SANTOS según la fe y el poder eclesial
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LEONEL RUGAMA: “con los pies en la tierra viendo al cielo”. Conferencia inaugural Cátedra Leonel Rugama FAREM-UNAN-ESTELÍ

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November 21, 2019

Martes 12 de noviembre de 2019

Conferencia inaugural de la CÁTEDRA LEONEL RUGAMA

40 Aniversario de la fundación de la Facultad Regional Multidisciplinaria

FAREM-ESTELI UNAN-Managua.

Video de la conferencia 12.11.19: https://www.youtube.com/watch?v=BrI-ejpFo8Y

(duración: 1:05:52)

 

Domingo 19 de enero de 2020.

Conferencia compartida en el Paraninfo Unan-León en el XVIII Simposio Internacional Rubén Darío, León, Nicaragua.

 

A:  Doris María Tijerino Haslam,

compañera de julios heroicos

(Buitrago y Rugama).

 

A:     Evo Morales Ayma

Presidente constitucional

del Estado Plurinacional de Bolivia.

 

 

Eleva, hijo mío, los ojos al cielo.

Estoy aquí y todos los santos conmigo[1].

Tomás de Kempis

 

Aunque José Leonel Rugama Rugama fue, desde muy temprano, persistente lector, agudo observador y destacado estudiante, por la brevedad de la vida que le tocó: “en el mes más crudo de la siembra / sin más alternativa que la lucha,…”[2], ya que tuvo que recorrer de prisa su camino, apenas durante veinte años, nueve meses y diecinueve días (Estelí, 27 de marzo de 1949 – Managua, 15 de enero de 1970), no creo que haya tenido tiempo suficiente para leer ni antes, ni después, ni durante su permanencia en el Seminario Menor en Managua, en donde cursó cuatro años de secundaria-, el libro del canónigo alemán, santo Tomás H. de Kempis (1380 – 1471): Imitación de Cristo (1441), porque la vida ejemplar, la obra poética y el martirio de Leonel, tienen la esencia mística del mensaje y del sacrificio cristiano, más allá de la pertenencia eclesial formal.

La frase con la que he titulado esta conferencia: “Con los pies en la tierra viendo al cielo”, es deducida de ese libro medieval y resume, con profunda precisión, al humilde joven esteliano de imperecedera sensibilidad poética, ejemplar compromiso social, activo espíritu cristiano y férrea vocación revolucionaria que “se salió del seminario para meterse a la guerrilla”.  El texto, más que lectura para religiosos y monjes, es una guía para los santos, los santos de una sola cara, de un solo rumbo, desde principio a fin, como Leonel, quien sorteó el tiempo para no corromperse en el tiempo, ni por el poder ni por los halagos, ni por la abundancia ni la comodidad, ni por prejuicios ni miedos, enfrentó con entereza muy temprano todos sus fantasmas, sorteó todos los distractores, afrontó con valentía los retos ineludibles de su época, sus dolores y sufrimientos, y sin evasiones, con esperanza, lo entregó todo, absolutamente todo, incluso la vida:  “…muy cerca de la muerte, / pero no del final”, como concluye el epitafio que él escribió, como premonición sorprendente, publicado unos meses antes de su muerte en la Revista Taller número 3 de la Unan. Al respecto, Beltrán Morales comentó, en la siguiente edición: “El número 3 de la revista Taller traía un poema sobre el Che Guevara, cuya mítica genealógica era realizada a la manera bíblica. El autor del poema firmaba con cuatro escuetas líneas”:

Leonel Rugama

gozó de la tierra prometida

en el mes más crudo de la siembra

sin más alternativa que la lucha.

 

Ediciones posteriores del poema El libro de la historia del Che, incorporan dos versos a la última estrofa, concluyendo así:

 

muy cerca de la muerte,

pero no del final.

 

Los poemas reunidos en la revista Taller No. 4, un poco más de un mes después de su muerte, estaban en manos de María Esperanza Valle Buitrago (Tita Valle; 1950), amiga de Leonel, a quien él entregó sus escritos originales. Cuenta ella (Aquel muchacho de Estelí, END, 2010) que le dijo: “guardáme mis papeles, cuando me muera, me voy a hacer un poeta famoso, y lo decía riéndose de sí mismo”. Usaba lentes, era medio ciego, adelantado a su tiempo, ocurrente diciendo cosas, con gran sentido del humor, discreto, con frecuencia pasaba desapercibido. Ella conoció a Leonel en la Unan de León en donde le impartió clase de Lógica Matemática en el año básico, le decía “Frita”, con afecto y con humor, “era muy bueno inventando teoremas”. Un día le entregó un legajo de escritos envueltos en “papel de muñequitos” y la dejó como depositaria, después de su muerte, los entregó a Jaime Wheelock para la publicación de la Revista Taller, no se sabe qué se hicieron los originales. Algunas otras copias y originales de sus escritos también los recibió Carlos Núñez Téllez (León,1950 – Managua, 1990).

 

Según el escritor y editor Mario Urtecho, en la edición de México de 1992, que recibió autobiografiada por Cándida Rugama, su madre, aparece el poema titulado Epitafio igual a la edición de 1983 de la Editorial Nueva Nicaragua, afirma que es pertinente considerar que el poema completo incluye esa última estrofa con seis versos. Aunque la edición de Casa de las Américas, (Cuba, 1982), no los incluyó.

 

“Con los pies en tierra”, desde su realidad histórica, no ajeno ni indiferente al entorno social y político que le tocó vivir, a la marginalidad impuesta por el poder oligárquico y la globalidad capitalista, a la exclusión social que deambulaba en las calles y cuyos rostros veía entre los usuarios de los buses, en los asentamientos populares y en la gente común, entre los más pobres, quienes están condenados a permanecer en la periferia de todos los estatus. Supo captar con notable sensibilidad, desde la correspondencia indiscutible entre teoría y práctica, entre ideas, palabras y hechos hasta asumir, en el último verso, que fue su último suspiro, la muerte: “¡Que se rinda tu madre!”.

El papa Pablo VI, máximo jerarca católico (1963-1978), durante aquellos “años más crudos de la siembra”, dijo: “No basta el testimonio, tenemos que articularlo con la palabra”, y el poeta Rugama se refirió a él en la cuarta estrofa de uno de los poemas más divulgados: La tierra es un satélite de la luna:

“El Apolo 8 costó un montón, pero no se sintió

porque los astronautas eran protestantes

y desde la luna leyeron la Biblia,

maravillando y alegrando a todos los cristianos

y a la venida el papa Pablo VI les dio la bendición.”

 

Puso en los versos el dedo sobre la llaga en una crítica a la hipocresía eclesial, a la abundancia desigual y a la ostentación espacial por la inmensidad del costo para la exploración del espacio:

“Los hijos de la gente de Acahualinca, no nacen por hambre,

Y tienen hambre de nacer, para morirse de hambre.

Bienaventurados los pobres porque de ellos será la luna.”.

 

Leonel articuló su testimonio, con la palabra, y la palabra se hizo hecho y testimonio inmortal, consigna y lema, oración y testamento.

 

Cuando el 15 de julio de 1969 por la tarde, en el barrio Frixione de Managua, de las Delicias del Volga 1.c. al norte y 1 cuadra al este fue acribillado el héroe sandinista Julio Buitrago Urroz (1944 – 1969), por un batallón de efectivos de la Guardia Nacional apoyados con un tanque y una avioneta, asombró al país la resistencia de un solo hombre durante tres horas ante la superioridad numérica, el desproporcional y despiadado despliegue militar. Esa misma tarde, en el barrio Santo Domingo, en un ataque que duró hasta las 10 de la anoche, murieron los sandinistas Marco Antonio Rivera, Aníbal Castrillo y Alesio Blandón. Entonces, el otro Julio, “el que se salió del seminario para meterse a la guerrilla”, les dedicó a los cuatro un poema que podría ser, exactamente seis meses después, el relato de su propia inmolación, lo tituló:

Las casas quedaron llenas de humo:

…/…

“Yo vi los huecos que la tanqueta Sherman

abrió en la casa del barrio Frixione.

Y después fui a ver más huecos

en otra casa por Santo Domingo.

Y donde no había huecos de Sherman

había huecos de Garand

o de Madzen

o de Browning

o quién sabe de qué.

 

Las casas quedaron llenas de humo

y después de dos horas

Genie sin megáfonos gritaba

que se rindieran.

Y antes hacía como dos horas

y antes hacía como cuatro horas

y hacia como una hora

gritaba

y gritaba

y grita.

Que se rindieran.

Mientras la tanqueta

y las órdenes

las Browning

las Madzen

las M-3

las M-1

y las carreras

las granadas

las bombas lacrimógenas…

y los temblores de los guardias.

 

NUNCA CONTESTÓ NADIE

Porque los héroes nunca dijeron

que morían por la patria,

sino que murieron”.

 

Pero Rugama siempre permaneció “viendo al cielo”, hacia el futuro, hacia la eternidad, desde la tierra, con esperanza contra toda esperanza, sin rendirse ni cruzarse de brazos, “a Dios rogando y con el mazo dando”, según el refrán. Él “viendo al cielo”, hacia donde quería llegar, para donde iba, en donde está, “Como los santos”, en la mayor altura del compromiso revolucionario, en la cumbre de la poesía comprometida que marcó una época y trazó un rumbo de cambios.  “Como los santos” fue el título del poema que escribió en 1969, unos meses antes de su muerte y que fue publicado en la Revista de los Estudiantes de la Universidad Autónoma de Nicaragua, Taller No. 4, Unan-León, en febrero de 1970:

Como los santos[3]

“Ahora quiero hablar con ustedes

o mejor dicho

ahora estoy hablando con ustedes

 

Con vos

con vos tunco carretonero

con vos estoy hablando.

Con vos carbonero

carbonero encontilado

vos

vos que llevás ese cipote

enganchado

sobre el carretón

y lo llevás sosteniendo la lata

y todo encontilado.

…/…

Ahora que están todos aquí

que están todos aquí reunidos

reunidos y oyéndome

Ahora quiero hablar con ustedes

o mejor dicho

ahora estoy hablando con ustedes

quiero empezar a hacerles una plática

y quiero que todos ustedes

le platiquen

a todos los que no vinieron

y que les platiquen en voz alta cuando estén solos

y que les platiquen en las calles

en las casas

…/…

Callense todos

y síganme oyendo

en las catacumbas

ya en la tarde cuando hay poco trabajo

pinto en las paredes

en las paredes de las catacumbas

las imágenes de los santos

de los santos que han muerto matando el hambre

y en la mañana imito a los santos

ahora quiero hablarles de los santos”

 

Aquí el poema se refiere a: Sandino, al Ché, a Miguel Ángel Ortez, a Jorge Navarro, a Selim Shible, a Jacinto Baca y a Julio Buitrago.

 

Y concluye, con una contundente declaración de compromiso, poética y revolucionaria:

…/…

“y esto cuéntenselo a todo el mundo

platíquenlo duro

platíquenlo duro siempre

duro siempre

con la tranca en la mano

con el machete en la mano

con la escopeta en la mano

¡Ya platicamos!

 

AHORA VAMOS A VIVIR COMO LOS SANTOS.”

 

El poeta hondureño Rafael Heliodoro Valle (Tegucigalpa, 1891- México, 1959), ya había hablado con veneración de un santo en la literatura nicaragüense y universal cuando escribió el poema San Rubén Darío[4] (Guatemala, 1916):

…/…

“y venid a adorar a nuestro santo

que está en el cielo: ¡San Rubén Darío!”.

 

No es casual que cuando Carlos Fonseca Amador cayó en combate el 8 de noviembre de 1976 en las montañas de Zinica, el guardia, que no sabía leer, reportó que, entre las pertenencias del fundador del Frente Sandinista, estaba una “Biblia”, que realmente resultó ser, una edición de la Poesía completa de Rubén Darío, que el guerrillero leía con devoción de santo.

 

Santo, del latín Sanctus, participio de sancire: consagrar, sancionar. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, más allá de la canonización oficial conforme la regla o designación eclesial, en una de sus acepciones es: “persona de especial virtud y ejemplo”. El apóstol Pedro en su primera carta escribió: “sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó: pues está escrito: Sean santos, porque yo soy santo”.

 

Coronel Urtecho escribió en el prólogo de La tierra es un satélite de la luna: “Rugama es uno de los grandes santos de la Revolución. Uno de esos santos de ella, posiblemente el más puro, casi el San Luis Gonzaga de la Revolución, que no es el San Luis Gonzaga de las estampitas, porque la gente tiene una idea falsa de San Luis Gonzaga. Él era un Gonzaga, bárbaro como esos Gonzaga, hombrazos del Renacimiento, tremendos, gran capitán, hubiera sido uno de los comandantes de la historia si no se hubiera consagrado a ser santo. Joven tremendo, tan tremendo que se murió de tremendo” (1982). El jesuita italiano Luis Gonzaga de la segunda mitad del siglo XVI, estudió letras, ciencias y filosofía, es el patrón de la juventud, renunció a los privilegios de origen y se comprometió con los pobres; autor renacentista de páginas gloriosas de una poesía fundacional. A su lecho de enfermo lo llegó a visitar el provincial a quien le dijo: “¡Ya nos vamos padre; ya nos vamos…! – ¿Adónde Luis? – ¡Al cielo!, – ¡Oigan a este joven! –Exclamó el provincial-, -habla de ir al cielo”.

 

Darío es santo porque se remontó desde la adversidad hasta la cumbre, fuera de todo pronóstico, por su persistente dedicación a la literatura, por la actitud asumida, a pesar de sus dificultades, superando las imperfecciones en su fragilidad humana, a pesar de ello, se hizo grande y venció las fronteras, las barreras del idioma y sobrevivió al siglo.

 

Ahora ya lo sabemos, Leonel Rugama vivió y murió como los santos. Pero ¿murió Leonel? ¡No!  Es como los santos, vive en nuestra larga esperanza, con el poder de la esperanza, la fuerza de un solo hombre venciendo al mundo para hacer del mundo un mejor lugar en la insignificancia de nuestra efímera existencia.

Recuerdo una frase de la novela histórica del escritor catalán Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959): La mano de Fátima (2009), dice que es de un romance morisco, quizás andaluz: “La muerte es esperanza larga”, ¿vale la pena vivir en la muerte para que la esperanza te devuelva la vida? Eso es poético, y más que eso, es cristiano y revolucionario. Fue la muerte y no la vida, la que dio a Leonel sentido pleno, provocó el impacto imperecedero de su vida y de su obra: obra de esperanza, esculpida el día de su muerte, cuando se hizo grande, entre los más grandes. En el poema Que la muerte, Leonel escribió en los versos finales:

“he comprendido

que la muerte no es menos

que la vida”.

 

El doble de Leonel, quien lo precedió, aunque realmente fue Leonel el doble de Julio Buitrago, quien fue primero, por las circunstancias inigualables de ambas muertes, por la desproporción de la fuerza utilizada por la Guardia para masacrarlos. Al final del poema referido: “Como los santos”, al último santo que incluyó fue a Buitrago, que también es lo que seis meses después volvió a ocurrir. Es el poema escrito para otro que es para él mismo, la premonición de un final que fue solo principio, preludio del santo en el que se consagró:

Julio Buitrago

Nunca contestó nadie

porque los héroes no dijeron

que morían por la patria

sino que murieron

en Julio nació Julio

seis más nueve quince

seis y nueve sesenta y nueve

nació matando al hambre (aunque sea anti-poético)

nació peleando solo

contra trescientos

es el único que nació en el mundo

superando a Leónidas

a Leónidas el de las Termópilas.

“Viajero ve y di a Esparta que morimos

por cumplir sus sagradas leyes”

eso está en la casa

donde nació Julio

el único que está en español

pues sí

nació sin camisa y cantando mientras disparaba su M-3

nació cuando trataban de matarlo

con guardias

con tanques

con aviones

nació cuando no pudieron matarlo

y esto cuéntenselo a todo el mundo

…/…

 

Leonel, su nombre, de origen griego, es “Leónidas”: “hijo de león”, como el rey de Esparta que enfrentó y bloqueó, en el paso de las Termópilas, al inmenso ejército persa con una pequeña fuerza espartana en el siglo V a.C.

 

 

Así relataron los hechos ocurridos el 15 de enero de 1970 los dos diarios nacionales, el oficialista Novedades y el opositor La Prensa:

Novedades, viernes 16 de enero de 1970, tituló en primera plana: “Extremistas no quisieron entregarse”. Un conjunto de fotos y pie de fotos indican: “miembro del Ejército, vestido de civil, avanza al hospedaje Marrele… mientras con fuego de tanque cubre la cruza del militar… Una tanqueta del Ejército hace disparos contra la casa donde se parapetan los sandinistas…”.

El diario La Prensa del sábado 17 de enero de 1970, tituló en primera plana (pp. 1 y 8):

Nido sandinista demolido a metralla y cañonazos. Crónica escrita por el periodista Filadelfo Alemán:

“A las 4.20 de la tarde del jueves la Guardia Nacional ocupó finalmente la casa en que se refugiaban los miembros del Frente Sandinista de Liberación Nacional en las cercanías del Cementerio Oriental, luego de hora y 20 minutos de intenso combate.

Siete guardias y un oficial se lanzaron al asalto final apoyados por fuego graneado que disparaban militares parapetados tras un jeep plomo colocado en el frente de la casa.

Hubo un silencio de cinco minutos y los miles de espectadores se mantuvieron tensos, en espera de algo. Nadie sabía quiénes estaban dentro contestando el fuego al ejército. Luego, sonaron dos ráfagas de ametralladora en el interior de la casa y el silencio fue total.

Un oficial salió con las manos en alto portando una metralleta y dio órdenes de alto al fuego. La situación había sido dominada. ¡Los tres están muertos! Gritó.

Posteriormente se movilizaron dos camiones, un jeep de la Cruz Roja Militar, y fueron sacados tres cadáveres.

Uno de ellos fue colocado en una camilla y subido al jeep, solo se alcanzaron a ver sus zapatos negros y un par de brazos morenos con señales de tierra.

Luego varios militares abrieron la parte trasera de un jeepón y otros militares y agentes de la seguridad, subieron el cadáver de un joven pantalón azul y camisa roja, dejó una mancha de sangre en el camión. A continuación, sacaron otro y fue introducido en el mismo vehículo.

Posteriormente un comunicado de la Oficina de Leyes y Relaciones de la Guardia Nacional dio a conocer que se trataba de los jóvenes Mauricio Hernández Baldizón, José Leonel Rugama y Roger Núñez Núñez, miembros todos del Frente Sandinista de Liberación Nacional y todos entre los 14 y 21 años”.

CÓMO FUE EL COMBATE

“La acción se inició a eso de las tres de la tarde. Agentes de la oficina de Seguridad recibieron informe de que, en una casa celeste, situada frente al cementerio Oriental había personas sospechosas …/…

El oficial de la G.N. según testigos situados en la barbería Acapulco, capturó a una mujer joven y delgada que cargaba a un niño en sus brazos. A continuación, fue capturada otra señora. La señora gritó: “Aquí está la guardia”. …/…

Muy bien parapetados, los miembros de la guardia comenzaron a gritarle a los sandinistas que se entregaran, sin embargo, estos contestaron con fuego gritando: ¡Patria libre o morir! ¡Que se rinda tu madre!”

“A continuación, el tiroteo se intensificó y comenzaron a mezclarse los sonidos metálicos de las balas dando contra las paredes de la casa con los gritos de los sandinistas ¡Viva Sandino! ¡Viva Julio Buitrago!” …/…

Por primera vez en un combate entre la Guardia Nacional y el Frente Sandinista de Liberación Nacional, se utiliza un helicóptero de observación. Antes sólo se utilizaban avionetas o aviones pesados. El contingente de hombres de la guardia casi fue igual al utilizado en las Delicias del Volga…/…”

“Te acordás de aquel muchacho, del que vendía tortillas,

se salió del seminario, pa meterse a la guerrilla,

murió como todo un hombre, allá por el cementerio,

cometió el atroz delito de agarrar la vida en serio”.

 

(Estrofa canción: Que se rinda tu madre, Carlos Mejía Godoy).

 

Para Coronel Urtecho (Granada, 1906 – Los Chiles – Costa Rica, 1994), en Rugama se funden admirablemente el movimiento de la libertad de expresión meramente literario y el de la liberación ideológica, doctrinal, política, revolucionaria, “Rugama, como que sintetiza en sí las dos corrientes”. Junto al maestro, poeta y líder sandinista Ricardo Morales Avilés (Diriamba, 1939 – Nandaime, 1973), “representan dos figuras paradigmáticas, pues sintetizaron la asunción del compromiso guerrillero hasta sus últimas consecuencias y reactivaron de nuevo el debate alrededor del intelectual y su participación en la lucha de liberación”, escribió Gema Palazón (2008). Según la misma autora, ambos, “representan un paso más allá en los debates iniciados en la década del sesenta a partir del estatuto del intelectual, pues ambos optaron por la opción de la guerrilla y pensaron su producción poética y política desde su compromiso revolucionario”. La muerte en combate fue “inspiración y ejemplo para el resto de militantes”.

Ricardo Morales Avilés reconoció en 1970 que “el intelectual (…) no puede rehuir la toma de posición, no hay ninguna tierra de nadie”. Agregó que “A través del arte y la literatura, el intelectual revolucionario ofrece al pueblo nuevas formas de percibir la realidad para lograr una reestructuración de su relación con el mundo”. La consigna que Morales Avilés expresaba era: “emigrar hacia el pueblo”.

Rugama ganó, en octubre de 1969, el primer premio del concurso del CEUUCA (Centro Estudiantil Universitario de la Universidad Centroamericana), ensayo que conmemora el primer aniversario de la caída de Casimiro Sotelo (4.11.1967), con el  ensayo: El estudiante y la Revolución[5] (Estelí, 1968), en el que expresa sus ideas con claridad y señala que: “Si hay normas que obstruyen o mutilan el íntegro o parcial desarrollo humano, se debe activar la revolución para lograr la integridad humana en la mayor parte de sus fases”, se refiere a las revoluciones pacíficas y revoluciones violentas, sobre esta última reflexiona: “son el producto de un estado máximo de opresión. Una revolución violenta viene a ser el único camino que le queda al hombre”, al final agrega: “nuestra misión es inconmensurablemente humana, y es por eso que supera cualquier otra misión”.  Este ensayo, más el poema publicado en la revista Taller No. 3 dos meses antes de su muerte sobre el Che y el contenido completo de la revista Taller número 4 dedicada al poeta esteliano un mes después de su inmolación, “se convirtieron en lecturas de culto para los jóvenes que ingresaron en el Frente Sandinista entre 1970-1974” (Palazón, 2008).

Carlos Rigby (Laguna de Perlas, 1945 – Managua, 2017), dedicó, como homenaje póstumo a Rugama, un poema escrito horas después que el poeta guerrillero fuera acribillado, lo tituló: La beca del Guerrillero, contiene, entre otros, estos versos:

…/…

“y el día de su muerte

fue el más grande

de sus propios

días sin él mismo

mas así ha sido siempre

-es casi una profecía desde círculos concéntricos-

 

…/…

“Y aquí de donde escribo

sólo hay dos clases de gente:

los muertos

                        y los que vamos a morir”.

 

La Revista Taller número 3, bajo la dirección de Jaime Wheelock Román (Jinotega, 1946), incluyó el poema El libro de la historia del “CHE” (pp. 49-51), al referirse a los colaboradores de esa edición (p.52) agregó: “Leonel Rugama (de Estelí). Más bien de Matapalos, siempre en el departamento de Estelí. Nació el domingo 27 de marzo de 1949 a las 11 y 55, casi el lunes… Muy amigo de andar metido en cuestiones. Lo de la poesía por herencia, aunque hasta hace poco comenzó a mostrar sus bríos y desde entonces abandonó los estudios por conquistar las glorias literarias y hacer acto de recuperación de la siringa”.

La edición conmemorativa del 40 aniversario de su muerte, enero 1970 – 2010, (CNE, 2010), incluye una breve autobiografía de Leonel, elaborada en su particular manera, en 1969, cuando solicitó una beca de estudios en Alemania: “Ahora llevo una vida autodidacta, por no tener posibilidades económicas para ingresar en una Universidad; actualmente escribo para Novedades Cultural y me ejercito en Ciencias Exactas. De mis familiares tendré que decir: desciendo de pobres familias, aunque honorables. Mi padre es oficial de carpintería y mi madre maestra empírica” (p. 15).

Cuando ingresó a la universidad de León en 1969, en donde Rogelio Ramírez Mercado, quien colaboraba en las inscripciones, recibió un diploma ajado y sucio, lo anotó como Francisco L. Rugama. El joven en una carta a su padre escribió: “Debo prevenirlo que si me voy a inscribir en la Universidad no va a ser con la finalidad de lograr una profesión, sino de efectuar este trabajo de unidad con los estudiantes…”.

En la antología Poesía trunca (1977), de Benedetti, la referencia biográfica de Rugama recoge, entre otros aspectos, los siguientes: “Dictó clases de matemáticas en el Instituto San Francisco, y fundó un club de ajedrez (era excelente jugador). En 1967 estableció contacto con el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Destinado al trabajo político en zonas campesinas, su pensamiento de cristiano revolucionario se va transformando en el de un marxista”.  También agrega un comentario del poeta y sacerdote Ernesto Cardenal (Granada, 1925): “tres jóvenes del FSLN se batieron contra todo un batallón de la Guardia Nacional que con tanques y cañones los tenía rodeados en una casa de Managua, y murieron heroicamente después de un espectacular combate que presenció gran parte de la población. Uno de los tres jóvenes era el poeta Leonel Rugama, de 20 años, que hacía pocos meses se había incorporado a la guerrilla urbana (…). Al final Cardenal afirma: “A pesar de su juventud prometía ya ser uno de los grandes poetas nicaragüenses”.[6]

El teólogo católico y misionero claretiano Teófilo Cabestrero Rodríguez (Calatayud, Aragón, 1931 – Guatemala, 2016), en la Presentación del libro El delito de tomar la vida en serio, escribió: “Si no hubiera emprendido esta búsqueda de la vida de Leonel Rugama, nunca habría imaginado que un muchacho pudiese acumular tanta riqueza de vida y ofrecer tanto a la liberación de su pueblo en sólo veinte años, dejando además ondas huellas en amigos y compañeros, zanjando discusiones de intelectuales y poetas, y golpeando sus conciencias al morir como él murió”.[7]

La Revista Taller número 4, (Unan, 1970), fue dedicada a Rugama, sorprendió con sus textos poéticos y revolucionarios y su inmolación sacudió a la opinión pública un mes atrás, la edición reunió varios escritos sobre el reconocido joven guerrillero y poeta, no es su obra completa, mucho debió quedar perdido en múltiples hojas de cuaderno en donde solía escribir.  Wheelock, director de la publicación universitaria, introdujo la Revista homenaje (pp. 4-10) con una pregunta: “¿Qué razón para que un joven poeta, promisorio valor para la literatura nicaragüense y latinoamericana sin duda, que había venido a la Universidad y que tenía una extraña pasión por las matemáticas, muera con dos compañeros más, infinitamente solo, pero alegre y entonando himnos en la proximidad de una muerte irrevocable?” Agrega: “tránsito que mantuvo inseparablemente unido a su literatura y a su práctica, y que fue un caluroso amor por la libertad plena del pueblo al cual hizo suyo, y que sostuvo con decisión de gran humanista hasta las últimas consecuencias”, … “La literatura en Leonel Rugama carece de contenidos sin el cumplimiento decidido de hacer cuanto fuera posible para realizarla”, logró “para el arte y el humanismo actual, unir indisolublemente…/…, la estética y la ética”. Es “su obra de poeta más permanente”.

El poeta Beltrán Morales (1945 -1986), (pp. 14-17), reconoció: “es imposible sentarse tranquilamente a escribir sobre un compañero muerto” y que Leonel, “así como desarrolló su vocación literaria, escogió su destino de guerrillero. Para él poesía y revolución no fueron dos cosas separadas, sino dos aspectos conciliables de la realidad humana que le tocó vivir y morir”.

En Elegía por el guerrillero, Octavio Robleto (Comalapa, 1935 – Managua, 2009), cierra con un verso: “y tu poesía será esparcida como maíz en tierra fértil” (p. 18). Carlos Alemán Ocampo (Diriá, 1941), tituló Leonel: nunca lo vi de prisa: “esa vida que para el tiempo tenía planes…”. La poeta Michele Najlis (Granada, 1946), del consejo editorial de la Revista, expresó con precisa brevedad: “supimos que contestaste ¡QUE SE RINDA TU MADRE! y que ya herido seguías disparando”.

En las ediciones de la obra poética de Rugama de Casa de Las Américas (La Habana, 1982) y la del Centro Nicaragüense de Escritores (Managua, 2010), se incluye el prólogo de José Coronel Urtecho titulado: Leonel Rugama, guerrillero de la poesía (pp. 7-14), comienza: “En Leonel Rugama se plasma con toda claridad la posición de poeta cabal, completo y de héroe y mártir, de revolucionario que además encarna la Revolución en su poesía y en su vida”. Agrega: “va en busca de otro lenguaje, de su lenguaje; alguna vez hasta pensé que su poesía tenía mentalidad matemática, y después supe que él había sido un magnifico alumno de matemática en la primaria y secundaria y había dictado clases de matemática. Las letras de sus poemas de repente aparecen en algebra; él seguramente utilizaba esos elementos en un sentido poético, y en ese sentido y con ese sentido él hubiera descubierto ese camino”.

Según Coronel Urtecho, su mejor poema, quizás el más difundido en el mundo es La tierra es un satélite de la luna, tiene formalismos matemáticos, simetría, lleno de cifras poéticas y literarias. El poema fue traducido por una revista de mucho tiraje y prestigio, liberal católica norteamericana Commonweal[8], que se edita desde principios del siglo XX, fue publicado un artículo que insertó el poema como parte del texto. Eso da una idea de lo que aquel poema pudo significar para la gente de Estados Unidos y del mundo, que, mientras se estaba queriendo conquistar el universo e invirtiendo millones en ese propósito, aquí, y en muchos otros lugares, la gente se estaba muriendo de hambre. Coronel concluye afirmando que: “su herencia es su vida y obra, su poesía, que se confunde con la realidad… él está completamente identificado con la realidad: hombre entregado a la Revolución íntegramente”.

José Coronel compara a Rugama con César Vallejo (Perú, 1892 – París, 1938), de similar formación religiosa durante la infancia, según el escritor místico y monje católico Thomas Merton (Prades, Pirineos franceses, 1915 – Bangkok, 1968), considerado el “padre espiritual de Ernesto Cardenal”: Vallejo es “el más grande poeta católico desde Dante, y por católico entiendo universal”, por “su manera de ser distinto, de separarse de la corriente dominante en ese contexto de nuestra lengua, me recuerda a Vallejo. Otra manera de pronunciar, de juntar las palabras, de amalgamarlas, de hacer sus versos, que no es eso lo que interesa tanto, como las combinaciones de las palabras y los arreglos que va haciendo con ellas”.

Rugama veneraba la literatura de Vallejo, uno de los pocos escritos en prosa disponibles que publicó, titulado Yo soy René Espronceda de la Barca, con la dedicatoria: “a Doris (María Tijerino Haslam), gran admiradora de César Vallejo”. El texto posiblemente fue escrito a inicio de 1969.

Doris María Tijerino Haslam (Matagalpa, 1943), conoció a Leonel en la clandestinidad, sin saber su verdadero nombre, en una casa de seguridad del barrio Monseñor Lezcano, y después, en 1969, cuando estaban en la vivienda de las Delicias del Volga, junto a Julio Buitrago, varias veces llegó a reunirse con el dirigente sandinista. Con el muchacho de 19 años, seis años menor que ella, dice Doris, hizo una bonita amistad y conversaban, cuando visitaba la casa, sobre diversos asuntos, sobre literatura y poesía, allí supo que le gustaba la obra de Vallejo. Él era muy especial y sensible, le dijo que podía percibir los pensamientos de otros y le contaba lo que soñaba…

He aquí un párrafo de esa fluida y poco conocida prosa, poética y coloquial, tan sonora, musical y sólida, cotidiana y urbana, onomatopéyica y teatral, que apenas vislumbró o inauguró Leonel en la literatura nicaragüense, imposibilitado de continuarla… Refiere a un lector constante –quizás algo de él mismo-, que no es perturbado por ningún ruido para continuar ensimismado en sus libros abundantes y diversos, nada podía sacarlo de sus “absorbedoras lecturas”:

 

…/…

“O el ruido del camión de la Coca-Cola haciendo un gran ruido y tronando todas las botellas y adentro de todas las botellas alborotándose el líquido morado de la Fanta y alborotándose el rojo transparente de la Milca, o el tilín-tilín-tilín-tilín-tilín-tilín de un señor que vende sorbetes y, el tilín-tilín-tilín-tilín de un señor que vende helados o un señor gritando ¡raspados! ¡raspados! ¡raspados! Y el ruido del cepillo raspando el hielo para hacer el raspado y después el señor diciéndole “está servido” y el ruido de todas las ruedas sin aceite de todos los carretones y carretas, y un señor gritando ¡la verdura! ¡la verdura! Y otro ¡el carbón! ¡el carbón! ¡la leña! ¡la leña! ¡la leña! ¡los punches! ¡el pan! ¡la preeeeeeensa! ¡la preeeeeensa! ¡la preeeeeensa! ¡la preeeeeeeeeesa! ¡los mariscos! ¡el chancho! ¡el chancho! ¡el chancho! Y el tilín-tilín-tilín-tilín-tilín-tilín-tilín-tilín (…/…) de un señor que vende esquimos de fruta con leche de chocolate con leche, y el “hijo de la gran puta”, de un chavalo para con otro, y “tu madre”, “la tuya”, “la vieja”, “aquella renca”, “la que echa tortillas”, “aquella panzona”, “barajo”, “ya sabés quién” y las voces se alejan poco a poco cada una, por un lado.

O el ruido de un muchacho que pasa rayando la pared y de vez en cuando parándose y escribiendo “culo”, “mico”, “verga”, “cochón” y continúa corriendo, rayando la pared con un palo y gritando “que se mueran los feos, que se mueran los feos, todidos, toditos, toditos los feos, yo yo yo…” y se alejaba cada vez más gritando y rayando la pared.”

 

…/…

“Además debo confesar que en ciertos ratos libres cultivo las letras, dedicándome a componer los más delicados versos; para esta labor tampoco me obstaculiza todo el barullo del mundo”.

…/…

 

César Vallejo, pudo (aunque no lo hizo porque no coincidieron en el tiempo ni en el espacio en el que les tocó vivir), haber dedicado un poema a Leonel Rugama, cuarenta años antes, o nosotros, con la flexible libertad que nos permite la literatura, lo podemos decir en su nombre, el poema Masa:

 

“Al fin de la batalla,

y muerto el combatiente,

vino hacia él un hombre

y le dijo: ¡No mueras, te amo tanto!

pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Se le acercaron dos y repitiéronle:

¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!

pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,

clamando ¡tanto amor y no poder

nada contra la muerte!

pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Le rodearon millones de individuos,

con un ruego común ¡quédate hermano!

pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Entonces todos los hombres de la tierra

le rodearon; les vio el cadáver triste,

emocionado;

incorporóse lentamente,

abrazó al primer hombre; echóse a andar”.

 

Leonel, solo perdió, hace cincuenta años su cuerpo físico, pero trascendió y vive todavía: “Muerte es esperanza larga”: vida eterna.

El escritor uruguayo Mario Benedetti (Montevideo, 1920 – 2009), en la antología de poesía política latinoamericana, Poesía trunca (Casa de las Américas, 1977), de un total de veintiocho poetas[9], guerrilleros de una poesía comprometida e inconclusa, por el fin anticipado de sus vidas, entre ellos el salvadoreño Roque Dalton, el chileno Víctor Jara y el argentino Ernesto “Ché” Guevara, incluyó a cuatro nicaragüenses: Rigoberto López Pérez (León, 1929 – 1956), Edwin Castro Rodríguez (Londres,1930 – León,1959), Ricardo Morales Avilés y Leonel Rugama, a este último con dieciocho poemas[10], siendo, junto a Dalton y el profesor peruano Javier Heraud, los tres de quienes incluyó mayor cantidad de textos.

Rigoberto escribió a su madre una carta: “Así que nada de tristeza que el deber que se cumple con la patria es la mayor satisfacción que debe llevarse un hombre de bien como yo he tratado de serlo. Si toma las cosas con serenidad y con la idea absoluta de que he cumplido con mi más alto deber de nicaragüense, le estaré agradecido”. Y Edwin Castro, a su hijo, un intenso verso: “Mañana hijo mío, todo será distinto”.

El autor asumió “un compromiso activo con sus palabras, es decir, texto, contexto y vida se conjugaron en un solo sentir”, nos ofreció “una perspectiva antiimperialista, histórica, cultural, social y filosófica”. En La tierra es un satélite de la luna, presentó “otras formas de percibir el mundo” y mostró de manera contestataria “la complicidad de los poderes hegemónicos, iglesia vaticana e iglesia protestante y gobierno de Estados Unidos”, incluso, “una manera subversiva a las bienaventuranzas… Bienaventurados los pobres porque de ellos será la luna”.  (Cerna, 2019).

Cuando estuvo en el Seminario Menor de Managua, estudiando secundaria y con la expectativa de formarse como sacerdote, conoció, entre otros, a Claudio Silva, Bayardo Salmerón, al padre Antonio (Toñito) Castro, párroco de la Iglesia de La Merced de Managua, a Mons. José Bismark Carballo y al cardenal José Leopoldo Brenes (Ticuantepe, 1949), Arzobispo de Managua. El presbítero Antonio Castro estaba en el Seminario Mayor, cuando ambos centros de formación sacerdotal (seminarios mayor y menor) estaban juntos y tenían, según expresa, una férrea disciplina militar bajo la dirección de religiosos españoles; con unos años más que Leonel, conoció al joven: era brillante en sus estudios, juguetón y bromista. Carballo le llevaba un año, dice que era un muchacho activo, deportista, llegó con los de la diócesis de Estelí[11], tenía cualidades de liderazgo, salió un año antes de bachillerarse y le dejó su libro de oraciones. Después, dice Carballo, “continuó visitando a los seminaristas, era amistoso y siempre andaba con un maletín”.

 

Leonel fue también enamorado de la belleza, de la mujer y del amor, un romántico sensitivo, sin melancolía y de buen humor. Darío escribió, sobre esta característica común y necesaria en La canción de los pinos:

“Románticos somos… ¿Quién que És, no es romántico?

aquel que no sienta ni amor ni dolor,

aquel que no sepa de beso y de cántico,

que se ahorque de un pino: será lo mejor…”

 

Entre los poemas conocidos de Leonel, -muchos quedarán por siempre perdidos-, encontramos versos que muestran ese otro rasgo poético, leamos los siguientes:

 

…/…

“qué cerca estamos y cuánta

distancia nos separa”

(Energías, p. 17, CNE, 2010)

 

…/…

“Juntos veíamos

el agudo sonido del silencio”

(Juntos, p. 18, CNE, 2010).

 

…/…

“Hace bastante vi las piernas a una muchacha.

Como los dientes de leche eran blanquísimas.

…/…

Cuando me callaba, todos pensaban

que resolvía una abstracción matemática.

Pero yo veía las piernas

casi todos los días le veía las piernas

y nunca pude tocárselas.

(Para que se den cuenta, p. 48, CNE, 2010).

 

Al final del poema Rampas y rampas y rampas (p. 45, CNE, 2010) escribió:

…/…

“y las muchachas le hablaron

para que continuara jugando

él dijo:

Tengo que ir a hacer un volado”.

 

Y se fue por el cementerio Oriental… eso lo digo yo, solo para completa la predicción de lo ocurrido el 15 de enero de 1970…

 

 

En el histórico auditorio 12, hoy auditorio Fernando Gordillo del Recinto Universitario Rubén Darío de la UNAN-Managua, hay un imponente y colorido mural realizado en el marco del boom muralista de Nicaragua a principios de la década del ochenta, fue pintado por una brigada de artistas italianos y retocado en 2016 por el pintor Vladimir Hernández de la Unan. Entre el conjunto de catorce rostros grises, al extremo izquierdo está la figura de Carlos Fonseca y el Padre de la Autonomía Universitaria el Dr. Mariano Fiallos Gil (León, 1907 – 1964), al extremo derecho, debajo de Sandino y encima del niño mártir Luis Alfonso Velásquez Flores, está el joven moreno, de gruesos lentes y mirada serena: Leonel Rugama.

 

En honor a la memoria del poeta esteliano, para evitar las terribles consecuencias del olvido, para señalar como referencia su ejemplo, el Instituto Nicaragüense de Cultura (INC), la Juventud Sandinista 19 de Julio, la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN) y la Federación de Estudiantes de Secundaria (FES), impulsan el Movimiento Cultural “Leonel Rugama”, fundado a inicio de la década del ochenta, para promover con amplitud entre la juventud nicaragüense la creación artística y la cultura.

 

Ejes temáticos posibles para una cátedra abierta Leonel Rugama:

 

Una cátedra abierta desde la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN-Managua, que lleve el nombre de Leonel Rugama, desde la Facultad Regional Multidisciplinaria en su ciudad natal, Estelí, en ocasión de conmemorar el 40 aniversario de su fundación (1979-2019), creo que debe reconocer y promover los valores del joven poeta revolucionario.

Podríamos sugerir seis ejes temáticos a considerar:

  1. Cristianismo y “opción preferencial por los pobres”.
  2. Compromiso social y solidaridad: “con los pies en la tierra viendo al cielo”.
  3. Creatividad e innovación cultural: democratización de la cultura y la educación.
  4. Revolución y cambios por el bien común.
  5. Medio ambiente: desarrollo sostenible.
  6. Equidad y justicia social: participación comunitaria.

Las cualidades personales, lo que en Darío nombramos como la “Pedagogía Rubendariana”[12], la ruta de aprendizaje del genio literario, también fueron algunas de las cualidades cultivadas prematuramente por Leonel, cada quien recorriendo el tiempo y las circunstancias que les tocó.

Se reconoció autodidacta, aprendió a escuchar, era lector constante y observador acucioso. Fue humilde y curioso, dos condiciones básicas para aprender e innovar, y fue persistente, actitud indispensable para lograr un propósito.

Se enfocaron en una visión desde temprano y se encaminaron a ella, visionarios sin dejarse perturbar ni distraer del propósito esencial, hasta el epílogo de su existencia perecedera, que cada quien tuvo: uno truncada dramáticamente por la violencia desde muy temprano, el otro, después de recorrer su intenso camino errante. Darío brilla en la literatura universal por su impacto trascendente. Leonel es una estrella prematura de heroísmo y poesía nueva que venció un pasado para que éste, no vuelva jamás.

El reto asumido y por asumir es transformar, desde la intelectualidad comprometida y desde la academia, los paradigmas coloniales y neocoloniales, imperialistas, dependientes, excluyentes y hegemónicos por otros esencialmente solidarios y equitativos, de autodeterminación, que hagan sostenible la vida humana con dignidad en nuestra casa común.

Es congruente con el difícil anuncio del Evangelio de Cristo: “un nuevo mandamiento os doy: que os améis los unos a los otros…” (Jn. 13:34) y el radical mandato: “vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Luego ven y sígueme”, (Mc. 10:21), así de radical. Es la “opción preferencial por los pobres”.

Desde la poesía, el poeta, desde el texto y el discurso, el intelectual y el académico, pueden tener la oportunidad de influir para modificar el sistema de valores retrógrados que impiden el desarrollo humano solidario y equitativo. La belleza literaria y la profundidad conceptual al servicio de la sociedad, para hacerla menos desigual, más justa, más humana.

La de Leonel es una poesía con propósito, con sentido, de pertenencia e identidad, se describe y percibe dentro de un contexto, desde la marginalidad para los marginados, rondando la exclusión para rebelarse a ella, con versos precisos y contundentes, sin medias tintas ni metáforas de fantasía, desde una realidad próxima en la que está imbuido, para enfrentarla y cambiarla con la palabra y los hechos que fueron anunciándose en los versos, sin ataduras y fluidos, sentidos y vividos, para morirse haciendo de la vida un poema para toda la vida.

El tiempo para Leonel se fue de prisa, sin embargo, su limitada obra literaria, en verso y en prosa, es trascendente e innovadora, fue precursor y creador. Culminó la fugacidad del tiempo vivido con la intensidad del tiempo transcurrido y el epitafio que no fue el final, sino apenas el principio, hace cinco décadas.

Leonel, poeta místico y guerrillero, alimentó -y continúa alimentando-, al movimiento sandinista con vitalidad desde su convicción de renuncia, vida humilde y solidaria, sin miedo al riesgo ni a la muerte e inspirado en su fe religiosa, asumió temprano un sólido compromiso político y social.

Nació de familia pobre, vendía tortillas, a veces las tortillas, cuando se quedaba jugando trompo, naipe o chibola con los chavalos del vecindario, se le enfriaban, pero aun así las vendía; estudió en el Seminario católico cuatro años de secundaria, fue alumno destacado, jugaba con pasión y destreza ajedrez, joven sencillo, de buen humor y ocurrente, le gustaban las matemáticas y las muchachas bonitas, a ninguna les dedicó el tiempo deseado, renunció a ello; amó la vida y el amor; fue lector, autodidacta, maestro y poeta, guerrillero sandinista, murió, junto a dos compañeros, frente a un batallón de la Guardia por el cementerio Oriental de Managua, después de la hora nona, el jueves 15 de enero de 1970, hace cincuenta años, sin rendirse, persistente hasta que llegó el silencio y en un instante antes escribió el último verso con el aliento final de su vida: “¡Que se rinda tu madre!”, fue un grito rebelde que expandió el viento y no fue ahogado por el ruido persistente de los proyectiles ni por el humo que oscureció la tarde…, entregó su vida, no para morir, sino para seguir viviendo, para construir la paz, como los santos…

El poeta es sensible nunca indiferente, ve más allá de las apariencias, percibe la esencia de la gente, de las cosas y de las circunstancias, construye, ve el futuro, vuela hacia las alturas; el revolucionario elabora utopías, es solidario y comprometido, asume sacrificios, no evade responsabilidades ni las consecuencias de sus actos; ambos, en uno, son visionarios, soñadores incansables, allí es donde adquiere sentido la vida, la razón de ser de la existencia que transcurre en una realidad concreta que debe ser transformada, por el bien común, que no es egoísta ni excluyente.

He comenzado a creer, no sé ustedes, persuadido por las evidencias, que es requisito para ser santos, ser primero poeta y revolucionario, así que seamos todos y todas, poetas revolucionarios, para ser contado entre los santos… como Leonel Rugama.

Así sea.

 

Muchas gracias.

 

 

 

Fuentes bibliográficas principales:

  • Rugama, Leonel. (1982). La tierra es un satélite de la luna, Colección La Honda, Casa de las Américas, diciembre de 1982, La Habana, Cuba.
  • (2010). ¡Que se rinda tu madre!, Ediciones del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE), enero 2010, Managua, Nicaragua.
  • Benedetti, Mario. (1977). Poesía trunca. Colección Literaria Casa de Las Américas. Selección y prólogo Mario Benedetti. Diciembre 1977. La Habana, Cuba.
  • Revista de los Estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. (noviembre, 1969). Taller No. 3, UNAN – León, Nicaragua.
  • (febrero, 1970). Taller No. 4, UNAN – León, Nicaragua.
  • Diario La Prensa, sábado 17 de enero de 1970. Managua, Nicaragua.
  • Diario Novedades, viernes 16 de enero de 1970. Managua, Nicaragua.
  • __________, jueves 22 de enero de 1970. Managua, Nicaragua.
  • __________, sábado 24 de enero de 1970. Managua, Nicaragua.

Personas abordadas:

  • Antonio Castro
  • Bismark Carballo
  • Doris Tijerino Haslam
  • María Esperanza Valle
  • Mario Urtecho

Otras fuentes bibliográficas:

  • Kempis, Tomás. (2008). “Imitación de Cristo”, Editorial Bonum, cuarta edición, marzo 2008, Buenos Aires, Argentina.
  • Ildefonso Falcones. (2019). “La mano de Fátima”, Penguín Random House Grupo Editorial, S.A.U., octava reimpresión, junio de 2019, Barcelona, España.
  • Bautista, Francisco Javier (2017). Último año de Rubén Darío II Parte Honduras y Panamá. Primera edición, Editorial La Salle Siglo XXI, Managua, Nicaragua.

Algunas fuentes electrónicas consultadas (27-30 de octubre 2019):

[1] Kempis, Tomás. (2008), “Imitación de Cristo”, p.240.

[2] Versos 3ro. y 4to. de la última estrofa del poema: El libro de las historias del “Che” (1968-1969), del libro publicado por el CNE (2010). En la versión publicada en la revista Taller No. 3 de la UNAN (noviembre, 1969), unos meses antes de su muerte, son los versos penúltimo y último.

[3] Rugama, Leonel. (1982), La tierra es un satélite de la luna, pp. 72-86.

[4] Bautista, Francisco Javier (2017). Último año de Rubén Darío II Parte Honduras y Panamá; pp. 201-205.

[5] Rugama, Leonel. (1982). La tierra es un satélite de la luna. Colección La Honda, Casa de las Américas, La Habana, Cuba; diciembre 1982; pp. 111 – 119.

[6] Benedetti, Mario. (1977). Poesía trunca, p. 234.

[7] Cabestrero, Teófilo; 1990, Editorial Nueva Nicaragua, p.2: https://es.scribd.com/document/79173369/36909466-Cabestrero-Teofilo-Leonel-Rugama-El-Delito-de-Tomar-La-Vida-en-Serio

[8] Es el diario de opinión católica más antiguo de Estados Unidos de América, editado y administrado por católicos progresistas, a través de una empresa sin fines de lucro con sede en Nueva York, se publica en idioma inglés. Fundado en 1924. Catalogado como “crítica de religión, política y cultura”. Publica 22 revistas Commonweal cada año.

[9] La publicación, de 365 páginas, incluyó, en el orden, a los siguientes poetas: Ernesto Ché Guevara, Juan Carlos Alvarado, Otto René Castillo, Edwin Castro, Roque Dalton, Mónica Ertl, Argimiro Gabaldón, Raúl Gómez García, Agustín Gómez-Libián, Ibero Gutiérrez, Javier Heraud, Víctor Jara, Rony Lescouflair, Rigoberto López Pérez, Carlos Migighalla, Ricardo Morales, Roberto Obregón, Frank Pais, Néstor Paz Zamora, Leonel Rugama, Aldo Sa Brito, Luis y Sergio Saiz, Jorge Salerno, Edgardo Tello, Francisco Urondo, Rita Valdivia y Jacques Viad.

[10] Poesía trunca, pp. 233-268.

[11] La diócesis de Estelí fue creada en diciembre de 1963, desmembrada de la diócesis de León. Era el obispo Mons. Clemente Carranza y López (Nandasmo 1905- Estelí, 1978).

[12] Bautista, Francisco Javier. (2017). Último año de Rubén Darío, II Parte, pp. 17-38.

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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