Alegrías de Claribel
“-Está parado y a mí no ya no me interesa el tiempo”. El Reloj
Ella siempre está sonriente y platica, se percibe amable y entusiasta, tiene voz juvenil, clara, con un toque sensual en sus respetables años acumulados. Me refiero a la nicaragüense-salvadoreña o salvadoreña-nicaragüense Claribel Alegría (Estelí, 1924), cuyo recorrido por la vida alcanzó 91 años! Pocos llegan a tanta altura, ¡y con tanta lucidez! ¡y con tanto optimismo! Con los pesares guardados, con la memoria limpia, con la sencillez aprendida… Con ingenuo humor contagioso, un poco diferente, pero con similar fortaleza que Josecito Cuadra con su doña Julia quienes llegaron “juntos los dos”, a los 97.
Una vez leí El detén (1977) y subrayé, entre otras partes, un breve diálogo que comparto y que de alguna manera podría resumir el contenido de esta novela corta escrita por Claribel:
- “¿Y también lo quieres cuando te pega, cuando te tira de los cabellos y te dice puta?
- Sí, también entonces lo quiero. Sé que te hizo mal, pero me hace mal a mí, pero no importa…
- Tómalo como quieras, pero es mi hombre y no puedo abandonarlo”.
Después llegó a mis manos Luisa en el país de las realidades (1997), relatos y poemas con una prosa y versos limpios y breves de gran energía literaria que reflejan la fuerza personal y la sobriedad de la autora, que no se llama Luisa, sino Claribel, que es lo mismo, digo Luisa de luz, Claribel de claridad, luz que es claridad por lo luminoso con que suena Luisa. Dice ella, que “es un libro de digresiones, de realidad y sueños, de percepción y fantasía. En mi itinerario poético es el libro que más quiero”, reconoce que “nació con aura privilegiada y una facilidad asombrosa” que empezó “como sonámbula a escribir viñetas de mi infancia y mi adolescencia en Santa Ana. Tiene algo de pasado y de presente, recuerdos de antes vistos a los ojos de ahora. Está integrado por 65 relatos y 37 poemas, para un total de 92 piezas literarias.
Entre sus relatos, tres sobre Wilf, un hombre que “sabía como veinte idiomas” en Santa Ana, El Salvador, uno que refiere cuando Luisa se asomó en una casa de putas: Soy puta, ¿estás contenta?: “Si fuera mala no tendría tantos santos en la pared –dijo la niña. / La mujer se echó a reír. / – ¿Quién te ha dicho que las putas somos malas?”. Tres sobre El bisabuelo nica. En René inicia: “Cuando Luisa llegó por segunda vez a Nicaragua tenía cinco años. Su primo René, que era rubio, muy pálido… le gustaba hablar de la muerte”. Sobre un típico personaje salvadoreño El Cipitío: “-Es casi un enanito –se reía Mamá Nela-, todo entelerido y con el pelo untado de vaselina. Lleva puesto un sobrerón enorme y cuando le gusta una muchacha le alfombra con pétalos de flores la calle por donde va a pasar y se esconde detrás de una puerta o de un árbol a recitarle versos. / Luisa la oía maravillada. Uno de sus deseos más grandes era que cuando creciera un poquito más, el Cipitío… se fijara en ella y le alfombrara la calle con flores de maquilishuat”. Son, según la autora, manuscritos, papeles olvidados en un viejo arcón en el que se puso a hurgar, era un cuaderno que su madre había guardado, con sus primeros poemas y algunos apuntes: “Lo hojeé despacio, sonriendo con nostalgia y asombrándome de tanta cursilería…”.
Entre sus poemas, Desilusión, Siempre hay un intruso, En la Playa: “…no son los pies los que atan / es la mente, Ximena / y hay mujeres que aceptan / y mujeres que no. /Déjame que te cuente / de Rafaela Herrera / con tambores, con cohetes /…” Tu muerte: “…mi vida en cambio fluye / y me acerca / veloz, / hacia el encuentro.” Managua, 1983: “¿Qué fue de ese otro yo / que se iba gastando / sin sorpresas?”. Heridos de muerte, Cartografía del recuerdo: “hace quinientos años / la Malinche / le entregó al invasor / su continente / con su amor lo entregó / con su locura/…/ Regresemos amor /hasta el futuro.”
Claribel, cuando estudiaba Filosofía y Letras en los Estados Unidos, entre 1944 y 1947 fue discípula de Juan Ramón Jiménez (1881-1958), el autor de Platero y yo (1914), que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1956, aquel muchacho andaluz que conoció en España Darío y con quien estableció una amistad firme y verdadera durante toda su vida, dijo que percibió del joven poeta: “un lírico fulgor que delataba a un excepcional espíritu”. Años después en Estados Unidos en los últimos años de la II Guerra Mundial (junio de 1944), en el mismo tiempo en que Claribel lo conoció, Jiménez habló del maestro en la botadura del buque Liberty Ship Rubén Darío: “fue ante todo y siempre un poeta marino. Lo mejor de su obra está hundido, mecido y salpicado de mar. Yo escribí una imagen de Rubén Darío, periodista del mar, almirante lírico, embajador de Venus…”. Jiménez fue uno de sus sinceros admiradores, aprendió de Darío, el inmortal poeta y prosista modernista hispanoamericano que trascendió al movimiento que fundó y feneció, Claribel aprendió de Jiménez, el mentor que influyó en su obra, aunque, dice ella, “nunca le dijo un piropo a sus versos”.
Cuando concluí mi más reciente trabajo literario, una prolongada investigación, compilación y estudio, un interesante aprendizaje que comparto en un voluminoso libro de 690 páginas y que titulé: Último año de Rubén Darío (septiembre 2015) –estará disponible al público a partir de enero de 2016-, como un modesto homenaje en el centenario de su muerte y en los ciento cincuenta años de su nacimiento, dado que muestra el carácter unionista centroamericano que el poeta cultivó desde su adolescencia y que en los países de la región las publicaciones de periódicos y revistas en aquel año final de la vida del poeta (1915-1916) y aún ahora, se le percibe como propio, dediqué la edición a escritores y escritoras centroamericanos que contribuyen a nuestra nacionalidad común, la identidad centroamericana, entre ellos los nicaragüenses Fernando Silva (Granada, 1927), Guillermo Rothschuh Tablada (Juigalpa, 1926), el salvadoreño Manlio Argueta (San Miguel, 1935), los guatemaltecos Antonio Mobil (Guatemala, 1930) y Margarita Carrera (Guatemala, 1929) y, a quien me refiero en este escrito, la más antigua, con tanta juventud: Claribel Alegría.