Cantos de Walt Whitman
¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman, que habría de llegar hasta ti, Cazador! Rubén Darío (A Roosevelt, 1904).
Entre los escritores del siglo XIX que más admiró Rubén Darío, estaban, el engreído poeta italiano Gabriele D´Annunzio, “lleno de sí mismo”, los franceses Víctor Hugo, “emperador de la barba florida”, y Verlaine, “padre y maestro mágico”, y los norteamericanos, “a quienes queremos y admiramos”, Alan Poe, “la obra de un hombre ligada a las circunstancias”, y Walt Whitman: “En su país de hierro vive el gran viejo, / bello como un patriarca, sereno y santo”, a él dedicó con su nombre un entusiasta soneto (1890) que incluyó en la segunda edición de Azul… y que concluye: “¡Así va ese poeta por su camino / con su soberbio rostro de emperador!”, lo cautivó la brillante espontaneidad del escritor norteamericano.
Miguel de Cervantes es para la lengua española, lo que Shakespeare para el inglés, ambos en las postrimerías de cumplir el cuarto centenario de su muerte en 2016, el mismo en el que se conmemora el primer centenario de Darío, Padre del Modernismo, cuyos restos yacen en la Catedral de León desde que fue sepultado el 13 de febrero de 1916 después de siete días de prolongadas y fastuosas honras fúnebres. En aquel entonces, cuando Darío agonizaba en Nicaragua, el mundo se desangraba por la gran conflagración bélica europea que se expandía, conocida después como la Primera Guerra Mundial (1914–1918) y que opacó la celebración del tricentenario de los dos obligados referentes del idioma español e inglés contemporáneo.
Whitman (Nueva York, 1819-Nueva Jersey, 1892), heredero de Shakespeare es para los Estados Unidos, lo que Rubén Darío, heredero de Cervantes para Hispanoamérica, con una obra más diversa, a pesar de los cisnes, las princesas y del “afrancesamiento” por el que fue criticado; ambos fueron discípulos de sus predecesores, atentos lectores y fieles seguidores…
El autor de Leaves of grass y Song of Myself (Hojas de la hierba y Canto de mí mismo), cuya obra no cesó de corregir y aumentar hasta su muerte, pretendió ser poeta y profeta del hombre común, “A uno mismo yo canto, una simple persona independiente”, un visionario “Yo apenas escribo una o dos palabras indicativas para el futuro”, la voz de cuantos no la poseen en el contexto de cambios políticos, sociales y económicos de la sociedad, “Al Hombre Moderno yo canto”. Su obra representa una nueva forma de verso apropiada a la nueva realidad de Estados Unidos, previa y posterior a la Guerra de Secesión. Inventó una poesía diferente que lo llevó a ser considerado el mayor poeta norteamericano de los últimos tiempos y que ha ejercido gran influencia en la literatura de su país y mundial, al liberar la poesía de las convenciones formales y de la rigidez del lenguaje. Su voz es ineludible y optimista, exalta el “yo”, la individualidad, el cuerpo humano y el placer, “proclama el cuerpo y el alma”, “no tengas miedo de mi cuerpo”, “y hoy decido cantar sólo el cariño viril”, la fraternidad y la democracia, el trabajo, “Oigo cantar al obrero y a la mujer del granjero cantar”, el progreso, la libertad, “Ni sirviente ni amo soy”, la naturaleza, las dudas y las creencias, “De repente me consumo en la idea de Dios…/…Quizás sea el acertijo de Dios, tan vago y sin embargo tan cierto”, la vida y el porvenir optimista por los cuales canta: “Sé que el pasado fue grande y que el futuro será grande, / y sé que los dos están unidos curiosamente en el presente”.
La influencia que ejerció en muchos escritores latinoamericanos es evidente, entre ellos José Martí, mártir y precursor de la independencia de Cuba, Rubén Darío, el Príncipe de las Letras Castellanas, García Lorca, Miguel Unamuno, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges y otros.
Fue tipógrafo y periodista, escribió poesía y prosa, anduvo entre uno y otro periódico por su inestable temperamento y los rechazos sociales por su manera de ser y la libertad de lo que decía al escribir. Fue apartado del cargo de funcionario público por la hipócrita moral al acusarlo de publicar obras indecentes. En su “desordenado aposento” convertido poco a poco en un santuario, recibió ilustres visitas de todo el mundo. “Nada es pecaminoso para nosotros fuera de nosotros mismos”. Dicen que fue gay sin que se demostrara ninguna relación homosexual, tuvo siete hijos. Los poetas y filósofos Ralph Waldo Emerson y Henry Thoreau, ambos trascendentalistas, lo aplaudieron. El sentido libre de sus versos fue innovador, local y global, trascendió por la forma y el contenido, representó el presente y superó el pasado.
Expresa el pensamiento y las aspiraciones de una época, sustenta el proyecto norteamericano de nación y de alguna manera de la expansión neocolonial que percibió Darío y que lo llevó a la contradictoria posición de admirar el progreso y señalar la amenaza ante el riesgo que representaba para América Latina. Whitman escribió: “Haré la más espléndida raza que el sol jamás haya iluminado”, “Haré ciudades inseparables”, “Sé que he sido acusado de querer destruir las instituciones, / Cuando en realidad no estoy a favor ni en contra de las instituciones”. “Confieso con franqueza que somos una raza extraña, con nuevo estilo”. Agrega: “No es la tierra ni América lo que es grande. / Soy yo quien es grande, o va a serlo, eres Tú allá arriba, o cualquiera…/… Juro que, para mí, nada que ignore a los individuos es bueno, / América es el conjunto de sus individuos.”
“Yo me celebro y yo me canto” comienza el Canto de mí mismo, y más adelante: “Naturaleza sin freno con original energía…/…la muchacha yanqui de cabellos cuidados trabaja en su máquina de coser en el taller o en el molino… /… yanqui que sigo mi propio camino, listo para el comercio, mis articulaciones las más ágiles de la tierra y las más resistentes de la tierra”. El poema 31, podría ser de Francisco de Asís, una proclama ecológica, una canción a la armonía natural o parte de la última encíclica del papa Francisco Laudato sí. Tiene una belleza sencilla, una profundidad innegable y figuras sorprendentes:
Creo que una hoja de hierba no es menos que el viaje de las estrellas,
y que la hormiga es igualmente perfecta, y un grano de arena, y el huevo del abadejo,
y que la rana es una de las mayores obras maestras,
y que la zarzamora corredera podría adornar los salones del cielo,
y que la menor articulación de mi mano pone en ridículo a todas las máquinas,
y que la vaca mascando con la cabeza baja supera a cualquier estatua,
y que un ratón es suficiente milagro para asombrar sextimillones de infieles,
hallo en mí el gneis, el carbón, el musgo de largas hebras,
los frutos, los granos, las raíces comestibles,
y me siento totalmente cubierto de cuadrúpedos y pájaros,
y veo que me alejé de cuanto dejé atrás por buenas razones,
aunque pueda recuperarlos si lo deseo. (…)