Literatura en Job
“Sólo te conocía de oídas; pero ahora, en cambio, te han visto mis ojos”. Job
¿Quién no ha oído el relato de Job? Aunque no todos han leído el libro, uno de los textos bíblicos, es difícil que alguien no tenga alguna idea de esa historia. El libro más leído y más difundido, desde la invención de la imprenta, es la Biblia, es una multitud de libros, según la raíz etimológica, del griego biblion: “libro”, derivada de biblos: “rollo de papiro”, manera en que se hacían las antiguas escrituras.
La Biblia católica tiene 46 textos en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo, para un total de 73 libros, siete más que la de los protestantes (ellos excluyen: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 1 Macabeos y 2 Macabeos), basados en la versión de Casiodoro de Reina (1569) y revisada por Cipriano de Valera (1602), con ajustes en distintas ediciones, a diferencia del texto católico, normalmente carecen de notas explicativas para el lector.
Fue uno de los primeros que hojeó con curiosidad literaria y/o religiosa Rubén Darío. Podemos leerlos con propósitos diversos: espirituales, religiosos, morales, jurídicos, sociológicos, históricos, lingüísticos, culturales y literarios. Cada ámbito tiene su propia complejidad. Limitémonos a la última, sobre uno en particular, el libro de Job. Todas las versiones de la Biblia lo incluyen en el Antiguo Testamento (Báez dice que deberíamos llamarlo “Primer Testamento”, y al Nuevo: “Segundo Testamento”).
El vicario de la Arquidiócesis de Managua, monseñor Silvio José Báez, acucioso en el estudio de los textos bíblicos, comparte con frecuencia sus interesantes disertaciones en las que profundiza con lucidez y certeza – diferente cuando cruza a temas político, cuyas opiniones resultan polémicas, aunque como ciudadano tiene derecho a hacerlo-. Recurre con erudición a las construcciones gramaticales, a las referencias doctrinales y a las raíces etimológicas o textos originales griegos, latinos o hebreos para comparar y escarbar, lo que permite aproximarnos al sentido del escrito originado en una época anterior y en una cultura distinta, identifica las variaciones sufridas por la multitud de interpretaciones, las distorsiones de sentido y forma de lo que hoy leemos. En una intervención radial del Dr. Báez, escuché sobre el libro de Job. Me llamó la atención que comentara que estábamos frente a un relato de ficción en el que Job era un personaje, y que a través de la forma literaria se expresaba una enseñanza moral y religiosa, la fe inquebrantable y una aproximación para la comprensión de Dios.
Es un libro en prosa y en verso, entre el prólogo que presenta la historia y el breve epílogo que la cierra, escritos en prosa precisa y elegante, está la extensa y a veces cansada parte discursiva de los amigos de Job, que son bellos poemas. Comienza con sus lamentos: “¡Perezca el día en que nací / y la noche que se dijo: / Ha sido concebido un hombre!”. El conjunto del texto forma parte de la literatura calificada sapiencial del antiguo Oriente, el autor es anónimo, sin duda de gran calidad literaria y amplios conocimientos, posiblemente data del siglo III-V a.C. Sin embargo, la tradición lo ubica alrededor del año 3,500 a.C., y presume que fue escrito por Moisés. El contenido y la estructura literaria llevan a pensar que la parte inicial y final corresponden a una fecha más antigua y la parte poética-discursiva es posterior, de tal manera que el desconocido autor posiblemente tomó algún viejo relato escrito, cuento popular o narración derivada de la tradición oral, lo extendió y mejoró agregándole la extensa parte central cuya lectura requiere mayor atención del lector.
En el relato, el justo Job, que poseía muchos bienes, es despojado de todo, incluso de sus hijos y su salud, sin que haya hecho nada para merecer ese castigo. Pasa por desventura de una gran riqueza a la mayor miseria. A pesar de ello, Job no reniega de Dios y al final, recibe más bienes y familia de la que tenía, aunque debemos señalar que la muerte de los suyos es realmente irreparable. Según la introducción y las explicaciones de una de las versiones de la Biblia católica: “Job representa al hombre; pero no sólo al israelita, sino al hombre de todos los pueblos y todos los tiempos, que se pregunta por el sufrimiento y el dolor”.
Realmente, desde el punto de vista literario, tenemos aquí una elocuente novela breve escrita en prosa y en verso. Una pieza clave de la literatura oriental que merece ser leída con atención y disfrutada por su belleza y erudición, por la calidad del texto y la profundidad del mensaje.
Cualquiera de los libros, pasajes y personajes de la Biblia han sido y seguirán siendo, una inagotable fuente de inspiración literaria, ello suele despertar la curiosa imaginación por descubrir lo que no sabemos o explicar lo que no comprendemos, se agitan pasiones, se despiertan las emociones, se recurre a las ciencias y a la historia, siempre habrá algo nuevo por encontrar, sólo refiriéndonos a este ámbito.
Recientemente Sergio Ramírez publicó la novela Sara, referida a la esposa de Abraham y madre de Isaac, y la escritora nicaragüense Isolda Rodríguez Rosales incluyó en Las diosas de Elam, treinta relatos cortos sobre varias de las mujeres del Antiguo Testamento, entre ellas, la mujer de Lot. El portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, publicó, con el agradable humor irreverente que le caracteriza, las novelas Caín y El evangelio según Jesucristo. El escritor alemán Thomas Mann, Premio Nobel de Literatura 1929, publicó José y sus hermanos, refiriéndose al hijo de Israel y sus otros hermanos; el joven, quien había sufrido por el complot de sus hermanos, fue vendido como esclavo en Egipto y después de su cautiverio, se ganó por su sabiduría, la confianza del faraón. El académico brasileño Joaquim Machado de Assis, uno de los grandes narradores del siglo XIX, escribió la novela Esaú y Jacob, el primero era el hijo mayor de Isaac y de Rebeca, su prima, era hermano de Jacob, antepasado de los israelitas, quien compró la primogenitura a Esaú por un plato de lentejas. Otros autores toman de referencia episodios bíblicos, como John Steinbeck, escritor norteamericano, Premio Nobel de Literatura 1962, quien se basa en el Capítulo IV, versículos 1-16 del Génesis, referido a Caín y Abel, para recrear la historia de dos familias en el contexto de fines del siglo XIX e inicios del XX. Para muestra un botón, la literatura de ficción que se ha derivado de la Biblia es diversa y abundante, en todos los tiempos, hay novelas, cuentos, poemas, teatro, etc. Su lectura despierta motivaciones literarias.
Quienes lean la Biblia con propósito religioso y espiritual han sabido encontrar con frecuencia consuelo, un mensaje personal, útil y esperanzador según lo que cada quien busca. Hay en ella, para todos los gustos, aficiones, inquietudes y circunstancias.