No hay país latinoamericano en donde el seguro social con todos los componentes que incluye (salud, invalidez, vejez, otros) no sea preocupación recurrente (incluido donde lo hicieron privado o mixto, como Chile y El Salvador). Adquiere connotación política, exacerba los ánimos, genera protestas, es noticia de primera plana y motiva debates. Se habla de desajuste, insolvencia o quiebra inminente, y para evitarlo, dicen que hay que subir la edad de jubilación, aumentar aportes del asegurado y patronal, replantear su organización, darle autonomía funcional, etc. Más allá de las críticas que no podemos obviar: malos manejos, “caja chica”, que asume obligaciones con quienes no cotizaron, que realiza inversiones de riesgo, que falta gestión eficiente de largo plazo, etc., ello sólo podría adelantar la inevitable crisis del sistema. Hay una realidad a considerar.
¿Cuándo fue diseñada la seguridad social? Concebida en Alemania con la Ley del Seguro de Enfermedad (1883). En 1952 la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) aprobó la “Norma Mínima de Seguridad Social”. En los cincuenta fueron promulgadas la mayoría de las primigenias leyes en América Latina. El INSS fue creado en 1956, durante la administración de Somoza García.
La región tiene problemas estructurales: alta informalidad económica, predominan los mercados laborales informales. En Nicaragua -a pesar del relevante incremento en los últimos años (en diez años se incrementó en 3.7 veces), del crecimiento del PIB y de la estabilidad macroeconómica sostenida-, sólo 3 de cada 10 trabajadores, están afiliado al seguro social (PEA se estima en 2.9 millones). Hay rezago histórico. Dependerá de la evolución socio-económica y del desarrollo humano del país.
Según diversas fuentes, la esperanza de vida es 75 años (Nicaragua 2015), 78 para mujeres y 72 para hombres. En 1970 era 54 y en 1960: 47. Las personas tenemos esperanza de vivir más. Es buena noticia. Por eso, cuando hablando de Rubén Darío, quien murió de 49 años (1867-1916), alguien exclamó: “¡murió joven!”, afirmé que “no”, “murió viejo en relación a la esperanza de vida de su tiempo”, a inicios del siglo XX, no llegaba a 40 años. Hoy, si alguien fallece a los 62, decimos: “estaba entero”, pero si tenía 80, reconocemos que “era mayor”, el referente es la esperanza de vida (y la edad del interlocutor). ¿Continuará mejorando? Parece que sí, -siempre que no descompongamos más el mundo con guerras y destrucción medioambiental-, en diez años, la esperanza de vida en Nicaragua ¿será 80 años?
Veamos el dilema. Lo que ha sido bueno para las personas, es aparentemente malo para el sistema diseñado en lo fundamental hace seis décadas. Cuando la esperanza de vida era cercana a 50 años, plantear la jubilación a 55 o 60, era factible, se veía lejana, pocos llegarían, y en todo caso, una vez incorporados al pago de pensiones, sería por pocos años (¿calculador? Así suelen ser los “sistemas institucionales”). Ahora la mayoría llegará “fácil” a 60 años, la cantidad de personas que recibirá pensión durante más tiempo, será más. La suma de pagos será mayor al total de cotizaciones. Un ejemplo incompleto: si un trabajador gana 20 mil, y cotiza 25 años, se jubila de 60, acumula C$ 1.45 millones, si vive 15 años después, recibe un poco más de 10 mil córdobas mensuales (180 pagos), acumulará C$ 1.8 millones, al menos 25% más de lo aportado (sin considerar gasto de salud), aunque le apliquemos una tasa de interés a lo acumulado en el considerando que el dinero del sistema de seguridad social solo puede colocarse en de bajo riesgo. ¿Cómo se asumirá la atención de salud de este asegurado quien a medida que se hace mayor es más caro? ¿De donde saldrán los recursos? Es evidente que hay insolvencia y el sistema se ha desajustado frente al fenómeno demográfico que se ha modificado radicalmente.
Adicionalmente, se desacelera el crecimiento poblacional. En Europa y otros países, como Uruguay, hay decrecimiento. Menos jóvenes trabajan para mantener a más “adultos mayores” que no laboran ni cotizaron para recibir una pensión. ¿Es sostenible? ¡Imposible! Son asuntos de gran impacto político, social y humano. Los grupos de poder económico y políticos saben que, asumir un replanteamiento en tal sentido, tendrá costos. Los asegurados, que han transcurrido al menos una década en la seguridad social, tal y como fue diseñada, no estarán conformes con cambiar las “reglas del juego”, menos los que están a punto de recibir lo que esperan. La falta de claridad entre la población laboral y la postergación en el abordaje del complejo problema, genera confusiones y especulaciones.
El asunto es que, al vivir más, saldremos del sistema laboral temprano y recibiremos durante más tiempo el beneficio de la jubilación. Además, hay desajustes estructurales por la alta informalidad, la mayoría de ocupados, no está afiliado al seguro social. Se requiere repensar el sistema. ¿Cómo resolverlo? ¿Cuál es el modelo sostenible y de consenso con principios de universalidad, solidaridad y equidad? Es un subsistema en crisis, el sistema económico en general que prevalece en el mundo no funciona tal y como está. El problema de la seguridad social en Nicaragua es común en América Latina. Evidencia la crisis global del sistema político-económico-social que hay que repensar.