¿FALTA DE OPORTUNIDAD O POBREZA MENTAL?
La pobreza mental es peor que la económica
Friedrich Nietzche
La ignorancia ha sido la gran aliada de la opresión a lo largo de la historia
Fidel Castro
Martha, día de por medio hace “cosa de horno” para venderla en lugares aledaños. En una ocasión, recién saliendo de casa, desde un auto le preguntaron cuánto costaban, dijo que seis córdobas. El conductor al percatarse que estaban calientes, saliendo del horno, ofreció comprar las noventa que llevaba en la canasta porque las quería para celebrar el cumpleaños de su hijo en el colegio. La mujer, ante el inusual comprador, le respondió que no podía darle toda la venta porque se quedaría sin nada que ofrecer a sus clientes. Aceptó entregarle quince unidades para seguir su camino en la ruta acostumbrada. ¿Pudo ceder la canasta completa y hacer otra tanda de “cosa de horno” para expandir su pequeño negocio de subsistencia?
Álvaro, taxista de Ticuantepe, “cadete” (conductor de un taxi que renta), cuenta que, en una ocasión, al iniciar su jornada a las 6 a.m., después de poner combustible, encontró en la calle a una urgida mujer extranjera con dos maletas que le solicitó la llevara al aeropuerto debido a que su vehículo se descompuso y podría perder el vuelo. La pasajera le pagaría cien dólares y si llegaba antes de la hora límite, le reconocería cincuenta extras. El entusiasmado taxista aceptó y, por el conocimiento de la zona, llegó a tiempo, por lo que la satisfecha pasajera le entregó ciento cincuenta dólares. ¿Qué hizo después? ¿Creen que continuó su jornada rutinaria? No. Simplemente se fue a descansar a casa durante tres días, sin aspirar a más, estuvo conforme con la extraordinaria ganancia que equivalía a cuatro jornadas.
Manuel, vive con su esposa y su hijo de cuatro, es un joven campesino que se dedica a cultivar el campo propio y ajeno, recibió la oferta de un trabajo agrícola fijo con un ingreso mayor al que normalmente tiene. No aceptó porque tendría que alejarse, -apenas diez kilómetros-, de su habitual lugar de residencia. ¿Lo atemorizó la insignificante distancia, el reto de asumir una obligación estable o no estaba dispuesto, -quizás por costumbre o comodidad-, a cambiar su inestable condición de vida?
Finalmente agrego una cuarta historia conocida y vista por muchos.
Giovanni llegó a un semáforo de Managua cuando no había cumplido doce años, tenía particular lucidez en la cara y cuerpo del niño que aún no desarrollaba, estudiaba 5to grado e iniciaba, juntándose con otros de diversas edades, adolescentes y adultos (algunos progenitores), el inútil oficio de pedir dinero a los conductores que pasaban por allí. Algunos, en ocasiones, limpiaban los vidrios de los automóviles o hacían piruetas para justificar lo que pedían. El niño continuó asistiendo a clase en la mañana y, después del medio día, hasta que caía la noche, se instalaba en la concurrida intercepción urbana. Algunos le ofrecieron a él y a los otros, los útiles escolares y una ayuda básica mensual para que abandonaran el semáforo, continuaran la escuela primaria pública y después la secundaria. La mayoría de ellos aceptaron recibir el apoyo, pero ninguno se retiró del semáforo haciéndolo el habitual entorno que los absorbía. Estudiaron solo un año más. Después, a pesar de la insistencia de algunos, -aunque no de los padres-, abandonaron la escuela. Han pasado diez años desde aquel lamentable inicio. Se ha curtido por la intemperie, y hace poco, al juntarse con otra joven de similar origen que conoció allí, tiene un niño de dos años que lo acompaña en el mismo semáforo casi a tiempo completo. El niño que se hizo adolescente y prematuro padre de familia, se acostumbró a recibir los doscientos córdobas que reunía cada tarde, a veces un poco más, se acomodó con ello al modus vivendis del estancamiento, fue perdiendo o apagando la lucidez que mostraba y quizás desencantándose de sus propias capacidades, derribando posibilidades y obviando las oportunidades porque permitía que la pobreza mental, más que material, lo consumieran. Aun, con la fuerza juvenil que conserva, puede salir del pozo que lo estanca y amarra. Los centenares de ilusos y bien intencionados conductores que, de peso en peso, -varios dan más-, creyeron que la limosna ayudaba en algo, se equivocaron, quizás a lo sumo, aliviaron temporalmente su conciencia, pero esa caridad en realidad contamina, no es solidaridad efectiva, no hace crecer a nadie, todo lo contrario, esclaviza y denigra.
¿Quién les ha dicho a ellos que no pueden aspirar a más, que no pueden ser más, que no es para ellos(as) ser integralmente mejores? ¿Por qué han limitado su capacidad de soñar, aprender, ser y tener desde su dignidad de seres humanos, desde su capacidad y calidad personal? ¿Qué condicionamientos mentales-emocionales-sociales han sido férreamente integrados para no ver más allá y convertirse en el principal obstáculo para avanzar?
En los casos mencionados hubo una puerta que se abrió con nuevas oportunidades, algo que cada quien, desde su decisión, podría optar por tomarla o dejarla, en realidad, en primer lugar, por percibirla. No la vieron. Lo que para otros puede ser obvio, desde la conciencia y claridad mental, desde la experiencia, para otros, atrapados en sus limitaciones, heredadas e influenciadas por prejuicios del entorno familiar y social, no resultará así. Sin verla, en consecuencia, la dejaron pasar. Eso quizás, les hubiera cambiado la vida. Pudo ser un antes y un después que le daría a su existencia una experiencia de dar más y ser mejor. Creo que es certera la frase de Séneca: “La suerte es lo que sucede cuando la preparación se encuentra con la oportunidad”.
Creo que, en general, el sistema de exclusión del capitalismo salvaje globalizado y sus estructuras derivadas, crean los condicionamientos mentales para estancar a los individuos y a los colectivos sociales con la sutil maquinaria educativa, de comunicación social, de las redes virtuales, de las normas y procedimientos estereotipados, de la violencia institucionalizada en donde, según Gandhi: “La pobreza es la peor forma de violencia”. Estigmatiza y califica, desvaloriza al ser humano y destruye el medioambiente, excluye a las clases populares y a quienes no han tenido privilegios circunstanciales de origen, impiden el acceso a la oportunidad de soñar, ver más allá y crecer. Ese es el reto contemporáneo universal, el de la equidad, la solidaridad y la sostenibilidad. Romper la hegemonía discursiva y estructural que siembra y difunde la pobreza mental y material, que excluye, marginaliza y degrada. Es la esencia de la revolución, crear una real oportunidad de vivir y estar convencido de que es posible, porque, como dice Nelson Mandela: “Siempre parece imposible hasta que se hace”. Se trata de cuestionar y transformar el orden heredado (colonial, neocolonial, oligarca, neoliberal, imperial, …) de las cosas en todos los ámbitos que prolongan la exclusión, estancan el derecho a soñar, restringen la oportunidad de crecer y vivir para ser felices con la dignidad de los hijos de Dios.
Salud y paz.
Ramon Antonio Zeledon A
Buenas tardes, es un gusto leer tus escritos tienes muy buena narrativa, sobre todo que uno lee y sigue leyendo para conocer más información y ver en que terminará el escrito que se está leyendo, y son verdades de nuestra realidad nicaragüense y del acontecer nacional, como tu lo expresas todo mundo tiene su oportunidad y no la saben aprovechar, el desconocimiento mismo de las personas que no quieren salir del atraso o buscar como superarse.
Me encanta leer lo que me mandas y te agradezco por tomarme en cuenta, Dios continuará bendiciendo, para que sigas escribiendo y cosechando éxitos. Saludos.