Inseguridad por desconfianza
“Tenemos juicios intuitivos sobre muchas cosas de las que sabemos poco.” Daniel Kahneman.
La inseguridad ciudadana, entendida en el concepto estrecho como afectación a los derechos fundamentales de las personas por la delincuencia, es objetiva y subjetiva. La inseguridad objetiva es el riesgo real de ser afectado directa o indirectamente por un delito cualquiera. Un componente fundamental que alimenta la inseguridad subjetiva, es la desconfianza.
Somos seres sociales y subjetivos, reaccionamos y nos comportamos, no en correspondencia al riesgo real (objetivo), no ante la probabilidad estadística de que un delito ocurra y nos afecte, lo que es racional e hipotético, derivado de disponer información fiable y oportuna en condiciones personales estables, sino que actuamos de acuerdo a lo que percibimos y creemos. Esto ocurre en cualquier ámbito, no es cierto que los individuos decidan en base al razonamiento estricto, ni en lo económico –homo economicus– (compras, ventas, inversiones), ni en lo personal (noviazgo, casamiento, divorcio, tener hijos, oficio o empleo), respondemos al “olfato”, “intuición” o “corazonada”, al impulso e “ilusión” del momento, según nuestro estado de ánimo. En lo percibido juegan un papel relevante nuestras características y experiencias personales y colectivas (receptor), los prejuicios y creencias (religiosa, política, cultural), la desconfianza hacia las instituciones, al régimen político, al contexto social, hacia los otros.
El estadounidense-israelí Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía 2002, escribió Pensar rápido, pensar despacio (2011). Ilustra la teoría de las perspectivas “según la cual los individuos toman decisiones, en entornos de incertidumbre, que se apartan de los principios básicos de la probabilidad… estos son atajos que con frecuencia nos llevan a cometer errores de apreciación”. Buscamos el mínimo esfuerzo al pensar, vamos por la simple generalización, aunque signifique equivocarnos, vemos un hecho o a alguien a partir de antecedentes o experiencias (reales o imaginados), de allí sale nuestra apreciación para actuar, “protege del peligro antes que exista”, pero puede llevarnos al error común por intuiciones que aceptamos verdaderas aunque sean falsas.
Algunos ejemplos. El marido llegó tarde y borracho dos veces hace tres años, sin embargo, tres años después, la esposa afirma: “¡es que siempre venís borracho y tarde!”. Generaliza lo particular, según su predisposición, denota resentimiento y desconfianza. Unos musulmanes lanzaron una bomba terrorista, no quiere decir: “todos los musulmanes son terroristas”. Tres o cinco policías piden mordida (inseguridad objetiva), no significa: “todos los policías son corruptos” (inseguridad subjetiva). En un barrio hubo tres o cuatro robos (inseguridad objetiva) el mes pasado, no quiere decir: “todos los días hay robos” (inseguridad subjetiva). La Policía cometió dos abusos o errores de actuación este año, no es: “la policía es incompetente y corrupta”. Conclusiones erradas provocan inseguridad y miedo, agravan la desconfianza. Kahneman aconseja: “te sientas como te sientas, actúa siempre con calma y corrección”, ello tranquiliza, reduce posibilidad de errar.
El caso reciente (Managua, 2/9/2015): un joven irresponsable y violento agredió a manifestantes opositores; según videos en redes sociales, el autor del delito disparó de manera temeraria al aire. Fue detenido, juzgado y condenado; los protestantes y otros, desconfiaron, dudaron que el detenido fuera el autor, especularon sobre quién estaba detrás, descalificaron al fiscal y al juez, les pareció poca sanción, pero aunque impusieran 30 años de cárcel estarían inconformes porque ello obedece a desconfianza (no creer) de grupos políticos al gobierno, y en consecuencia a la policía y la justicia. Lleva a interpretar de manera distinta, especula y descalifica según prejuicios. Desconfianza genera inseguridad que se reproduce socialmente.
La desconfianza se fomenta es el receptor, personas o grupos construyen características de predisposición (con o sin argumento), hacia otros grupos, fenómenos o instituciones, según su concepción religiosa, política o cultural, estereotipo o memoria reciente o histórica. Asociamos un hecho con otro y actuamos, aunque sean distintos. Un estado de tensión o estrés lleva a cometer más errores que uno de serenidad, el recuerdo de una mala experiencia propia o ajena predispone.
La inseguridad, riesgo objetivo y subjetivo, debe ser razonable, la precaución equilibrada es necesaria, pero el miedo excesivo, es pernicioso, exacerba intranquilidad, ansiedad y violencia, aumenta la brecha entre lo que creo-siento, y el riesgo real. Nuestras reacciones pueden salirse de las manos: “Sabemos mucho menos de nosotros mismos de lo que naturalmente creemos”.
La subjetividad de la inseguridad disminuye cuando la persona tiene estabilidad; se fortalece la confianza institucional y social, cuando se reduce la duda y la incertidumbre, -no desaparece-, disminuye con comunicación, información, transparencia y profesionalismo de las entidades públicas.
La desconfianza excesiva genera inseguridad irracional, lleva a comportamientos absurdos, a cambiar hábitos, protegerse en exceso con perros, muros, cercas, seguridad física y electrónica, precauciones exageradas aumentan la ansiedad e intranquilidad, limitan nuestra vida cotidiana, creamos cárceles particulares que encierran e impiden vivir disfrutando lo cotidiano en espacios comunitarios y públicos…