“Eternidad del tiempo y fugacidad del amor”
“Nada sobrevivirá a nuestras vidas / sino el pequeño fuego que prendimos.” Ana Ilce Gómez (El blanco siglo)
Soy lector constante, inseparable de los libros en mi rutina, en todos los espacios disponibles; los llevo conmigo para las esperas y quitarle “al tiempo perdido” el tedio e inutilidad que arrastran, cuando viajo, cuando tengo pausas y cuando encuentro, un espacio para dedicarme a ese propósito en el que me regocijo e invito a ustedes a compartir. Leo más de lo que apenas escribo, seis de cada diez libros son novelas y cuentos, es decir ficción de diverso tipo, tres son ensayos y uno poesía. Selecciono la poesía a leer, no siempre encuentro poemas en los que da gusto detenerse y despierten mis inquietudes, que permiten entrar en la maraña de sus versos. Los libros no son para todos los lectores, los poemas tampoco.
La poesía la leo poco a poco, la prosa, llámese novelas, cuentos o ensayos, suelo leerla de un tirón. Acostumbro ojear cuatro o cinco poemas en una sentada, releo los versos con la vista y a veces los digo a veces en voz alta, después me quedo un momento pensando, tratando de capturar el sentido que llevan, con el sabor en el paladar, rumiando y rumiando, hasta tragarla y digerirla. Suelen ser el postre que se come después de comer, poco y despacio. Hay poemas que no me entran, los olvido, los dejo a medio camino, otros los disfruto y vuelvo por más.
Aguamarga
…/… “Pero quien hila sobre el viento no obtiene sino la tela frágil como rosa del papel carbón. Porque la clave nuestra no es soñar, sino esperar el sueño”.
Llegó a mis manos “Las ceremonias del silencio” (1975), poemario de Ana Ilce Gómez (Masaya, 1945) de la Editorial Vanguardia (1979) que me facilitó el poeta y editor Mario Urtecho. Beltrán Morales (1976-1977) refirió que “bien pudo llamarse Las ceremonias del amor o Las ceremonias del tiempo. A ese grado resaltan en el poemario la eternidad del tiempo y la fugacidad del amor”, y Pablo Antonio Cuadra, en la contraportada bajo el título de “La hilandera”, retomándolo de Bécquer, escribió: “poesía eres tú resulta en Ana Ilce una afirmación no gentil sino estilística”.
Pero la vida
“…/… Amo el vino callado
La palabra tranquila
Extraño de veras los poemas que no escribí
Así transcurre mi existencia en abandonos
aparentes
Pero la vida me cuenta sus secretos.”
Esta mujer morena y sencilla, detrás de los lentes muestra su mirada triste y transparente bajo el ceño fruncido, sosegada, entre las pecas oscuras del rostro, vive lo cotidiano, huye de los escenarios, no deambula por las pasarela ni se pierde en las noches de bohemia en donde los poetas con sus musas hilan y deshilan sus mitos y se tragan en el bullicio sus silencios, lee, piensa y siente con intensidad para condensar lo que escribe; escribe y habla poco, se toma su tiempo para tejer un poema, para hilar los versos que van calzando con precisión, sin excesos, sin que falte ni sobre nada; la armonía de la ideas se expanda al infinito y toca la sensibilidad que nos deja suspendidos: “¿Quién es esa mujer que pasa, /esta sombra, / esta noche?”;
Los ocultos límites
“Los poemas son como caballos salvajes
sueltos en la pradera.
Un buen día uno va al campo y los descubre
en medio de los árboles
trotando
o haciendo el amor…/…”
Ella, la recién nacida
“…/… allí, donde soplan otros vientos, donde crecen otras lluvias, donde nosotras ya no podremos decirle que hace frio y que tenemos miedo, mucho miedo, del ruido del viento en la honda noche que se alarga.”
“El Hilo Azul”, la Revista literaria del Centro Nicaragüense de Escritores que dirige Sergio Ramírez, dedicó la edición número 10, verano 2014, en “Homenaje a Ana Ilce Gómez, ceremonia de las palabras”. La publicación, arrastra –entre otros- en uno de sus vagones, además de los escritos referidos a la vida y obra de la poeta monimboseña, una entrevista de Ulises Juárez al escritor Alejandro “El Negro” Bravo (Granada, 1953) y un artículo de Francisco Bautista titulado “José Cuadra Vega: poeta cotidiano del amor y el humor”, a un siglo de nacido (1914-2014) y dos de apagar la luz (2012) el apreciado poeta Chepito Cuadra que escribió: “Así de simple. / Simplemente así / querría que fuese mi simple muerte.”
Ellos también
“El mar que contemplamos.
La arena que pisamos.
Las huellas que borramos.
Los otros que vendrán
a contemplar el mar,
a borrar nuestras huellas,
ellos también
darán cuenta del agua,
de la sal,
de la dura sed que nos mató”.
Hay poemas breves que nos dejan con la boca abierta, Lo perecedero, en dos versos son suficientes: “Lo perecedero no soy yo / Sino mi sombra reflejada en este muro”.
“Las ceremonias del silencio” es la primera publicación de la autora, el segundo “Poemas de lo humano cotidiano”, en 2004, veintinueve años después. El primero reúne sesenta poemas y diez breves escritos en prosa, todos poéticos, cargados de significados, se bastan en unas líneas para abrir la puerta y obligarte a entrar. Algunos versos son para masticarse y saborearse sin tragarse nunca, no pasan de prisa ni desapercibidos, los invito a leer poesía:
El poema es
“El poema es una puerta por donde se cuelan
adioses aguaceros testamentos
de amor rencores tiernos.
El poema puede ser un abismo
un racimo de espadas
una medusa amenazante en el fondo
de su mar.
Solo hay que saber cuándo adueñarse
de esa luz
o quedar ciegos para siempre”.