasiado, pero sin decirlo todo”, la construcción de las palabras y las frases para facilitar, precisar y a la vez hacer agradable y útil la comunicación, condición humana para la vida social y el desarrollo. Aunque no es posible simplificar la diversidad en un texto, es meritorio reconocer el esfuerzo que implica la Nueva Gramática en un mundo global y a la vez distinto e inequitativo. No puede ser la costumbre de uso en España la que confirme que lo que se dice o escribe es correcto o no, por lo que prudentemente la redacción final ha aceptado presentar en lo posible, distintos usos, formas y construcciones del lenguaje, puntualizar sobre lo recomendado, pero en general no atreverse a condenar algunos porque son diferentes en otras naciones y grupos poblacionales. Recomienda, no sanciona ciertos usos y registros. Se abre así flexiblemente al coloquio ameno, a la conversación elocuente y a lo heterogéneo de lo escrito. Hablar para entendernos, para aprender y conocer, para acercarnos y construir.
Para el Director de la RAE, Víctor García de la Concha, quien por segunda vez en la historia de dicha entidad académica visitó Nicaragua en abril de 2009, “lo que hace la Academia es estudiar las percepciones que los hablantes tienen del nivel de corrección de sus propias expresiones… El pueblo como soberano de su propia lengua, es quien va modificando con el uso a través del tiempo”. Hay quienes, como el lingüista y catedrático de la Universidad Salamanca Ricardo Senabre desde la tradición conservadora (posición de donde a las academias les cuesta salir) critican con severidad como “la actitud blanda que no se espera de una institución que debe velar por la conservación de la pureza del idioma”, insiste que se deben “tachar algunos de estos desvíos sin tapujos ni paños calientes, de error vulgar”, agrega que “la tolerancia ante ciertos estiramientos léxicos innecesarios lleva al encadenamiento de disparates…” Identifica, quizás acertadamente, que “hay algunos usos recogidos e interpretados erróneamente” y “muchos huecos y ausencias junto a imprecisiones y errores de bulto”. Todo ello desde mi punto de vista, no resta virtud al significativo avance doctrinal que implica esta compleja publicación Es imprescindible reconocer que el idioma es legítimamente para comunicarnos, que requiere normas sin olvidar que es un instrumento vivo y dinámico que cambia con el transcurso del tiempo, la evolución de las costumbres, las necesidades de la convivencia, la dinámica social, el desarrollo tecnológico y la interrelación con otras culturas y lenguas. El uso es el supremo criterio de una lengua; evoluciona y cambia.
Desde la definición básica, Gramática es la “Ciencia que estudia los elementos de una lengua y sus combinaciones. Se dice que es “el arte de hablar y escribir correctamente una lengua”. Más ampliamente se explica que “es la parte de la lingüística que estudio las estructuras de las palabras, formas en que se enlazan y significados” y también es el “análisis de sonidos del habla (fonética) y la organización lingüística (fonología)”. La Nueva Gramática es “un mapa del español”, la más extensa publicada (3,885 páginas); incorpora un análisis minucioso del idioma. Consta de tres partes:
- a) Fonética (estudia la naturaleza acústica y fisiológica de los sonidos o alófonos) y Fonología (describe el modo en que los sonidos funcionan en una lengua en un nivel abstracto y mental).
- b) Morfología (estudia estructura de la formación de las palabras para definir, delimitar y clasificar sus unidades).
- c) Sintaxis (enseña a coordinar y unir las palabras para formar las oraciones y expresar conceptos). Incluye una parte normativa y otra descriptiva. Trata de incorporar las posibles variaciones de conformidad con los usos particulares de ciertos grupos de personas, lugares y épocas. Según la RAE otras dos versiones (una reducida – 750 páginas- y una simplificada, básica – 250 páginas-) serán publicadas. La edición completa, aunque pudiera estar redactada en un lenguaje que trata de ser amigable, por su letra pequeña y densidad, el exceso de citas y referencias, es una obra principalmente destinada para catedráticos y estudiosos de la lengua.
Desde la inicial gramática de Nebrija, que pretendió enmarcar al castellano en conceptos y estructuras de idioma constituido bajo una normativa a la manera latina, afirmando su naturaleza y origen a partir del latín corrompido traído por los godos e influenciado por otras lenguas, consideraba al latín como una lengua superior y afirmaba que una lengua era más perfecta en la medida que se acercara a aquella, hasta la nueva que más bien pretende ser “una reflexión sobre idioma y un análisis atento a sus matices” (Bosques, 2010), no sólo transcurrieron más de cinco siglos, sino que la diversidad y expansión ha democratizado al idioma, ha reforzado su dinamismo, apertura, frescura y vivacidad, la ha posesionado en medio de las incertidumbres del siglo XXI con inusitadas nuevas perspectivas.