Menos católicos en el continente de la esperanza
En memoria de san Oscar Arnulfo Romero
(San Salvador, 24 de marzo 1980 – 2021).
Sorprende que, aunque en América Latina el 67% son católicos, seis países, a pesar de su arraigada tradición religiosa y cultural, registran en los últimos veinte años una drástica reducción llegando por debajo de la mitad de su población. Ellos son: Chile, Uruguay, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala. Mientras en las dos naciones suramericanas se evidencia un proceso de secularización al aumentar las personas que se califican “sin religión”, en los cuatro países centroamericanos hubo incremento proporcional de los congregados en iglesias protestantes de diversas denominaciones.
El Vaticano dio a conocer en octubre de 2020 el Anuario Estadístico de la Iglesia actualizado a diciembre de 2018 en el que reconoce que la proporción de católicos en el mundo se mantiene en 17.7% (1.32 miles de millones de 7.49 miles de millones de hab.). Los continentes con mayor porcentaje son: América (49%), Europa (22.9%) y África (16.4%).
La Corporación Latinobarómetro publicó (abril 2014), -un año después del ascenso al pontificado del arzobispo argentino Jorge Mario Bergoglio-, Las religiones en tiempos del Papa Francisco. El informe con datos de 18 países de la región muestra, entre 1995 y 2013, que las personas autodeclaradas católicas disminuyeron en 13 puntos porcentuales: de 80% a 67%. En general “lejos de abandonar las religiones, los latinoamericanos abrazan otra cuando abandonan el catolicismo”. En la mitad de los países la reducción fue más alta que el promedio: Nicaragua y Honduras, -con mayor disminución: -30 p.p.-, Costa Rica, Uruguay, Chile, Panamá, Brasil, El Salvador y Perú. Con excepción de Uruguay y Chile, en la mayoría de Latinoamérica más del 75% es cristiana (católica o evangélica).
La tendencia muestra la “migración de creencias religiosas” y que el proceso de secularización que se identifica en Europa, no tiene igual impacto en América Latina. Ello solo está ocurriendo en Uruguay y Chile, en donde la reducción de católicos engrosa la proporción de los “sin religión”.
País | 1995 % | 2020 % | Variación % | ||
Católicos | Católicos | Evangélicos | Sin religión | católicos | |
Honduras | 76 | 43 | 45 | 8 | -33 |
Nicaragua | 77 | 42.9 | 35.9 | no dato | -34.1 |
El Salvador | 67 | 41.2 | 28.2 | 18.7 | -25.8 |
Guatemala | 54 | 45 | 45 | 10 | -9 |
Uruguay | 60 | 38 | 10 | 39 | -22 |
Chile | 74 | 45 | 15 | 36 | -29 |
Panamá | 89 | 52 | 40 | no dato | -37 |
Perú | 90 | 72 | 18 | 7.5 | -18 |
Brasil | 78 | 54 | 24 | 10 | -24 |
Fuentes: Latinobarómetro (2014), M&R (2020), Cid Gallup (2014), otras.
Desde mediados de la década del noventa se observa en Centroamérica mayor reducción porcentual de católicos que se trasladan a las agrupaciones evangélicas. Encuestas posteriores al estudio referido (Latinobarómetro, 2014) confirman la tendencia. En Honduras, son católicos (2020) el 43% y protestantes 45%, hace veinticinco años (1995), se decían católicos el 76%. En Nicaragua, son católicos (2020) el 42.9% y protestantes 35.9%, en 1995 se reconocían católicos el 77%. En El Salvador eran católicos el 67% (1995), ahora 41.2% y protestantes 28.2%. En Guatemala pasaron de 54% a 45%; los evangélicos representan una proporción similar a la de católicos.
La confianza social en la iglesia católica en la región, entre 1995 y 2013, apenas observó reducción de -3 p.p. (de 76 a 73%), con algunas caídas temporales (2012: 62%). Fue menor al 50% en Uruguay y Chile. Una publicación de la BBC (2018) indicaba que la confianza en la Iglesia era de 65% lo que representa una caída de -11 puntos porcentuales con respecto a 1995. Esta calificación continúa atribuyendo a la institución católica, jerárquica y centralizada, posibilidad de influencia política de los países a pesar de la migración creciente de sus fieles a múltiples denominaciones evangélicas con liderazgos dispersos, organizaciones fragmentadas y opciones diversas. El sociólogo católico Pedro Marandé (Chile, 1948) afirmó: “muchos pastores piensan que el éxito político es equivalente al éxito pastoral, se equivocan. Su visibilidad, protagonismo, no es equivalente al éxito evangelizador que es su misión”. Pastores y laicos deben ser: “maestros y padres que den a familias y parroquias instrumentos para transmitir la fe”; el desafío es transmitir la fe con esperanza, sin desviarse en equívocos perturbadores.
La figura carismática del Papa Francisco es percibida de manera positiva y quizás ha permitido un ligero repunte de la iglesia en algunos países de la región o impedido mayor deterioro en otros. Fue evaluado (BBC, 2018) en promedio con 6.8/10, caída de -0.3 (2013); el mejor puntaje fue en Paraguay y Brasil (8.3 y 8) y el más bajo en Chile (5.3) y Uruguay (5.9). Según M & R (2020), el 59.7% de los nicaragüenses muestra agrado por el Papa, es la figura internacional mejor calificada, esta percepción positiva es 16.8 p.p. mayor de quienes se reconocen católicos.
Uruguay es el único país latinoamericano en el que el desarrollo económico y educativo en la era de la globalización tecnológica se manifiesta en secularización. En Chile, los escándalos de abuso y corrupción eclesial de la última década que llevó a la renuncia de los 35 obispos del país ante el Papa (mayo 2018), afectaron de manera dramática la participación de los fieles. Mientras en Nicaragua el sesgo de algunos jerarcas y sacerdotes en la promoción de la violencia o comprometidos en acciones político partidaria confrontativas, comprometió y desnaturalizó su rol incluyente de pastores. En la subregión de mayor violencia delictiva del continente: Honduras, El Salvador y Guatemala, la desesperanza y frustración provocada por la delincuencia y la exclusión socioeconómica, ante la limitada presencia o insuficiente acompañamiento de los pastores católicos, los devotos encontraron refugio y consuelo en iglesias evangélicas que percibieron más cercanas, flexibles y descentralizadas.
Durante las imprecisas circunstancias de la Pandemia que desencadenó múltiples crisis en el mundo y en cada país según su realidad, y cuyo desenlace, -a pesar de las vacunas que comercializa la industria farmacéutica-, continúa incierto, las personas, familias y comunidades, los más vulnerables, requirieron de mayor auxilio y consuelo. Frente a los confinamientos generalizados, el cierre de escuelas, la paralización de la actividad socioeconómica, la pérdida de empleos y autoempleos, lo que se llamó “distanciamiento social” como mecanismo extremo, inhumano e inefectivo de “prevención sanitaria” que aisló y aumentó el sufrimiento de millones de personas, los creyentes y no creyentes necesitaban el abrigo en la fe y la solidaridad, que, lamentablemente, a pesar de la explosión de los espacios virtuales (excluyentes e impersonales), llegó a ser insuficiente porque los templos fueron cerrados y muchos “pastores” se encerraron y distanciaron para proteger su propia salud, más allá del sentido de responsabilidad, atrapados por el miedo colectivo, -muy humano-, contradiciendo el significado de su fe y sin capacidad de transmitirla con pertinente consecuencia y caridad a sus fieles. Cuando en algunos países, por decisión gubernamental, eclesial o iniciativa de las personas, se cerraron negocios, tiendas, iglesias, instituciones, etc., y permanecieron abiertos lugares considerados “esenciales” como supermercados, farmacias, hospitales, centros de salud, servicios de seguridad, suministros de agua, energía, comunicaciones, etc., uno podría pensar que dejar los templos y capillas abiertas, como lugares de encuentro, recogimiento y oración, frente a la urgente necesidad espiritual de los creyentes, ante la desesperación y búsqueda de auxilio, hubiera sido indispensable, pero, en muchos sitios no fue así. ¿Qué consecuencias –aparte de las económicas- tendrá esto en el vínculo piadoso de las personas? ¿Qué daño se provoca a la religiosidad popular –tan relevante en A.L.- cuando muchas fiestas patronales, procesiones y tradiciones fueron clausuradas? ¿Cómo se ha afectado la sensibilidad religiosa y la espiritualidad popular llena de simplicidad? Quizás muchos asuman que no necesitan un templo, un confesor, ni un pastor para practicar su fe… Que a fin de cuentas tendrán que valerse por sí mismo, en su círculo cercano, para acompañarse en el amor y la caridad.
La religión es una experiencia personal e íntima con Dios, no un conjunto de reglas y ritos, es una ruta de búsqueda y encuentro con esperanza y buena voluntad como parte de una comunidad específica. Las preferencias de las creencias y prácticas religiosas de los latinoamericanos tienen diversas connotaciones. Se evidencia, en las últimas décadas, la reducción de la influencia católica que predominaba de manera absoluta hasta fines del siglo XX. Hay un profundo arraigo socio cultural católico-cristiano que se manifiesta en las tradiciones, el folklore y el sincretismo que se remonta desde la conquista y evoluciona durante cinco siglos, por lo que el mensaje cristiano, las dinámicas y creativas prácticas de los servicios cercanos en la comunidad que promueven otras iglesias encuentra fácil acogida.
La Iglesia Católica de América Latina y específicamente en Centroamérica, enfrenta un desafío urgente que requiere revisar su mensaje, práctica local y liderazgo. Ser menos clerical, más incluyentes, creativos y abiertos. Es erróneo no prestar oído a las amplias evidencias disponibles. Las necesidades diversas de las comunidades exigen volver a la esencia simple y profunda del mensaje evangélico y a ser congruentes al llamado apostólico de Su Santidad en Fratelli tutti. El Arzobispo mártir san Oscar Romero, con sus mensajes de radical compromiso cristiano, “con los pies en la tierra viendo al cielo”, dijo en la homilía del 9 de septiembre de 1979: “Es inconcebible que se diga a alguien cristiano y no tome como Cristo una opción preferencial por los pobres”, el 11 de noviembre del mismo año afirmó: “Cuando la derecha siente que le tocan sus privilegios económicos, moverá cielo y tierra para mantener su ídolo dinero”, y apenas diez semanas antes de su inmolación (6.1.1980): “no me considero juez o enemigo. Soy simplemente el pastor, el hermano, el amigo de este pueblo”. Un pastor “con olor a oveja” estará como hermano al lado de las personas que lo necesiten, recibirá y juntará a los fieles para caminar juntos. La gente, las comunidades, los pueblos, las naciones requieren ser acompañados, como Pueblo de Dios, en el sendero de la vida, abrazando la esperanza, construyendo puentes, como servidores pacientes e incluyentes que promueven la paz, la convivencia, la equidad y la solidaridad para hacer posible un mundo mejor.
Managua, 24 de marzo de 2021, en vísperas de la Semana Santa.