14/12/2017
La violencia, en cualquier forma, proviene en esencia, de la influencia socio cultural que cada individuo y grupo, –consciente o inconsciente-, asume, absorbidos por el entorno y las circunstancias, a menos que sean capaz de identificarla, oponerse y superarla. Ello no deslinda de las responsabilidades a asumir frente a consecuencias de sus actos u omisiones.
El escritor norteamericano John Steinbeck, en la novela “Al Este del Edén” (1952), a partir del Génesis (IV, 1-16), sobre la muerte de Abel por su hermano Caín, en la sentencia final el Creador enuncia la palabra hebrea “timshell”; la Biblia tiene tres traducciones: 1) “tú podrás vencerlo”, se refiere a vencer el mal que lo llevó a matar, es un pronóstico de lo que ocurrirá, 2) “tú debes vencerlo”: orden a cumplir, y 3) “tú puedes, si quieres”: enuncia la libertad de elegir, es la interpretación correcta de “timshell”.
Es cierto, hay una herencia socio cultural que envuelve y condiciona la manera de pensar, creer y actuar, pero cada individuo tiene capacidad de oponerse y cambiar. ¿Cómo y dónde ocurre ese aprendizaje de paradigmas? Desde la familia, el vecindario, la escuela, la iglesia, la televisión, los medios de comunicación, la manera de manejar los conflictos y el poder, y hasta la forma de hablar y comer; expresiones, comportamientos, actos y omisiones que percibimos nos llevan a “asumir lo que somos”.
La violencia entre personas, la violencia del hombre hacia la mujer, están vinculadas, son “aprendizajes sociales” que –excluyendo patologías psiquiátrica-, cada quien podrá por su voluntad, rechazar. ¿Cuáles pueden ser los síntomas tempranos que indican un futuro hombre o mujer violenta?
El niño que maltrata a un animal indefenso, destruye sin motivo y hasta por placer las plantas o las flores, puede indicar actos de “superioridad”, actitud de desprecio o enojo contra un indefenso; evolucionará en violencia hacia otras personas. Enseñar a niños y niñas a cuidar mascotas y plantas, apreciar y respetar la naturaleza, contribuye a la sensibilidad, cultiva comportamiento pacífico, genera capacidad de convivir con el medio ambiente y entre seres humanos.
Si un niño o niña no es capaz de compasión y solidaridad hacia un anciano, discapacitado, mujer embarazada o niño más pequeño, si muestra indiferencia frente al dolor ajeno, actúa con desprecio o ánimo de someter al débil, lo que se cultiva es potencial violencia social y familiar. Relacionarnos desde la niñez con viejitos, discapacitados y enfermos, ver a los adultos próximos mantener relaciones respetuosas hacia estos, sin desprecio ni burla, reproduce solidaridad y vocación de paz.
Aprender a escuchar y dialogar, aunque creamos que el otro está equivocado o hable bajo, responder con respeto, sin gritar ni berrinche, es enseñanza fundamental al niño; se transmite con ejemplo. Jugar entre niños y niñas compartiendo y respetando el espacio de cada uno, sin acaparar la atención ni las cosas, cultivará la capacidad de convivir sin violencia.
La equidad entre hombres y mujeres, constituye la base primaria de la relación humana. Etiquetar oficios exclusivos para niños y niñas, excluir a los hombres de la capacidad de llorar, ser sensibles y comunicar sentimientos, descalificar a las mujeres en ciertas competencias profesionales y del ejercicio en el ámbito público, lleva a marcar roles superiores e inferiores, a asumir, no sólo paradigmas erróneos, sino también exclusiones que desencadenarán violencia desde quien cree tener derecho para someter, excluir, golpear y matar. El modelo sociocultural prevaleciente ha sido alimentado durante siglos de historia, sustenta todos los ámbitos de la vida humana: jurídico, educativo, político y económico. Se somete a quien se cree “menos”, con “ánimo de dueño”; la persona, el niño o niña, la mujer, como objeto, será cosa con valor de uso, depreciable, descartable y cambiable. Quien fue víctima de violencia en la infancia o sufrió abandono, quizás, aunque lo rechace, repita el ciclo si no lo rompe, será victimario y abandonará a los hijos.
Es urgente educar para adquirir capacidad de interactuar entre todos y todas con justicia y equidad; a pesar de diferencias políticas o religiosas, sexo, opción sexual, rasgos físicos, origen social y étnico. Las personas somos diversas, necesitamos aceptar para tolerar, tolerar para convivir, convivir y cooperar para prevenir la violencia y subsistir en paz.