COMERCIO LOCAL DE DROGAS EN CENTROAMÉRICA
FORO SOBRE SEGURIDAD CIUDADANA
Las redes de comercialización de drogas o narcomenudeo, directamente vinculadas al consumo local, disponen de diversos puestos de distribución y tienen características comunes en los países de Centroamérica, aunque distinta magnitud. Uno de los factores de inseguridad y violencia, que atrofia a la sociedad y descompone a la juventud, es el consumo de drogas, principalmente de crack, cocaína y marihuana, que fue la “hierba tradicional” durante décadas pasadas. Ahora es más común el crack (piedra), nombre callejero de la cocaína adulterada, más barata y adictiva. Según especialistas, estas sustancias pueden dañar el 50% del cerebro humano, comparado con el licor cuya afectación es del 5%. Los detonantes de la violencia en la Región son, además del licor y las armas de fuego, el consumo y tráfico de drogas.
Un comentario de la Policía de Nicaragua hace diez años, estimaba que existían unos nueve mil puestos o expendios de drogas en el país (dato especulativo por cuanto no existe registro como ocurre con el licor). Si comparamos la últimas dos décadas, hay mayor consumo, en parte porque hay más habitantes y, un subproducto indeseable del incremento del turismo puede ser la demanda de algunos servicios y productos dañinos (prostitución, drogas, pornografía). Si sube el consumo, existen más “puntos de distribución”, el volumen de droga y dinero por la venta aumenta. Es un mercado subterráneo con: oferta, demanda, costo, precio, beneficio, distribución. Hay personas que trasladan, venden y consumen.
¿Quiénes son los expendedores finales de esta compleja red? Son mayoritariamente personas sencillas, comunes, no suelen ser consumidores, aparentan un oficio u ocupación conocida en el barrio, como un puesto de zapatería, venta de frutas, cigarros y chucherías, pulpería, venta de gaseosos o cervezas, bombero en una gasolinera, transportista, taxista o simplemente, en muchos casos, desocupados. Participa con frecuencia la familia, el ama de casa, los hijos, las personas mayores. A través del “negocio” obtienen el ingreso con el cual se mantienen. Pueden ser también familias disfuncionales o personas descompuestas, vinculadas a otras actividades delictivas, pueden generar violencia por el control del mercado en algunos territorios. El expendedor final no es el mayor beneficiado del comercio ilícito, aunque es quien da la cara ante el consumidor. Es necesario incidir sobre esta red local para transformarla en actividades comerciales sanas y útiles, que generen beneficio sin perjudicar a otros. Para algunas drogas puras y caras, como cocaína, heroína y otras, los distribuidores son personas con mayores posibilidades, usan vehículo para llevar a sus clientes-victimas el producto, quienes suelen tener una posición económica-social más “notable”.
El consumidor es la victima principal, sufre el daño directo de las sustancias tóxicas adictivas. ¿Qué induce a una persona a caer en la trampa de la droga?: soledad, decepción, desocupación, maltrato, pérdida de autoestima, familias desarticuladas, violencia intrafamiliar. Cada expendio tiene un universo estable y delimitado de compradores. Son los consumidores los que suelen llevar-inducir a otros interesados (amigos, compañeros, conocidos) a comprar o se la ofrecen de manera directa (regalada). El consumidor, normalmente un joven que al principio llega donde el vendedor y paga en efectivo (o recibe la primera gratis), cuando no tiene dinero, entrega objetos de valor (propios o robados) y hasta pide “fiado”. La relación entre la victima consumidora y el expendedor al detalle se va consolidando; el consumidor cree que el vendedor “le resuelve una necesidad”, lo percibe aliado, crea dependencia, lo protege, no lo delata, recurre a él, siempre lo encuentra disponible para suministrarle “el producto”. ¿Por qué un drogodependiente casi nunca agrede a su expendedor? Precisamente porque desarrolla hacia él “sumisión”. Cuando no tiene dinero ni objetos para canjear, con frecuencia, puede robarlo en la calle o a sus parientes. Cuando roba es posible que provoque, en la confusión de su desesperación, lesiones o muertes. El objeto obtenido lo vende y con el dinero, paga la deuda, asegurándose futuros suministros, hundiéndose en donde le será difícil salir.
¿Cómo es posible que habiendo una red extendida de expendedores y un incremento de consumidores las instituciones no puedan cortarla? Una de las explicaciones es que las victimas que consumen, no son conscientes en la mayoría de las veces del daño que se hacen, por lo que protegen y no delatan al expendedor. Son manipulables, requieren ayuda. Además, y esta ha sido una deficiencia institucional común, porque la desarticulación de la red va más allá de la acción policial y penal. Sin perjuicio de la coerción cuando corresponda desde el nivel territorial para cortar el suministro, sancionar a los responsables del comercio (principalmente las redes principales), se requiere una política pública integral que incluya principalmente lo social y comunitario, organización y participación territorial, salud y educación, información pública, ocupación laboral. Otro aspecto que puede limitar “quebrarla”, es el riesgo de corrupción, el vendedor local paga (o compromete) para que no se afecte el funcionamiento del “negocio”. No se trata solo de “quebrar” policialmente, sino de modificar el comportamiento social y las condiciones que facilitan y motivan vender y comprar drogas desde el barrio.
En Centroamérica el narcotráfico, narcomenudeo y consumo de drogas es creciente. Se ha errado al enfatizar respuestas policiales, siendo reactivo e inefectivo según demuestran los hechos, el problema no se reduce. El abordaje al consumo interno se observa en segundo plano, los principales esfuerzos públicos, nacionales e regionales se han destinado contra el narcotráfico internacional según exigencias de Estados Unidos, el principal destino, junto a Europa, de la droga que circula por el Istmo. El enfoque policial y coercitivo comúnmente ha sido parcial, no sostenible, desgasta los esfuerzos institucionales cayendo en una reiteración de operativos que suelen ser más espectaculares que eficaces, generan secuelas sociales y castigan a los eslabones frágiles.
Es urgente repensar la estrategia nacional y centroamericana en la lucha contra las drogas, el principal esfuerzo debe estar hacia el consumo, hacia el expendio que lleva la droga al consumidor final. Si el problema no se ha reducido y más bien ha aumentado, es evidente que la manera de abordarlo no ha funcionado. Es necesario comprender cómo es la extendida “red comercial” y cuáles son los elementos que la sustentan ¿Por qué alguien expende droga en el barrio y por qué otros la compran? Avanzar en ese rumbo de manera efectiva, puede permitir, además de sanear las comunidades y salvar a las generaciones del presente y futuro de nuestros países, incidir en el narcotráfico internacional al reducir el apoyo local y frenar los remanentes que quedan para el consumo y descomponen dramáticamente la sociedad.