EXPRESIÓN SOCIOCULTURAL DE LA FICCIÓN
Las primeras narraciones breves de ficción de autores nicaragüenses que leí a mediados de los setenta, -al principio por obligación escolar-, fueron la de los apreciados amigos, el escritor y poeta Fernando Silva y el narrador Lizandro Chávez. Ahora leo por placer, para aprender y disfrutar, al igual que ustedes supongo. En los últimos años he tenido en mis manos las narraciones de Rosario Aguilar –sus novelas: La niña blanca y los pájaros sin pies y Miraflores- y de Francisco Arellano Oviedo –sus cuentos picarescos (no común en un académico de seria prestancia): Entre piadosos ronda el diablo; las narraciones de Alejandro Bravo –Baile con el diablo y otros cuentos, con su humor cotidiano– y la narrativa de la que referiré en esta ocasión, del académico, lingüista y poeta Carlos Alemán Ocampo: Cuentos nuevos, Premio de Literatura “María Teresa Sánchez” (2010) en el cincuentenario del Banco Central de Nicaragua.
La publicación reúne dieciocho cuentos que, desde el cuidado de la forma y el contenido, son representativos de la idiosincrasia cultural nicaragüense en los escenarios de sus narraciones, principalmente Diriá, Diriomo, Catarina, Masaya, Managua, Rivas y Jinotepe. El relato sondea una manera de ver, sentir y ser, una identidad heterogénea que, desde el texto construido, esboza el pensar y hacer cotidiano. La creatividad literaria no es ajena al imaginario colectivo ni a los paradigmas sociales, políticos y culturales, todo lo contrario, los muestra, pero también los transforma y reafirma. La narración esconde códigos con los que la gente interpreta el entorno y su vida. El narrador, con letra precisa y humor, recoge escenas del temperamento sociocultural desde la tragedia y el poder, el Güegüense colonial y el postmodernista que se actualiza.
Sus cuentos identifican cuatros cotidianidades de la vida rural y urbana nicaragüense:
Infidelidad y machismo. Una mujer emprendedora se enlista en las cuadrillas para los cortes de caña en el Ingenio de Nandaime. Corta tanto como un hombre, el capataz la anota: “María Rivas, del Diriá. Esta mujer es huevona”. Consiguió un hombre, Pancho, “se sentía un jactancioso por haber preñado a la María Huevona”. En la tarde, sentado en la acera, veía a la Toñita “de cinturita de avispa y piquetona” vendiendo tamales; en una ocasión cuando comenzaba a estirar el pico para tirarle un beso, “la María le soltó un vergazo en la boca” y le susurró al oído: “…besos nada más para adentro, muy pendejo”.
Doña Xiomara y la boxeadora: una muchacha de Masaya quería pelear, su tía la llevó a la Escuela de Boxeo en Managua. La tía vivía en su casa con su marido, taxista y la sobrina. “Veía que se le iba quitando lo ganoso, se dormía rápido…”. Un día llegó temprano después de vender lotería; los encontró en su cama riéndose y sin camisas. Él dijo: “quiero vivir con las dos”. Al principio aceptó. “Era horrible sentir que esa chavala se me estaba llevando al hombre”. Los corrió. A la semana regresó el hombre insistiendo que quería estar con ambas. Nunca supo más de él.
En El canto del gallo, el marido llegó después de su horario nocturno, encontró a otro con su mujer, al reclamar, el hombre contestó “es que no cantó el gallo”. El marido se durmió en la cama, al medio día sacó sus cosas y se fue.
El hombre llega donde la abuela en Siuna:”-Aquí se la devuelvo porque ya está usada y a mí lo que me gusta es estrenar. Por eso mejor me llevo a la otra que yo la estrené”. De allí nació una niña, el hombre se fue y no se supo de él (La hija del bandido). “Los hombres que andan por la vida no se les acercan a las mujeres estudiadas”, a Fidencio, lo único que le importaba era ver a Lupita Molinares, él le decía: “naciste para mí”, ella respondía: “no nací para nadie”; “por primera vez alguien le bajaba los humos” (Ya, por último).
Mujer trabajadora y abandonada. Doña Mayuri “Se definía a sí misma con cierto orgullo como madre soltera, no por ser dejada o abandonada, sino mujer sola para no mantener a ningún haragán…”. Rosa Amelia se dio cuenta que “El hombre que preña sin compromiso, se corre…”, sin saber qué hacer, abandonó a la hija. Doña Evangelina la crio y después la adoptó. Amelia quiso impedirlo, sufrió por haberla perdido, la resolución favoreció a Evangelina, la madre se la llevó por la fuerza, la policía la buscó… (La pajarita voló).
Poder y doble moral. El Cnel. Santana, del Proyecto de Repoblamiento Ganadero de Rivas cuyos fondos del gobierno se agotaban y el préstamo BID no llegaba, recibía obsequios; ningún padre permitía que sus muchachas lo despreciaran ante la posibilidad de formar parte del proyecto. Santana colocó a Rosibel como secretaria. Una tarde le pidió que se quedara; en el despacho la tomó por la cintura, metió la mano bajo la falda, ella, en el forcejeo, escapó. Cuando regresó con sus padres, el Coronel no estaba. La familia no dijo nada, esa noche se fue el oficial de Rivas, no hubo proyecto.
El terremoto afectó las iglesias de Diriá y Diriomo. Chico decía: “si estas paredes hablaran”. Los albañiles al repararla, hallaron secretos de antaño. En un vaso de “esencia de coronada” habían tres papeles: “Lichita: cuando el sol se pone el cementerio brilla”, el segundo: “En el cementerio los otros terminan y nosotros comenzamos” y el último: “Hoy es el día, allí te espero”. Lichita era una mujer de iglesia, un día desapareció. A Mendiola le encajaron “Cordero de Dios”, se arrodillaba en el mismo lugar donde él llegaba de mañana.
Soledad y compañía. Un ser solitario disfruta la soledad: “Ese día me alejé de los recuerdos y busqué refugio en la soledad de mis quehaceres”. Una mujer escribió: “quisiera ser Pigmalión para elaborar con mis manos a mi propio hombre”. El hombre busca a la mujer perfecta con quien compartir la vida: “En la libertad de la mujer distante fui encontrando el refugio de las soledades…” (La libertad infinita). En Los recuerdos tienen nombres, una joven conoce a un hombre que le da raid, puede tener la edad de su madre. Dijo: “dame tu boca para que me quede un recuerdo”, anotó su teléfono, han pasado años, no llamó ni lo volvió a ver… Él dijo: “necesito que interpretés mis sueños”, conversan, “encontrar tus llaves indica que tendrás una vida doméstica feliz… es signo de poder, sustento y fortuna” (El sueño de las llaves). En una pulpería de Belén a una silla le atribuyen poderes milagrosos para conseguir matrimonio, las mujeres se turnan para sentarse (La silla encantada).
Los personajes reunidos en los relatos de Alemán Ocampo, hombre del campo y agricultor, nacido en Diriá, apicultor y aficionado a contar cosas, son comunes y corrientes, principalmente mujeres con restricciones y angustias, aires de soledad y sufrimiento, machismo y traiciones aceptadas e ignoradas, esperanzas y carencia de oportunidades, fracasos e ilusiones, aspiraciones inconclusas y resignaciones rutinarias. Es la sensación de gente particular que se hace generacional marcando épocas y lugares, que caracteriza y diferencia comportamientos indeseables y con frecuencia asimilados y comunes.