Derecho a la nación Palestina: víctima de agresión imperial y fascista
1.- La absurda decisión promovida por los británicos y apoyada por Estados Unidos en la Declaración de Balfour (1917) favoreciendo la creación de la patria judía en Palestina fue la inédita base jurídica y política asumida por la Sociedad de las Naciones (1919 – 1946), quien, después de la Primera Guerra Mundial, en la nueva repartición del mundo a la caída del Imperio Otomano, asignó al Reino Unido la ocupación de Palestina. La Organización de las Naciones Unidas creada al finalizar la Segunda Guerra Mundial en sustitución de la Sociedad de las Naciones, aprobó la Resolución 181, “Plan de partición de Palestina” (1947) para dividir, a pesar de la oposición de los países árabes de la región, el territorio en dos estados: uno judío y otro árabe palestino (los que ya habitaban allí), con un área que incluía Jerusalén y Belén, bajo control internacional. Israel surgió a partir de la dominación colonial británica en Palestina entre 1917 y 1948, y al proclamarse la nación, millones de judíos iniciaron “el regreso a casa”, el “retorno a Sión”, obviando que aquella tierra ya estaba habitada por lo que al desplazar a la población y expropiar sus dominios escalaron la confrontación, abrieron fisuras irreconciliables para la violencia, la resistencia legítima y las crisis humanitarias precedentes.
2.- Un poderoso y minoritario grupo humano de dogmática tradición étnica, cultural y religiosa que se encontraba disperso por el mundo desde el siglo I cuando el Imperio Romano los expulsó y que, apelando a la antigua promesa divina a Abraham asumida en la memoria colectiva reclamaba la “tierra prometida” que ocuparon y en cuyos territorios se encontraban asentados desde hace diecinueve siglos pueblos de diversas tradiciones, principalmente árabes musulmanes junto a comunidades judías y cristianas, tuvo la habilidad política y económica de influir y negociar en la cúpula occidental –de la que era parte- para, contra todo precedente, fuera de cualquier práctica humanitaria y de derecho internacional, fragmentar un territorio e imponer en él a una nación inexistente amparada en la sensibilidad mundial por la tragedia del Holocausto donde padecieron seis millones de judíos en la 2da. Guerra Mundial como consecuencia de la persecución antisemita de exterminio fascista.
3.- Aquella disposición irreversible que originó el Estado de Israel, que establece dos naciones en el mismo territorio, que desconoce la historia anclándose en un pasado que el sionismo reaviva, que fractura el equilibrio en las condiciones socioculturales prevalecientes de los últimos siglos, agravó de manera severa el complejo escenario político, social, religioso, cultural y militar de Oriente Próximo.
4.- Aunque es evidente que las confrontaciones bélicas globales y locales suele reconfigurarse el mapa mundial y regional en el que los vencedores deciden sobre sus nuevas jurisdicciones y ocupan territorios en detrimento de quienes fueron derrotados, ¿qué pasaría si se les ocurre volver a crear naciones a partir de grupos sociales, culturales y étnicos que prevalecieron hace mil, quinientos o doscientos años? ¿Con qué gravedad se trastocaría la vida, la paz local y mundial al restablecer pueblos como figuras de derecho público internacional que desplazan a los existentes? ¿Qué nuevos conflictos explotarían despertando los antiguos? ¡El mundo sería más caótico! Resultaría peligroso para la estabilidad, la sostenibilidad y la sobrevivencia humana atreverse a tales decisiones. Sin embargo, eso hicieron Gran Bretaña, EE. UU. y sus aliados occidentales después de la última gran guerra: apelando a las influencias del poder y a la condición de víctimas del fascismo resucitaron un estado inexistente, le asignaron el territorio que demandaban desde su tradición religiosa y lo anclaron de manera forzada en una ubicación de predominio árabe y musulmán. Aquí se estaba instituyendo un factor creciente de provocación y conflicto, se esfumaba la posibilidad de la paz duradera frente a un estado creado con población que mayoritariamente venía de fuera, con ánimo expansionista y de posesión, con prevalencia de una cultura político-religiosa mesiánica y sionista, desde el sentimiento de superioridad de creerse “el pueblo escogido” y cuyos mensajes subliminales permean a muchos grupos cristianos contemporáneos que confunden la naturaleza imperial racista del Estado de Israel, con la esencia religiosa de origen común de la fe monoteísta.
6.- Realmente la decisión promovida por británicos y norteamericanos no fue por motivo religioso ni por compasión por haber sido víctimas. Ambos elementos fueron para justificarse ante la opinión pública mundial y otros actores, para ganar adeptos entre sus ciudadanos cuya mayoría asume prácticas cristianas y resultará factible acceder a la simpatía general activando esas emociones. Las potencias occidentales, comprometidas en fortalecer su dominio mundial de mediados del siglo XX, ante la presencia del bloque socialista que lideraba la URSS, ante la necesidad de acceder a recursos, territorios y rutas, vio con ambición estratégica para proteger y ampliar sus intereses, anclar, en la entrada al Medio Oriente a un aliado incondicional en un entorno de tradiciones políticas, culturales y sociales distintas que asumen una manera de creer y ser diferente, en el que se encuentran valiosas reservas de recursos energéticos, que es puerta hacia Europa de Asia y África, en el extremo Este del Mediterráneo, entre naciones consideradas frágiles, inestables, desafectas o vulnerables a influencias no occidentales. Instalar un socio disciplinado y sumiso que estará eternamente agradecido y comprometido, con quien tuvieran afinidad y coincidencia de propósito, fue lo esencial de la decisión que ha prevalecido en las incondicionales formas de apoyo económico, tecnológico, militar y político de las décadas posteriores. El Estado de Israel tiene, desde su discurso y accionar en foros internacionales y en las relaciones bilaterales, armonía absoluta con Occidente y en particular dependencia y fidelidad total a EE.UU. Esta fue la intención real de lo decidido a mediados del siglo XX, ese es el fin que preservan a toda costa los imperialistas occidentales a cuya cabeza se impone, en perjuicio de la vergonzosa cesión de independencia y soberanía de Europa, los Estados Unidos.
5.- No hay que confundir al Estado de Israel con el judaísmo como religión. Hay en el mundo unos 16 millones de personas que practican la fe judía (7 millones en Israel, 80% de la población; 15% son musulmanes, 2% cristianos y 3% otros) sin que ello implique que sean sionistas; a pesar que esa creencia religiosa ha tenido poca expansión y por lo tanto es elitista y casi exclusiva para los hebreos; muchos de ellos no están comprometidos con lo que representa el Estado artificialmente creado por la asumida promesa divina y que, guste o no, ya es una entidad de derecho internacional. Muchos de los que practican el judaísmo, sean hebreos o no, tienen nacionalidad de los países en los que han nacido o donde, por muchas generaciones y siglos, han vivido.
6.- Es contradictorio que la nación que allí existía, Palestina, apenas es reconocida por la ONU desde 2012 como Estado observador no miembro. De conformidad con los acuerdos de Oslo (1994) entre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el Gobierno de Israel –reconocido por la ONU como miembro No. 59, mayo 1949-, fue aceptada la Autoridad Nacional de Palestina, entidad administrativa transitoria de los territorios arbitrariamente ocupados por Israel.
7.- La esencia ideológica del fascismo –término tiene origen en Italia, Mussolini, 1919- y que fue asumida como política de estado por el nacionalsocialismo, partido político de extrema derecha en Alemania hitleriana, es el sentido de superioridad racial que aborrece a quienes considera defectuosos o imperfectos y por lo tanto justifica, como necesidad de sobrevivencia, para preservar el potencial de la especie humana, la exclusión y el exterminio de quienes carecen de pureza de sangre y perfección. Una constante expresión fascista ha sido la prevalencia de la supremacía blanca en Occidente que apenas ha comenzado a ser evidente de manera formal en las últimas décadas: nazismo (Europa, 1945), segregación (U.S.A., años 60), Apartheid (Sudáfrica, 1992) y sionismo (Israel, 1948).
8.- Pregunto: ¿Cómo es posible que las víctimas del Holocausto se comporten con los palestinos con similar crueldad y saña? En realidad, existe profunda afinidad ideológica entre fascismo y sionismo. Estos últimos tienen la voluntad política revestida de convicción religiosa de supremacía del hebreo que debe posesionarse de Palestina y arrasar con cualquier grupo humano distinto que lo limite o impida. Los fascistas alemanes persuadidos de la superioridad aria promovieron el odio racial extremo contra los judíos que sustentaban la superioridad hebrea como herederos legítimos que fueron escogidos preferentes por la divinidad.
9.- En Oriente Próximo, en donde se asienta el Estado de Palestina que tiene derecho a ser reconocido, a que se respete su nación y soberanía, sus fronteras y sus ciudadanos, se les permita vivir en libertad y autodeterminación, practicar su fe, desarrollar su cultura y tradición, en un entorno con mayoría de población árabe y musulmana que, a pesar de la descohesión, de las diversas contradicciones, de los radicales extremistas y de las fracturas provocadas por los subalternos de occidente, prevalecen intereses comunes y una valiosa identidad histórica y cultural compartida.
10.- Israel ha sido para los Estados Unidos, mucho más que una base militar, es instrumento de ocupación, expansión y control, es enclave político-militar incondicional adscrito a sus intereses geopolíticos estratégicos, es socio y aliado inseparable condicionado por su propia existencia. La potencia americana es cómplice de la invasión y de la política de exterminio sionista.
11.- La ONU definió las fronteras de Palestina en 1947 que fueron traspasadas por las tropas israelíes en la Guerra de los Seis Días (1967), por lo que, en centenares de resoluciones ha considerado -sin eficacia real- que Israel es “potencia ocupante” de Palestina. El pueblo palestino es víctima sistemática de los ataques sionistas, ha sido invadido, es prisionero en un inmenso campo de concentración, sufre con impunidad la acción terrorista del Estado sionista, mediante la invasión creciente de colonos judíos ocupan territorio palestino, desplazan a los pobladores, los despojan de propiedades y aumentan la posesión territorial. Israel es el estado agresor. El pueblo palestino tiene derecho legítimo de preservar su existencia y defenderse frente al brutal asedio de las fuerzas de ocupación.
12.- A pesar de las diferencias y profundas heridas abiertas, del duelo profundo y el atropello sufrido, la paz es el camino y debe ser el propósito, es el único rumbo posible para la sostenibilidad humana. Israel es un Estado que, aunque creado artificialmente, es una realidad que debe preservarse. Palestina, que fue atropellada por la decisión de la cúpula occidental, debe ser reconocida como nación con pleno derecho soberano. Ambas naciones y el mundo deben asumir desde su historia y tradición un compromiso irrenunciable por la vida, la paz y el respeto al derecho internacional. El sufrimiento humano del pueblo palestino clama al cielo, el terrible sufrimiento de los inocentes es insoportable. El terror y la muerte azota inmisericorde a la población de aquellos territorios llenos de simbolismo principalmente para las religiones monoteístas, hermanos en la fe: judíos, cristianos y musulmanes, región que acoge profundo significado para la historia humana. El odio aniquila, contamina, excluye, engendra holocaustos y extermina todas las esperanzas. En la guerra no hay vencedores, solo víctimas, no habrá victoria, solo la derrota humana por la incapacidad de convivir y existir. La paz construida en el marco del respeto al derecho internacional es lo único posible.
Señor, haznos instrumentos de tu paz… Señor, concédenos la Paz.
La paz sea contigo… Shalom… Salaam…