Inutilidades
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September 9, 2021

Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor;

si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor.

Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán sus frutos.

Agustín de Hipona.

 

En este mundo tan insignificante y diminuto, -si lo vemos en la perspectiva de la extensión indefinida del universo-, tan reciente, -si nos referimos a la existencia imprecisa del tiempo-, tan cambiante, -si tomamos en cuenta el ciclo inagotable de la evolución en donde todo cambia, nada permanece-, y a la vez tan complejo, -si tomamos en cuenta nuestras incomprensiones y complicaciones cotidianas, las que cada uno provoca, supone e imagina, y las que todos agregamos con las particulares maneras de ver, sentir, percibir y pensar el mundo-, habitamos (me referiré solo a los seres humanos), nosotros tan pequeñitos (y tan engreídos) ante el macro universo que somos incapaces de ver, y tan grandes (contradictoriamente tan vulnerables) frente el infinito microscópico, ¡otro universo! (átomos, partículas indefinidas, bacterias, virus, múltiples microorganismos…) que no terminamos de descubrir, en consideración al criterio de la motivación o intención para hacer, dejar pasar u omitir, dos tipos de personas: los que actúan de buena voluntad y los que no… Excluimos a los más pequeños y a quienes han perdido la razón y la conciencia esta atrofiada por causas patológicas, quienes, según la justicia, son inimputables. Alguien –hasta yo si no fuera quien se atrevió a escribir lo que leen-, con toda libertad, puede estar en desacuerdo con tan reduccionista afirmación, porque, como toda simplificación, tiene el defecto de excluir y omitir la diversidad, pero, a la vez la virtud, -quizás didáctica para nuestra volátil comprensión-, de ilustrar y sintetizar la complejidad.

Debo salvar una obligada consideración, a veces (¿o con frecuencia?), los límites de una y otra condición son difusos (o se mueven), forman parte de nuestras confusas imprecisiones, las que le dan una dinámica conflictiva a la naturaleza evolutiva que nos constituye.

Hay personas que se equivocan, incluso, que hasta daño pueden hacer a otro, pero lo hacen de “buena voluntad”. Existen equivocaciones ocasionales y también frecuentes, lo que, como dice un refrán popular, son “como los patos: a cada paso, una cagadita”. Hay quienes aciertan (a veces o casi siempre), incluso hasta algo beneficioso pueden provocar en otros –quizás circunstancialmente-, pero lo hacen con “mala voluntad” (o sin intención de bien), aunque el beneficiado talvez (ocurre que la gratitud, si se deja pendiente, se la traga el olvido) lo agradezca (también se puede recibir-agradecer con mala voluntad o indiferencia). La doctrina penal, por ejemplo, determina la culpa a partir de demostrar la intensión consciente, y las doctrinas religiosas, desde la identificación o confesión de las faltas, o del acto de caridad, excluyen el peso o castigo de la maldad o la bendición por la bondad de lo dicho o hecho, a partir de la intencionalidad real.

A veces nos destruimos y hacemos daño, maltratamos a la familia y perjudicamos el entorno próximo, social o laboral por ignorancia, incompetencia, traumas u otras condiciones, hacemos mal queriendo hacer bien, vivimos “dando palos de ciego”, porque no somos capaces de percibir ni comprender, por las distorsiones que hemos acumulado y reproducimos, por la limitación mental y emocional que permitimos que nos determine. Porque no hemos aprendido o somos prisioneros del pasado, de equivocaciones anteriores y actuales, propias y heredadas…

El asunto es hacer con buena voluntad el bien: hacer bien el bien. El problema es cuando se tiene buena voluntad y se hace mal el bien. Ambos somos la mayoría, sin duda actuamos de buena voluntad, queremos hacer el bien, aunque no todos saben hacerlo bien y, en consecuencia, quizás, dañan o no logran el efecto positivo deseado. Según el sacerdote francés Vicente de Paul “La perfección no consiste en la multitud de cosas hechas, sino en el hecho de estar bien hechas”. Pero, como no somos perfectos, aunque esa sea la perfección, lo posible es hacer lo que depende de nosotros, darlo todo, dar lo mejor, y ello es, el origen y el proceso mismo de hacer, más que el resultado o lo que otros piensen o califiquen, quizás con ligereza con mala voluntad.

El otro grupo de personas que estoy seguro son la ínfima minoría en todos los tiempos y lugares, son los que actúan con “mala voluntad”. Hay en la esencia y origen de sus actos y omisiones, mala intención, allí radica la maldad y la raíz del conflicto.

Hay una pregunta común que puede hacer sudar y sonrojarse al más entusiasta pretendiente, principalmente aquel que no quiere compromiso serio y busca, lo que ya sabemos que busca… La dice el padre responsable como una contundencia sentencia viéndolo de frente: ¿Cuál es tu intención con mi hija?

Dos de “Los cuatro acuerdos” (Miguel Ruiz, 1997), aprendidos de la antigua sabiduría tolteca, enuncian: “Palabra impecable” y “Haz siempre lo máximo que puedas”. Lo primero cuidar lo que decimos, saber decir bien las cosas, sin ofender, sin destruir ni denigrar, palabra sin mancha, eso es lo impecable, palabras que edifican, dan vida, difunden esperanza, saben decir lo correcto con franqueza en el momento y en la manera adecuada. Hay quienes expresan palabras hirientes que dañan, quizás no se percatan, no es su intención ofender, pero afectan al otro. No identifican el momento adecuado, ni la manera pertinente. Ello requiere un gran aprendizaje y algún control personal, evitar que las emociones negativas y el instinto impulsivo asalten la palabra (escrita y oral) y desemboquen apresuradas en una interminable perorata insana.  Hacer lo máximo, es dar todo de nosotros, hacer lo que creemos es correcto y hacerlo de la mejor forma posible, sin esperar nada, ni recompensa, ni aplausos, sin doble intención, tratar de hacer el bien por el bien mismo, con buena voluntad, –¿difícil? -. Si ha sido así, en la íntima transparente de nuestra intención que nosotros sabemos y somos conscientes, y lo que sabe el que todo lo ve, estará siempre bien. No importa lo que pase después. El dramaturgo español, Premio Nobel de Literatura 1922, Jacinto Benavente afirma: “La alegría de hacer bien está en sembrar, no en recoger”.

¿Entre cuáles te ubicas estimado amigo y amiga que has llegado hasta esta última línea? Entre los de buena o mala voluntad, entre los de buena voluntad que a veces hacen mal, o entre los de mala voluntad que a veces hacen bien, a pesar de su maliciosa o sana intención…

Salud y paz.

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3 Comments
  1. José Benito Sánchez Garache

    September 10, 2021

    Siembre son interesantes sus escritos y los comparto con otros intelectuales.
    Gracias siempre.
    Un abrazo

  2. Alberto Alemán

    September 10, 2021

    Sin ánimo de adular, pero su reflexión es bastante puntual, difícil de adoptar y practicar en el quehacer diario de cada individuo – siempre me pregunto cómo repetimos los errores personales y colectivos, y después de haberlos cometido ¨reflexionamos¨ para tratar de ¨corregir¨ nuestro siguiente paso (aliviando así nuestra conciencia) y… otra vez en el futuro cercano tropezamos con la misma piedra. La naturaleza humana, en su complejidad, resulta inexplicable al sentido común, pero finalmente aceptable como especie.
    En una ocasión leí un artículo escrito por Stephen Hawkins, que refería que la especie humana estaba destinada a la autodestrucción porque en sus venas circula el germen de la codicia y la avaricia -no recuerdo la fuente-. Aún así, creo y estoy convencido que hay mucha gente con buenas intenciones y lideres con malas formaciones que mal nos conducen, en todos los campos (políticos, religiosos y me atrevo a decir que hasta en lo cultural y científico, por cuanto éstas últimas áreas son dependientes de intereses dañinos)

  3. Alberto Alemán

    September 10, 2021

    Saludos y muchas bendiciones.

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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