PARAISO: denuncia de colonización en un mundo extinguido
“Ahora que los europeos han llegado allí, se apoderan de toda la tierra…
¿Sabéis porque son tan poderosos? Porque llevan viviendo del mundo desde hace siglos…
Lo perderemos todo, hasta nuestra forma de vida” …
Abdulrazak Gurnah
El profesor de literatura, ensayista, cuentista y novelista Abdulrazak Gurnah (Zanzíbar, 1948), fue inesperadamente galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2021. Aunque su país de origen es Tanzania, radica en Gran Bretaña desde hace cinco décadas. Su idioma africano materno es el suajili, pero su obra ha sido escrita en inglés, matizada con palabras de la lengua de origen, del árabe y del alemán por la influencia colonial a la que estuvo sometido su pueblo cuando los germánicos lo nombraron África Oriental Alemana (1880-1919). Según la Academia Sueca, le concedieron la distinción literaria “por su penetración intransigente y conmovedora de los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes”. Cuando Gurnah nació, su país era colonia británica (1919 -1961). Inicialmente estuvo bajo el colonialismo lusitano (África Oriental Portuguesa desde fin del siglo XV). Después del prolongado sometimiento europeo de 466 años fue proclamada la independencia en 1964, enfrentando las nuevas formas neocoloniales y arrastrando, como muchos otros, la pesada carga de la colonialidad con la que centenares de pueblos fueron subyugados y millones de seres humanos denigrados, expoliados y condicionados material, social, mental y psicológicamente hacia la sumisión, la inferioridad y la dependencia.
¿El Paraíso dónde está? No es la fantasiosa búsqueda que predominó en la época medieval y que también refirió Cristóbal Colón en su ambiciosa aventura de expansión colonial, ni el Paraíso perdido de John Milton, ni El Paraíso en la otra esquina de Vargas Llosa, tampoco El paraíso recobrado de Carlos Martínez Rivas, es simplemente el Paraíso de Gurnah que fue encontrado, sometido y perdido…
Paraíso (Londres, 1994) es una emblemática novela, la más conocida de las diez publicadas por el autor tanzano-británico, en la que Yusuf, un niño de doce años, ante la imposibilidad de pagar una deuda, abandona engañado su hogar al ser entregado por sus padres a Aziz, un rico comerciante, al que creía su tío, y con quien se traslada a un lejano lugar para no volver con sus progenitores: “cuando podía, lloraba por su madre y por su padre”. El niño ayuda en el hermoso jardín que cuida el viejo Hamdani, quien reza las oraciones del Corán y no habla a nadie, dicen que “era un santo que sabía curar y tenía conocimientos secretos de medicina”. Crece junto al joven Khalil, cinco años mayor, quien llegó antes en similar circunstancia y es feliz cuando atiende a los clientes detrás del mostrador de la tienda del señor (seyyid), comprenden su condición de esclavitud o rehén por deuda; van en las caravanas que comercian en recónditos, riesgosos y paradisíacos lugares en el contexto del fin de la ocupación alemana, en la proximidad de la invasión británica, descubriendo las complejas realidades humanas de exclusión, dependencia y violencia.
Dice Khalil a Yusuf que la expedición del señor que “marcha con la estridente melodía del cuerno y el ritmo del tambor”, “va en busca de los salvajes para vender todas estas mercancías, luego compra lo que tengan para ofrecerle. Compra todo… salvo esclavos, y eso antes que el gobierno dijere terminar con ello. Comerciar esclavos es un trabajo peligroso y nada honroso”.
La madre de Yusuf era “hija de un desgraciado miembro de una tribu que vivía en una choza llena de humo”, su padre “había crecido en el litoral, entre gente civilizada”; la familia profesa la fe musulmana (en Tanzania el 61% de la población es cristiana y el 35% musulmana), poseían un modesto hotel en la pequeña ciudad de Kawa que prosperó temporalmente porque “los alemanes la utilizaban como depósito mientras construían la línea del ferrocarril que llegaría a las tierras altas del interior” … “los alemanes no se amilanaban ante nada. Hacían lo que querían y nadie podía detenerlos”. Dicen “que los europeos eran capaces de comer metal”.
En aquellos lugares que recorren, “hasta los límites del mundo conocido”, en la enorme montaña había un aire de misterio y melancolía, una atmósfera mágica, aire fresco, la luz del ocaso se refleja en el agua sin límite, se preguntan: ¿será así el Paraíso? El jardín original del Edén debe estar aquí en la tierra… Los colonialistas europeos llegaron a conquistar y apoderarse de aquel Paraíso para saquearlo y extinguirlo… “Si hay un paraíso en la tierra, está aquí, está aquí…” Allá vivían los salvajes. Donde iban descubrían que los europeos habían estado antes e instalado soldados. “Los comerciantes, atemorizados por la ferocidad y la crueldad de los europeos, hablaban de ellos con asombro”. Lo primero que construían era un almacén, luego una iglesia, después un cobertizo para el mercado “a fin de controlar el comercio y gravarlo con un impuesto” … “llevan ropa hecha de metal”, “su saliva es venenosa”, “¿Qué los europeos son en realidad serpientes disfrazadas?” Tienen miedo de los tiempos que vienen por delante: “A esos europeos se los ve muy decidido y, mientras luchan por la prosperidad de la tierra, nos aniquilarán a todos. Habría que ser un estúpido para pensar que están aquí con el fin de hacer algo bueno. No es el comercio lo que buscan, sino la tierra. Y todo lo que hay en ella…, incluidos nosotros… solo permitieron quedarse a aquellos que convirtieron en sirvientes”. Desde las comunidades escondidas en el interior claman: “No vamos a esperar a que nos convirtáis en esclavos y destrocéis nuestro mundo. La primera vez que vuestros semejantes llegaron a esta tierra estaban hambrientos y desnudos, y nosotros los alimentamos. Algunos estaban enfermos y nosotros los cuidamos hasta que se curaron. Entonces nos mentisteis y nos engañasteis”.
El comerciante buscaba resina, marfil y un poco de oro, llevaba hilados, herramientas, tabaco y otras mercancías. Posee un almacén secreto con mercancía prohibida. Eran cuernos de rinoceronte de gran valor (actualmente el kilo se vende en 60 mil dólares), son bienes ilícitos que ponen en peligro de extinción a estos animales por la ambiciosa caza furtiva.
El señor era un pequeño mercader cuando, doce años atrás, se casó con la ama que había enviudado. Su marido era rico, por lo que, aunque ella era mayor, su fortuna atrajo a muchos pretendientes. Escogió a Aziz. Dicen que Zulekha estaba loca, permanecía encerrada con una rara enfermedad que manchó la mitad de su cara. Observaba y escuchaba cantar desde la ventana a Yusuf en el jardín. Del joven de particular belleza creía que poseía un don especial, que lo había enviado Dios para curarla, que “la saliva de los favorecidos por Dios tenía cualidades poderosas”, por lo que él atendió el llamado para rezar con ella. Khalili dijo que si el señor se enteraba lo mataría. Ocurrió una y otra vez, decía que las plegarias la aliviaban, hasta que, en una ocasión la mujer temblaba, pidió que le frotara la cara, el joven no sabía si era una expresión de pasión, salió corriendo de la habitación cuando le desgarró por detrás la camisa. Pensaban que lo azotarían por ofender a la mujer y visitarla en ausencia del señor. Explicó al comerciante que acudió porque lo llamó para rezar, que no hizo nada malo. El señor pensó: “Esta loca ha estado atormentando a mi guapo jovencito”.
En aquel tiempo se habla de guerra entre alemanes e ingleses, “los alemanes han empezado a raptar gente para hacerlos porteadores de su ejército”. Yusuf, aterrorizado, se escondió en la tienda, vio a la columna de cautivos asustados en marcha hacia la ciudad, pero, al oír el ruido de cerrojos, volvió la vista atrás y decidió, superando la cobardía, correr detrás de la columna… ¿La ama lo buscaba para curar su incurable enfermedad?
El colonialismo europeo, la inhumana esclavitud, la emigración y el desplazamiento forzado, los conflictos interétnicos, la usurpación de los recursos naturales, la explotación económica y social, la diversidad de costumbres, supersticiones y tradiciones, las múltiples expresiones religiosas, la memoria y la búsqueda de la identidad poscolonial están presentes en esta novela y en general en la creación literaria del escritor africano, insertado desde su juventud en el entorno sociocultural y académico del sur británico, pero conservando –dice sin resentimiento-, además de los rasgos físicos, las marcas de la herencia colonial sobre las que reflexiona y revela de manera desgarradora en el relato que comparte para aproximarse a entender la incomprensión, el desprecio y el menosprecio.