Poesia del recorrido por la vida, Poemas de Rosa Pasos
“La joven pescadora de rosas en el jardín festivo
entra en la submarina gruta de la glorieta,
donde acaricia su corazón, chivo, lucio y vivo,
como un cascabel –la culebra de la pandereta-.”
Joaquín Pasos (Granada, 1914 – Managua, 1947)
“Tenemos mucho que decir, mucho que enseñar, mucho que comunicar
y el don de la palabra es el don de la oración …
Rosa Pasos.
Ella, cuando la leo, cuando la veo, cuando la imagino, cuando evoco el recuerdo distante de sus imágenes de antaño, se me parece igual a su espontánea sonrisa, se descubre como una mujer frágil y sensitiva que se refugia en la apariencia fuerte de quien vive, siente y sueña, y que le ha sido imposible renunciar a la sonrisa encarnada porque es ella misma asumiendo esa expresión imperecedera en el camino que recorre durante el tiempo que le toca, es por eso que contagia afecto y sigue dejando, como antes dejó, en lo que podría ser, como dijo Leonel Rugama para la intensidad heroica de su época: “gozó de la tierra prometida / en el mes más crudo de la siembra / sin más alternativa que la lucha…”.
Rosa Pasos no escribe poesía por oficio ni con dedicación exclusiva, aprendió de administración de empresas y microfinanzas para ejercer consultorías como opción profesional de servicio. Al escribir por la sensibilidad poética que le es natural, asume las provocaciones y las consecuencias de la vida que transita, en la misma lógica de la estirpe que le antecede. Según Joaquín Pasos –quien vivió por la poesía, fue razón y huella de su existencia-: “Escribamos palabras sencillas, / de buen corazón, / y adornemos con azul del cielo / nuestra expresión” (1929). Ella se atrevió a juntar la brevedad de su nombre para reunir, rescatados de la dispersión de lugares y momentos, en una publicación Poemas rosapasos (Anamá Ediciones, 2020; 150 pp.), noventa y cinco (95) poemas en los que, como un inconcluso proceso de desahogo o la necesidad de escapar del olvido: confiesa que ha vivido, ha viajado, ha leído, ha soñado,… Reconoce en las confesiones que subtitula Te voy a contar, como el secreto que nunca fue o dejó de serlo, al “comprender el balance de mi espiritualidad y mi autenticidad”, que “escribo poesía y lo he hecho siempre, ha sido una constante en mi vida, algo muy íntimo y personal, se me venía como un deseo guardado de expresión… un testimonio propio…”.
Es el libro el parto inevitable del texto que más temprano que tarde, después de tantos años de encierro, silencio e intimidad, sale despavorido y fuerte como el primer grito del niño al ver la luz de la vida. Ahora, al abrirlo y cruzar las páginas, la autora descubre más allá de su rostro, desde el Autorretrato de mi infancia (1973), pasando por la ilusión que nos es común: Vivamos para ser eternos (1975) para no olvidar el amor en el origen de todo, por eso resultará necesario rebelarse, ella dice: Y yo me rebelo (1976): “nosotros tal vez sí tengamos / todavía una posibilidad de llegar a ser nuevos.”, a pesar de la irremediable Incertidumbre (1976) que siempre nos acompaña con preguntas sin principio ni fin: “¿en qué espiral veloz voy girando?”, hasta encontrar en el metro de París Al hombre de la Armónica (1977) que le pareció “Profeta del mundo nuevo / que me querès cantar / con tu música y tu instrumento”, quizás era el “olor a revolución francesa” Después de una noche despierta (1977). Hasta la proclama que la joven rebelde de 22 años expresa en Mi entrega (1978): “Yo quiero querer con un amor grande al mundo / entregarme a él por completo / y poder luchar en los campos de liberación / en los campos que pertenecen / a los que hoy tiene hambre de comer / y de nacer, a los que lloran / de tristeza y felicidad”. Existiendo con La esperanza (1978), entre el amor, “Detrás de todos / y de todo”: Yo te quiero (1979) y el compromiso desde aquel año culminante de lucha y victoria popular: A vos chavalito y chavalita del pueblo (1979).
Inicia otra época que inaugura con Ojos nuevos que me miran (1980): “Hay un nuevo futuro / que me espera bajo / nuevos soles y nuevas / noches de amor / y lucha.”, y al que Hoy se fue (1984), “y las células mías buscan / la piel de ocaso / y los ojos del mar del Sur.”, los Momentos intensos (1986) “llena de futuro… / pero incierta / llena de amor loco”, y recordando: A mi papa-sin acento- (1989), “A la calma de tu vejez, / a la sabiduría de tus años”, es poco lo que comparte al cerrar este ciclo personal e histórico…
El nuevo capítulo (que ella no divide) es reflexivo, a veces parece de clausura y otras de inicio, pregunta: ¿A quién le dejo? (2016), con una multitud de preguntas: “¿A quién le heredo mi alma? ¿A quién le dejo mis sentimientos?”, y desde el presente, viendo el pasado Los amores libres (2015) cuando reconoce “no nos pertenecíamos / sino más bien nos potenciábamos”, la fe madura de universo: ¿Qué somos? Somos Espíritu Santo (2016), y A mis nietos (2017): “de poder mostrar la vida sin apegos y caminar”, para concluir ¿Y qué pasa ahora?… La vida y la muerte (2020) y con la Sensata inconsciencia (2020): “Tengo / una vela / encendida / en constante plegaria…”
Los poemas reunidos corresponden a tres épocas claramente diferenciadas, no solo por la fecha que la autora tuvo el cuidado de anotar, sino también por las temáticas, el aroma a flor silvestre y la estructura de los versos. En la primera de 1973 a 1979, incluye sesenta y cinco poemas (65: 68% del libro) cuando es una joven que despierta con intensidad frente a sus circunstancias, busca el rumbo de su vida, está abierta a sorprenderse, es sensible, ilusa y espontánea, por lo que, por lo menos en mi percepción de lector, es el apartado más fresco y contagioso. ¿Por qué no publicó esos versos en 1980 con la explosión cultural y poética que produjo la Revolución? Los dejó atrapados en ella o se quedó en la privacidad con ellos. No ocurrió antes. “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo” (Eclesiastés 3:1). Ha ocurrido ahora, hace dos años, durante la incierta pandemia que perturbó y contaminó al mundo. El libro fue presentado dos años después en el INCH el 20 de octubre 2022.
La segunda, entre 1980 y 1986, en la que comparte doce (12) de los noventa y cinco poemas, en esa etapa histórica, ella es oficial del Ejército y es un rostro visible de la institución castrense en la defensa militar de la revolución. La intensidad poética de su período anterior quizás está limitada por el oficio o, en la interpretación de José Saramago al pasar una prolongada ausencia “porque no tenía nada que decir”. Tal vez no hubo silencio, solo distancia y soledad en el bullicio de los acontecimientos, los versos quedaron ocultos o fueron sacudidos por el viento, quizás como escribió Neruda: “A lo lejos alguien canta. A lo lejos.”
La tercera, después de una extendida ausencia (1997 – 2014), vuelve a compartir el ave su canto, con dieciocho (18) poemas fechados entre 2015 y 2020, en los que se evidencia la madurez de la mujer serena en su ambiente familiar sensitivo y próximo, en el rescate e identificación de su espiritualidad, percibida desde su origen, evidencia, como un asunto recurrente, el amor, el compromiso social y la no indiferencia frente al mundo en el que vive.
Este heterogéneo firmamento de poemas diáfanos que va desde 1973 hasta 2020, es quizás una especie de antología que muestra una vista panorámica de cinco décadas de vida no lineal que se debate entre dudas y certezas, entre encrucijadas, aprendizajes y experiencias, tiene perfil de legado autobiográfico, desde lo personal y diverso, en los cambiantes contextos existencialista, entre el desánimo de intermitentes silencios, la búsqueda de motivos e imperfecciones, rescatada por el poder de la esperanza, viviendo y olvidando para continuar viviendo y recordando en el fascinante espiral de lo que es