Hermano Benito: ¡buen viaje a casa!

“Sois herederos de una brillante historia que estánis llamados a continuar”.
Hno. Benito (Burgos, 24 de mayo de 1924 – León, 16 de enero de 2024).

Ha concluido un hombre su largo, fructífero y venturoso peregrinar en la tierra en donde ha sido, desde el Amor que todo lo puede y todo lo sabe, un incansable cosechador de saberes y un generoso propagador de esperanzas. Hubo noches oscuras “muy oscura la noche, las estrellas, / en las noches oscuras, es cuando son más bellas” (Azarías Pallais), hubo amaneceres soleados y calurosos, lluvias caudalosas y las interminables tormentas de León, el León de Darío, desde las Cuatro Esquinas, en donde caminando cruzaba la ciudad de extremo a extremo con paso ligero, firme y corto, de guayabera blanca y pantalón oscuro, de cabello blanco “como la piel del armiño”. “Anduvo, anduvo, anduvo”, las aceras conocieron sus pasos cotidianos y los vecinos ya quienes se encontraban al andar, recibieron el saludo afectuoso del conocido religioso y maestro. Fuendo queda atrás el tiempo y se fueron acumulando, como las cuentas del rosario que llevaba en su bolsillo o las páginas interminables de los libros que leía en su oficina, los montones de días, meses y años hasta completar la hazaña este 16 de enero de 2024, 99 años, 7 meses y 23 días, a 128 días de cumplir cien años, desde cuando vio la luz, en una pequeña villa de Burgos, España, el 24 de mayo de 1924.

Gozó de la bendición de una larga vida, se comprometió con el servicio para la educación, disfrutó de lucidez sorprendente, tuvo una particular sensibilidad para los más necesitados, la terca rigidez del hombre convivió con la paciencia del cristiano de buena voluntad en la diversa comunidad de hermanos lasallista, la insaciable búsqueda del conocimiento encontró en la vida simple y común la profunda simplicidad de todas las verdades…

Hubo multitud de aulas y auditorios llenos de estudiantes que van y vienen, de todo tipo, despistados, necios, olvidadizos y atentos en quienes dejaron un mensaje que, en su momento, desde los muchos rumbos posibles que cada quien adquirió, a unos más temprano. Que tarde, quizás rindió frutos. Tuvo la capacidad de recordar el nombre de cada uno, el apodo o alguna particularidad de cada quien para reconocer al otro desde la identidad personal. Su manera de ver y vivir la vida fue parte esencial de su legado.

Fue principalmente educador, director de los colegios de La Salle en Managua y León, guía y consejero de todo el que lo buscara. Persistente y disciplinado, estudiado y psicología, escuchador atento, lector incansable, curioso investigador y ameno contador de historias químicas, minucioso anotador de datos, de admirable memoria, elocuentes y prolongados discursos, sin embargo, en su vocación de hermano de las Escuelas Cristianas de La Salle, en medio de la diversidad de sus circunstancias, en el conflicto de sus fragilidades y fortalezas fue desde la imperfección humana cultivándose para no perder la capacidad de refugiarse en el silencio de la oración y en la íntima soledad con la eterna compañía que ahora lo acoge: “ Sentir la unción de la divina mano, / ver florecer de eterna luz mi anhelo, / y oír como un Pitágoras cristianas / la música teológica del cielo”. ( Rubén Darío, La cartuja ).

Tuvo tristezas, pero prevaleció en la serena alegría de los hijos de Dios. La satisfacción de hacer lo que le gusta, y saber que, en lo que le gusta, radica la esencia del servicio al prójimo, y que con ese hermano que está próximo vamos juntos por el mismo fin y hacia el mismo final, aunque quizás por distintos caminos y desde comprensiones diferentes, en la búsqueda de la felicidad desde esta existencia temporal y cambiante que nos permite trascender.

El Hno. Agustín Díaz López es hijo de una época que traspasó a otras y que transcurrió con activa intensidad. Vino a Nicaragua para quedarse el 27 de mayo de 1944, a la edad de veinte años, solo había hecho los votos temporales. Dice: “la primera impresión que tuve al llegar al entonces aeropuerto Las Mercedes fue una caseta y una carretera estrecha por donde circulaban las carretas de bueyes, venía de Venezuela. Me gustó el colegio, era un edificio viejo (en el actual Olof Palme) de madera de dos plantas, amplio y con buenas aulas allí comencé la carrera de docente en el segundo grado de primaria”. Casi ochenta de sus cien años los vivieron en esta tierra que hizo suya por afecto y convicción. Desde la década de 1980 se trasladó definitivamente a León e hizo de la ciudad, durante los últimos cuarenta años, la casa de la que prefería no alejarse. Se volvió un acucioso estudioso de la historia –miembro honorario de la Academia de Historia y Geografía de Nicaragua-, promotor comprometido del servicio social a las comunidades, organizador entusiasta de jornadas culturales, sociales y científicas, dedicado orientador y consejero de familias, niños, jóvenes y adultos. Siempre estuvo, mientras pudo, disponible en su oficina abierta para atender a los visitantes que quisieran conversar, escuchaba, veía a los ojos, colocaba la mirada en una imagen de la Inmaculada, después hablaba con la solemnidad del maestro de antaño.

La última vez que lo visité en el colegio de La Salle en León fue una tarde de mediados de 2017, leía con una lupa los libros sobre la mesa, anotaba con letra grande en una libreta, comentó que la vista le estaba fallando ya veces los oídos también, se burló con gratitud de él mismo: “pero no voy a quedar como viejo chocho, así que sigo estudiando, caminando y hablando hasta cuando Dios quiera”, conversamos del próximo quinto centenario de León y Granada (1524-2024), de las romerías que promovía desde la actual ciudad hasta León Viejo, del siervo de Dios padre Mariano Dubón Alonso -“San Mariano de Nicaragua”-, del poeta y sacerdote Azarías H. Pallais y de Rubén Darío, sus muy apreciados vecinos de León. ..

Hermano Benito, me parece verte bajar las gradas interminables de los pasillos del Instituto Pedagógico de Managua, hoy Colegio de La Salle, nosotros saliendo con la prisa de siempre, y vos caminando pausado o esperando de pie, viendo, y al verte, los estudiantes. moderábamos el paso, arreglábamos la compostura y cuidábamos el lenguaje, para saludarte con afecto o alguna broma ligera en respuesta a la tuya, y vos, respondiendo con una sonrisa o un abrazo y diciendo “¡muchachos, muchachos, buen viaje a casa!” , y eras, en realidad como un muchacho más entre las numerosas filas que bajaban al salir de clases, ahora que te has ido antes que nosotros, después de haber estado aquí tanto, tanto tiempo, te diremos: ¡muchacho, buen viaje a casa! 

Algo más:

Cada 16 de enero el Hno. Benito promovía una romería con cienes de leoneses desde León hasta León Viejo para conmemorar la evacuación de la ciudad en 1610. Ese día inició su viaje de retorno al Padre. El 17 de enero de 1934, hace 90 años, falleció el siervo de Dios Mariano Dubón que trajo a los Hermanos Cristianos de La Salle a Nicaragua (1903) y a quien el centenario religioso guardaba devoción. Ese día sus restos fueron velados en el colegio La Salle. El 18, en el 157 cumpleaños de Darío (1867-1916), fue trasladado a la cripta de los Hermanos en el cementerio Guadalupe. Estos tres días marcan los afectos y compromisos del querido educador lasallista que descansa en la paz del Señor.