A 80 AÑOS DEL PADRE MARIANO DUBÓN
El 17 de enero de 1934, casi a los 73 años, hace ochenta años, en la casita del cantón de San Juan de Dios, León, falleció de cáncer el sacerdote Mariano Dubón Alonso, recordado aún, a pesar del olvido que impone el tiempo, por su vida ejemplar y obras consecuentes, como San Mariano de Nicaragua.
Mariano Dubón nació en León el 12 de marzo de 1861, de favorable condición económica, era el hijo mayor de una familia de trece hermanos, del político y militar Liberato Dubón, (fue escribiente de la Tesorería General de Managua y prefecto de León hasta 1865) y de Virginia Alonso Jerez, hija de una hermana del general Máximo Jerez. Ingresó en el Colegio San Ignacio de los jesuitas en Matagalpa, pero ante la expulsión de la Compañía de Jesús por el general Joaquín Zavala el 2 de junio de 1881, se trasladó a Ecuador, donde realizó la carrera eclesiástica para incorporarse a Nicaragua al clero diocesano; “terminó sus estudios en la Universidad Gregoriana, siendo alumno del Colegio Pio Latinoamericano, fue recibido por el obispo Francisco Ulloa y Larios, quien le dio las sagradas ordenes, habiendo celebrado la primera misa el día siguiente de su ordenación de presbítero en la iglesia de San Felipe” (Zúñiga, 2011).
Los Hermanos Cristianos de La Salle, le deben su llegada a Nicaragua (Corinto, 14/11/1903) para hacerse cargo del Hospicio San Juan de Dios. El sacerdote habilitó un maltrecho edificio para alojar a huérfanos como internado y escuela de aprendizaje de carpintería, zapatería y sastrería. La obra la comenzó en 1899 con ayuda de personas generosas contiguo al templo San Juan de Dios, con apoyo del obispo Simeón Pereira, donde funcionó el Hospital San Vicente y que las Hijas de la Caridad (de San Vicente de Paúl), dejaron tras el temblor del 28 de abril de 1898. (Bautista, 2013, “Origen y Centenario del Instituto Pedagógico”).
Del virtuoso sacerdote, el también venerable presbítero y poeta Azarías Pallais (1884 – 1954) dijo en sus funerales ante la presencia del presidente de la República Juan Bautista Sacasa: “El padre Dubón era santo en realidad de verdad. Aquí está el buen olor de su ungüento. Se ve y no se toca”, agrega: “Le hemos hecho al padre Dubón un entierro de arzobispo, y cuantos arzobispos no son dignos de besarle los pies”. Tuvo “el entierro más suntuoso en la ciudad de León, después del de Rubén Darío” en 1916.
Gratus Halftermeyer en el folleto “Vida ejemplar del padre Mariano Dubón” (1942), afirma que, “para gloria de Nicaragua, León ha sido madre prolífera y proficuo vientre privilegiado que ha dado al mundo hombre de sapiencia, de valor intelectual y moral en todas las ramas del saber humano”, a lo que doña Fresia Vanegas de Sampson, leonesa, devota del ilustre sacerdote, agrega: “un santo con ribetes franciscanos”. Ella, en un homenaje (2009) promovido por una universidad en León, comentó que “era vidente, poseía el don de saber lo que ocurría en otro lugar sobre todo cuando una mujer o un niño eran maltratados, impidiendo con su presencia se dieran esos hechos”. En su alcoba no tenía ningún lujo, solo una pequeña mesa rústica y sobre ella un Cristo, dos sillas y la cama “cuya ropa siempre amanecía intacta”. Eso lo observó el pintor de la Catedral Antonio Sarria, “quien al llegar a su habitación, constató que el padre dormía en el suelo y ponía de almohada una piedra de malpaís”. Nunca se preocupó del vestir, andaba sotana raída, todo el dinero que recibía lo destinaba al Hospicio. “Formó generaciones de niños y jóvenes librándolos del hambre y del vicio”. Era humilde, no consintió figurar en la terna para reponer al obispo Simeón Pereira (1923).
En la novela Manantial que trata sobre la vida posible de un misterioso personaje de Managua de principios del siglo XX, José Zacarías Guerra, en el centenario de su muerte, el autor identifica la influencia del sacerdote leones con su obra benefactora, para que Zacarías Guerra (1859-1914) dejara en su testamento su capital para un asilo para los huérfanos, decisión que le ha trascendido un siglo.
Reconocer los méritos indiscutibles del padre Dubón es una tarea pendiente de la Iglesia en Nicaragua, de la Diócesis de León, de los Hermanos Cristianos de La Salle a quienes abrió las puertas de Nicaragua hace ciento diez años y de los nicaragüenses que necesitamos recordar y aprender –más allá de nuestras diferencias-, de los compatriotas ejemplares.