GENERACIÓN DE TRANSICIÓN Y ASOMBRO
“Indudablemente soy, / casi me doy cuenta ahora/
más de cuanto puedo comprender, / más de cuanto apenas vivo.”
(Insignificancia, Huellas del otoño, F.B.L.)
Somos, los nacidos en la década del sesenta y del cincuenta, particularmente en esta región tropical, una generación de transición para quienes el asombro amenaza con extinguirse. Hemos vivido gran diversidad de acontecimientos, como testigos y partícipes directos o indirectos, desde la naturaleza, la historia, la política, la sociedad y las ciencias, desde lo local y lo global. Enumero algunos que quienes lean estas líneas, confirmarán y completarán. Parece imposible que otra generación antes o después, tuvo o tendrá la oportunidad de percibir tan diversos sucesos que lo han trastocado todo con rapidez como los que hemos transitado.
En 1968 nos sacudió el terremoto de la Centroamérica y en 1972 el que destruyó Managua. En 1988 el huracán Joan cruzó el país con sus terribles vientos y tormentas y el Mitch devastó a su pasó por Centroamérica (1998). Un maremoto arrasó la costa del Pacífico en 1992. El eclipse total de Sol (1998) asombró cuando, durante unos minutos, todo se oscureció y surgió la noche en medio del día. Durante estas décadas, la erupción del Cerro Negro pasó a ser un espectáculo nocturno. Las tolvaneras sobre León oscurecieron el cielo y cubrieron de arena la Ciudad colonial…
Nacimos durante el somocismo, con los desmanes de la dictadura, las masacres, la lucha anti somocista, la movilización e insurrección popular, vivimos la Revolución, la fundación de la Policía, la Alfabetización, las jornadas voluntarias, la guerra, el acuerdo de paz, las elecciones, las contradicciones políticas, las protestas sociales, las reformas económicas e institucionales, las frustraciones y esperanzas, las oportunidades y las nuevas realidades nacionales e internacionales.
Conocimos la intervención, el bombardeo electrónico, el terrorismo, las hambrunas, las epidemias, las tragedias naturales, el despale, el calentamiento global, la extinción de especies animales y vegetales, la reducción de bosques y humedales, la contaminación de ríos, lagos y mares, el agotamiento de las reservas naturales…
Iniciamos en la segunda mitad del siglo pasado, pasamos al nuevo milenio entre pronósticos y especulaciones, avanzamos con la expectativa por los años venideros ante cambios inminentes que continúan los ajustes evolutivos que siempre han existido aunque no nos percatemos.
Transitamos de textos impresos al internet, a la televisión a colores, al cine en 3D, al cable, al teléfono celular, a las computadoras, a la tecnología digital, a los sensores electrónicos,… a las comunicaciones recibidas en la comodidad de espectadores del padecimiento ajeno, de acontecimientos culturales, deportivos, religiosos, políticos, sociales, de tragedia humana y miseria. La caída del muro de Berlín, el derrumbe de las Torres Gemelas, las muertes de Sadán y Osama transmitidas desde el lugar…
El mundo descubrió cosas nuevas que nos sorprendieron. El hombre puso el pie en la luna, rodeo de satélites la atmosfera, lanzó sondas espaciales al universo, descubrió la expansión del espacio, el macrocosmos transformó lo conocido, lo microcelular se extendió ante nuestros ojos, la genética reveló nuestra ignorancia, todas las ciencias están siendo replanteadas, el conocimiento se confirma relativo y cambia rápido, casi al empezar a comprenderlo, se vuelve distinto. La información nos agobia y confunde en su aparente claridad, cada puerta que se abre nos muestra mil distintas.
Los movimientos de liberación nacional, la guerrilla, los paramilitares, los mercenarios, los alzados, los medios de destrucción masiva, la corrupción pública, la violencia, la delincuencia y el crimen organizado adquieren complejas connotaciones. La basura, la contaminación, el tránsito, el hacinamiento, las pandillas, son parte de los “modernos” problemas que nos agobian. Los sistemas políticos pierden credibilidad ante la población que se extiende desigualmente distribuida, inequitativa, confundida por la publicidad sofocante, el consumo inútil y la tecnología alienante.
Vimos Europa del Este, el capitalismo occidental y sus diferencias, el desmoronamiento del socialismo real. El mapa político mundial volvió a cambiar. El capitalismo recae en crisis cíclicas y desajustes, la humanidad busca nuevos modelos que no termina de encontrar.
Las creencias y religiones se diversifican, la Iglesia Católica ventiló sus códigos y ritos con el Concilio Vaticano II, el liderazgo cristiano utilizó la tecnología y debate su influencia en Occidente; el pensamiento fluye, la búsqueda de opciones refleja la desesperación humana por explicar su existencia.
Díganme quienes compartimos esta ruta de tiempo y espacio ¿nos hemos percatado de lo ocurrido? ¿Qué falta vivir? ¿Hay algo más que pueda asombrarnos? Volvamos a lo cotidiano natural y simple, allí radica la posibilidad de recuperar el asombro.