DESDE LA HISTORIA Y LA FE: CRISTIANISMO SURGIÓ DE LAS MUJERES
“Porque antes, mucho antes / de que Eva naciera del costado del hombre, / cada árbol, cada flor, cada fruta, toda la Creación era una mujer”. Carlos Martínez Rivas (1924 – 1998).
El cristianismo, creencia de un tercio de la población mundial, como realidad histórica con consecuencias imborrables durante los últimos dos milenios, nace a partir que María Magdalena y las otras mujeres. Al llegar al sepulcro de Jesús, encontraron la piedra removida y recibieron el mensaje: “digan a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos…” y fueron “para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas”. Ante lo ocurrido, al creer y aceptar, asume el rol de creyente y vocera. Así comenzó a divulgarse la noticia de la nueva religión, desde el Medio Oriente al Occidente y a la que, en Antioquía llamaron, inicialmente de manera despectiva, por ser seguidores de Cristo (del griego Christus, del hebreo Mesías: “ungido”): “Cristianos”.
Fue treinta y cuatro años antes cuando se fundamentó como fe en la profunda sencillez y simplicidad de dos mujeres: la joven María hija de Joaquín y Ana, esposa de José y después madre de Jesús, y su prima Isabel, mujer de Zacarías, la progenitora de Juan el Bautista. Según Lucas (1; 28-56): “Llegó el ángel hasta ella y le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo…”, ante el mensaje respondió aceptando, asumió confiada -aun desconociendo lo que vendría-, se confirmó en la fe como la primera creyente “cristiana” y que los seguidores de su hijo asumirán después: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal y como has dicho”. Desde Abraham, “Padre de la fe”, precursor de las tres grandes religiones monoteísta (judía, cristiana y musulmana), María es para el cristianismo su verdadera precursora. Isabel, podría ser reconocida como la segunda creyente, cuando, ante la visita de María, exclama: “¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”. Ambas sustentan lo que años después María Magdalena confirmó al anunciar la Resurrección que descubre, acepta, asume y divulga.
La fe es aceptar, creer y comprometerse sin buscar evidencias ni esperar recompensas, mas allá de la razón, los argumentos y las comprobaciones, es sentir; sin embargo, no puede subsistir sin el hecho histórico -el anuncio que permite su expansión-, se hubiera diluido en el anonimato, entre las convulsiones del tiempo. María de Nazaret, María Magdalena e Isabel, son las mujeres que, sin lugar a duda, confeccionaron la partida de nacimiento del cristianismo.
A pesar de ello, por los antecedentes religiosos y culturales judíos con predominio masculino, por la exclusión femenina asumida durante la prolongada época esclavista, medieval y moderna en Occidente, el Cristianismo, al igual que todos los ámbitos de la vida privada y pública, han estado sesgados en relación al rol de las mujeres. Las diversas expresiones cristianas y particularmente del catolicismo, a pesar de la relevancia y veneración que concede a la Virgen María, continúan con énfasis masculino en sus concepciones, expresiones y formas de poder (papas, cardenales, obispos, sacerdotes siguen siendo hombres). Requiere revisarse para adaptarse a los nuevos tiempo, no solo en reconocimiento a quienes le dieron origen como fe y hecho histórico, sino para que, desde la tolerancia, la inclusión y la equidad, sea capaz de atender con renovado vigor las demandas actuales y futuras de las personas, hombres y mujeres, diversas y cambiantes que se congregan alrededor de estas religiones. Es obligación impostergable ante quienes creen e incluso ante quienes no creen pero que ineludiblemente están influenciados por la cultura y manera de pensar y comportarse, condicionados por lo global y mas en esta parte occidental del mundo, desde el lenguaje, las creencias, las tradiciones y costumbres