“DELINCUENCIA ORGANIZADA Y “CAPITALISMO SALVAJE”
FORO SOBRE SEGURIDAD CIUDADANA
Males internos que no debemos descuidar
En el contexto contemporáneo, no sólo en Centroamérica sino a nivel mundial, cuando las manifestaciones de la delincuencia organizada son más complejas, extendidas y violentas, tenemos que reconocer que son producto de la evolución del “capitalismo salvaje”, tal y como Juan Pablo II llamó al modelo excluyente económico-social predominante. El Presidente de Nicaragua señaló acertadamente, la raíz del problema de la violencia criminal que aqueja a la región en ocasión de la reciente Cumbre realizada en Guatemala (22-23 de junio 2011) para formular una estrategia común contra el crimen.
La absolutización del mercado, el consumo desmedido, la oferta y la demanda, la saturación publicitaria…, nos lleva a perder de vista el desarrollo humano equitativo que requiere control social y regulación para el bienestar común. Se genera desequilibrio irracional entre cosas y necesidades básicas, lo suntuario, los excesos y las necesidades, entre los bienes y servicios y los seres humanos, entre derechos e insatisfacciones, que no nos puede llevar a otro rumbo que a la violencia creciente en su diversidad de expresiones que van desde la intrafamiliar, la drogadicción, la delincuencia común y organizada en su evolución de descomposición al que se agrega la corrupción que inmoviliza al Estado, que se puede volver inmanejable y hacerle perder su razón de ser.
Desvirtuar la esencia del Estado, principalmente en los países donde los extremos llevan resultados dramáticos como en Guatemala, por ejemplo, no es sostenible, sin embargo, “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. Las cosas están por tocar fondo, no son sostenible y deberán irremediablemente llevar al colapso o profundizar la crisis que debe replantear la actual existencia social e institucional que trasciende a un problema penal y policial, implica un ajuste estructural de naturaleza socioeconómica y política, de tal forma que la política favorezca la equidad, deje de ser el fin y se convierta en el medio para lograr el bienestar de las personas y no de grupos privilegiados.
El problema se agrava por el carácter global del fenómeno. El capitalismo tiene una crisis que no es local sino universal, que no se resuelve en un país, aunque puede reducir vulnerabilidades en territorios, poblaciones y sistemas económico-sociales específicos, se requiere darle vuelta y volver a pensar el mundo, la política, la economía y la sociedad. Algo no está funcionando bien en los estados, entre los estados y sus ciudadanos, entre las personas y la naturaleza, entre nuestra naturaleza y el universo, algo no funciona ni encaja, estas contradicciones están generando desajustes profundos, conflictos y encaminan al ser humano al despeñadero que se acelera empujado por la tecnología y la información, no siempre bien usada. Alguien decía, es “como un arma automática cargada en manos de un niño”, al homologar el avance tecnológico y científico con un arma de fuego, y al niño con la sociedad inmadura e irresponsable de la que somos parte.
¿Por qué decimos que la delincuencia organizada es producto de la evolución del capitalismo salvaje? Partimos que la delincuencia organizada en cualquier forma, es un negocio que moviliza a nivel internacional, transnacional o global y nacional, bienes o servicios que son demandados en otros mercados. Ofrece drogas, armas, municiones, personas, placeres, bienes culturales, mercadería diversa, activos, dinero, etc. Para ofrecerlo, tiene que buscar insumos, reunir mano de obra, producir, almacenar, trasladar, proteger, entregar, identificar y preservar compradores, usuarios, mercados … Requiere superar cualquier traba, ley o norma, romper o doblegar los diques de cualquier tipo que le impidan “rebalsarse”, satisfacer el negocio, incrementar sus beneficios, usufructuarlos. Pretende que nada le impida ofrecer su producto o servicio, si hay una restricción, tratará de evadirla, violarla, comprará funcionarios públicos, destruirá a personas o instituciones que impliquen un obstáculo, pagará protección, tanto en el lugar de origen como en la ruta y en el destino, incursionará la política, el poder público, la legislación, los tribunales, las fuerzas coercitivas, la regulación económica y social, etc.
Digan qué es esto sino un “mercado que pretende ser absolutamente libre”, que no paga impuesto formal, sino que compra voluntades, sin obligaciones contables ni fiscales ni laborales ni de seguridad social, pero es capaz de aniquilar a otros ante el incumplimiento de lo acordado, que establece cálculos y proyecciones, que se divide áreas de influencia, con mecanismos intimidatorios y “arancelarios” se preserva. Genera capacidad de “cobrar cuentas y hacer justicia” distintos a lo que los códigos penales nacionales y el derecho internacional establecen. El crimen organizado pretende evadir al estado y superarlo, crea mecanismos paralelos en todos sus ámbitos. Se acomoda a sus “instituciones” cuando no le afecta, las vulnera, corrompe o invisibiliza, dejándolas “pintada en la pared”, en el “membrete” y actúa a través de ellas para asegurarse la “rentabilidad” que le proporcionan sus operaciones. Es un mal creciente que incide en la inseguridad de la postmodernidad que está siendo favorecido y crece de la descomposición del sistema socioeconómico que vulnera conciencias y comportamientos individuales, sociales e institucionales.
El lamentable asesinato provocado por sicarios en Guatemala (9/7/2011) contra el cantautor Facundo Cabral que ha dejado de duelo a Latinoamérica, arrastra lamentablemente a Nicaragua al haber “sacado terminación”, por el vínculo del empresario nicaragüense Henry Fariñas contra quien, según autoridades guatemaltecas, iba dirigido el atentado. Lo que hay detrás aún está por verse.
No debemos caer en la trampa de ver sólo al fantasma externo y global y olvidarnos que el problema comienza en casa, en nuestros cotidianos conflictos de desigualdad, convivencia, regulación y control social, en las vulnerabilidades que permiten que el mal externo crezca internamente. El principal riesgo está adentro, en las carencias institucionales y los déficits sociales. Ese espanto difuso y real que se mueve afuera y entra, también viene de adentro y sale, no debe llevarnos a perder de vista que la inseguridad ciudadana está siendo alimentada por la inequidad socioeconómica que deteriora la confianza interna, la eficacia institucional, el comportamiento de las instituciones, el descuido o las limitaciones en atender cotidianamente los problemas delictivos de todos los días. El círculo vicioso es: si se deteriora la confianza y credibilidad interna, si aumenta el temor y la agresividad, en la convivencia entre personas y de las personas con las instituciones se abren fisuras para que el mal ajeno, que también es nuestro, se asiente. Podemos equivocarnos al ver el fantasma de afuera sin preocuparnos por el de adentro, ver la basura del ojo ajeno y no la nuestra. Necesitamos cuidar prioritariamente el problema de casa que genera males que se juntan a los externos y que a veces, a pesar de tenerlos enfrente, no vemos.