Literatura

Fort de France y el monumento a la emperatriz

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August 24, 2016

Me parece que estoy cerca del umbral en que los buenos y los malos se detienen para preguntarse qué será de ellos una vez que lo hayan traspasado”. Pierre Benoit

El primer recuerdo que viene a mi memoria cuando hablo de Martinica, es la estatua de mármol blanco de una mujer sin cabeza, que pensé podría ser el estilo de la escultura, hasta que un amigo gendarme francés me contó que era el monumento a Josefina y que hace mucho tiempo trajeron de Francia e instalaron en la plaza, una bomba le voló la cabeza, y volvieron a traer de Europa la parte destruida, ocurrió otra vez, hace varios años, otro incidente similar que no fue resuelto y hasta aquel momento, decidieron dejarla así. Pregunto, ¿seguirá igual? Algunos en la isla caribeña la ven como traidora al entregarse en los “brazos de Francia”, al dejar a Martinica en los dominios franceses. Visité esa paradisíaca isla caribeña en 1997 para participar en un curso sobre lavado de dinero con la policía francesa, me alojaron en un cómodo hotel rodeado de naturaleza encantadora. Cada mañana, como suele ser costumbre, caminaba por las calles y me topé con la referida estatua erigida en la céntrica plaza.

En el pedestal la inscripción decía: Joséphine, emperatriz de Francia, 1763 – 1814. Ella fue la segunda esposa de Napoleón Bonaparte. Nació en aquella lejana colonia, en la localidad de Les Trois-IIets (Las tres islas), estuvo casada con el militar y aristócrata Alexandre Francois Marie, vizconde de Beauharnais (Martinica, 1760, París 1794), se separó de su esposo, años después murió en la guillotina (1794).

Fort de France y el monumento a la emperatrizOtros dos recuerdos principales son, la novela Fort de France (1933) del escritor francés Pierre Benoit (1886-1962), y las curiosas y trágicas historias del monte Peleé (“montaña pelada”), que destruyó Saint Pierre, la anterior capital de Martinica.

Fort de France, es capital actual de Martinica desde 1902 (1,128 km. cuadrados, 413 mil hab.), isla de las Antillas Menores descubierta por Cristóbal Colón en 1502. Algunos la refieren como colonia francesa otros, oficialmente, como departamento de Francia en ultramar, país al que pertenece desde 1635. El novelista relata sobre esa pequeña y bella ciudad, el texto combina con calidad literaria y fluidos diálogos, los aires del Caribe extravagante, moreno, rítmico y cálido, con la distante Galia europea, que a pesar de la Revolución de fines del siglo XVIII, preserva los viejos olores coloniales y racistas.

Benoit, miembro de la Academia Francesa (1931), después de su intento fallido por escribir poesía, se destacó como narrador por la habilidad de la trama y la rapidez del desarrollo del relato, ameno y de carácter fantástico-histórico, en los que fue capaz de recoger sus experiencias de viajero por lugares exóticos, siendo acogido por los lectores franceses y europeos, poco conocido en nuestro entorno próximo. Fue señalado y procesado por colaboracionismo con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Fort de France, es una de sus diecisiete novelas. Tuve la oportunidad de leerla en El Salvador, una amiga lectora me la compartió y tuvo la gentileza de obsequiármela, era parte de un tomo editado en Barcelona en 1959, junto a otras del mismo autor como La dama del oeste, San Juan Acre, Boissiere y Los compañeros de Ulises.

Fort de France y el monumento a la emperatrizLa novela de Benoit gira alrededor de un joven científico, Gilbert, quien después de doce días de travesía sobre el Atlántico, llega una tarde de domingo a la isla con el propósito de estudiar la montaña Peleé, para presentar una tesis en la Sorbona sobre el prototipo del volcán sin cráter permanente, considerado uno de los más destructivos de la Tierra, en cuya erupción de 1902 murieron más de treinta mil personas, destrozó la ciudad de Saint Pierre, antes más grande y capital de Martinica, ambas ciudades han tenido una larga rivalidad por pretender ser la principal. La catástrofe natural la consagró como capital del Departamento de Francia desde inicios del siglo XX. Otra erupción del Peleé comenzó a observarse en 1929 y ocurrieron diversos incidentes volcánicos durante tres años, hasta diciembre de 1932, en ese contexto fue publicada la obra, cuando se volvía a habitar la ciudad destruida, ubicada a 33 kilómetros de Fort de France. Dicen que varios días antes, las culebras inundaron las calles y tejados de las casas, sin poder salir de tierra firme, rodeadas por el mar, presintieron con anticipación la tragedia que derrumbaría la ciudad elevando enormes columnas de fuego y ceniza.

Su guía, un lugareño de aspecto jorobado, parece que “no deseaba ser visto en compañía del recién llegado”, el francés pensó que la población del lugar era muy singular, tuvo un malestar que pasó a convertirse en curiosidad, como nos suele pasar, ante lo distinto y nuevo. Escribió: “se dirigió del modo más natural hacia una sombra blanca apenas perceptible en la transparencia de la noche. ¡El monumento a la emperatriz Josefina!… Se acodó en la verja y hasta contuvo la respiración, sin poder apartar la vista de aquella infantil efigie, imagen de la dulzura, la efigie de la frívola amiga de Barras. ¡Cuán amada había sido también!” En París, cuando era amiga de Napoleón, circulaba el rumor que era amante de Paúl Barrás, político en la Revolución Francesa. Durante su permanencia en la isla, aquella estatua, uno de sus monumentos celebres, fue un referente por donde circuló numerosas veces. Lo mismo hice cuando estuve durante diez días allá, aunque ahora la estatua no tiene cabeza y conozco la historia del hecho criminal que la destruyó, y que quizás ejecutaron algunos morenos de ojos claros como muchos de los que aquí habitan.

El personaje se introduce en la vida política y social, en la desgraciada historia de la señorita De Sermaise, “víctima, más bien sumisa que rebelde” de un negro verdugo… Hasta que Gilbert, encontrando la boca abierta del cráter, que talvez solo iba a estar esa noche, se introdujo en ella… De lejos veía la luz de la salida y a un buitre rondando, hasta que no la vio más… Cruzó el umbral de donde no hay retorno.

Fort de France y el monumento a la emperatrizRubén Darío, destacado cronista de viajes, que produjo una multitud de breves relatos, “nuestro compatriota indispensable”, en El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical, al referirse al cultivo del café, cuenta: “El burgomaestre de Ámsterdam, según unos o el Stauder de las Provincias Unidas, según otros, regaló al rey Luis XIV un arbusto de café” que el monarca confió al profesor de su jardín botánico Antonio de Jussieu, quien pensó que “la Martinica reunía las condiciones más favorables” para cultivar la planta. Un joven alférez de navío, amigo de Jussieu y celoso del progreso de las ciencias la llevó a aquella colonia “con el nombramiento de teniente-rey”. “Aquel arbusto de la Martinica, fue el padre común de los millones de arbustos que desde entonces han poblado las grandes plantaciones de América. De la Martinica, pasó a las Antillas, y un siglo después a Costa Rica, de donde llegó a nosotros”, según lo escrito por José Dolores Gámez.

Esta es Martinica, caribeña y francesa, blanca y morena, extraña, pequeña y misteriosa.

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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