La invasión de las motos
El problema no es que haya más motos circulando, sino que algunos de quienes las conducen actúen con irresponsabilidad y que en general, conductores, pasajeros y peatones, descuidemos el cumplimiento de las normas de comportamiento en la vía pública y de respeto a los otros(as), base de la convivencia y la seguridad, y que las autoridades competentes, con escasa presencia, a veces no ven o desatienden su obligación de regular y controlar.
Comparto con ustedes una experiencia cotidiana que les invito a observar: un día de estos, cuando eran las 6.30 p.m., recorrí en quince minutos –por costumbre y placer-, el tramo de la carretera a Masaya que va de la entrada principal a las Sierras de Santo Domingo hasta la rotonda del mismo nombre. Caminé, entre la cuneta y el cauce, sobre la estrecha franja después de la raya blanca donde finaliza el carril de circulación vehicular, único lugar posible para el peatón.
Durante esta experiencia urbana, cuando comienza la noche, los autos llevan las luces encendidas -algunos abusan de las luces altas- y ante la larga fila –algunos utilizan en exceso las bocinas-, parece interminable y avanza lenta; microbuses y buses van abarrotados de pasajeros quienes se acomodan a cómo pueden en todos los espacios internos.
Sobre mi estrecho sendero y durante el recorrido me topé con incidentes cuya frecuencia decidí anotar y compartir. Viniendo sobre el carril peatonal, fui invadido irresponsable y temerariamente por veinticuatro motos -dos sin luces, los conductores sin casco-, dos autos -un taxi-, los que se metieron por la derecha para adelantar y circularon un trecho fuera de la vía permitida, además dos bicicletas sin focos -talvez, a la falta de ciclovías, las únicas autorizadas a utilizarla, aunque con luces-. El colmo del abuso fue que, dos motorizados, no solo invadieron el andén peatonal, sino que gritaron al caminante (que era yo) para que se apartara.
En sentido contrario, me crucé con cuatro hombres, quienes, hacían la rutina, según parece, por necesidad, eran obreros de la construcción, que por no tener con qué pagar el pasaje, decidieron, sin más alternativa, caminar.
El parque automotor en Nicaragua, según registro de Tránsito de la Policía Nacional es de 566 mil, de los cuales 208 mil (37%) son motos, el incremento de motocicletas en los últimos diez años (2004-2014) ha sido del 11% anual, ello puede ser indicador de desarrollo económico-social. Sin embargo, las carreteras durante estos años no se han expandido al mismo ritmo, el aumento significativo de medios automotores implica más conductores y aumenta el riesgo público, principalmente cuando falta educación y responsabilidad de quienes andamos por las vías, se falla en cumplir las normas de comportamiento cívico y vial en las calles.
Las motocicletas y las mototaxis invaden las ciudades y pueblos, proliferan en calles y carreteras, resuelven una necesidad de transporte personal y colectivo pero, aprovechando su versatilidad de cruzar las vías, se escabullen en los espacios reducidos y ante la actitud irresponsable de algunos que las conducen, aumentan el desorden urbano y el riesgo.