RECUPERAR EL PROPÓSITO
“Cuando sé adónde voy, ningún camino me es desconocido”. Refrán hindú.
Comparto un aprendizaje cotidiano que podremos asimilar si tenemos, más allá de la edad, superando el bullicio contemporáneo, abiertos los sentidos.
Ciudad Guatemala tiene un ordenamiento urbano para las direcciones, excelente y preciso, difícil perderse, con numeración de calles, avenidas y casas, es, según diversas opiniones, el mejor de Centroamérica, fue instaurado y se preserva desde principios del siglo pasado. Durante el gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz (1951-1954) la ciudad se dividió en zonas. No es, desde este punto de vista, como Managua, un laberinto de direcciones confusas, principalmente para un extranjero, se basa en referencias físicas actuales o inexistentes, una pintoresca característica que se ha hecho costumbre y casi rasgo cultural; la señalización de calles y avenidas se perdió hace varias décadas y quizás no vuelva a sumirse.
En una tarde soleada y fresca, en la víspera de la festividad católica de la Asunción, patrona de ciudad Guatemala (entre paréntesis, en agosto celebran fiestas tres capitales centroamericanas: Managua -1 y 10, Santo Domingo de Guzmán-, San Salvador –el 5, Divino Salvador del Mundo- y Guatemala -15, Asunción de María- y en Cartago, Costa Rica, Nuestra Señora de los Ángeles, el 2; ninguna tan popular, bulliciosa, sincrética y prolongada como la de la capital de Nicaragua), aproveché para buscar una tienda musical y adquirir accesorios para el legendario violín que usa mi hijo, que fue el mismo en el que aprendió mi padre y utilizó mi abuelo a fines del siglo XIX. De la guía telefónica, anoté el nombre del negocio y la dirección: zona 1, 6ta. avenida y 5ta calle. Viajé en el Transmetro -un excelente medio de transporte público que habilitó la municipalidad-, bajé en la calle 20, sobre la ahora peatonal Avenida, escenario de grandes acontecimientos de la historia nacional y centroamericana, pasa por donde se firmó el Acta de la Independencia (septiembre 1821), y que afortunadamente se ha transformado en un espacio público recuperado, restaurados muchos de los viejos edificios, limpia y bastante segura. Pasé por el costado del Palacio presidencial, continué dos cuadras, hasta la 5ta y la 4ta calle, me fijé en la numeración descendente de las calles llenas de gente al caer la tarde, había varias presentaciones artísticas callejeras, unos danzaban, otros cantaban o tocaban guitarra y grupos de caminantes rodeaban el espectáculo popular, incluso había una feria de libros bajo los toldos instalados en el parque… Revisé la dirección anotada, comprobé que me encontraba entre la 6ta. avenida y la 5ta. calle, volví al nombre del negocio que, después de preguntar y dar vueltas, confirmé que no existía allí. Llamé por teléfono y precisaron que era la calle 18 y no la 5ta., que “5” era el número de la casa. Regresé sobre la Avenida recorrida realizando la caminata que rutinariamente hago cada día con agrado. En una esquina, a dos cuadras de donde bajé, estaba el lugar que buscaba, y que antes, a pesar de haber pasado enfrente, no vi.
Me pregunto ¿Por qué?: cometí el error común, y este es el aprendizaje que comparto, por enfocarme en la dirección y no en el propósito que era llegar a la tienda para comprar los accesorios para el violín. Mi atención, mi vista, mis sentidos, se fijaban en la referencia de numeración de calles sobre la Avenida. Si la atención hubiera estado en el nombre del negocio que buscaba, seguramente, lo hubiera visto desde el principio.
El medio, el instrumento, la forma, nos suelen envolver y confundir, nos quedamos en ellos y olvidamos que no son más que el camino o la ruta para llegar adonde vamos o lograr lo que necesitamos y buscamos. Adicionalmente, a veces precisamos incorrectamente la dirección y en consecuencia, no llegamos adonde queremos o debemos ir… Es complejo el aprendizaje humano; nuestro defecto compartido: quedarnos en lo secundario y descuidar lo principal.
¿Cuántas veces cometemos similares errores? Y no en asuntos insignificantes como buscar un lugar, sino en cosas fundamentales de la vida que terminan haciéndonos perder el tiempo y el propósito importante de la existencia. Enfoquémonos en la esencia y la finalidad, sin distracciones, entonces quizás veamos con claridad que tenemos enfrente la solución, lo que buscamos con insistencia o aquello que nos permitirá realizarnos como personas que trascendemos, inseparablemente individuales y sociales.
“Cuando no sé adónde voy, cualquier camino es bueno”.
Refrán hindú