¡Darío nos une! A un siglo de su último año…
El 6 de febrero, entramos a recordar el último año de la vida de Rubén Darío, nos aproximamos al 6 de febrero de 2016 para conmemorar un siglo de la muerte del poeta de Hispanoamérica, cuya obra trascendió fronteras y colocó a Nicaragua en la referencia universal, marcando una época, cambiando el rumbo de la literatura castellana.
Darío, sin dudas, nos une. Por nuestro origen y pertenencia, por nicaragüenses, centroamericanos, latinoamericanos e hispanoamericanos. Nos une en nuestra cultura común y en el idioma que hablamos. Nuestro compatriota leonés, cuyos restos descansan en la Catedral de la primera capital del país, y cuya obra es inseparable a nuestra identidad histórica y cultural, merece atención.
Al poeta se conmemora, aprendiendo de él, de lo que hizo mejor, de su obra, de sus obras fundamentales, disfrutando de ellas el sabor añejo que llevan en el aliento tropical y cosmopolita que exhalan, como el nombre que asumió, que suena universal y artístico.
Invito, en este año, a sus compatriotas (en el sentido más amplio), a leer o releer, seis de sus libros (de la abundante y dispersa producción), son los que sugiero, leámoslos despacio, disfrutando la prosa y el verso, en casa, en la escuela, para divertirnos y aprender. No digo que no lean los cienes de textos que sobre Darío se han escrito y se seguirán escribiendo –cada quien es dueño de lo que quiere leer-, ensayos desde diversos tópicos, abundan. Les invito a ir a la fuente, a los libros iniciales del autor infaltable.
Vayamos a los textos “primigenios” del apreciado escritor. Comencemos con Azul…, de la primera edición de Valparaíso, Chile, 1888, o preferiblemente la segunda de Guatemala, 1890, (que incluye algo más), con las cartas de académico español Juan Valera. Después caminemos con Prosas profanas, su primera aparición fue en Buenos Aires (1896) o la segunda de México cinco años después. Continuemos con Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas que vio la luz en Madrid en 1905.
Después recorramos tres libros en prosa. Iniciemos con Historia de mis libros, nombre y publicación que no realizó el poeta, pero que recoge tres artículos aparecidos en La Nación (Buenos Aires, 1912) y en los que se refiere a los tres libros mencionados. Impreso en 1916, en conmemoración de la muerte de Darío. Sigamos, para recordar el gran recibimiento que tuvo a su regreso a Nicaragua en noviembre de 1907, con El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical: “Tras quince años de ausencia, deseaba yo volver a ver mi tierra natal. Había en mí algo como una nostalgia del trópico”, sobre este acontecimiento memorable, arranco la novela Manantial (Bautista, 2013). Concluyamos esta lectura indispensable, con lo que cuenta sobre su propia vida, lo que se ha llamado Autobiografía y que el poeta tituló La vida de Rubén Darío contada por él mismo, de 1912.
Si quieren, si les da tiempo, si Darío logra capturarlos y hace el milagro de meterlos en el hábito de la lectura -que quizás algunos han perdido; como los ejercicios matutinos necesarios y saludables-, lean dos biografías: la escrita por Valentín de Pedro (Argentina, 1961), publicación reciente en Nicaragua (Amerrisque, 2013), que tiene la virtud de la brevedad, y la voluminosa investigación de Edelberto Torres Espinoza, La dramática vida de Rubén Darío (2010, 8va. Edición), con la virtud del detalle y el defecto de la extensión que puede asustar al lector no habitual.
No sugiero que seamos expertos en Darío, pero si recomiendo, es ineludible, que no seamos ignorantes sobre él.