SÍNTOMAS DE LA INSEGURIDAD
“No hay propiedad más segura que la que está sin cercas ni tapias, al alcance de todo el mundo”. Miguel de Unamuno.
Cuando uno llega a una ciudad la seguridad o inseguridad que allí se viva se puede percibir, más allá de las estadísticas oficiales, principalmente por algunos síntomas externos que a simple vista uno puede ver en la gente común, entre los funcionarios públicos, las casas, los edificios, los negocios y en general las calles, los mercados y centros de comercio.
Comencemos por la gente, si uno observa que las personas se mueven con confianza, que el temor hacia otros en las paradas de buses, en los buses, taxis y centros comerciales es normal y no exagerado, si se percibe que las personas andan tranquilas, sin esconder excesivamente sus bolsos, celulares y accesorios personales, entonces allí tiene usted el primer indicador efectivo sobre el grado de seguridad o inseguridad que tienen, más allá de lo que se diga o se anuncie. Si tienen acceso a preguntarle algo a alguien, háganlo y confirmen su apreciación.
Otro indicador son las casas de habitación, si hay exceso de cercas, verjas, si se han amurallado o si por lo contrario, tienen jardines y porches abiertos y sus ventanales y puertas no se recubren de barrotes, aquí tenemos algo visible sobre el grado de seguridad de los habitantes. Durante los últimos años, en Nicaragua muchas iglesias católicas han cercado con verjas y muros sus atrios y predios, este es un signo que indica que la inseguridad que se percibe sube, si no fuera así ¿a cuenta de qué estos templos hacen estas inversiones? No es por estética ni por mejorar la fachada, todo lo contrario, estas medidas reducen la visibilidad, limitan el acceso y en ocasiones afean el aspecto original de la edificación. Recientemente me enteré que la Catedral de León tiene en proyecto cercar su perímetro con verjas, si tal decisión se concretiza será lamentable para el imponente monumento histórico, religioso y cultural de Nicaragua declarado recientemente Patrimonio Mundial de la Humanidad, es un síntoma de inseguridad ante la delincuencia y los vendedores que en los lugares aledaños invaden los alrededores. Vemos cada vez más casas enverjadas, amuralladas, con serpentinas y cercas eléctricas, esto incrementa el “costo de la inseguridad”, obligando a los particulares (personas naturales y jurídicas) a incurrir en gastos adicionales.
Un tercer elemento se relaciona a la seguridad que dispongan las entidades públicas y privadas y los funcionarios(as) públicos y personalidades del país o la ciudad. Si en las afueras de los bancos, centros comerciales, negocios y oficinas existe gran despliegue de policías o vigilantes privados, allí tenemos otra muestra que indica la inseguridad que empresas y entidades estatales tienen. Sus acciones se reproducen en la percepción social de manera más relevante por cuanto son referentes que consciente e inconscientemente las personas tienen. Si además los funcionarios(as) públicos aumentan sus aparatos de protección personal, en casas de habitación y oficinas, trasladan y reproducen, aunque no quieran, el temor entre la población. ¿A cuenta de qué alguien se protege en exceso? Ese riesgo personal se traduce en un riesgo social. Para transmitir confianza y seguridad, debería mostrarse un nivel de protección física moderado compatible al riesgo real existente. Desde el sentido común se deduce que, si el despliegue de seguridad pública y privada que personalidades, instituciones y negocios es alto, este servicio de protección a su disposición indica que existe alto riesgo o amenaza, y si ese riesgo es alto, hay mayor inseguridad que se transmite a las personas en general.
Aunque la presencia policial en la vía pública y el despliegue policial apropiado contribuyen a la percepción de seguridad de las personas, el excesivo despliegue y la acción coercitiva policial, puede mostrar la existencia de un alto riesgo que la población traduce en percepción de inseguridad, puede condicionarla solamente a la mayor presencia física y visible de policías, lo que sabemos no es sostenible. Nunca, en ningún país, habrá, desde la valoración de sus autoridades, suficientes policías para satisfacer la demanda social de seguridad y todos los cuerpos policiales en todos los países siempre dirán que su presupuesto, la cantidad de policías y los medios disponibles, son insuficientes. Esto lleva a que se genere dependencia en el sentimiento social, de que solamente cuando vea despliegue policial (partimos que confía en la policía) sentirá seguridad y cuando no lo vea, tendrá el sentimiento contrario. La acción coercitiva visible estatal debe ser moderada, no excesiva, sostenible, no improvisada para que logre tener efecto sobre la percepción y la confianza social, elementos fundamentales para la sana convivencia colectiva.
Con frecuencia la percepción de inseguridad o de riesgo que las personas estiman, está más influenciado por las cosas que ve y siente que por los hechos que se registran. Las estadísticas no siempre son suficientes para reflejar el fenómeno. Por lo tanto, el manejo de un discurso público adecuado, la transmisión de información oportuna, el enfoque de los medios de comunicación, el fortalecimiento de la confianza en las instituciones de la seguridad y la justicia, el despliegue policial adecuado, y lógicamente un mayor nivel de organización y participación comunitaria enfocado a la prevención, pueden contribuir a la seguridad. Contrariamente el discurso confrontativo, la falta de información educativa, creíble y sistemática, la desconfianza en las instituciones, la excesiva protección a instituciones públicas y privadas, excesiva protección a funcionarios(as), despliegue policial exagerado ocasional y no sostenible, puede generar temor, desconfianza e inseguridad. Si la presencia policial es alta y el riesgo delictivo real bajo, la gente siente inseguridad porque cree que el riesgo es mayor al real. Si la presencia policial es baja o nula y el riesgo delictivo real alto, las personas perciben inseguridad, porque ante la amenaza real se sienten desprotegidos. Lo razonable es que presencia y despliegue policial sean proporcionales al riesgo real para no exacerbar la percepción de inseguridad por exceso o falta de protección.
Cuanto el temor, la desconfianza y la inseguridad aumentan, se incrementa el gasto de seguridad para adquirir de manera privada la protección que el Estado no proporciona. Lleva a la contratación de seguridad privada, protección física de casas y negocios con verjas, alarmas, serpentinas, muros, etc., aumento de la seguridad personal. En Nicaragua el costo de la seguridad pública y privada es 10% del PIB, siendo la segunda más alta de Centroamérica, un poco menor a la de El Salvador. No es factible incrementar el peso relativo de estos costos; se requiere mejorar la efectividad de los recursos públicos destinados y fortalecer la seguridad ciudadana para desestimular el incremento del gasto privado a niveles razonables al nivel real de riesgo que, como sabemos en Nicaragua es creciente, aunque con aceleración menor que en el Norte de Centroamérica.