MO YAN: ¿victoria de la literatura sobre la política?
“Un escritor habla de lo que sabe, y en la forma que le es más familiar. Yo crecí solo y hambriento, testigo del sufrimiento humano y de la injusticia”. Mo Yan (2001)
China ha estado de manera creciente, principalmente durante las últimas décadas, en el panorama mundial por su relevante impacto en todos los ámbitos. Referente al más importante reconocimiento internacional, los Nobel que se otorgan anualmente por aportes en beneficio de la humanidad, en 2000 el escritor y dramaturgo Gao Xingian (Ganzhou, 1940), disidente del régimen comunista, actual ciudadano francés, obtuvo el premio Nobel de Literatura. En 2010, el intelectual y activista en pro de los Derechos Humanos y las reformas en la República Popular de China, Liu Xiaobo (1955), a pesar de la queja oficial, recibió, estando en prisión, el premio Nobel de la Paz. En 2012, la Academia Sueca concedió al escritor Mo Yan (nombre Guan Moye), nacido en Gaomi, provincia de Xhandong (1955), de familia de granjeros, el Premio Nobel de Literatura, siendo el primer chino residiendo en China y sin ciudadanía extranjera en recibirlo. A diferencia de los anteriores, y tal vez para congraciarse con las autoridades chinas por la inconformidad que generaron los reconocimientos precedentes, particularmente el de 2010, el homenajeado es cercano al régimen, hizo carrera en el Ejército Popular, en donde se afilió (1979) al Partido Comunista, se desempeñó en la Escuela de Arte y Literatura del Ejército (1984), es vicepresidente de la Asociación de Escritores del Partido, sobre lo que Mo Yan dice es un “título honorífico que no le importaba a nadie hasta que me concedieron el Premio Nobel”, porque “hay gente que cree que un nobel tiene que ser por principio a miembros de la oposición”. En entrevista a un periodista español de El País (2008) respondió: “El Nobel es un premio occidental, es difícil para los extranjeros comprender la literatura china. Además, es compleja de traducir a otros idiomas”.
Reconoce ser “un escritor de las personas, no escritor del Partido” y aunque señala que la Revolución Cultural era “atribuible a los errores de unos cuantos mandatarios”, acepta que “la censura en China era un mal necesario” (marzo 2013). En “La vida y la muerte me están desgastando”, a uno de los protagonistas se le cae la insignia de Mao Zedong en la letrina y en otro relato, estatuillas de Mao sirven para ahuyentar las ratas del dormitorio…: “Mao era solo un hombre… Cuando era pequeño pensaba que era Dios”.
Comenta que “lo que escribió Marx en el Manifiesto Comunista es de una belleza magnífica. No obstante, me parece muy complicado llevar ese sueño a la práctica”. Considera que “el marxismo ha salvado al capitalismo, porque los que realmente se han beneficiado de las bendiciones de esa ideología son las sociedades occidentales”. El escritor Liáo Yiwu (1958), cuyos libros están prohibidos en la República Popular de China, dice de Mo Yan: “un escritor al servicio del Estado”, no guarda distancia con el Partido, es ajeno a la realidad del país.
A pesar de su posición política por la que se le considera fiel al Partido, en su obra literaria de ficción vierte críticas al sistema político. Sobre el control de la natalidad en la superpoblada nación, dice que “uno de los problemas más espinosos de la sociedad china contemporánea: la planificación familiar impuesta por ley en un ámbito donde es habitual minusvalorar a las niñas en beneficio de los niños”, y que “a nadie se le debe impedir tener un hijo por medio de la violencia”. Aborrece la corrupción, destaca en sus novelas una aguda y a veces satírica crítica social que fluye natural en la prosa, muchas veces con humor, como si fuera una cinta cinematográfica, desde lo tradicional y lo actual, lo cotidiano y común: “Debido a mi origen humilde, las historias que escribía estaban repletas de opiniones de los más comunes…”. Sus textos permiten disfrutar de la atrevida y provocativa imaginación del autor, desde las traducciones del mandarín al español que seguramente modifican su fuerza y sentido original. La Academia Sueca lo calificó como el mejor escritor del momento destacando “la victoria de la literatura sobre la política”, y que “combina los cuentos populares, la historia y lo contemporáneo con un realismo alucinatorio”. Tiene influencia latinoamericana en sus antecedentes culturales y en el convulsionado acontecer que transcurre de prisa, a través del “realismo mágico” de Gabriel García Márquez, de quien ha sido ávido lector; también fue influido por Faulkner y Tolstoi.
En el Prefacio “Hambre y soledad: mis musas” de “Shifu, harías cualquier cosa por divertirte” (2001), con ocho narraciones cortas escribe: “aprendí cómo hablar conmigo mismo”, su madre le suplicaba: “Hijo mío, ¿Cuándo pararás de hablar a solas?”, por ese motivo “elegí Mo Yan: No hables, como seudónimo”. Afirma: “casi no conozco teorías literarias, y he tenido que confiar únicamente en mis propias experiencias, así como en mi comprensión intuitiva del mundo a la hora de escribir”. Se ha centrado en los conceptos de tristeza y belleza, “con una imaginación fértil gracias a las tradiciones populares chinas que trata de perpetuar”.
Ding Shikou, en “Shifu” (camarada), después de cuarenta y tres años de laborar en la fábrica Municipal de Equipamiento Agrícola, cuando le falta un mes para jubilarse, dado el desastre económico que arrastra a la industria, lo despiden inesperadamente a pesar de los numerosos reconocimientos recibidos como trabajador modelo. Angustiado y sin dinero, mientras caminaba hacia el cementerio, cerca de la laguna, al ver a una pareja que deambulaba por el lugar, tuvo la idea de habilitar un viejo autobús abandonado. Lo reparó y ofreció como cabaña en donde las parejas pudieran pasar un rato. Comenzó a recibir visitantes y a cobrar por hora reuniendo más dinero del que pudo imaginar…
“La vida y la muerte me están desgastando” (2006), es una extensa y fascinante novela, agradable e imaginativa, que recoge tradiciones y los acontecimientos políticos, sociales e históricos de China entre 1950 y 2000. El terrateniente Ximen Nao, uno de los narradores, al ser ejecutado, su alma arrogante se reencarna sucesivamente en burro, buey, cerdo, perro, hasta que al morir este último, el señor Yama del inframundo, le dijo: “…te voy a enviar una vez más de vuelta como miembro del reino animal… espero que durante esos dos años seas capaz de purgar el odio que alberga tu corazón” y lo regresó como mono. Finalmente volvió en “un final y un principio” como el niño Lan Qiansui (“Mil años”).
En las vidas que asume su indomable espíritu, poco a poco pierde la memoria del antecedente… “…tú no eras un buey ordinario, ya que fuiste hombre en tu vida anterior. Por supuesto, existe la posibilidad de que en la vida anterior de tu madre fuera tu amante, pero al fin y al cabo ella fue la que te parió: cuanto más profundizo en los misterios de esta rueda de la vida, más confuso me siento”. Comparte con humor la realidad del animal que encarna. “Todas estas reencarnaciones me habían enseñado una evidente verdad: cuando llegues a un lugar nuevo, debes aprender cuáles son las costumbres locales y seguirlas”.
Lan Lian, el mozo de Ximen Nao, fue dueño del burro rebelde, después de 1949, se convirtió en el último campesino independiente de China ante el torrente de colectivización. Como buey fue herramienta de producción pero: “un buey que pertenece a un campesino independiente es una herramienta de producción reaccionaria” …. “se queda tumbado en el suelo fingiendo que está muerto ¡Este buey está en contra de la Comuna del Pueblo!… De tal amo, tal buey”.
Fue semental en una granja porcina: “A pesar de los intentos que se hicieron por salvar su vida, el Presidente Mao falleció… por aquel entonces yo no era más que un cerdo…era una pérdida no solo para los seres humanos, sino también para nosotros los cerdos… ¿Cómo vamos a poder sobrellevar el futuro? …” Lan Lian golpeó el suelo con los puños y se arrodilló…: “Presidente Mao, … He recibido mi parcela de tierra de tus manos. Tú me diste el derecho a ser un campesino independiente”. Después hubo importantes cambios en la aldea…
Mo Yan se inmiscuye en la novela como personaje, narrador o referencia: “Todos los residentes de la aldea de Ximen se pueden encontrar en cualquiera de los notorios libros de Mo Yan”; “Mo Yan, siempre dispuesto a engañar a la gente con herejías, tiene la costumbre de mezclar en sus historias la realidad con la fantasía” …
En “Las baladas del ajo”, por instancias del gobierno, los campesinos cultivan más ajo, se abrió un almacén para comprar la cosecha a mejor precio que el año anterior, todos en la aldea, mujeres y niños, salieron a los campos. Hay abundante producción y nadie puede comprar el ajo amontonado en los campos y en la plaza, las bodegas de las cooperativas están llenas, se pudren, el hedor invade, los campesinos desesperados arrasaron las oficinas del Condado, tiraron contra el edificio miles de manojos de ajo, la policía detuvo a los agitadores, otros huyeron. Fueron acusados ante el tribunal por destrozar, saquear las oficinas gubernamentales, golpear y lesionar a funcionarios. Los campesinos protestan: “¡El Partido Comunista ha cambiado! ¡No es el Partido Comunista que todos conocíamos!… El pueblo tiene derecho a derrocar a cualquier partido o gobierno que no atienda a su bienestar”. La mayoría son condenados por el grave delito.
El acontecimiento revela historias personales. Aunque la ley prohíbe matrimonios concertados, dos familias prometieron en contrato al nieto de una para la hija de la otra, sin embargo, la joven Jinju quiere a Gao Ma, ellos, a pesar de las amenazas, no pueden apartarse, su relación amorosa tuvo un trágico final, la mujer se ahorcó sin que el bebé en su vientre viera la luz. El Año Nuevo 1988 es festivo para los prisioneros del campo de trabajo. Gao Ma, veterano de guerra, el número ochenta y ocho, salió al campo nevado cegado por el resplandor, suena la sirena, el oficial grita: ¡alto o disparo!, el prisionero corrió y quedó “tumbado sobre la helada nieva…”
El primer chino residente en China en obtener el Nobel de Literatura, ha publicado once novelas entre ellas: “Sorgo rojo” (1987), “Las baladas del ajo” (1988), “La vida y la muerte me están desgastando” (2006), “Grandes pechos, amplias caderas” (2007), “Rana” (2011) y “Cambios” (2010). Numerosos cuentos, entre ellos: “Shifu, harías cualquier cosa por divertirte” (1999). Tres de sus obras fueron adaptadas al cine; otras como “Pekín en coma” y “Grandes pechos, amplias caderas”, en donde ofrece una visión de la historia china a través de los ojos de una mujer, fueron prohibidas en su país natal.
La paradoja de sus novelas y cuentos, en donde desde la ficción, directa y encubierta, critica la situación política y social en la complejidad de la legendaria nación, la corrupción, los abusos y la represión, contrasta con su posición de militante oficial y su discreto, escurridizo y poco frecuente discurso público, quizás porque, escondido en el relato, entre imágenes y metáforas, puede protegerse, “evitar” la censura, o porque realmente escribe con amplitud sobrepasando la restricción que le obligaría a someter su escritura a la limitación por su pertenencia partidaria. Desde su legítima posición personal, escribe, describe y divaga en la literatura con creativa fluidez y quizás con la siempre relativa libertad.