“Peroratas” de Vallejo
Fernando Vallejo Rendón (Colombia, 1942; nacionalizado mexicano desde 2007), autor de La Virgen de los sicarios (novela, 1994), en donde los sicarios son como un “Ángel Exterminador”, hombres o jóvenes, algunos casi niños, contratados por los narcotraficantes para pasar cuentas por no pagar deudas, por venganza o simplemente por encargo, se encomiendan a la Virgen de María Auxiliadora “cada vez que van a hacer un trabajo”, para que les salga bien y no les pase nada, publicó una recopilación de treinta y dos conferencias, artículos, prólogos y comentarios bajo el título de Peroratas (Alfaguara, abril 2013). La expresión se define: “oración o razonamiento molesto o inoportuno” (RAE, 2001), y también: “discurso o charla muy largos y aburridos” (Espasa Calpe S.A., 1999), aunque desde mi opinión, son realmente cortos y amenos, aunque efectivamente, según las creencias y posiciones del lector, pueden resultar molestos, inoportunos e irrespetuosos.
El libro recoge narraciones en primera persona, según el característico estilo del autor, las pasiones que lo comprometen, su posición antirreligiosa e irreverente que lo llevó a publicar La puta de Babilonia (2007), ataque feroz contra la Iglesia Católica por los abusos durante los siglos de existencia; su postura en contra de la natalidad porque piensa se traen demasiados niños a “un mundo en donde ya no cabemos”, su amor irrenunciable por los animales de quienes afirma que “Jesús ni los Evangelios, no tuvieron palabras de amor hacia ellos, nuestros semejantes”, y su crítica persistente contra el poder político y la corrupción en sus diversas formas.
No me referiré a la variedad incluida en Peroratas, que tienen en común el crudo humor, el irrespeto sin límites, el lenguaje directo y coloquial desde la primera persona, sino que en particular a un artículo que tituló “Un siglo de soledad” (publicado inicialmente en la revista El Malpensante, noviembre 1998), referido a su compatriota, al apreciado escritor recién fallecido, premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927 – México D.F., 2014), a quien hemos leído con agrado y aprendido mucho y que América Latina le debe una manera de interpretarse. Su influencia es relevante, incluso en otras latitudes, el escritor chino Mo Yan, premio Nobel de Literatura 2012, así lo reconoció en su obra.
Conocemos las primeras líneas de Cien años de soledad: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recodar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Escribe Vallejos, su primer dardo contra el texto: “En uso del derecho a malpensar que me confiere esta revista, voy a hacerte unas preguntas, Gabito, muchos años después, sobre tu libro genial que así empieza. ¿Muchos años después de qué, Gabito? ¿De la creación del mundo?… o te sobra, Gabito, el remota pues ya está en muchos años después, o te sobra el muchos años después pues ya está en el remota”. La frase, según Vallejos, suena “sintácticamente coja”, pero reconoce que Gabito está por encima de eso y que “debe mandar al carajo” a cualquiera que se atreva a criticarlo “con el cuento de la sintaxis”.
Después se refiere a lo de conocer el hielo, cuestiona “la originalidad de su frase genial”: “¿Cómo se te ocurrió Gabito?… ¿De veras fue como lo has contado en repetidas ocasiones a la prensa, una tarde calurosa en que ibas camino a Acapulco con Mercedes? ¿En qué ibas pensando camino a Acapulco con Mercedes esa tarde calurosa?…” Allí viene el segundo dardo: “… apuesto a que sé en qué ibas pensando esa tarde calurosa, camino de Acapulco con Mercedes. Ibas pensando en Rubén Darío, en su autobiografía, en la que el poeta nicaragüense, muerto en 1916, cuenta que su tío abuelo político, el coronel Félix Ramírez, esposo de su tía abuela doña Bernarda Sarmiento, lo lleva a conocer el hielo: Por él aprendí pocos años más tarde a andar a caballo, conocí el hielo, los cuentos pintados para niños, las manzanas de California y el champaña de Francia. ¡Te plagió, Gabito, te plagió ese cabrón nicaragüense! ¡Y con semejante frase tan fea! Y no sólo te robó el hielo y el grado de coronel, sino hasta la expresión genial tuya de muchos años después pues el pocos años más tarde de ese sinvergüenza ¿no viene a ser lo mismo, aunque al revés? Y después dicen que los colombianos somos ladrones. ¡Ladrones los nicaragüenses! Cuando te acusen de plagio me llamas a mí, Gabito, yo te defiendo. A cambio vos me vas a enseñar a ser autor omnisciente y a leer los pensamientos. Como ves, ya empecé a aprender, vos me diste el ejemplo, yo sé en qué ibas pensando camino de Acapulco con Mercedes esa tarde calurosa en que se te ocurrió lo del hielo: en ese nicaragüense ladrón”.
Para muestra un botón. ¿Cómo les suena al oído? El lector que tenga humor y mente abierta, que no se escandalice por el lenguaje, la forma de construirlo y la crítica contra todos sus ídolos y mitos, puede leer a Vallejos (Peroratas disponible en versión electrónica, en PDF), el que no, le recomiendo encarecidamente, para evitarse los malestares que se supone la lectura no debe provocar, sino más bien relajarse para el sano aprendizaje y esparcimiento, mejor absténgase de entrar en los textos de este particular escritor que se confiesa rebelde, homosexual y ateo, es un “mal pensante”, “sin pelos en la lengua”, diríamos aquí.