“EFECTO HALO” del meteorito
Sobre cada acontecimiento o comportamiento es posible que unos crean y otros no, mucho depende de quién lo diga y cómo lo diga, qué sentimientos, pensamientos y prejuicios tengamos hacia el que lo dice y qué ánimos motiven las circunstancias. Sucede por la subjetiva naturaleza humana –más allá de la mala intención-, por la manera común de construir juicios para decidir, puede llevarnos, por las apreciaciones erróneas, a acciones o afirmaciones equivocadas con diversa consecuencia.
Con independencia a los argumentos, sobre algunos asuntos nacionales se suelen formar “partidos”: los que están en contra y los que están a favor, quienes creen y quienes no, es folclórico. Sobre el proyecto del Canal, unos creen y otros no; las autoridades expresan la hipótesis que lo que provocó el cráter por la carretera norte de Managua (6/9/2014) fue un meteorito o fragmento espacial; hay quienes creen y quiénes no. Sobre iguales sucesos encontramos en los dos principales diarios del país titulares distintos: uno ve medio vaso lleno y el otro medio vaso vacío, uno encuentra en un asunto mérito o esperanzas y el otro, riesgos o fracasos… Si quien lo dice es el gobierno con quien no simpatizamos, deducimos que todo lo que haga o diga no será bueno o es falso, si simpatizamos con alguien, generalmente aceptamos como bueno lo que diga o haga. Si alguien nos cae mal, extendemos ese malestar para todo lo que se relacione con esa persona, y si nos cae bien, es probable que apliquemos ese sentimiento a todo lo que se le relacione. ¿Por qué sucede? –atribuyamos, para tranquilidad de todos, la culpa a algo- es por el “efecto halo”, no el “halo” del meteorito que atravesó a oscuras el cielo capitalino, sino una de las acepciones del significado: “brillo que da la fama o el prestigio”, dice el certero refrán: “date fama y echate a dormir”, los prejuicios y desconfianzas, los medios de comunicación, los mensajes e imágenes, la publicidad, tienen posibilidad de generar ese efecto.
Daniel Kahneman (Tel Aviv, 1934), psicólogo norteamericano, premio Nobel de Economía (2002) “por haber integrado la investigación psicológica en la ciencia económica, en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones”, en su voluminoso libro “Pensar rápido, pensar despacio” (2011) se refirió al “efecto halo” que, según el autor, “puede contribuir a la coherencia al establecer una correspondencia entre las cualidades de una persona y nuestro juicio sobre un atributo significativo” pero también puede tener consecuencias negativas: “si pensamos que un jugador es feo, es probable que subestimemos su capacidad atlética”. Simplifica nuestra habilidad de análisis, a los que creemos buena gente solemos pensar que solo pueden hacer cosas buenas y a los que creemos malos, solemos atribuirles cosas malas. Genera inconsistencia, reduce a la simplicidad nuestro pensamiento –el mínimo esfuerzo- y oscurece nuestros sentimientos, a partir del prejuicio juzgamos todo, por un hecho o actitud, generalizamos, cometemos el error de apreciación que lleva a equivocar la decisión o conclusión.
Para conocer la veracidad de un hecho, para juzgar, hay que librarnos de los prejuicios.
