ERNESTO CARDENAL: CARISMA, UTOPÍA Y TRASCENDENCIA CONTROVERSIAL
El sacerdote trapense y poeta del verso coloquial, del intertexto, de la poesía exteriorista que fluye colorida y libre entre lo anecdótico y narrativo, versos de imágenes y paisajes “primitivistas” e ingenuos, debatiendo su búsqueda intelectual y sociopolítica, mística, emotiva e íntima; el hombre maduro y silencioso, de paso lento y cabizbajo ahora, encubierto bajo la indumentaria sencilla de siempre, con el tupido cabello y la barba blanca, conserva intacta la silueta trazada por Roger Pérez de la Rocha (1982) en grises dispersos, es capaz de atraer profundas simpatías y desaires. Rebelde, apasionado y terco, cristiano, místico, y sensitivo, arrogante dirán algunos, tímido y parco afirmarán otros, de breves discursos orales, su “mente esta mejor conectada con su mano por donde fluye cuando escribe”, afirma la poeta Luz Marina Acosta. Encerrado en su silencio, dice le incomodan los homenajes, pero los recibe, pocas veces abierto a otros, escucha atento, pero a veces parece no hacerlo, responde con precisión y sin rodeos, parece aburrido o indiferente, cuando invadido en su privacidad, incómodo, calla o provocado, lanza una incisiva respuesta que sorprende, después desde fuera, observa. En su manera de vivir y escribir refleja la energía y el compromiso de un hombre que vuelve desde la tierra la vista a las estrellas.
XI Festival Internacional de Poesia, Granada, 20/2/2013 Dibujo de Roger Perez de la Rocha, 1982
En la entrada a la Casa de los Tres Mundos, en el VII Festival Internacional de Poesía (2011), Cardenal tuvo seguramente el último y efímero encuentro con Tomás Borge (1930 – 2012), quien entró solo, buscando a unos poetas peruanos, llevaba unos libros de la última edición de la “Paciencia impaciente”, de frente a él, le extendió la mano, y dijo: “Hola Ernesto”, el poeta, no le cruzó mirada, pero devolvió el saludo sin decir palabra. Tomás, continuó caminando y comentó: “malcriado Ernesto, hablaremos un día”. Ese día no llegó. En ocasión del 60 aniversario del poeta (1985), cuando las circunstancias del noventa no les habían distanciado, escribió: “Siendo Ernesto un sacerdote ejemplar y un poeta famoso, leído en todos los idiomas y en idioma de los pobres es, sobre todo, un extraordinario ser humano”.
Carlos Martínez Rivas (1924 – 1998), polémico y solitario, de enérgico y riguroso carácter literario, cuando en los meses previos a su fallecimiento inauguró la Biblioteca que lleva su nombre en la Academia de Policía, -vistiendo uniforme de policía, porque pidió “sentirse como uno de ellos por un rato”-, dedicó parte de sus comentarios para “insistir en la decadencia de la poesía nicaragüense”, señaló como uno de los culpables a Ernesto Cardenal con sus talleres populares de poesía cuando fue Ministro de Cultura, preguntó: “¿Quién le ha dicho que lo que escribe es poesía?”.
El IX Festival Internacional de Poesía de Granada (2013) fue dedicado a Ernesto Cardenal (Granada, 1925): “La poesía es el cántico del cosmos”. El debate sobre su vida y obra (20/2/2013), no ajeno a la provocación controversial, generó diversas interpretaciones sobre su persona y sus escritos, fue manifiesta la simpatía, los elogios y no faltó la desestimación a quien es la más relevante figura viva de la poesía nicaragüense y una de las más connotadas de Hispanoamérica. Es difícil ser indiferente ante lo que escribe y dice, ante lo que hace e hizo, o se quiere y elogia, o se rechaza y desvirtúa.
Para Nicasio Urbina tiene “fuerza para entrar en la cultura popular”, su poesía, es “una gran obra de reescritura de nuestra realidad”, ha “acercado a nosotros otros textos reescribiéndolos”. Sus mitos son “el Paraíso perdido” y la “Tierra prometida” por la búsqueda constante de esos ideales, hay que “leerlo con la mirada puesta en distintas capas textuales”. Para el académico español Jaime Siles, “el salto de Cardenal se produce con Catulo, Propensión y Marcial al pasar a lo coloquial, a los epígrafes, eso es lo novedoso. Aprende de la poesía norteamericana, toma de Ezra Pound, su amigo, “los elementos articuladores”. Identifica sus textos como “líricos, íntimos y algunos también satíricos”, es un “místico comprometido, sacerdote, poeta y anarquista cristiano”. La “poesía de la rebeldía”, lleva la huella de Thomas Merton, su maestro en Getsemaní, Ky (1960). Utiliza las técnicas del collage en “Estrecho dudoso” (1966) y la prosa documental. No es ajeno a su “experiencia en Solentiname, a los textos teológicos, al diálogo, al pensamiento utópico, al lenguaje natural del mito, a la defensa del medio ambiente…”
Julio Valle-Castillo en “Calas en Ernesto Cardenal” (México 1975 / Managua, 2005), presentado en el IX Festival, lo refiere como “místico moderno y vivencial”, fue un “mito que agitó a los jóvenes poetas, hizo de Solentiname la isla de la utopía”. Su poesía es liberadora, profética y política, perseguido entre la herejía y la terquedad en sus distintas épocas. Cardenal, a partir de “escuchar su voz interior” pidió la soledad. Desde el monasterio trapense (1957), recibió de su maestro el consejo de ser “espontáneo” y “sin teorizar, vivir en la experiencia mística” para recobrar el sosiego en sus poemas. Ordenado sacerdote en 1965 en Managua, al año siguiente fundó su sociedad contemplativa en donde alfabetizó, organizó la comunidad de campesinos, pasó de la comprensión del Evangelio a la lucha política. “Pasó del amor humano al amor divino y hace divino el amor humano”. Creyente, practicante y transformador, según Octavio Paz.
Urbina afirma que “el poeta evoluciona con las condiciones de su tiempo, con la estética que le presiona en su momento”; Cardenal ha incursionado a una poesía científica en “Cántico cósmico” y a una postmoderna en sus últimos poemas: “El Celular”. El físico cubano Joaquín González Álvarez escribe: “Cántico cósmico, la entropía y Ernesto Cardenal”. Reconoce en el extenso poema -43 cantigas- (1989), su valor estético, la combinación de lo artístico y literario, lo científico y erudito del autor; expone reflexiones y dudas cognoscitivas, interrogantes inteligentes que son nuestras dudas. Su obra literaria y documental elimina las fronteras entre cultura y conocimiento científico. Coronel Urtecho comenta que “Cántico cósmico es un largo poema que se ocupa extensamente del Universo, desde el punto de vista de la ciencia moderna, y de las cosas humanas…”, agrega: “creo que la ciencia y la poesía no se habían encontrado hasta hoy para formar un todo científico-poético, es un canto de amor”.
El profesor de origen chileno Jorge Román Laguna, reconoce innovaciones en la obra de Cardenal. “Cantico cósmico” ha tenido sus detractores, algunos dicen que “no pasa de ser un collage de información científica”, para otros es “una obra residual” y “la audacia de Cardenal es de un maniqueísmo fanático”. Representa una “amalgama de ciencia y literatura”, una “representación gráfica del universo”. Siebenmann subraya “su reincidencia formal en los extensos ciclos épico-líricos y lamenta que su dispersión le impida unidad temática y posibilidad de síntesis”. Laguna insiste que la extensa obra es “desafío al lector en cada página, requiere una normativa científica y teológica, inquieta al lector e irrita al crítico”. Hay algunos puntos a considerar que preservan la unidad: la columna vertebral es el misterio “cuando no había nada en el principio”, hay continuo diálogo entre el infinito y los astros, entre lo íntimo, Granada, Nicaragua y Latinoamérica; las galaxias se separan unas de otras, como la separación de los amantes, incluye el drama sociopolítico nacional y regional; la visión del mundo sobre desorden e iniquidades, rechaza a los causantes de la precariedad y toma partido por los débiles, rasgo característicos de la poesía latinoamericana. Entrecruza la ciencia, la literatura, la filosofía, la teología, dando coherencia al texto, “cohesiona el mundo físico y espiritual, el micro y macrocosmo, con innovación sin precedentes”.
Es síntesis científico-poética del universo desde la intimidad y la colectividad, erudita y cuestionadora, emotiva, intertextual y creativa, trascendente y cotidiana. Recorre la profundidad del universo con un telescopio que muestra en distintas graduaciones imágenes diversas, parciales y totalizadas que se interiorizan y mueven desde fuera hacia dentro y desde dentro hacia las constelaciones del espacio y del tiempo, de la proximidad y la lejanía.
El poeta Rigby con humor pregunta, “Ernesto, amigo, ¿deberíamos hablar de Cántico cómico?” Para Jorge Chang “¿es la nostalgia del paraíso de Milton la de Cardenal?” Según Urbina, “no existe el fatalismo de Milton, es una poesía esperanzadora”. Erick Aguirre (2005) describe “una aventurada regresión hacia formas de enunciación simples, directas, sin abundancia de retórica”, se aleja “de la metaforización y de las abstracciones conceptuales”, “recurre sobre todo a los efectos imprevistos del coloquialismo y de la jerga de las calles o de la crónica periodista en su proceso de producción textual”. Para Iván Uriarte (2001), Cardenal “inicia una ruptura epistemológica con la burguesía rural; dependiente y pro-imperialista en sus formas de expresión cultural”. López-Baralt (2010) afirma: “es el primer místico cristiano que acepta la pasión erótica sin eufemismos”. Para el poeta Francisco Arellano Oviedo, Cardenal es “el último renovador de la poesía hispanoamericana”.
Ernesto Cardenal, poeta solitario con “la vista puesta en las estrellas”, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2012, candidato desde 2007 al Premio Nobel de Literatura. Ojalá la Academia Sueca no deje pasar la oportunidad de otorgar el reconocimiento a este nicaragüense para que, admitiendo los méritos propios, compensar en parte el lamentablemente olvido de no entregarlo a Rubén Darío en la primera década del siglo XX, ahora que el inmortal poeta, quien nos precede y trasciende, se encuentra en vísperas de cumplir un siglo de haberse quedado para siempre en León de Nicaragua.