Managua, 8/12/2012 Francisco Javier Bautista L. www.franciscobautista.com
Para asegurar el comportamiento ético de las personas en las entidades policiales deben existir mecanismos de funcionamiento (leyes, normas y procedimientos) respaldados por una manera de pensar y actuar (comportamiento, conocimiento y cultura).
Corrupción es en esencia, desde el origen etimológico del término, descomposición, pérdida de la naturaleza o propiedad de la cosa, es decir, algo está corrupto cuando se ha descompuesto, se destruye, pierde las propiedades o capacidades para las cuales fue hecho. Lo contrario y positivo: algo o alguien es “ético” cuando preserva las calidades propias de su naturaleza. Un medicamento, un instrumento, una persona o una organización será ética si logra los propósitos legítimos para los cuales existe.
¿Por qué existe la Policía? ¿Cuál es el propósito aceptado actual? Ello suele estar expresado en la norma constitucional y en la ley orgánica. Es general se define: i) proteger la vida y la integridad de las personas, ii) cumplir y hacer cumplir las leyes, iii) contribuir a preservar la seguridad ciudadana o convivencia comunitaria. Asume de manera legítima una función preventiva y otra coercitiva. Si dicha organización cumple su misión tendremos una institución ética, y si no, será corrupta. El fondo del asunto es la capacidad de ser según su propósito, más allá de las intenciones, de lo escrito, del discurso oficial, del deber ser. Hay obligación por acción u omisión, incluso por retardación en la actuación, no es suficiente no robar o no destruir, hay que ser competente y efectivo.
El carácter ético de la policía y por lo tanto la capacidad de cumplir su misión, depende de la evolución histórica, política, social, cultural e institucional en la cual se desarrolla, es parte y efecto de la ética social y política. Lo que sea hoy es producto de lo que se hizo o dejó de hacer en el pasado, es consecuencia ineludible.
En términos generales, las personas y las organizaciones buscan aproximarse a su propósito, es decir, al carácter ético de su existencia, sin embargo, las cosas no son blanco y negro, hay matices en la realidad. No son “totalmente éticas”, aunque pueden ser “totalmente corruptas” y por lo tanto dejar de ser. La necesidad de preservar el carácter ético obliga a crear mecanismos institucionales y sociales.
En la policía se integran personas, hombres y mujeres, con los gustos, preferencias, costumbres, capacidades, experiencias, virtudes y defectos de la sociedad respectiva. Son en su aspecto físico, forma de hablar, de pensar, de creer y actuar, más o menos como los individuos del entorno social en donde están o de donde son. En las instituciones policiales existen maneras de organizarse y actuar que influyen en el comportamiento y pensamiento de los policías, son una subcultura dentro de la cultura prevaleciente. En ella se resaltan determinados valores y actitudes y se desestimulan otros. La corrupción es una forma de actuar y pensar. Las condiciones sociales y las características de la organización policial pueden facilitarla o limitarla, requieren identificar y actuar oportunamente contra las manifestaciones internas y externas de corrupción o los desvíos del comportamiento regular aceptado. La maquinaria institucional puede generar mecanismos que reduzcan los abusos, violaciones o hechos corruptos, identificar las responsabilidades personales, efectuar los ajustes para reducir los sesgos, pero también puede provocar de manera sistémica comportamientos viciados o descompuestos. En el último caso tendremos una organización corrupta. Un acto de corrupción policial es cuando el policía, debiendo actuar con ética, lo hace de manera opuesta contradiciendo la naturaleza para la cual existe.
La corrupción policial se reduce al fortalecer el comportamiento ético personal e institucional y deriva en el cumplimiento de la misión-propósito por la cual la policía existe. Ello requiere:
- Definir y asumir normas claras y suficientes para el funcionamiento interno operativo y administrativo, reduciendo la discrecionalidad.
- Establecer y cumplir mecanismos de denuncia y control interno y externo que identifiquen los sesgos de la actuación cuando se alejan de la norma ética y legal.
- Institucionalizar una carrera profesional de servicio que considere criterios de competencia y eficacia para la promoción interna, capacitación y desarrollo personal, así como condiciones de trabajo dignas.
- Promover una educación y doctrina con criterio ético, cultura de respeto al derecho ajeno, a la dignidad de los otros y a la propia dignidad personal. Cuidar el “currículo oculto” que es el que en realidad transmite el pensamiento y práctica de la organización. ¿Cómo se ve el policía a sí mismo y cómo en relación con otros? No puede sentirse ni por encima del resto ni ciudadano de segunda categoría, las consecuencias son desafortunadas.
- Limitar la incidencia externa por razones políticas o económicas, de grupos de poder y personales influyentes, respetando y promoviendo un funcionamiento operativo, administrativo y de la carrera policial de conformidad con la normativa institucional, respetando los límites y competencias, actuando en función del bienestar común.
Los órganos policiales con mayores niveles de corrupción suelen tener fragilidad en la mayoría de los puntos anteriores. El funcionario policial, por las características de su trabajo, tiene alto –aunque relativo- nivel de autonomía en el desempeño cotidiano al interactuar con las personas, patrullar, regular el tránsito vehicular, investigar delitos, conocer denuncias, atender a las víctimas, preservar o restablecer el orden público, hacer uso de la fuerza, capturar, allanar, registrar, etc., por lo que requiere, además de normar los procesos de trabajo y los resultados esperados, principalmente las habilidades, competencias, destrezas, actitudes, emociones y valores; las personas son quienes hacen posible el servicio policial ético y efectivo.
Son componentes inseparables de la seguridad ciudadana:
- hechos,
- respuesta institucional y social,
- percepción social, y
- confianza y credibilidad en las instituciones.
La corrupción afecta la seguridad ciudadana, deteriora y contamina la capacidad de respuesta, aumenta la percepción de inseguridad, el sentimiento de miedo y daña la confianza y credibilidad en las entidades de la seguridad pública y la justicia, llevando incluso a desgastar la confianza en el sistema democrático y el estado de derecho, deteriorando la convivencia social, la gobernanza y, por ende, el fin último y principal del estado que es el bien común, que es orden, seguridad y justicia.