INTROMISIONES CREATIVAS EN LA HISTORIA
“la historia se hace, y al hacerse, en primer lugar, deja afuera cantidad de datos que a lo mejor si se incluyeran en el análisis, crearían una coherencia distinta… Vista así, la historia es más bien una ficción”.
José Saramago (2002), centenario 1922 – 2022.
“¡Hemos sido ungidos nada más y nada menos que por el presidente Franklin Delano Roosevelt!…
¡Ahora nada nos podrá detener!”
Francisco J. Mayorga (Memorias de Somoza. Una noche con la muerte.)
El doctor Francisco José Mayorga Balladares (León, 1949), de la estirpe de los Mayorga de León, desde cuyo tronco común, algún difuso y lejano parentesco podría identificarse con Félix Rubén García Sarmiento, -Rubén Darío, el nicaragüense más universal-, encontró, ante las circunstancia inesperadas y las adversidades indeseables, en el encierro forzado, la soledad y el silencio, en el debate entre los aciertos y desaciertos de su existencia, las pautas oportunas para descubrir una nueva y regocijante faceta de su vida, la del escritor, pero ahora no de ensayos económicos ni análisis políticos que desde su prolongada vocación de maestro, rector, empresario, banquero, funcionario público e internacional había manifestado, sino la del locuaz narrador de novelas históricas, con habilidad para contar desde lo posible, en contubernio con la imaginación y la especulación literaria, con cierto ocasional humor que a veces entromete en la seriedad de los asuntos que cuenta.
Mayorga, habiéndose asomado al pasado a partir del acucioso ojo del investigador y recreando las historias que comparte con la libertad creativa del narrador, ha presentado en Managua su quinta novela (INCH, 21 de septiembre 2022): Memorias de Somoza. Una noche con la muerte (Editorial Nuevo Milenio, Bolivia, julio 2022; 188 pp.). Antes entregó cuatro obras: La puerta de los mares (LEA, Grupo Editorial, 2002), El hijo de la estrella (LEA, Grupo Editorial, 2004), El Filatelista (Ediciones Albertus, 2014) y Cinco estrellas (Ediciones Albertus, 2016). El autor, desde la traviesa inquietud que le acompaña inseparable en su diversidad de viajes y disímiles ocupaciones, ha anunciado –agradable amenaza que está a punto de cumplir- que también verá la luz un sexto libro que será el tercero de la trilogía sobre una época, un personaje y el complejo entorno que vislumbra en Memorias de Somoza y Cinco estrellas.
Son textos que vale la pena descubrir para divertirse y aprender, para reflexionar sobre el pasado desde el presente y ver en perspectivas ciertos turbulentos acontecimientos de conocidas consecuencias y a veces olvidados detalles e interconexiones. Es a la vez literatura para distraer entre la divagación literaria y la evidencia para entrometerse con libertad especulativa en aquellos laberintos históricos.
Desde su manera particular y auténtica de narrar, son cuatro hechos históricos los que anclan el relato, o más bien, cuatro sucesos alrededor de los cuales conversan en la intimidad de la célebre recámara Lincoln de la Casa Blanca los huéspedes de honor del 32º. presidente de los Estados Unidos (1933-1945) Franklin Delano Roosevelt FDR (1882-1945): el presidente de Nicaragua Gral. de División Anastasio Somoza García (1896-1956) y su esposa Salvadora DeBayle Sacasa (1895-1987):
1.- El hecho presente: la extravagante recepción, con un inusual desfile militar, cena, tours y visitas memorables que Roosevelt ofrece en Washington D.C. a los visitantes el 5 de mayo de 1939, en honor de quien ha sido y seguirá siendo, “su más fiel instrumento”.
El narrador cuenta lo que la entusiasmada voz de Tacho dice a su esposa: “¡El gabinete en pleno, aparte de todo el estado mayor del ejército americano! ¡Veintiún cañonazos, el homenaje a los héroes de la guerra! ‘Tanques, bombarderos y aviones de cazas! ¿Sabés que aparte de la Tercera Caballería desfilaron cuatro mil seiscientos hombres entre soldados, marinos y marineros?”.
2.- El hecho pasado: el recuerdo de aquella fecha, el 14 de noviembre de 1932 –hace 90 años-, cuando a propuesta de los jefes de las fuerzas de ocupación norteamericana y del Ministro Americano lo ungieron para que el presidente liberal saliente José María Moncada, con la anuencia del presidente liberal entrante Juan Bautista Sacasa, -electo en las elecciones supervigiladas y dirigidas por los marines el 6 de noviembre del mismo año-, lo nombraran Jefe Director de la Guardia Nacional, estructura de poder real creada por las fuerzas militares interventoras.
3.- El hecho futuro: para no olvidar aquella notable fecha que lo ubicó de manera preferencial y le abrió las puertas para asumir el poder, la coronación, como reina de la Guardia Nacional, a su hija de veinte años Lillian Somoza DeBayle que ha previsto deberá ocurrir el 14 de noviembre de 1941.
El diario La Prensa publicó en primera plana: “La señorita Lilliam Somoza será coronada hoy como Reina del Ejército”; dos días después (16.11.41) desplegó un extenso reportaje titulado: “El gran baile del Palacio Nacional. La ceremonia de la coronación de la Reina del Ejército”, que muestra el despliegue de lujo y extravagancia de una concurrida ceremonia con la presencia de la élite militar, económica, política y religiosa de la época que le atribuyen al evento inconfundibles rasgos de sumisión monárquica, control absoluto y perpetuidad.
4.- La premonición final que Salvadora, -sobrina del presidente J. B. Sacasa a quien su marido dio un golpe de estado tres años antes: junio 1936-; en esa misteriosa noche percibe el fin trágico del compañero de alcoba que será en León el 21 de septiembre de 1956. No es casual que el autor haya presentado la novela en Managua en esa fecha, 66 años después.
“En ese instante, tanto Salvadora como Anastasio recordaron el sueño de la madrugada en el que el diablo había hecho una promesa a Tacho: que sería temido durante el resto de sus días”.
El arte de narrar no es solo el de contar algo, sino que requiere saber hacerlo, de tal forma que es tan importante lo que se dice como la forma de decirlo, la habilidad está en conjugar dos categorías inseparables: el contenido y la forma para jugar, en esa dinámica creativa, con los tiempos, los supuestos y lo posible. La narración histórica puede ser aburrida, pero también amena y divertida cuando, en alianza con la literatura, explora los laberintos de las emociones y las pasiones, de la imaginación y la divagación de la que en realidad –por mucho que algunos digan lo contrario- los acontecimientos pasados y presentes será imposible despojarlos.
En Memorias de Somoza. Una noche con la muerte, el novelista abre con seductora destreza una ventana del pasado desde un presente en el que ancla el relato, y recurre a la mitología griega, a Ker, el espíritu femenino de la muerte violenta, la noche artífice del oscuro presagio de la muerte, la destrucción y las tinieblas, quien observa, manipula y mueve las circunstancias, penetra en las ideas, interpreta y provoca las emociones para narrar, desde la privacidad del lujoso aposento que ocupan los enaltecidos huéspedes de la Casa Blanca, la íntima conversación del marido y su mujer, en la que ambos, complementados y unidos en una complicidad de afectos e intereses indisolubles, muestran la ambición desmedida e inescrupulosa, la necesidad obsesiva de perpetuidad y la malicia calculadora en el camino que juntos han comenzado a recorrer.