IRRESPETO VISIBLE Y COTIDIANO
Me percato otra vez del atropello cotidiano a la vida, a la integridad física y moral hacia otros después de ver, por la rotonda de la Centroamérica, a un automóvil arrastrar a un motorista. Dos graves incidentes relacionados a vecinos ocurrieron, uno hace varios meses: un hombre fue muerto por un irresponsable que conducía un camión en la carretera a Masaya y otro, dos jóvenes (uno falleció) quedaron tirados en el camino a Sto. Domingo. En los tres casos, los conductores no se detuvieron ante las consecuencias de sus actos, al fugarse cargan las culpas que ineludiblemente pagarán.
Los individuos mostramos respeto o irrespeto a otros en el comportamiento cotidiano. Los “pequeños irrespetos” se agrandan transformándose en agresión, destrucción y violencia. La sociedad reproduce el aprecio o menosprecio, repite acciones u omisiones, expresiones y silencios, evidenciando la estima que tenemos hacia otros y a nosotros. Cuando estas actitudes visibles y cotidianas son frecuentes, la sociedad tendrá menor desarrollo humano y mayor deterioro político y económico. La prosperidad económica, el bienestar social, la estabilidad política, la protección medioambiental y en general el desarrollo humano, son posibles si cotidianamente se cultiva una actitud de respeto humano y cívico a los otros.
Sin mencionar los de carácter político y social como la desigualdad socioeconómica ofensiva, la participación limitada, las elecciones “formales”, la violencia silenciada, enumeremos actitudes irrespetuosas cotidianas de la convivencia pública. Comparto algunas que evidencian el atropello a la dignidad de las personas. Puede ser que al percatarnos nos incomode cuando nos afecta, pero podríamos ser partícipes, indiferentes, o impotentes ante la práctica arraigada, la que terminamos repitiendo:
- El conductor de un vehículo se estaciona en media calle, a veces espera o baja a un pasajero, pero otras, conversa, le da la gana, no se hace al lado; la fila espera.
- En ocasiones cuesta que alguien le de paso a otro en la vía congestionada.
- En la calle o desde un automóvil, tiran los desperdicios, ensucian sin asumir el daño a la ciudad. La basura queda en cualquier sitio amontonándose en predios, cunetas y calles.
- Desconocimiento de las señales de tránsito, aunque no provoquen consecuencias graves; desatender el alto o utilizar el carril izquierdo debiendo usar el derecho.
- El peatón es olvidado en una ciudad que privilegia los vehículos, sin andenes para caminar ni cebras suficientes para cruzar; donde las hay, los conductores rara vez ceden el paso.
- El transporte colectivo no usa las bahías y sin consideración al pasajero, arranca.
- El vehículo pasa a toda velocidad levantando polvo y sobre el charco pringando al motorista o a los de a pie.
- El maltrato al ciudadano en las instituciones públicas, el usuario y el cliente de empresas por reclamos o trámites, boleado, visto sin respeto, impotente ante su queja.
- La persona que llama por teléfono a una entidad y la dejan esperando en línea, escucha la publicidad, repiten que marque uno u otro número, “atendido” por la insensibilidad de una máquina.
- Los rótulos de diversa magnitud y contenido abarrotan las ciudades y carreteras contaminando la visibilidad.
- La impuntualidad en eventos públicos y privados, en citas laborales, médicas, políticas, de negocios, religiosas, deportivas, culturales, etc.
- La mujer en la calle acosada por gestos y palabras agresivas e irrespetuosas, que le atemorizan y ofenden.
- Quien aumenta el volumen del equipo de sonido sin preocuparse por los malestares del vecindario; las oficinas políticas o iglesias, principalmente evangélicas, aturden con sus ruidos, sin poder reclamar el derecho al silencio.
- El vivo se adelante en la fila y abusando de su influencia, sin estar justificado (embarazo, edad o discapacidad), pasa primero.
- El fumador exhala humo dañino sin consideración a quienes no fuman.
- Las imágenes, fotos y titulares en los medios de comunicación que son ofensivos, manipulan la sensibilidad e intranquilizan a espectadores y lectores.
No olvidemos el atropello a la prostituta, al borracho en la acera, al niño o joven oliendo pega o pidiendo en los semáforos, al discapacitado abandonado a su suerte… Atrévete a contar los irrespetos que usted hace, las que le hacen y las que ve ocurrir. Se sorprenderá de su frecuencia, démonos cuenta: ello frena la sociedad, es ausencia de caridad esencial.
Cuando era niño visité con un amigo sacerdote un cementerio del interior del país, al ver el desorden, la suciedad y el abandono que prevalecía, exclamé: “¡Qué poca consideración hay para los muertos!” El franciscano dijo: “no te extrañés, cuando se trata con tan poco aprecio a los vivos, ¿qué se puede esperar para quienes mueren?
Requerimos asumir prácticas y actitudes de convivencia ciudadana como parte de una cultura socialmente asumida basada en la solidaridad y el respeto al derecho y la dignidad del otro a partir del reconocimiento a las personas; de la convicción que nuestro derecho tiene los límites del ajeno, eso es la paz y la salud social, base para el desarrollo equitativo y sostenible. Actuando con respeto en lo cotidiano hacemos otro mundo posible.