El legado inicial de ZACARIAS GUERRA
Después de la muerte de Zacarías Guerra el 5 de mayo de 1914 a los 55 años, siendo acompañado por pocos en la vela y el entierro, tres días después fue abierto su testamento por el juez civil de distrito de Managua en el que fue conocida su sorprendente decisión: “es mi única voluntad que mi capital se invierta en un asilo o casa para niños huérfanos…”.
La inesperada noticia cayó como bomba en la capital por la actitud generosa del hombre que fue señalado como tacaño y apartado lo que le ganó burlas y antipáticas a pesar de su silencio y que no hizo mal a nadie. Numerosas personas organizaron visitas al Cementerio San Pedro donde fue enterrado y el Arzobispo de Managua celebró ante una numerosa concurrencia, un responso en reconocimiento y por el descanso del alma del benefactor.
El Dr. Rafael Cabrera, quien fue Alcalde de Managua en 1923 y benefactor del Hospital General aportando dinero para la habilitación de una sala para tuberculosos, fue nominado, según la intensión escrita del difunto, para iniciar la identificación y el proceso para legalizar el mandato del testador.
Fue nombrado el Dr. Joaquín Vijil para hacer el inventario de todo cuanto dejó. La minuciosa verificación y valoración realizada por las notables personalidades designadas sobre los bienes, sumando el efectivo en caja en moneda de varios países y de distintas denominaciones, el dinero en el Banco Comercial de Nicaragua Ltd., los créditos hipotecarios, el mobiliario, las joyas, las seis casas ubicadas en Managua, la finca “Las Delicias” de las Sierras y el trillo “La Managua”, ascendió a un monto de C$ 65,737.76. Fueron pagados los dos legados indicados en el testamento a doña Rosa Guerra (hermana) y Mercedes Rivas (tía), los gastos funerales y la asistencia médica por C$ 676 córdobas. Cabe señalar que cuando redactó su testamento, el 8 de junio de 1909, la moneda de Nicaragua era el peso, a partir de marzo de 1912 se estableció el Córdoba. Si el monto calculado de lo dejado por Zacarías Guerra se estima a lo equivalente hoy, son unos 4.5 millones de dólares.
El 18 de junio de 1914, el presidente Adolfo Díaz Resinos aprobó mediante decreto “la fundación de la casa o asilo para niños huérfanos, en esta capital, hecha por el señor José Zacarías Guerra, en su testamento” y dio a dicha institución el carácter de persona jurídica.
El mismo decreto presidencial estableció la Junta Directiva del nuevo establecimiento de beneficencia designando como Presidente a monseñor José Antonio Lezcano y Ortega, quien unos meses antes, el 2 de diciembre de 1913 había sido nombrado por el papa Pio X como el primer Arzobispo de la nueva Arquidiócesis de Managua (centenario en diciembre de 2013), habiendo fungido antes como Vicario y Director del Seminario de la Diócesis de León. La vieja Parroquia de Santiago Apóstol fue establecida como Catedral. Monseñor Lezcano, también destacado político (diputado y miembro de la Asamblea Constituyente, 1912) y académico nicaragüense (fundador de la Academia Nicaragüense de la Lengua), estuvo al frente de la Diócesis durante treinta y nueve años y de la Fundación casi hasta su deceso el 6 de enero de 1952.
Los otros miembros de la Junta designados por el Gobierno fueron, como Vicepresidente don Francisco Reñazco, los vocales don Carlos Solórzano y don Alberto J. Marín (quien estuvo poco tiempo). El período de la Junta será de cuatro años. Igualmente se designó al doctor Rafael Cabrera como administrador de los bienes del Asilo de Huérfanos según lo dispuesto por el testamento del señor Guerra.
Francisco Reñazco era caficultor, fue dueño de la hacienda San José del Cardón ubicado en las Sierras de Managua, político conservador, llegó a ser Ministro de Instrucción Pública.
Carlos Solórzano fue durante breve período (1925), Presidente de la República. Según Halftermeyer, “apoyó eficazmente la iniciación de los trabajos de la Catedral, sirvió por muchos años el cargo de Vocal de la Junta Administradora de los bienes de Zacarías Guerra, de grata memoria, y puso todo su empeño en la construcción del Hospicio de Huérfanos que ordenó aquel filántropo ciudadano…/… inició la pavimentación de Managua”.
Esa primera Junta fue inestable, no ajena a contradicciones que llevaron a renuncias y sustituciones, hubo quejas infundadas por el manejo de los fondos y por el atraso en iniciar la construcción del asilo. Después de cien años, la obra del benefactor, a pesar de las inconveniencias humanas y naturales, ha sobrevivido.