AFECTOS Y APRENDIZAJES EN LA CONMEMORACIÓN A RUBÉN DARÍO
Adelante Nicaragua, canal ExtraPlus
Néstor Espinoza entrevista a Francisco Bautista Lara
Managua, Nicaragua, 24 de enero de 2020.
Video (53:27): https://www.youtube.com/watch?v=T7gWSMuwxKo
Bienvenidos a este nuevo segmento de Adelante Nicaragua, nos encontramos con Francisco Bautista, quien ha hecho algunas investigaciones y publicado dos libros sobre Rubén Darío en los que incluye publicaciones alrededor de Centroamérica durante el año anterior y en el de su muerte: “Último año de Rubén Darío”.
Es lo que en Centroamérica se dijo sobre Rubén Darío, y lo que él hizo el último año de su vida. En el segundo libro completé las publicaciones de Panamá y Honduras, que fueron los países donde la relación de Darío fue menos frecuente, porque en Centroamérica fundamentalmente estuvo en Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Costa Rica, eso fue en el primer libro, en esos cuatro países vivió y el vínculo familiar, afectivo, histórico para él fue relevante.
Aquí en Nicaragua nació, vivió su adolescencia y vino a morir; en El Salvador, como todos saben, también vivió, fue el primer país a donde salió, ahí se casó con Rafaela Contreras, dirigió el diario La Unión en su segunda visita, y en la primera, se encontró con Francisco Gavidia. En Guatemala, se casó por la iglesia, también vivió y dirigió un diario, y también tuvo relación cercana con Guatemala; incluso ahí fue el país de Centroamérica desde donde publicó la segunda edición de Azul… Su esposa es costarricense, y, su hijo nació en San José; también trabajó y publicó algunos textos interesantes en Costa Rica.
Esos son los cuatro países centroamericanos más relevantes en su vida, es el primer tomo del Último año de Rubén Darío. Después tenemos Honduras, donde nunca visitó, excepto recién nacido, porque la mamá lo llevó a San Marcos de Colón, sus recuerdos son generales, no tiene una vivencia directa, aunque si tuvo amistad cercana con personajes importantes de la literatura y política hondureña como Froilán Turcios, Eliodoro Valle, y Juan Ramón Molina, el gran poeta hondureño.
Casualmente en el último simposio que se desarrolló en León fue erigido un monumento, un busto a Juan Ramón Molina, en la venida Pedro Arauz Palacios, con la participación de algunos escritores y autoridades hondureñas y nicaragüenses, en el marco del XVIII Simposio Internacional Rubén Darío.
Después tenemos la relación con Panamá: era un lugar de tránsito obligado cuando iban a España, tenían que embarcarse, por lo tanto, pasaban por Panamá. En aquel tiempo, Panamá era un departamento de Colombia, no era parte de Centroamérica. Entonces, el primer puesto importante que tuvo Darío fue Cónsul de Colombia en Buenos Aires. Eso le permitió entrar en contacto con Argentina, que para él significó un espacio territorial, social, cultural y político relevante en su trayectoria literaria.
Estas dos publicaciones de El Último Año de Rubén Darío, Parte I y Parte II, tratan de sistematizar el epílogo de la vida de Darío, cuando ya es un hombre reconocido a nivel internacional, pero que está en el último período de su existencia, y busca el destino final hasta llegar a Nicaragua y fallecer en febrero de 1916.
Pienso que Nicaragua tiene las fiestas patronales de “San Rubén Darío” cada año, y son las fiestas más populares, y más amplias con respecto a la cobertura territorial, y más extensa en cuanto a su duración de Nicaragua. Son en realidad una especie de “fiestas patronales” que comienzan en la víspera del nacimiento de Darío, el 17 de enero. En Ciudad Darío y en León se comienza a celebrar, hay tiradera de cuetes y desfiles, se celebra el Simposio Internacional de Darío, que es una tradición, y luego viene el nacimiento; y todo eso días se están celebrando actos, conferencias, festivales, música, danzas, recitales, declamaciones, etc.
Después viene el 6 de febrero cuando es la fecha en la que se celebra el aniversario de la muerte de Rubén Darío en León, y finalmente hasta el 13, el día cuando se entierra a Darío en la catedral. Entonces, tenemos más o menos entre el 17 de enero, y el 13 de febrero, las más largas fiestas patronales de Nicaragua, que se desarrollan en todos lados. Hay actividades en Matagalpa en el marco de su nacimiento, en las embajadas de Nicaragua en el mundo, en lugares a donde hay gente que aprecia la literatura hispanoamericana, aunque no sean nicaragüenses. En la consciencia popular, en el folclor nacional, en los actos oficiales, en la suma de todas esas expresiones, hay afecto profundo y popular.
Si ves el Simposio Internacional de Rubén Darío, que se dio en León desde el 17 y el 20 de enero, encontrás un acto en la plaza donde había comparsas, danzas, y había disfraces, niños de escuela y vecinos, declamaciones, desfiles donde dramatizan poemas, las musas, hay todo un escenario teatral y de fiesta popular, donde la gente se entusiasma. Esas muestras de gran expresión popular son realmente valiosas. Me hago una pregunta en voz alta: ¿Qué demuestra eso? Demuestra que Rubén Darío está presente en el sentimiento popular y en el sentimiento institucional oficial; pero no es suficiente de que el estado haga algo, porque la gente siente a Darío como parte de la vida cotidiana.
¿Quién más que sea una gloria literaria universal o nacional, tiene ese tipo de celebración en el mundo? Me pongo a pensar: Miguel Ángel Asturias en Guatemala, Premio Nobel de Literatura, el escritor más reconocido de Guatemala, no tiene eso en Guatemala. O Francisco Gavidia en El Salvador, el referente más importante de la literatura del último siglo en El Salvador. Esa celebración tan entusiasta, tan popular, tan institucional, no existe. Tampoco con Turcios, en Honduras. E incluso para Gabriel García Márquez, en Colombia, Premio Nobel de Literatura, no tiene esa celebración tan típica que tenemos nosotros.
Me parece que aquí hay una mezcla de ese “sentimiento casi religioso” de veneración de los nicaragüenses y los latinoamericanos, que lo volcamos en este símbolo de la literatura hispanoamericana, también de la identidad nacional, y todo lo mezclamos en esa celebración, como en nuestras tradicionales patronales, adquiridos desde la colonia. Pero, además, si te ponés a pensar: “José Martí”, en Cuba, no solamente es un referente en la literatura, también era líder político, prócer de la independencia, por lo tanto, tiene otra connotación que no tenía Darío. Ninguna figura literaria a nivel global tiene esa característica en su conmemoración como la tiene Rubén Darío, es un fenómeno interesante, un fenómeno cultural y social. Diría que está vinculada con la idiosincrasia e ingenuidad, la sensibilidad muy particular del nicaragüense. Es cierto que los gobiernos pueden promover o apoyar más ciertos esfuerzos, pero la tradición de Rubén Darío tiene más de cien años: en distintos momentos tiene énfasis, iniciativas creadoras, etc.
Pregunto: ¿quién de los personajes de la literatura en distintos países está incluido en la constitución política o carta magna? No conozco a nadie, sólo Rubén Darío.
Es el nicaragüense más universal: la pertenencia de Rubén Darío, aunque sea nicaragüense, no la podemos discutir de manera exclusiva, porque todo mundo se apropia de alguna manera de Rubén Darío. El país como nación y los nacionales tenemos el interés particular en reconocer a este nuestro “santo”.
El Premio Nacional de Poesía se llama Rubén Darío, el Teatro Nacional, la Orden de la Independencia Cultura también llevan su nombre, está en el Preámbulo de la Constitución Política: “Prócer de la Independencia Cultural de la Nación”. La cantidad de libros que se publican sobre Rubén Darío en Nicaragua, en América Latina y en el mundo cada año es importante: Solo en el centenario hubo unos 40 libros publicados, en este año otros cuantos, cada año hay nuevos libros referidos a su obra y relativo a algún asunto vinculado.
Lo que pasa es que, a fin de cuentas, todavía quedan cosas por decir sobre Rubén Darío. Aunque algunos dicen que se ha dicho mucho, el efecto de Darío es tan interesante, que la afirmación de que se ha dicho poco es sólida. Se habla de él como, “Padre del modernismo”, poeta, escritor, cronista, emprendedor, literario, diplomático o periodista, tal vez de algún otro Rubén Darío por ahí, hay tantas facetas, además de las ya conocidas, hay tanto de qué hablar, tanto por decir.
Casi todos los nicaragüenses se saben al menos un verso de Darío, ya no digamos un poema completo, una expresión, que se vuelven como refranes populares en el lenguaje de la gente. No tiene que ser “bachiller”, desde la primaria, gente semi analfabeta incluso, que es capaz de decirlo. El doctor y el profesor, también lo dicen. La gente cuenta anécdotas de Darío, a veces mal contadas, y chistes, con sus agregados populares y supuestos, a veces no necesariamente reales como ocurrieron en la vida de Darío, sino como la gente los conoce o recuerda, con sus virtudes y defectos, con las especulaciones, y los mitos que genera un personaje como este: hay mucho de ficción alrededor del imaginario colectivo sobre Darío, pero no importa, está ahí. Igual que los santos patronos de los pueblos, de los barrios, la gente habla de ese misterio, de ese milagro, de la promesa; en Darío eso se manifiesta de manera sistemática.
Quisiera recordar lo que mencioné al principio, sobre el monumento que se inauguró en el Simposio Internacional de Rubén Darío, dedicado a Juan Ramón Molina, para enfatizar esa característica de Darío, solidaria, generosa. Juan Ramón Molina, es nombre del Premio Nacional de Literatura en Honduras. Por fortuna le acaban de instalar este monumento. Darío lo conoció personalmente en una conferencia internacional en Río de Janeiro, era la tercera cumbre panamericana. Darío va como miembro de la delegación de Nicaragua, y Juan Ramón como miembro de la delegación hondureña; también asiste Froilán Turcios, entre otros. Ahí se conocen. En el escenario del foro político, cultural, económico, que las naciones del continente desarrollan en Río de Janeiro, también ocurre un foro literario, donde los poetas y escritores que asisten, se juntan para hacer eventos, actividades culturales paralelas. En una de esas actividades, los poetas y escritores visitantes, o los intelectuales, van a hacer un saludo a los poetas brasileños.
En aquel entonces, había gente reconocida, todavía vivía el brasileño Joaquín Machado de Asís, por ejemplo, aunque no estaba ahí, pero me imagino que algún contacto tuvo con aquellos poetas de la época. Los poetas van a escribir un saludo, Darío y los otros, escriben uno para ver quién de ellos va a dirigirse a los brasileños.
Darío ya es reconocido a nivel internacional, a nivel mundial es una figura destacada en 1906, ya publicó Azul…, Prosas profanas, Cantos de vida y esperanza, es identificado como un referente de la literatura española en la prosa y en el verso. Juan Ramón Molina, un poco más joven que Darío, destaca ya en la poesía, pero todavía no tiene impacto internacional, es decir, su reconocimiento fuera de Honduras es limitado o inexistente. El poema de Juan Ramón para el saludo, titulado “Salutación a los poetas brasileños”, comienza con esta estrofa:
“Con una gran fanfarria de roncos olifantes,
con versos que mutasen un trote de elefantes
en una vasta selva de la India ecuatorial
quisiera saludaros -hermanos en el duelo-
en las exploraciones por la tierra y el cielo,
en el martirologio de los circos del mal.”
Este poema Darío lo leyó antes y dicen que destruyó el propio y dijo a Molina, que el suyo era mejor, le cedió el espacio público de reconocimiento, la tarima para que proyectara su caudal poético el joven poeta hondureño en un escenario público internacional. Esa actitud de Darío es ejemplar, no es el laureado poeta, que se posesiona de sus laureles y excluye al otro, sino aquel que le da espacio al nuevo, para que adquiera también gloria.
Para Juan Ramón Molina quizás fue el escenario más importante de su vida, el reconocimiento de un poeta famoso, que le da espacio para que sobresalga: es una actitud meritoria y fraterna de Darío, frente a un colega poeta que escribe poesía extraordinaria. Sobre Juan Ramón Molina, y Rubén Darío, años después, Miguel Ángel Asturias, publicó una antología de Molina, y escribió un ensayo donde lo calificó como poeta gemelo de Darío, porque la estructura de sus versos está marcada por el estilo rubendariano, es modernista, y su discípulo, porque Darío fue precursor de esa corriente, pero ahí va Molina, consagrado también como poeta destacado. Me parece meritorio que Nicaragua, a través del Simposio y de los escritores hondureños, haya inaugurado este monumento en la Av. Pedro Arauz.
En ese momento quedan evidenciadas tres cosas: primero, la importancia de Molina en la literatura hondureña, centroamericana y modernista; segundo, el vínculo Molina – Darío, Molina es continuador de este precursor; y tercero, esa anécdota tan interesante pone en evidencia las características humanas y la humildad del nicaragüense, capaz de reconocer en el otro su calidad literaria. Me parece que cuando veamos el monumento podemos identificar o recordar estas tres cosas.
Las obras completas de Darío no han sido aún publicadas, están dispersas, algunas ignoradas, seguro alguien encontrará algún otro poema, o texto escrito desconocido, porque Darío publicaba en casi todos los diarios, más bien, en todos los diarios de habla española de la época, hay alguna publicación de Darío. Las obras publicadas de Darío, las conocidas, los libros son los que están disponibles. Después se han publicado crónicas, dispersas, escritos de La Nación, en Argentina, es una recopilación importante de crónicas, y otros. Escribió en multitud de diarios nacionales y extranjeros, de Europa y América Latina. Sigue siendo un tema pendiente; lo fundamental queda disponible.
Creo que si tendríamos que hablar de Darío, y ahí viene el porqué de estas celebraciones tan populares y de mucho colorido, hay mucha alegría y fiesta, homenajes oficiales, de instituciones estatales, de embajadas, en diferentes partes del mundo, hay conferencias, algún poema que se publica: hay afecto popular, la gente quiere a este personaje nacional tan importante y que es próximo a nosotros territorialmente hablando, sus referencias están en nuestro entorno, las vemos en la calle, en un edificio, monumento, o en la casa donde vivió, ahí está, la gente pasa caminando y lo encuentra en su entorno; en su tumba en la catedral, en casi todo lugar. Con facilidad encontrás en cualquier escenario nacional un aspecto que te recuerde a este compatriota, de tal forma que es imposible obviarlo, pero solo conocemos algunos cuantos poemas en realidad; algo de su prosa y de sus crónicas, últimamente, hay mucho que no sabemos.
Hay una pregunta: ¿cuál es el mensaje que tiene más allá de la celebración? ¿Qué deberíamos resaltar? ¿Cuál es la utilidad práctica de Rubén Darío para las generaciones presentes y futuras? Intentaré comentar sobre ese asunto. La belleza de su poesía y su prosa provoca placer efectivamente, es agradable como lectura, como distracción, cuando leemos una novela o un cuento, es un aporte a la humanidad: disfrutamos de una lectura buena, bonita y clásica.
Los mensajes-contenidos en los textos daríamos también tiene un aporte adicional, no solamente la belleza del texto, sino que la enseñanza y la utilidad del mensaje que está ahí, en los ámbitos sociales, políticos, humanos, personales, “Lo fatal”, por ejemplo, es extraordinario no solo por su estructura poética sino también por la profundidad y trascendencia del contenido. Muchos poemas como “Los motivos del lobo”, “A Margarita”, son útiles por el mensaje, permiten un aprendizaje adicional.
Es clave el rescate que Rubén Darío abre para la identidad hispanoamericana: eso se ha tratado de enfatizar últimamente, es decir, no es solamente la identidad nicaragüense, sino que escribe poemas o prosas desde la perspectiva cultural, económica, y política del mundo latinoamericano, no desde la metrópoli principal como Madrid, sino que viene de aquí, de León de Nicaragua, y desde aquí proyecta la transformación de la lengua española, una renovación que se impone. No es la idea de alguien que quiere hacer algo, que nadie escucha, y no logra imponerse; es de quien formula el mensaje, lanza la innovación con creatividad extraordinaria, y logra imponerse en su época de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, y queda como un referente imposible de obviar.
Hasta ahí más o menos, nosotros hemos presentado a Darío normalmente, pero creo que aquí hay otra reflexión: qué requiere un joven bachiller, que quiere estudia ingeniería, un joven que se gradúa y va a estudiar medicina, o quiere hacer un pequeño negocio, llámese pulpería, taller de zapatería, emprender algo: un emprendedor, como llamamos ahora, un contador, o periodista, un carpintero, es decir, esa generación de jóvenes de 18 a 20 años que comienzan a abrirse en el espacio académico, cultural, económico para definir y construir su futuro.
A parte de los tres puntos anteriores: recursos modernismo literario, la belleza literaria, el impacto como identidad hispanoamericana, pregunto: ¿qué otra utilidad podemos encontrar en Darío? Ahí viene una pregunta que quisiera responder, y sobre la cual he reflexionado en distintos escenarios: Creo que podemos aprender mucho más de Darío, de lo que hemos enseñado hasta ahora. El Darío de cisnes y princesas es totalmente insuficiente, porque de repente, puede suceder que querés ser ingeniero, médico, o comerciante, no te gusta la poesía, ni los cuentos, no es ese tu mundo. Hay personas, incluso intelectuales y profesionales, que alguna vez han dicho que no le encuentran sentido a la poesía, hay personas que son así, ¿qué interés puede tener en Darío esa persona?
Haré algunas afirmaciones del Darío que todos sabemos: primero, Rubén Darío fue un personaje de éxito que logró un impacto transcendente en la literatura. Segundo, ¿cuál fue el punto de partida? Ese es otro elemento importante: comenzó en la llanura, frente a un conjunto de adversidades y logró un impacto indiscutible en la cumbre de la literatura universal. ¿Cuál fue el camino de Darío para lograrlo? ¿Cuáles fueron sus circunstancias? Dicen: “Yo soy yo, y mis circunstancias”.
Todos nosotros nacemos bajo ciertas circunstancias que no elegimos; hay circunstancias adversas con frecuencia: tal vez tenías padre, o tu padre o madre te abandonaron, no los conociste, no hubo abundancia económica, más bien escasez; naciste en un escenario, en una época concreta, en una ciudad, en un entorno social, cultural, económico y político concreto. Esas son tus circunstancias, cada quien tiene las propias; puede hacer lo que quiera en el tiempo: o las aprovecha, o se ahoga en sus circunstancias.
El planteamiento es: hay que reconocer que Darío, consciente o inconscientemente, tenía sus circunstancias, y se aprovechó y montó en ellas, y de esas potencializó su perspectiva e identificó un propósito: ¿para qué? ¿qué quiero hacer? ¿en qué me enfoco? Darío se enfocó en un objetivo claro, la literatura: quería transformar la lengua castellana, le gustaba con pasión la poesía, se enfocó a eso; identificó con claridad su objetivo. ¿Para qué estoy aquí? ¿Dónde quiero llegar? Lo identificó como lo hacen las personas, así como hay otras que lo obvian, y simplemente se quedan en el río para que “las aguas lo lleven adonde sea”. No, Darío quiso dirigirse hacia un propósito, partir de una visión concreta, se encaminó a ella. En su propósito comenzó a avanzar hacia allá, no se quedó sentado para que las cosas ocurrieran, las busco con insistencia, sin perder de vista de manera obsesiva, su visión.
Otra característica es que fue persistente: si empezamos a analizar todas las dificultades, los obstáculos, o los desencantos que tuvo, tendríamos que decir que se pudo quedar a medio camino, pero no, siguió. Alguien puede sentirse moral y emocionalmente defraudado porque no tiene padres, y se quedó con la tía abuela, y entonces ¿qué? Él no se resignó por eso, permaneció en su propósito, siguió avanzando, persistente hasta el fin. Sin riales publicó, viajó a Chile, se presentó en escenarios importantes de la época, sin dinero en la mano, simplemente con cartas de recomendación, sin título profesional porque no era ni bachiller.
Logró remontarse desde la adversidad hasta las alturas; ahí tenemos una serie de cualidades que cultivó: fue autodidacta. No estudió, no se bachilleró, no obtuvo título universitario, pero ¿se quedó sin aprender? No, organizó su aprendizaje, leía siempre, observaba, aprendió a escuchar, y escuchó toda la vida; escuchar se convirtió en punto de partida de la ruta rubendariana, del carácter autodidacta.
Otras cualidades personales de Darío, por ejemplo, como la que vimos con relación a Juan Ramón Molina: hombre humilde, a pesar de la altura no escatimaba leer libros de autores nuevos insignificantes en la época, o dar una opinión de aliento a alguien, aunque no fuera un consagrado escritor o poeta, entonces era un hombre que reconoce que puede aprender de todos, y logró captar los avances de la época e integrarlos en su proceso innovador.
También era un hombre sensible: esa sensibilidad le permitió captar lo que refleja su poesía, porque si no hay sensibilidad, no será capaz de interpretar los asuntos emocionales, humanos, espirituales, políticos, sociales; logró integrar en su composición literaria esa sensibilidad.
Finalmente, es agradecido, no es mal agradecido, expresa el agradecimiento en los poemas y la prosa que escribe, y de manera directa, no escatima en expresar gratitud. En todo este camino él pagó los costos, porque todo en la vida tiene costo. El hecho de estar aquí, significa que no estás en otro lado: si querés ser ingeniero, o médico, renuncias a otras cosas; la vida se construye así: toda decisión humana, por muy simple que sea, tiene costos: un costo personal, no solo económico, costo moral, psicológico; renuncias a unas cosas y asumís otras.
Darío tuvo un propósito desde el principio, desde la adversidad, se encaminó de manera persistente a ese propósito; en ese camino fue pagando los costos. Desde mi opinión, hay tres costos fundamentales que pagó: el primero, fue económico, no hubo capital económico acumulado por Darío, porque no era ese su propósito, incluso cuando tenía dinero y alguien lo necesitaba, se lo daba, siempre invitaba a los amigos y los amigos comían bien; acumular dinero no era la virtud de Darío, no era un calculador económico, no estaba en sus prioridades.
El segundo fue la salud, él no estaba pendiente de su salud, la salud no era algo por lo que él estuviera pendiente. La tercera es que no logró constituir una familia estable, es decir, amó los amores que tuvo, y los dos hijos que le sobrevivieron, no estuvo ahí, anclado a un matrimonio, o con una mujer, o un hijo, pagó esos costos. La prioridad es muy clara, la anunció y asumió temprano, desde la adolescencia.
En conclusión, lo que acabo de decir es que de Darío deberíamos empezar a producir más de ese hombre de carne y huesos, con virtudes y dificultades, con fracasos y debilidades, que se remontó desde la adversidad, que es ejemplo de emprendedurismo, emprendedor de éxito del cual pueden aprender las generaciones presentes y futuras. Si no te gusta la poesía, no leas poesía. Si no te gusta la prosa, no leas prosa. Te perdés de la belleza literaria extraordinaria creada por Rubén Darío, pero este compatriota tuvo la virtud de lograr con éxito su propósito e imponerse como el nicaragüense de mayor importancia a nivel global, en la literatura universal y la lengua española, eso es imposible de obviar.