Descubriendo el placer de leer
Managua, enero de 2019 Charla-conversatorio en la Universidad Americana UAM
Leer es un placer que vale la pena vivir y disfrutar. Si yo tratara de resumir de qué está hecha la vida, podría enumerar cinco circunstancias:
- Disfrutar cada amanecer, cada día: si tengo la oportunidad de disfrutar 365 veces cada mañana, tenés 365 oportunidades de vivir un día con sentido positivo, ya sea que llueva o haga sol, esté nublado o claro, haya viento o no, no importa, cada quien puede hacer la diferencia.
- Comer: esa comida cotidiana es un placer de la vida, uno se puede tomar el tiempo para disfrutar del sabor y olor de las frutas, del café, del gallo pinto, de lo que sea podamos comer.
- Amar: a tu mamá, a tu papá, a tus vecinos, a tus compañeros, a tu novia, novio, esposa o esposo… El que renuncia a la oportunidad de amar, renuncia a la oportunidad de vivir.
- Aprender: desde que nacemos nos gusta aprender, por eso hablamos español, porque escuchamos y aprendimos, y ese aprender es siempre. En el marco de aprender, no sólo es un proceso de adquirir conocimientos, es un placer de adquirir sensaciones nuevas, es la satisfacción de descubrir cosas nuevas, y el libro, es un camino indispensable para aprender esas cosas nuevas de la vida. ¿Alguna vez habían pensado en el aprendizaje como un placer?
- Dar: dar lo que aprendiste, dar lo que sabés, lo que sentís, en el trabajo que dignifica. Transmitir. No hay proceso de aprendizaje que no lleve como complemento necesario la posibilidad de dar y compartir.
En cada uno de ellos, tenés la oportunidad de desarrollarlo, aprovecharlo, o despreciarlo. Por ejemplo: no sé si ustedes comen con el tiempo adecuado, hay algunos que no mastican la comida, que no la saborean, que no disfrutan lo que están comiendo. ¿Por qué no disfrutamos la comida?
Cuando te sentás con tu papá, tu mamá, tus hermanos, tus amigos, ese momento tiene gran valor. Es un placer extraordinario disfrutar de la comida, y de la compañía a la vez. Tomar un café juntos en la mañana o en otro momento del día. El placer de tomarse café será sobre dimensionado con el placer de una compañía agradable, constructiva.
Dentro de las cinco circunstancias, hablaba del placer de aprender, no por obligación sino por pura satisfacción y placer. ¿Saben la diferencia entre lo que se hace con placer y lo que se hace por obligación? Que lo que se hace por obligación se hace a la fuerza, con incomodidad, y lo que se hace con placer se hace con entusiasmo y alegría.
La lectura es un elemento clave en el placer de aprender
¿Quiénes leyeron 12 libros el año pasado? Un libro al mes. ¡Ninguno!
¿Quiénes leyeron 6 libros el año pasado? Un libro cada dos meses. ¡Muy pocos!
En Nicaragua somos pocos lectores. Cuando ustedes viajen a algunas ciudades de Estados Unidos, y principalmente en Europa, es muy común que, en el transporte público, en las salas de espera, en las terminales del tren o de buses, siempre haya alguien leyendo. Aquí en Nicaragua es totalmente extraño.
Hace cinco años, tomé varios ejemplares de la edición anterior de mi novela Rostros Ocultos, de Distribuidora Cultural, me subí a los buses con mi mochila, cuando me subía al bus, me ponía a leer un libro. Me subí a unos veinte buses, me bajaba en una parada y me volvía a subir en otra. De todas las veces, sólo una persona estaba leyendo algo, y ¿saben qué leía? la revista cinematográfica. Me subí con un propósito: en cada bus había dejado un ejemplar del libro con una dedicatoria que decía: “Al lector que encuentre este libro, saludos, del autor”. Ponía el texto en el asiento, me bajaba y allí quedaba el libro. Supongo que alguien lo encontraba y se lo llevaba.
En 2014, una alumna de la facultad de Psicología de una universidad privada, le daremos el nombre de Mayela, dijo que, en el año 2013, un domingo, ella subió al bus, y al rato, abordó un señor que parece que “no es de los que se sube a los buses frecuentemente” (¿cómo lo sabe?). Los domingos el bus no va muy lleno. Me vio subir, sentarme y empezar a leer un libro. Ella se percata que después de dos o tres paradas, me levanto y me bajo, y al ver que se me había quedado el libro, quiso decírmelo, pero vio que bajé de prisa, entonces, tomó el libro sin saber qué hacer con él. Al ver la dedicatoria, entendió que ese libro le pertenecía a ella: “Al lector que encuentre este libro, saludos, del autor. Francisco Bautista Lara”, y la firma.
Ella leyó la novela en tres días, dice que se sintió identificada con la narración y desde ese entonces quería encontrar la oportunidad de comunicarse conmigo para decírmelo. En ese encuentro en la universidad ocurrió, para ambos, esa favorable circunstancia.
¿Cómo habrán reaccionado los pasajeros de los buses que encuentran un libro?
¿Los libros que dejé habrán llegado a la gente que los leería?
Mayela me contó un poco de su vida, nada fácil: hija de madre soltera, su padre la dejó, pero siempre quiso superarse, así que estudiaba psicología con muchas dificultades. Actualmente obrer de una zona franca y su madre empleada doméstica en León. Le pregunté si quería contar su historia, me dijo que si, y la invitaron una mañana al Canal 12 para que contara su historia y el encuentro con el libro como una experiencia.
Pensé que tenía que hacer algún esfuerzo desde mi experiencia para tratar de promover la lectura en los espacios públicos, en las salas de espera, en los buses, y en los momentos donde la gente va. Se me ocurrió hacer una edición de bolsillo de la novela Rostros ocultos, que probablemente ayudará, relativamente barata y práctica para llevar.
¿Cuántas horas la gente está circulando en los buses? Imagínense alguien que tiene que viajar de un departamento a otro todos los días, ¿qué hace en el trayecto? Sólo van durmiendo o viendo el celular, ¿por qué no leen? Por eso se me ocurrió hacer esta edición de bolsillo.
Rostros Ocultos
¿Cuál es mi ritual cuando tengo un libro en mi mano? Lo primero que hago es ver la portada, el título y el nombre del autor. Puede ser que el título me llame la atención, puede ser que el autor ya lo conozca. Si el autor no sé quién es, busco en Internet quién es el autor o busco en algún espacio del libro su biografía o referencias. Otro detalle, en la portada, normalmente se indica el género literario; en este libro, se señala que es una novela. No es un ensayo ni cuento, sino una novela, la cual está escrita en prosa; una novela es un texto largo en prosa. No son diez páginas, sino que la novela es un relato de ficción y ese relato es extenso. Es una narración escrito en prosa que se extiende por casi trescientas páginas.
Después vemos la contraportada, y aquí están tres opiniones de Luis Rocha (poeta nicaragüense, editor), de Ernesto Cardenal (poeta y sacerdote nicaragüense) y de Francisco Arellano Oviedo (editor, escritor, académico y poeta nicaragüense).
Una vez vista la portada y contraportada, hago lo que me gusta hacer: “Huelo el libro”; cuando es nuevo, tiene un olor particular, con el tiempo, ese olor desaparece, pero vendrá el olor del libro viejo, y entre más viejo, mejor, será un aroma particular, que también agrada.
Hecho eso voy a la primera página, me fijo en el año y mes de publicación, y en la siguiente página hay un registro. Estos datos interesan para saber qué edición es, o la editorial, donde fue impreso el libro.
Después viene el índice. Este índice prácticamente no dice nada, porque a los capítulos decidí no ponerles nombre, y lo hice con una intención clara: cuando ustedes lean el libro y lean los capítulos se van a dar cuenta que en la novela no hay personajes con nombres propios. Ningún personaje tiene nombre, solo habrá una referencia o circunstancia para identificarlo. Entonces decidí: si los personajes no tienen nombre tampoco tendrán nombre los capítulos.
De tal forma, que el lector es libre de ponerle a los personajes el nombre que quiera, y es libre de ponerle a los capítulos el nombre que quiera.
Luego empieza la introducción: Todos los libros tienen un prólogo y/o introducción. Es bueno leer eso porque el autor u otros autores estarán haciendo referencia al libro.
En la primera sesión, cuando tomo un libro, no empiezo a leer directamente, sino que hago el ritual previamente descrito. Eso tiene su encanto particular.
¿Por qué hago eso?
Porque esto pasa como la “comida”: Primero, está que apreciemos el menú y bien que te comás la ensalada, aunque los nicaragüenses somos muy particulares, revolvemos todo. Si vas a tomar líquidos, te lo tomas antes de la comida, pero culturalmente nosotros hacemos lo que queremos.
No pretendan leer todo y hacer todo de un solo, porque la lectura de un libro tiene un proceso de asimilación normal, casi un ritual lógico para el aprendizaje y la distracción. Por ejemplo, la clase de la profesora, podría darse en tres o cuatro días desde la mañana, hasta la noche. Eso podría ser válido, pero los procesos de asimilación no serán efectivos, porque el ser humano requiere tiempo para recapacitar, para madurar, para pensar, para digerir lo que está recibiendo desde el punto de vista mental y emocional en cada lectura.
Mi consejo es que inicien hoy con el ritual inicial, y mañana comiencen la lectura formal después de ese proceso mental.
La asimilación humana y la atención humana tienen limitaciones. Dicen los expertos que para que la concentración comience, necesitas diez minutos. Es a partir del minuto once que, si te enfocaste en algo, ya comenzaste a estar concentrado. También dicen los expertos que, si pasas sentado dos o tres horas continuas, tu capacidad de atención disminuye, por eso es que las jornadas siempre tienen un receso. Porque es normal que el ser humano necesita un descanso para asimilar lo que esté haciendo, ya sea leyendo, escribiendo, o trabajando. Normalmente hablan de 45 minutos los tiempos de clases. Si quieren potencializar el aprendizaje es necesario tener espacios de tiempo razonables.
Una vez comenzada la lectura, hay otro asunto que quisiera compartirles (algunos dicen que es un mal hábito): todos mis libros están rayados. Y además siempre cargo con un par de libros en la mochila para las salas de espera. Por ejemplo, estoy leyendo este libro “El diario de un ladrón”, de Jean Genet (1910-1986). Este es un libro que era prohibido en Francia hace más de 50 años. El autor nació a principios del siglo XX, su madre, una prostituta, nunca supo quién era su padre, su madre lo abandonó en un orfanato cuando tenía un año. Las memorias que tiene son del orfanato. Se escapó y se hizo ladrón, vago, sin embargo, este señor francés obtuvo el Premio Nacional de Literatura en Francia en 1984, otorgado por la Academia Francesa. Y este libro, aunque es una novela, tiene rasgos biográficos: cuenta sus historias desde la ficción y algo de sus prácticas. Era un pordiosero que andaba en las calles, robaba para vivir. Viajó por Francia, España y por otros países de Europa pidiendo dinero, comida y robando. ¿Cómo hizo este hombre para ser un escritor tan importante en la literatura francesa? Lo hizo leyendo. La lectura y la experiencia traumática de su vida, fueron los principales medios de aprendizaje de este autor francés, muy polémico por su vida y sus textos: estuvo preso y fue condenado. Varios reconocidos escritores franceses, entre ellos Sartre, apelaron por él ante gobierno para que lo dejara en libertad, y le dieran la oportunidad, frente a su dramático origen y el difícil camino recorrido. El hombre, afortunadamente, aprovechó la oportunidad y salió en libertad. Pudo exponer su capacidad literaria hasta obtener, precisamente, el Premio Nacional de Literatura en Francia, en los años ochenta.
Los libros que leo tienen la particularidad de que los subrayo, hago anotaciones al margen y marcas particulares según mi interés. A veces me da pesar, con un libro antiguo no lo hago. Pero con uno moderno, sí, no importa si es caro o barato. Las ventajas de subrayar, para mí, son dos:
- Uno afirma los conocimientos y los énfasis que uno quiere señalar. Eso le ayuda a uno a identificarlos, según sus intereses y preferencias.
- A veces los libros tienen palabras, referencias, citas o hechos que uno no entiendo, entonces las marco y las busco o investigo después. Frases que a uno le llaman la atención.
Cuando pasa el tiempo, uno tiene su libro guardado en el estante, puedo recurrir y refrescar la memoria de su contenido solamente buscando y releyendo las partes subrayadas. Uno es capaz de encontrar los conceptos y conocimientos que señaló antes. A veces, uno descubre nuevas cosas en una nueva lectura parcial o completa, porque con el tiempo, todos cambiamos, incluso nuestra interpretación de los acontecimientos y de los textos.
Cuando termino de leer un libro, escribo un párrafo o dos. Ese párrafo, o esos dos párrafos, los redacto en la última página. A veces escribo en un archivo de Word, en la computadora, y llevo allí mi registro de libros leídos y de las percepciones inmediatas percibidas al concluir la lectura. Nada más es una opinión ligera e inmediata, lo que me dejó el libro, el sabor que queda en el paladar. Capturar ese momento es importante, porque el momento se va.
Siempre, en mi mochila, como les dije, ando un libro o dos, los tengo rayados y los ando para no aburrirme ni preocuparme por los tiempos de espera, por si alguien está ocupado y me hace esperar, o cuando viajo, y puedo, me pongo a leer.
Cuando era niño, entrando a la adolescencia, estudiaba en el Instituto Pedagógico de Managua, La Salle; en el colegio el profesor de español nos dio la lectura de un libro, y después de otro, del escritor nicaragüense Fernando Silva. El libro inicial fue “El Comandante”, que relataba sucesos cotidianos en el entorno de las comunidades de Río San Juan de Nicaragua. El segundo libro era “De tierra y agua”, y se refería a cuentos relacionadas también a esa parte del territorio nacional, tan natural, pintoresca y diversa.
Leí libros antes. Había leído en primaria, pero no leía tanto. Hasta que en primer año de secundaria nos mandaron a leer, pero leí con placer y me gustó. Esas primeras lecturas que hago, motivaron en mí el interés por leer. Y me volví, después de esa época, un lector constante. Desde esa época, hasta hoy, no he dejado de leer, y leo en promedio entre 50 y 55 libros al año, eso quiere decir que leo un libro cada semana, a veces un poquito más, a veces un poquito menos.
Pero cuando estaba pequeño, no pensé ser escritor, yo no pensé dedicarme a escribir. Ser escritor surgió como consecuencia de leer; estudié economía y administración de empresas, y una maestría en políticas macroeconómicas y Alta Gerencia en el INCAE. De tal forma, que mi formación es economía, administración y alta gerencia, pero siempre leí de todo un poco. Leía literatura, economía, econometría, matemáticas, física, historia, ensayos, novelas, cuentos, poemas…, de esa lectura frecuente sucede, como consecuencia, escribir. En mi caso, escribir fue consecuencia de leer.
No importa lo que vayan hacer, pero saben ¿cuál será la diferencia entre un buen médico o un buen abogado? La capacidad de leer. El buen abogado, el buen odontólogo, el buen profesional se va a diferenciar del resto precisamente por su capacidad de lectura. Quien no lea, está limitado en el conocimiento, y en los resultados de su profesión. Así que ustedes son dueños de su futuro. Y no se trata de lo que los profesores enseñen, sino de la búsqueda que ustedes puedan emprender por su propia cuenta para el aprendizaje, según sus preferencias y motivaciones.
Por ejemplo, Rubén Darío, no terminó la secundaria, no tuvo un título universitario. ¿Qué hizo la diferencia? Su capacidad para leer de manera constante. Sin estudios académicos, Rubén Darío se convirtió en el innovador de la lengua española, no sólo de Nicaragua, sino de todos los países donde se habla español como lengua materna.
Así que no importa que tengas un título, si abandonas la lectura, tus posibilidades de éxito son limitadas. Lo que ustedes aprenderán en esta clase, siempre será limitado a las posibilidades que se pueden abrir. Pero son ustedes los que deciden abrirse a un amplio mundo de oportunidades y aprendizajes.
Como les he dicho, no pensé ser escritor, pero como consecuencia de leer, escribí. Y escribí esta novela a partir de la observación de la gente que viaja en los buses. Básicamente, la novela es para la gente que viaja en los buses. En la pág. 13, el poeta, escritor y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal (Granada, 1924), hace un comentario:
11 de noviembre del año 2008:
Nicaragua había sido siempre un país de poetas. Recientemente empezó a ser también un país de novelistas, y algunos son grandes novelistas. Ahora ha aparecido uno de estos, y a mí juicio, muy original. “Rostros Ocultos” de Francisco Bautista Lara, es una novela que transcurre casi toda ella en buses. Y sus personajes son gente de bus. Managua en una ciudad de buses destartalados, y los que andan en ellos no son clase alta. Usuarios de buses son los que pueblan esta novela, contada por un contador. Y su encanto es el de la vida ordinaria, la dulce y apacible vida ordinaria, en la que no se destaca ningún héroe, aunque en el fondo todas estas vidas anónimas son heroicas. Y la poesía de lo prosaico, ante todo esta es una novela democrática, el pueblo común y corriente tiene ya su novela.
Ernesto Cardenal
Agradezco a Cardenal sus generosos comentarios.
¿En qué se diferencia en ver una película de la TV o Netflix, a leer un libro concreto?
El texto es un montón de signos juntos, de tal forma, que vos como lector vas a construir el video de la novela que te están contando en la cabeza. Eso te obliga a desarrollar tu imaginación. Cuando ves una película que dura una o dos horas, la película te muestra las imágenes y los colores, y te pasa la secuencia de esas imágenes, y de esas escenas, por lo tanto, tu imaginación no necesita prolongarse mucho. Tu imaginación puede ser muy limitada, y te volvés un espectador que está sentado en la silla, que observa la película, pero que su participación en la película es mínima. Es un simple observador. Pero cuando leés un texto, estás obligado a potencializar tu imaginación al máximo. Y solamente vamos a leer un párrafo del libro al azar:
En la pág. 105, tomando al azar una página cualquiera, hay un texto blanco y negro, ningún otro color, ni foto:
Todo sucedió una noche de fines de mayo, nublado el cielo sin estrellas ni luna. Un viento amenazador de lluvia que nunca terminaba de reventar. Las inmensas nubes oscuras negras asechaban desde lo alto, marcada a veces por pequeños rayos que cruzaban de un extremo a otro el horizonte gris. Ella, ansiosa por llegar para no ser víctima de un aguacero que siempre tiene sus inesperados incidentes. Alguna calle inundada, algún cause atascado por donde revolotea el caudal de agua y la tira a la calle, arrastrando consigo pedazos de ramas, basura, arena, piedras, levantando los adoquines con que se recubre las calles. La gente a veces tiene que cruzar a veces, casi a nado. Se anunciaban las rayerías ruidosas y luminosas de los torrentes, parecía que se avecinaba una tempestad que no se atrevía a comenzar mientras le anticipaban sonoros y luminosos anuncios. Me la encontré en el bus. Ella estaba sentada atrás, donde yo acostumbraba sentarme. Me acomodé a su lado en el asiento vacío. La saludé con un beso en la mejilla. Le dije: “Que bella estás hoy”, ella sonrió dulcemente nerviosa, sin pensarla más le dije: “Quedémonos por aquí, en un lugar privado, mientras pasa este aguacero que no tardará en venirse abajo”. Me dijo: “No sé, tengo miedo”. Le dije: “Vamos, nos vamos en la siguiente parada, y caminaremos unos 150 metros abajo” …
Cada quién se imagina la historia. Todos leímos y escuchamos la misma página y el mismo texto, pero pregunto ¿Cómo era la muchacha? ¿Fea, hermosa, bonita, alta? ¿Cuál era su apariencia? Cada quien se la imagina como quiere. ¿Cómo era el hombre? No sé, pero esa imagen del hombre, o ese escenario del bus donde la gente va, cada quien se imagina ese ambiente de aguacero, ese ambiente del bus, ese rostro de la mujer, ese rostro del hombre, de la manera que cada quien quiera según su imaginación, prejuicios, paradigmas, experiencias…
Esa es la ventaja del texto. Si ustedes quieren desarrollar una mente ágil, una mente despierta, una mente creativa: vean menos películas, y lean más textos, y lean de todo. Si quieren tener una mente haragana, una mente aburrida, una mente sin creatividad que se adormece y estanca: vean Netflix desde la mañana hasta en la noche, y no lean ningún libro.
Muchas gracias.