Fin de la guerra prometida: rendición de Walker
El 1ro. de mayo de 1857, William Walker, el jefe filibustero traído por los democráticos para imponerse en el conflicto interno con los legitimistas, que se proclamó fraudulentamente Presidente de Nicaragua, se rindió ante el capitán Charles David, y abandonó el país en el St. Mary´s, anclado en San Juan del Sur. Esta rendición debería ser la principal fecha de conmemoración de la conclusión del dramático capítulo de la Guerra Nacional de Nicaragua en la historia centroamericana. Sigue siendo tema recurrente en la reflexión política e histórica y en la literatura regional, sobre ello vuelve, incluyendo el asunto de la Ruta del Tránsito, el escritor costarricense Oscar Núñez Olivas (San José, 1955), al publicar La guerra prometida (Alfaguara, diciembre 2014).
Esa fecha en Nicaragua pasa casi desapercibida, sin embargo, se incluye aun entre las conmemoraciones de Costa Rica, porque la rendición de Walker en Rivas, puso fin a lo que el presidente Juan Rafael Mora Porras (1814 – 1860) llamó “Campaña Nacional” (marzo 1856 – mayo 1857). Al conocerse la noticia cinco días después, las campanas de los templos repicaron, la gente se aglomeró en la iglesia principal para agradecer a Dios por el fin de la guerra y fueron disparados en la Plaza Principal, ciento un cañonazo.
La novela de Núñez es un relato, que, aunque no muestra hallazgos nuevos, refresca lo que con abundancia se ha dicho y escrito sobre estos acontecimientos de la historia de mediados del siglo XIX que determinaron el futuro de la región y trajeron consecuencias de distinta naturaleza. La ventaja de contar los hechos con la ficción, es que el texto se vuelve atractivo para un público amplio que se divierte, supera la rigidez del ensayo histórico que puede resultar cargado y limitado para los interesados y estudiosos. La narración tiene lenguaje fluido y lineal, evidencia algunos entretelones personales y de la política interna costarricense, las inconformidades y conspiraciones contra el presidente Juan Rafael Mora, “don Juanito”, como le decían, las contradicciones entre la naciente burguesía cafetalera de la que era parte, las murmuraciones políticas y callejeras, las posiciones conservadores y liberales en conflicto en el incipiente estado en construcción, la influyente posición clerical, -el obispo Anselmo Llorente decía: “el presidente es un masón encubierto”-, y el carácter popular, patriarcal y autoritario del gobernante que fue casi olvidado durante algún tiempo por quienes escribieron la historia, comenzando por los que promovieron el golpe de Estado que lo derrocó el 14 de agosto de 1859, después que unos meses antes fue electo para un tercer período. Con el tiempo, fue rescatado como héroe, un monumento fue inaugurado el 1ro de mayo de 1929, frente al edificio de Correos en San José; el 16 de septiembre de 2010, la Asamblea Legislativa de Costa Rica lo declaró “héroe y libertador nacional”.
El gobernante decidió involucrarse en la guerra contra Walker ante la amenaza que representaba; dirigió la Campaña Nacional que tuvo un alto costo económico y de vidas humanas –agravado por el cólera que diezmó el ejército- y jugó –junto con los otros ejércitos centroamericanos-, un papel relevante en la victoria contra Walker. Los ingleses vieron preocupados la presencia de los americanos y no dudaron en apoyar a Mora. Fueron los primeros en declarar la guerra a los filibusteros, intervinieron en la batalla de Rivas y lograron, por el control de la Ruta del Tránsito sobre el Río San Juan, principal medio de abastecimiento de hombres y municiones a los filibusteros, reducir la capacidad ofensiva de los americanos. En el Parque Nacional (San José), desde las ventanas de la Biblioteca Nacional, se contempla el monumento (15 de septiembre de 1895) que conmemora el triunfo de los ejércitos de Centroamérica.
“Don Juanito” era cafetalero, “A sus cuarenta y un años y con cuatro de ser presidente, se decía que era el hombre más rico de Costa Rica y sin duda era también el político más poderoso que hubiera existido jamás en el naciente Estado”, se niega a gravar con impuestos la exportación de café, protege sus intereses. Tuvo “la majadería de abrir un banco en el país” para manejarlo “como si fuera su caja chica”. Algunos dicen: “lo que se ha montado en este país es una dictadura: Juan Rafael Mora hace lo que le da la gana y no hay quien pueda detenerlo”. Se ha enemistado con su cuñado el doctor José María Montenegro, le atribuye responsabilidad por la muerte de su hermana en el parto; “… todos esos cafetaleros y comerciantes ricos están metidos en política y si usted se pone a escudriñar un poco se da cuenta también que todos son parientes entre sí. O sea que las vainas de la política son puros pleitos de familia, pero con tal de tener el poder son capaces de todo…” También es cuñado del presidente, el coronel José María Cañas, fue general del ejército costarricense en la Campaña Nacional y el 15 de abril de 1958 negoció con el Ministro Plenipotenciario de Nicaragua, Máximo Jerez, el Tratado Jerez-Cañas, como “solución” a la tensión limítrofe entre ambos países y donde Costa Rica obtuvo ventaja aprovechando la favorable posición político-militar en la que quedó después de la guerra.
El relato se entrelaza en distintos escenarios nicaragüenses y costarricenses; en San José, León, Granada, Chinandega, El Realejo, Masaya, La Virgen, Puntarenas, Liberia, Rivas, San Jorge, San Carlos, incluso en Washington D.C. y Nueva York, aparecen reconocidos personajes y líderes militares de Centroamérica participantes en el conflicto. La guerra produjo muertes, gastos y deudas, vino el cólera y la plaga, faltaban trabajadores en las fincas, muchos cafetaleros y comerciantes estaban en problemas, las culpas fueron atribuidas al presidente que decidió anticiparse y enfrentar a Walker, la oposición logró articular su plan contra el gobernante y concretizaron su proyecto golpista.
El escritor salvadoreño Manlio Argueta, está por concluir una novela, cuyo nombre puede ser “La sierpe de agua”; relata a partir del diario personal del mayor Máximo Blanco, la incursión costarricense sobre el Río para el control de la ruta que debilitó a Walker: “la llegada de la experiencia de vanguardia a la desembocadura del rio San Carlos en el San Juan, fue el inicio del fin para el filibustero Walker”; este militar fue uno de los autores del golpe de estado, instrumento militar con el mayor Alfaro, utilizado por la oposición político-cafetalera-clerical, entre quienes estaba Vicente Aguilar. Dos años antes entraron como héroes con los generales José Joaquín Mora y José María Cañas. Aliado con los golpistas, ocupó la presidencia de facto José María Montenegro. Mora fue enviado al exilio a El Salvador e intentó recobrar el poder; su expedición fue derrotada, lo fusilaron en Puntarenas el 2 de octubre de 1860.