JÓVENES VÍCTIMAS: CULPA SOCIAL MÁS QUE PERSONAL
“La juventud no tiene donde reclinar la cabeza. / Su pecho es como el mar. /Como el mar que no duerme de día ni de noche (…) / Como el mar que en la noche / Cuando la tierra duerme como un tronco / da vueltas en su lecho”.
Carlos Martínez Rivas (1924 – 1998)
En Nicaragua entre 2007 y 2009 han sido víctimas de homicidio cada año 67 adolescentes menores de 18 años e identificados como autores de similar edad en 35 casos. Son más de cien tragedias anuales en donde jovencitos(as) sufren (aun sin darse cuenta) de circunstancias y responsabilidades que más que personales, deben ser ineludiblemente sociales. No podemos “evadir el bulto” ante esta desafortunada realidad. Los adolescentes han sido víctimas del 9% (2 p.p. mujeres) del total de homicidios registrados y han provocado el 5% de estos hechos fatales. El 51% de detenidos por la Policía son de 25 años o menos y el 37% de las víctimas por delitos y faltas son jóvenes en similar edad. La juventud refleja las virtudes y males que la sociedad padece ahora y acumuló antes; necesitamos administrar con responsable prontitud y serenidad las soluciones y respuestas para no profundizar el daño; lo que niños, niñas y jóvenes sufren tiene efectos presentes, pero ¿cómo y en qué gravedad se manifestarán en años posteriores? ¿Cuál es la generación de adultos que se construye? Afortunadamente el problema en Nicaragua no es caótico, hay riesgos, pero también fortalezas. Sin embargo, no nos podemos contentar con que “las cosas son menos malas” que, en otros lugares, ya ahora, tienen suficientes indicios de preocupación.
El sistema social y político ha generado distorsiones por sus desequilibrios, desigualdades y descuidos, por la influencia globalizante y la pérdida de identidad, el conflicto armado, la inmigración, la tecnología mal utilizada y el consumismo, por la gran cantidad de niños que vienen al mundo sin hogar, sin padres responsables, o con progenitores alcohólicos, drogadictos y prostitutas, en ambientes de violencia intrafamiliar y con muy pocas opciones, es un círculo vicioso que se reproduce. ¿Cuántos niños roban, huelen pega, venden o piden en barrios, semáforos, deambulan por calles, mercados, paradas de buses, parqueos…? A pesar de todo tenemos suerte. Con tanto niño desamparado, sin desestimar estas cien tragedias anuales, hay que reconocer, que los costos socio-delictivos que paga la sociedad nicaragüense, son mínimos, por diversas razones históricas, sociales, culturales e institucionales que el país ha logrado acumular, pero son evidente muestra de vulnerabilidad, un riesgo latente que, si nos descuidamos, si la generación presente se olvida de cultivar los relevos generacionales, se puede convertir en mal crónico. Estos acontecimientos delictivos que afectan a adolescentes y niños son consecuencia de algo, ¿Cuál es la causa? ¿dónde está lo que los promueve u origina? El enfoque social y los numerosos programas que el gobierno impulsa desde 2007 para mujeres, jóvenes y familias son insuficientes ante el gran rezago acumulado y los profundos desequilibrios estructurales socioeconómicos a los que es necesario darles vuelta más allá del “estado de derecho”, poniendo en el centro a la persona humana y no el dogma ni el código ni la estructura.
Cuando en un vehículo una de las llantas delanteras se gasta de lado, podrás cambiar la llanta, pero seguirá comiendo del mismo lado mientras no se corrija el defecto con alineado y balanceado del automóvil. Imaginemos que ese auto es la sociedad y que las llantas son las personas, principalmente niños y jóvenes, ¿Qué los hace comportarse agresivamente, consumir licor y droga, robar, agredir, intimidar, matar a otro? ¿Nacen malos o la sociedad los descompone? ¿Quién produce esas personas? el contexto que los genera desarrolla deformación, exclusión y desigualdad, reproduce resentimiento y violencia, allí y no en la pobreza, está la causa primera de la delincuencia. Las enfermedades graves comienzan con malestares tontos, si se descuidan, las consecuencias son irremediables. Cuando los virus y demás amenazas a la salud nos rodean y tenemos bajas nuestras defensas, somos vulnerables y caeremos en cama. Si tenemos una población mayoritariamente joven, insuficientemente atendida en cuanto a opciones de estudio, diversión sana y trabajo, en hogares disfuncionales, con violencia intrafamiliar y problemas de alcoholismo, y adicionalmente, en el entorno contemporáneo, circulan drogas, aumenta el consumo del licor, proliferan casas de juego y gran cantidad de cosas, la televisión con sus programas alienantes, los juegos electrónicos y el internet pueden trastocar, en su diversidad, valores, la publicidad agobia con un consumismo desmedido, ¿Cómo reaccionarán muchos niños y jóvenes? ¿Cómo están preparados para discernir sobre estas circunstancias?
Es fácil ver la forma, la apariencia, atender sólo los efectos visibles y mostrar “respuestas” ante un problema descuidando el fondo, la causa, lo que está detrás. Hay que incidir en los síntomas, pero principalmente actuar sobre lo causal, lo que provoca esos síntomas. Lo dicen médicos, sicólogos, sociólogos y hasta las ciencias exactas como la química y la física: “a toda acción corresponde una reacción mayor o igual”. ¿Cuál es el ejemplo que niños, niñas y jóvenes perciben de los adultos, de padres, vecinos, medios de comunicación, de la clase política, empresarial, religiosa, de quienes tienen poder, influyen y toman decisiones? ¿Qué podemos esperar de ellos a partir de la identificación de nuestro propio ejemplo personal y social?
“La cárcel no deja ningún sentido intacto” escribió Graham Greene, y es cierto, quienes hemos visitado las cárceles policiales y del sistema penitenciario podemos afirmarlo. Cualquiera puede suponer la tragedia adicional que se vive privado de libertad en hacinamiento e insalubridad. Se cultiva en la persona más que arrepentimiento, resentimiento, rechazo y odio. Se es víctima de otros presos(as) por diversos abusos y eso sin perder de vista que el Sistema Penitenciario de Nicaragua, es uno de los más profesionales de la región, pero “cárcel es cárcel”, y allí se junta lo que la sociedad rechaza, se aprenden mañas, se agregan vicios, se corrompen con malas experiencias ajenas. La cárcel no soluciona, agrava el problema social, sin embargo, el Estado posee legítima capacidad coercitiva que debe usar con eficacia y equidad, con ponderada responsabilidad, para no re victimizar, para no estigmatizar a los pobres, a los jóvenes, a la gente de color o de otros grupos… No se debe actuar con ánimo de venganza desde las instituciones del Estado ni promoverlo desde las familias y los medios de comunicación, hay que reeducar y reinsertar en la sociedad. Por cada niño(a) y adolescente que muere por la violencia, que sufre por delitos y por cada uno de ellos que mata o comete ilícitos graves, hay una culpa que trasciende a la víctima y al victimario. Esa culpa hay que asumirla no para angustiarse sino para cambiar, no un artículo de ley que maquilla la forma, sino el esquema social excluyente, desigual e intolerante que destruye, fragmenta y desgasta.
Todos(as) fuimos niños o niñas y después adolescentes, podemos reconocer con franquezas las inquietudes que despiertan durante esos años y que requieren un terreno fértil y sano para desarrollarse. Cargamos nuestros desaciertos, rebeldías, entusiasmos y pesares, aprendamos de ellos, no pretendamos tranquilizar la conciencia entregando una limosna a un niño en un semáforo, aumentando las sanciones penales, o llenando las cárceles, asumamos la responsabilidad social en una magnitud distinta y plena, desde la obligación que cada uno tiene, como padre o madre, ciudadano(a), empresario, dirigente político o funcionario público.
Autores homicidios
menores 18 años |
Victimas homicidios menores 18 años | |||||||
año | hombres | mujeres | total | % total autores de homicidios | hombres | mujeres | total | % total victimas homicidios |
2007 | 17 | 0 | 17 | 2.8% | 53 | 11 | 64 | 9% |
2008 | 50 | 1 | 51 | 7.6% | 50 | 5 | 55 | 7.6% |
2009 | 37 | 0 | 37 | 5.4% | 56 | 24 | 80 | 11% |
total | 104 | 1 | 105 | 5% | 159 | 40 | 199 | 9.10% |
Fuente: Elaboración a partir de Anuarios Estadísticos Policía Nacional.