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BUEN VIVIR: IDENTIDAD, EQUIDAD, SOLIDARIDAD Y SOSTENIBILIDAD

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October 29, 2021

“Vana es la ciencia que no alivia algún dolor humano”.

Epicuro de Samos (s. IV a.C.).

 

“Con los oprimidos había que hacer una causa común, para afianzar

el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores”.

José Martí (Nuestra América, 1891).

 

“La democracia es una de las banderas más caras de la izquierda

y la lucha por la democracia es inseparable de la lucha por el socialismo,

porque solo en este sistema social se podrá desplegar plenamente la democracia”

Marta Harnecker (2010).

 

En una conversación en San Salvador, ante el comentario de que Rubén Darío fue declarado Héroe Nacional de Nicaragua por la Asamblea Nacional en el centenario de su muerte (febrero, 2016), pregunté al poeta y narrador salvadoreño Manlio Argueta, director de la Biblioteca Nacional, si en El Salvador había alguien, célebre por sus aportes culturales, sociales o científicos, que amerita tal nombramiento.  Sin pensarla dos veces respondió: Alberto Masferrer, sin embargo, -agregó-, en la cultura política salvadoreña parece inviable una propuesta de tal tipo. Héroe se sigue considerando única y exclusivamente al guerrero, al conquistador, a quien usó las armas, y no a quien creó o impulsó una doctrina que influyó en el pensamiento de una época y que sigue teniendo vigencia.

El maestro, filósofo, poeta y político Alberto Masferrer (Usulután 1868 – San Salvador, 1932), escribió, entre otras obras, El Minimum Vital, ensayo político-social (febrero, 1929), doctrina basada en una denuncia social que expresa su defensa a los desposeídos y formula los mínimos necesarios para una vida sana y buena. Utilizó esas ideas en la campaña electoral del Ing. Arturo Araujo en 1930. Maferrer fue diputado nacional, pero, pronto, aquel proyecto político se frustró por el rumbo violento que se impuso tras el golpe de estado de diciembre de 1931, por lo que se vio obligado a salir del país, muriendo sólo y deprimido poco tiempo después. En 1932 ocurrió el levantamiento popular campesino en el que estuvo Farabundo Martí. Miles de campesinos fueron masacrados. El Salvador entró en un largo período de represión y oscuridad en el que aún ahora prevalecen nuevas formas de violencia social y criminal producto de prolongadas y reiteradas exclusiones.

Los planteamientos de Maferrer fueron descalificados y criticados por la derecha como “ideas comunistas”, y para otros, como burgueses o reformistas.  Varios años después, el poeta Roque Dalton, señaló que la obra del filósofo, escritor y compatriota salvadoreño, sólo ofrecía “salidas superficiales que no atacaban las raíces estructurales de la injusticia”. Aquella incipiente doctrina como premisa electoral y programática, frustrada y olvidada, “invita a reconocer la interdependencia de todos los actos humanos” para “organizar la vida sobre un mínimum de justicia y de concordia”, basada “no en las leyes feroces de la lucha que rigen la naturaleza inferior, sino en las leyes de la cooperación, que rigen la naturaleza evolucionada y ascendente”. Habla de “un límite para el que domina, para el que atesora”, que “no puede ser el interés restringido de una casta, de una clase social, de un grupo privilegiado, sino el interés supremo de la nación entera” y “para el que trabaja, para el que carece, un mínimum”. Minimum Vital es “la satisfacción constante y segura de nuestras necesidades primordiales”, “una concepción del mundo”. Dice que “lo que anhelamos es una superación de nuestra conciencia colectiva, cimentada sobre una superación de la conciencia individual”. Masferrer “coloca el vivir, el vivir sano, alegre, fuerte, por encima de todo y como base de todo”, es “el derecho a vivir integralmente” para todos los miembros de la comunidad. Sin los “mínimos vitales” no habrá real paz social sostenible, entre las personas y con el entorno, el “buen vivir” se cimienta allí.

1. Desde antiguas ideas filosóficas y religiosas

Las primeras formulaciones filosóficas del buen vivir aparecen hace unos veinticinco siglos. Antiguos poemas y epopeyas expresan las preocupaciones humanas, la adversidad, la supervivencia y la esperanza, la vida más allá de la muerte, la búsqueda del conocimiento, la superación de las diversas amenazas y riesgos conocidas y desconocidas, la búsqueda de la felicidad. En ellos el buen vivir es el de la vida sin miedo. Para el budismo es evitar el dolor que tiene como causa el deseo, por lo que la esencia de su propuesta moral es extinguir el deseo para no tener sufrimiento. Sabio es quien vive con pocos deseos “como un elefante solitario”, dice un proverbio hindú. Para san Francisco de Asís: “Necesito pocas cosas y lo poco que necesito, lo necesito poco”.

En el teatro griego se reconoce que las acciones humanas contribuyen a su tragedia. Según Sófocles “la prudencia es la primera condición de la felicidad”. Desde la doctrina socrática y platónica, una combinación de sabiduría y placer constituyen el buen vivir. Dicen que Sócrates, el filósofo griego, paseaba por las calles de Atenas y siempre se detenía en el mercado de la plaza sin comprar nada. Le preguntaron por qué lo hacía y respondió: “¡solo observo cuántas cosas no necesito para ser feliz!”. El filósofo griego Epicuro dijo que “la confirmación de la vida y de la verdad residen en el placer de los sentidos, en el gozo del cuerpo”, es vivir el presente sin importar las limitaciones temporales del vivir. Desde la doctrina estoica no es pobre el que posee poco, sino el que desea más sin contentarse con lo que posee y habría de bastar. Es el imperativo de vivir conforme la naturaleza y la razón, conforme a las necesidades naturales no artificiales, es aceptación racional de la adversidad.

Séneca acepta los placeres comedidos y tranquilos, para vivir alegre se necesita vivir honestamente, afirma que “el tiempo huye y en vertiginosa huida, se nos escapa el presente”. El secreto, como afirman muchos, reside en la sabiduría. Ello lo repite el Eclesiástico del Antiguo Testamento: “Feliz el que se dedica a la sabiduría y puede responder al que lo interroga; que hace suyos los caminos de la sabiduría y profundiza sus secretos; que sale a cazarla y acecha su paso; que mira a través de sus ventanas y escucha a su puerta; que instala su tienda al lado de su casa y clava las estacas en sus muros.”. (14; 20-24).

Para Aristóteles “la felicidad es aquello a lo que aspiran los humanos como bien definitivo y fin supremo de la vida”, pone la felicidad en especial relación con el conocimiento “Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber”, es un propósito humano el conocer, la curiosidad para descubrir y aprender, un camino que genera satisfacción. Según el primer libro de la Biblia, el Génesis, “…El árbol de la vida estaba en el jardín como también el árbol de la Ciencia del bien y del mal” (2:9), narra en el capítulo 3 la tentación y caída de Adán y Eva cuando la serpiente dijo a la mujer: “Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán como dioses y conocerán lo que es bueno y lo que no lo es”, según el antiguo libro judío-cristiano, la desobediencia y búsqueda del conocimiento es lo que los llevó a la expulsión. Durante la prevalencia de la teología escolástica de la Edad Media en occidente predominó la doctrina del buen vivir como el cumplimiento de los mandatos cristianos de la ley de Moisés y de los mensajes evangélicos.

El escritor y teólogo inglés Tomás Moro (1478-1536), en su obra Utopía (1516), muestra que el placer más importante es la salud porque sin ella ninguno de los otros placeres, ni la comida, la bebida, el sexo, la belleza, el poder, etc., tienen sentido. El pensamiento moderno concede relevancia al placer; para Leibniz, “la felicidad es un placer duradero”, según Locke “la felicidad es placer en grado máximo”.

Bertrand Russell en su ensayo filosófico La conquista de la felicidad se pregunta si la felicidad es un estado o una búsqueda, es sentirse ciudadano del universo, interesado en una multitud de cosas que le ofrecen la oportunidad de ser feliz y superando las pasiones egocéntricas.

El papa Francisco, en el IV Encuentro Mundial con los Movimientos Populares, a quienes llamó “poetas sociales” (16 de octubre de 2021), dijo: “Buen vivir, no es pasarla bien, es vivir en armonía con nosotros, con la humanidad y la naturaleza”.

El escritor inglés John Milton nos dejó el extenso poema épico El paraíso perdido (1667), el peruano Vargas Llosa escribió la novela El paraíso en la otra esquina (2003), el nicaragüense Carlos Martínez Rivas, su poemario El paraíso recobrado (1943), cada quien explicando y buscando a su manera “el paraíso”, refugio de felicidad…

En realidad, son muchos los modos posibles de felicidad, cada persona puede ser feliz o infeliz a su manera. No es un estado lineal, constante ni homogéneo, es intermitente y difuso, cambiante. Muchos se preguntan si la felicidad es posible o imposible, en la vida, quizás, es un camino de búsqueda. Otros afirman que el propósito de la existencia es ser feliz. Jorge Luis Borge escribió en Remordimiento:

He cometido el peor de los pecados

que un hombre puede cometer. No he sido

feliz. Que los glaciares del olvido

me arrastren y me pierdan, despiadados.

mis padres me engendraron para el juego

arriesgado y hermoso de la vida,

para la tierra, el agua, el aire, el fuego.

Los defraudé, No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente

se aplicó a las simetrías porfías

del arte, que entreteje naderías.

El buen vivir es vivir bien, es calidad de vida y sociedad de bienestar, en realidad rebasa los límites objetivos del ámbito socio económicos y material, cubre la esfera emocional y cultural, invade el terreno de lo subjetivo, de lo que se siente, cree e imagina, de paradigmas, prejuicios y patrones socioculturales, de experiencias personales, familiares y colectivas, del entorno absorbente que condiciona y arrastra. Es interrogarse y responderse sobre el sentido de la vida, no el de otros, sino la propia. Es tener propósito. “Si tienes un propósito encontrarás el cómo” simplificó el psiquiatra austríaco Viktor Frankl en “El hombre en busca de sentido” (1946). Cada quien asume –nadie lo hará por otro- los máximos inalcanzables o deseables, y los mínimos necesarios del buen vivir, de lo que considera indispensable para ser feliz.

Los seres humanos siempre hemos aspirado a la felicidad posible a través de diversos caminos y desde distintos puntos de vista. La felicidad, ese impreciso concepto que limitaremos al estado personal y colectivo que se alcanza como consecuencia de la satisfacción de las necesidades fundamentales para nuestra existencia que permita desarrollarnos de manera integral y balanceada, no puede ser un acto egoísta y excluyente, no puede dilapidar e impedir el derecho o sano disfrute de otros, ni destruir el entorno natural que nos acoge a partir de imponer nuestro interés particular e inmediato. Requiere condiciones y prácticas sostenibles, integradoras, sociales, cooperativas y solidarias, sensibilidad humana y creación de oportunidades con equidad y diferenciadas de acuerdo a la necesidad de todos y todas. Obliga a atender a los sectores más vulnerables, a los grupos tradicionalmente excluidos y a promover la participación social efectiva como manifestación real democrática y popular, lo que se llama, desde la visión cristiana progresista, “la opción preferencial por los pobres”.

2. Desde la economía política de desarrollo latinoamericano

Para América Latina, al inicio del siglo XXI, el Buen vivir es un innovador concepto con tres diferentes enfoques complementarios, no irreconciliables, aunque aparentemente confrontadas desde el discurso teórico: uno indigenista, otro socialista y el tercero ecologista. Hay al menos tres maneras de entender el buen vivir: desde la identidad indigenista, desde la prioridad de equidad socialista y a partir de la sostenibilidad ecologista.

Es la necesidad de una formulación propia y auténtica, separada de la hegemónica visión capitalista occidental, eurocentrista y norteamericana, es la oportunidad de identificar un camino de desarrollo socioeconómico, político cultural y sostenible desde la tradición, la experiencia histórica y las necesidades contemporáneas de los pueblos latinoamericanos. Martí, prócer independendista cubano escribió: “Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano”.

Esta renovada visión fue retomada recientemente en Ecuador, Bolivia y otros países latinoamericanos, surge para transformar la sociedad latinoamericana en oposición al neoliberalismo y al neocolonialismo, trascendiendo al paradigma del bienestar, es un único buen vivir que debería integrar identidad, equidad y sostenibilidad.

Fue América Latina el primer escenario donde se implementaron las políticas neoliberales, pero “también fue la primera región del mundo un producir un movimiento de rechazo a esas políticas que solo sirvieron para aumentar la pobreza, incrementar las desigualdades sociales, destruir el medioambiente y debilitar a los movimientos obreros y populares en general”. (Harnecker, 2010). Ello permitió vivir una nueva esperanza que cuestionó y deslegitimó el modelo neoliberal y sus instituciones políticas, fueron los movimientos populares, muy pluralistas, en donde coexisten la teología de la liberación, el nacionalismo revolucionario, el marxismo, el indigenismo, etc., los que encabezaron esta lucha. La potencia imperialista del Norte, en este contexto de cambios y lucha popular latinoamericana, ha perdido la hegemonía absoluta, hay otro discurso y nuevas prácticas que se oponen y resisten la sumisa adhesión a lo que dice y hace.

La visión indigenista, llamada por algunos como “pachamamista”, surgió a partir de los movimientos indígenas latinoamericanos, desde el seno de los pueblos originarios, principalmente desde la cosmovisión andina, a partir de las tradiciones e incipientes instituciones que sobrevivieron a la colonización, a la absorción capitalista y aculturación occidental. El buen vivir fue planteado con el objetivo de recuperar la identidad ancestral perdida, por la autodeterminación de los pueblos en su vínculo natural y social con la naturaleza y la comunidad.

El antecedente ancestral viene de las palabras Sumak Kawsay (quechua) o Suma Qamaña (aymara), que se define como “vida en plenitud, en armonía y equilibrio con la naturaleza y en comunidad”: Buen Convivir, Buen Vivir, Vivir Bien… Es un discurso de “transformación social para lograr un futuro basado en su forma de vida cotidiana, en su pasado y su propia concepción del mundo, o cosmovisión, al que denominaron, en concordancia con su filosofía de vida deseable, el sumak kawsay, la vida en armonía, o el buen vivir” (Hidalgo, Cubillo; 2017). Esa cosmovisión también tiene una fuerte dimensión espiritual, es una manera de comprender y explicar el mundo. Se pretende recrear formas de vida y organización deseables que supuestamente existieron en el pasado y asumirlas adaptadas al presente. Lo que constituye un fenómeno complejo frente a la gran diversidad de etnias, costumbres y tradiciones que obliga a simplificar y generalizar asuntos fundamentales o a particularizar desde la territorialidad. Los pueblos latinoamericanos, en la pluralidad y plurinacionalidad, son multiculturales, multilingüisticos y multiétnicos, por lo que aspiran a decolonizar el poder, el saber y el ser para construir sociedades interculturales y pluriculturales.

Desde el planteamiento socialista, en el llamado socialismo del siglo XXI, el buen vivir se define como comunitario y socialista por la equidad como eje fundamental. El Estado es considerado el instrumento principal para implementar el buen vivir, es capaz de interpretar la voluntad popular para transformar los sistemas socioeconómicos en el poscapitalismo, “en economías con mercado, pero no de mercado”, con prácticas solidarias y participación social institucionalizadas.

Se trata de poner a la izquierda frente al problema de la transformación, como “un conjunto de fuerzas que luchan por construir: una sociedad alternativa al sistema capitalista explotador y su lógica de lucro, una sociedad de trabajadores y trabajadoras organizada a través de una lógica humanista y solidaria, orientada a satisfacer las necesidades humanas; una sociedad libre de la pobreza material y de las miserias espirituales que engendra el capitalismo; una sociedad que no se decreta desde arriba sino se construye desde abajo, ocupando el pueblo un papel protagónico, es decir, una sociedad socialista” (Harnecker, 2010).

Fueron precursores de esta visión el Movimiento al Socialismo en Bolivia con Evo Morales, la Alianza País en Ecuador con Rafael Correa y el Partido Socialista Unido de Venezuela con Hugo Chávez, y los países con gobiernos de izquierda agrupados en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). El Socialismo del siglo XXI apunta a la construcción del socialismo desde las organizaciones de base para impulsar una democracia participativa, desarrollar la identidad, dignidad y autodeterminación de los pueblos para alcanzar el buen vivir.

En 2013 el gobierno de Nicaragua que preside Daniel Ortega del Frente Sandinista de Liberación Nacional anunció la estrategia: “Vivir limpio, vivir sano, vivir bonito, vivir bien…”, una campaña nacional encaminada a “transformar nuestra Cultura de la Vida Cotidiana, poniendo los énfasis indispensables en la coherencia sobre lo que somos, lo que pensamos y lo que hacemos”.  En Nicaragua se formula y emprende un propio modelo político, económico, social y comunitario que se define, según la Constitución Política de la República (capítulo 1, arto. 5), por sus valores cristianos, ideales socialistas y la solidaridad.

Frente a los retos contemporáneos, Marta Harnecker dice que “se requiere una nueva cultura de izquierda, una cultura pluralista y tolerante que ponga por encima lo que une y deje en segundo plano lo que divide; que promueva la unidad en torno a valores como: la solidaridad, el humanismo, el respeto a las diferencias, la defensa de la naturaleza, rechazando el afán de lucro y las leyes del mercado como principales rectores de la actividad humana”. La periodista y socióloga chilena concluye que “la radicalidad no está en levantar consignas más radicales ni en realizar las acciones más radicales, sino en ser capaces de crear espacios de encuentro y de luchar para amplios sectores; porque constatar que somos muchos los que estamos en la misma lucha es lo que nos hace fuertes, es lo que nos radicaliza”, porque “hay que ganar hegemonía” convenciendo en vez de imponiendo, y comprender que “más importante que lo que hayamos hecho en el pasado, es lo que hagamos juntos en el futuro por conquistar nuestra soberanía y construir una sociedad que permita el pleno desarrollo del ser humano: la sociedad socialista del siglo XXI”.

Los ecologistas ven el buen vivir a partir del pensamiento ecologista y posdesarrollista, priorizan la necesidad de mantener relaciones armónicas con la naturaleza para la sostenibilidad, subordinando a ello los propósitos de equidad e identidad que plantean los otros dos enfoques. Atribuye un relevante papel a los movimientos sociales para construir una sociedad biocéntrica en donde la naturaleza ocupe un lugar principal en la preocupación de los ciudadanos como parte inseparable de ella.

Desde el ecosocialismo se reconoce que “el capitalismo es tan dañino para la sociedad como para la naturaleza”, el capitalismo salvaje fractura de la vida humana y destruye el medioambiente. Es indispensable reconocer los derechos de la naturaleza. Ver a la Tierra, la Madre Tierra, nuestra Casa Común, como un sistema con capacidad de autorregulación. Lo ecológico es una ineludible condición moral que atañe a todos.

La encíclica Laudato si, sobre el cuido de la casa común (Papa Francisco, 2015), reconoce que debemos ser “administradores responsables”, superando el ánimo de sometimiento que se asumía desde la interpretación distorsionada del Génesis sobre el mandato divino de “dominar” en vez de “cuidar” esta “nuestra casa común que es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas” según el Cántico de las criaturas del hermano Francisco de Asís.  Agrega: “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla”. No fue casual que, en la visita a Chile, en enero de 2018, el papa Francisco reconoció que “somos pueblos de la tierra”, que estamos llamados “al Buen vivir” como recuerda la sabiduría ancestral del pueblo Mapuche, y que, como hijos de la tierra, somos uno, debemos ser “artesanos de unidad”.

En realidad, estas tres formulaciones son consecuencia de procesos de reflexión, elaboración teórica, interpretación histórica y prácticas sociales, culturales, económicas y políticas, de diversas corrientes de pensamiento que convergen en la región latinoamericana durante las últimas décadas, entre ellas el posdesarrollo, la teología de la liberación, el socialismo del siglo XXI, el ecosocialismo, la teoría de la colonialidad, la teoría de la dependencia, la economía social y solidaria, la economía comunitaria, la economía budista, el indigenismo, etc.  Influyen de manera determinante las luchas de la izquierda latinoamericana, los movimientos indígenas, ecologistas y revolucionarios, quienes coincidieron contra el neoliberalismo y ahora alimentan, desde su propia óptica, visiones particulares sobre este concepto filosófico y de modelo de desarrollo que se ha asumido llamar de Bien vivir.

El antropólogo chileno Rodrigo Ruiz Encina, en el Prólogo (sept. 2010) de América Latina y el socialismo del siglo XXI de Marta Harnecker, reconoce que no es posible una sola agenda “en la que todos los países puedan ajustar sus transiciones hacia el socialismo, sino un reconocimiento explícito de las historias plurales, de las tradiciones y correlaciones específicas”.

El desarrollo científico, la industria, los inventos e inagotables descubrimientos y sus aplicaciones, la exploración impredecible del espacio, del macro y microcosmo, la abundante riqueza de nuestras naciones y las potencialidades naturales del planeta que habitamos y en el que nos movemos en el universo, sólo tienen sentido en condiciones de sostenibilidad, identidad, equidad y solidaridad, cuando contribuyen a superar cualquier dolor humano, como expresó el sabio griego Epicuro, a construir la oportunidad de vivir y ser felices. La explotación desmedida que concentra de manera criminal la riqueza arriba y concentra vergonzosamente la pobreza abajo, que abre un abanico infinito de oportunidades para las clases privilegiadas nacionales y globales y cierra todas a la mayoría de los comunes, marginalizando a una multitud de seres humanos, es inaceptable, insostenible y contradictoria al Buen vivir. 

El compromiso humano, político y cristiano por el Buen vivir lleva, en consecuencia, a rechazar la hegemonía occidental que destruye sin misericordia el planeta, contamina a la sociedad para monopolizar la riqueza, las mentes y comportamientos, para preservar el poder, conservar sus privilegios y expandir sus dominios.

Se dice que “el buen vivir es una utopía por construir”, se asume la idea que “otro tipo de desarrollo es posible”, no el elitista y excluyente, no el acaparador y consumista, no el egoísta y centralista, no el contaminante y destructor, no el explotador despiadado que agudiza todas las desigualdades y está en abierta o solapada confrontación con la sociedad y la naturaleza, en contra de la identidad de los pueblos, opuesto a la equidad social, la solidaridad humana y la sostenibilidad integral. Es la posibilidad que ofrece la visión del Buen vivir desde las tres perspectivas que es posible integrar en América Latina, Nuestra América.

El socialismo latinoamericano se sustenta en el Buen vivir, un auténtico y original camino de transformación y desarrollo equitativo, solidario y sostenible, popular, comunitario e inclusivo, a partir de nuestra identidad plural.

Finalmente:

El Buen vivir es identidad, solidaridad, equidad y sostenibilidad, es quizás la utopía de la visión auténtica latinoamericana, participativa e inclusiva, es socialista, es un proceso de lucha y un camino propio desde nuestra historia y diversidad, para el desarrollo integral, para ofrecer la oportunidad de vivir bien, una real oportunidad de vivir que permita a todas las personas que habitamos esta nuestra casa común, desde nuestros espacios nacionales soberanos, ser felices –propósito de nuestra existencia- según lo que cada quien entienda y asuma por ello.

Muchas gracias.

 

NOTA: CHARLA impartida por Francisco Javier Bautista Lara en el 42 aniversario de la fundación de FAREM-UNAN Estelí, viernes 29 de octubre de 2021. Foro comunitario: “Respeto y rescate de la identidad cultural enmarcado en la filosofía del Buen Vivir”.

 

Algunas fuentes bibliográficas

Bautista Lara, Francisco Javier. (2017). El Buen vivir. Artículo del 22 de junio de 2017, Managua. https://franciscobautista.com/2017/06/22/el-buen-vivir/

Fierro, Alfredo. (2009). Filosofía del buen vivir. El Buen vivir, su examen filosófico. https://www.uma.es/psicologia/docs/eudemon/analisis/buen_vivir_examen_filosofico.pdf

Francisco, Papa. (2015). Carta encíclica: Laudato Si. Sobre el cuidado de la casa común. https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

Francisco, Papa. (2021). IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares; Vaticans News, video (38.12 m.); https://www.youtube.com/watch?v=Fvh_dPG4QWM; 16 de octubre de 2021.

Harnecker, Marta. (2010). América Latina y el socialismo del siglo XXI. Red de Bibliotecas Virtuales, CLACSO. http://biblioteca.clacso.edu.ar/Chile/inedh/20161214062259/socialismosxxiMH.pdf

Hidalgo, Antonio Luis; Cubillo, Ana Patricia. (2017). Deconstrucción y genealogía del “buen vivir” latinoamericano. https://journals.openedition.org/poldev/2517

Martí, José. (1891). Nuestra América. Ensayo político. http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal27/14Marti.pdf

Masferrer, Alfredo. (1968). El mínimum vital. San Salvador, El Salvador. http://biblioteca.utec.edu.sv/siab/virtual/libros_PDF/Minimun_vital.pdf

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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