Recorrido por un camino pendiente
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Recorrido por un camino pendiente

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August 4, 2020

Recorrido por un camino pendienteCuando la novela Manantial vio la luz en octubre de 2013, después de indagar e imaginar durante casi tres años, entre documentos, testimonios, anécdotas y lugares; observando, escuchando e interpretando, hasta crear el relato histórico y biográfico en el contexto histórico, social y político de fines del siglo XIX e inicios del XX, para recrear la vida posible del incomprendido y poco conocido José Zacarías Guerra Rivas, habitante de Managua, dejé pendiente, pospuesto por diversas razones, recorrer el viejo trayecto de unos 18 kilómetros que, desde la Capital, llega a Las Nubes, hoy parte del municipio de El Crucero, en donde está la hacienda Las Delicias, de la que José, personaje principal de la novela dice: “son una verdadera delicia para el paladar y la vista, para los oídos, el tacto y el alma”, por el clima agradable y nuboso, el aire fresco, la vista espectacular que como una inmensa vitrina muestra desde la altura, casi al alcance de la mano, a Managua, el lago, los volcanes Momotombo y Momotombito, y bajando, la exuberante montaña verde que desciende para diluirse en las aguas cristalinas del Xolotlán.

Aprovechando la canícula de principios de agosto durante la época lluviosa, realizé la caminata (2.8.2020), desde el kilómetro 10 y ½ de la carretera a Masaya, después de pasar Santo Domingo y llegar a San Antonio Sur, internándome en el caserío para tomar la ruta, encontrando sobre el trayecto viejas casas de madera y piedra que algunas fueron parte de haciendas cafetaleras, y pequeñas comunidades rurales como el Diamante, el Galope y otras, entre enormes árboles cuyas ramas impiden ver el cielo, con tramos alfaltados, empedrados o de tierra compacta cavada por los zurcos de las corrientes que se precipitan desde la altura. Escalo sobre la cima de las Sierras entre el zumbido del ventarrón que sacude las copas de los árboles y los barrancos húmedos de intenso y variado verdor que se mezclan al canto de pájaros, al bullicio de chocoyos, al alboroto de una manada de monos que se suman al concierto indescifrable de la naturaleza, hasta llegar, cinco horas después, a Las Delicias, en Las Nubes.

Recorrido por un camino pendienteLas Delicias es la próspera finca cafetalera que José Zacarías Guerra Rivas compró al agricultor de Masaya don Miguel Caldera en doce mil pesos en agosto de 1899, antes fue de Leandro Zelaya, quien inició el cultivo cuando el gobierno de Frutos Chamorro emitió un decreto (1853) para incentivar su siembra en las Sierras destinando quince mil pesos del erario público para premiar a los caficultores que, en el plazo de siete años, obtuvieran cosechas. Leandro sembró la primera mata de café en la hacienda El Tizate, sobre la cuchilla de las Sierras de Managua, hacia el oriente, y desde allí se extendió el cultivo a mediados del siglo XIX. Es la hacienda parte del patrimonio que el solitario, laborioso e incomprendido filántropo, catalogado de manera prejuiciosa como tacaño, heredó para construir un asilo para los huerfanos, lo que se supo al abrir su testamento (mayo, 1913), naciendo así el Hogar Zacarías Guerra. La finca, 121 años después (1899-2020), continúa siendo propiedad de la fundación que lleva su nombre, es conocida como La hacienda de los huérfanos. Tiene ciento veinte manzanas, se eleva desde Las Nubes, desciende hacia el noreste, en linderos de Ticuantepe, llega al bosque, en donde un cristalino ojo de agua y un manantial fluyen sobre la piedra lisa, rojiza, de origen volcánico; en medio de la abundante vegetación se precipita en la cascada y alimenta las fuentes fluviales.

Recorrido por un camino pendienteAntes de llegar al final, mientras voy sobre el largo recorrido, me detengo en una modesta casa de madera, parte de otras tres viviendas, una señora descalza, con falda larga y delantal de encajes, limpia las hojas de la entrada de tierra, su hijo, repara el cerco de alambre de púas. Me quedo a conversar por curiosidad. Ella ríe, dice que tiene ochenta años, el hijo comenta que podrían ser más; se ve fuerte, no usa zapatos. ¿Porqué? Pregunto. No tengo cayos, dice ella, nunca me he puesto zapatos, me chiman. Llega un señor mayor, el hijo afirma que es el marido de la mamá, lo llamo, parece que no escucha, ¿qué edad tiene? Pregunto. Creo que es mayor, afirma el hijo. Me invitan a una taza de café recalentado en un pasillo metálico, disfruto la generosa sencillez de esa familia. Comparto con ellos unas galletas de avena que llevo en la mochila ¿No les ha afectado la pandemia? Pregunto. La señora responde pronto, es más hablantina que el hijo: “no papito, eso parece que es de la ciudad; aquí vinieron a vacunarnos del Centro de Salud”. Después hablamos de todo un poco, de recuerdos, del lugar, de la familia, de la gente, del camino que fue mejorado durante los últimos años, de la sopa de gallina con verduras que preparan para el medio día… Quedé de aceptar su invitación la próxima vez.

Recorrido por un camino pendienteSobre la pendiente se aprecia, por un lado, el impresionante volcán Masaya con su fumarola blanca que fluye del cráter y que el viento empuja hacia el sur oeste, y por el otro, la capital, el lago, los volcanes, el occidente de Nicaragua.  Por allí encontré descansando a un grupo de doce jóvenes que hacían senderismo y más adelante, a una pareja en bicicletas montañeras, uno de ellos de nacionalidad boliviana, hablamos, -mientras compartíamos el recorrido común-, de la inmensidad y variedad de su país con todos los paisajes posibles y de la belleza intensa, tropical y hospitalaria del nuestro.

Continúo el camino. Un hombre y dos niñas están sentados en las gradas de la casa, la niña limpia mazorcas de maíz, la más pequeña juega. Les compro unos elotes para cocer después. En otra casa, una mujer mueve el agua caliente y los nacatamales de una enorme porra ennegrecida sobre la leña. Otra señora de elegante y vistoso vestido espera a la orilla, mientras enfrente, en un inmenso árbol, una manada de monos grita y salta de rama en rama. Un hombre mayor camina con una Biblia bajo el brazo, se escucha el sonido de la música religiosa desde un local cercano. La mujer dice que espera la hora para ir al servicio dominical. Bajan otras personas que se dirigen al mismo lugar de culto. Muy cerca, dos hombres parece que sufren las consecuencias de la terrible borrachera de anoche y buscan dónde curar la resaca.  Llegando a la cima hay más casas, más gente a la orilla, niños jugando, el cielo está claro, el sol fuerte, aunque el aire fresco, suena música diversa y los perros ladran…

Llegando al final del recorrido y del relato comparto el último comentario. Conté a pocos la vieja decisión de realizar esta solitaria, intensa y reconfortante caminata pendiente. Una persona se asustó, me advirtió que no fuera solo, que era peligroso, que era locura, que los ladrones, que la pandemia… Otra me dijo: ¡Qué bien, adelante! Siempre será así en la vida, cuando le contés a alguien sobre “emprender un camino”, no faltará el que, -no será raro si es cercano- te señale con premura riesgos, peligros y fracasos, pero puede haber alguien que diga lo contrario, aunque, en todo caso, será siempre, si uno quiere, más fuerte la voluntad de cada quien. Es un asunto sencillo, una caminata pospuesta, decía en mí, la oportunidad de recorrer ese ambiente natural y volver a entrar en la historia contada.  Así que tenía un porqué. Al concluir tampoco faltará quien diga, antes y después, que no podrás, que amanecerás adolorido, que te vas a enfermar, etc. Aunque sea con buena intención, no dejan de ser “aves de mal agüero”. Hay quienes tienen extraordinaria capacidad (¿virtud o defecto? ¿prisioneros del miedo?), frente a cualquier camino, oportunidad o emprendimiento, para ver siempre obstáculo, dificultad y riesgo, lo perciben con tal intensidad que desisten iniciar; aunque tengan un porqué, será más dominante el temor y la preocupación que la satisfacción o beneficio por lograrlo.

Recorrido por un camino pendiente

Estimado lector, ¿en qué pensás primero cuando querés emprender algo nuevo y pendiente? ¿qué suelen decirte otros? Así que el consejo es simple: no pospongas emprender el camino pospuesto. Este ha sido, para mí, uno de ellos, algo así como diría Neruda: ¡confieso que he vivido, el camino ha sido recorrido!

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2 Comments
  1. Indio Nica

    August 7, 2020

    Excelente artículo.

    • Francisco Javier Bautista Lara

      August 24, 2020

      agradeable recorrido, te invito a hacerlo

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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