Del “pecado original” a la plenitud liberadora del Amor - En memoria de Félix Jiménez Sánchez
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Del “pecado original” a la plenitud liberadora del Amor – En memoria de Félix Jiménez Sánchez

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September 25, 2024

“Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él”.

Juan 4,16.

 

Este texto es consecuencia de la reflexión personal provocada a partir de conversaciones con el amigo Félix Jiménez. Si alguien espera un planteamiento teológico dogmático, le sugiero, para evitar desencantos, que no siga leyendo. Para quien ande por el camino de la vida con la mente abierta y la conciencia ligera, entonces lea, quizás nos entendamos.

 

Del “pecado original” a la plenitud liberadora del Amor - En memoria de Félix Jiménez SánchezLa conversión en la fe es una experiencia personal: el encuentro con Cristo vivo, con el Dios del Amor. Sin Pablo el cristianismo hubiera sido una insignificante secta judía de la limitada religión tribal que subsiste. Dijo desde su tiempo: si el pecado vino al mundo por un solo hombre, Cristo nos reconcilió con Dios por su muerte en la cruz. A partir de estas y otras interpretaciones se definió el “pecado original” en el origen de la vida de todos y en cada uno. ¿Qué es? ¿Desobediencia por comer el fruto del árbol prohibido? ¿la relación sexual que nos engendró? Todo lo que Dios ha hecho es bueno, es consecuencia del Amor. Creo que el “pecado original” es la carga hereditaria familiar y social en el camino de aprendizajes de la vida, los errores y culpas que copiamos, asumimos y reproducimos de donde nacemos, lo que lleva a repetir ciclos y sufrimientos, prácticas dañinas, prejuicios. , lo que estanca, daña e impide crecer y vivir con plenitud y que podemos romper, superar y perdonar para liberarnos con la fuerza del amor que todo cura, con la Buena Nueva trascendente que trajo Jesús.

Para ser lo que somos y hacer posible nuestra existencia humana, una multitud de circunstancias y vidas nos preceden, nuestros padres y abuelos, los padres de los abuelos y así en la línea de la herencia biológica, cultural y espiritual, además hermanos, tíos, primos y parientes en donde nacimos, vivimos y crecimos, las parejas con las que compartimos, los hijos que hicimos e influenciamos, todo crea un complejo ya veces desconocido árbol de profundas raíces y extendidas ramas que crearon vínculos, experiencias y memorias indisolubles ya a través de ellos se condicionan no sólo los rasgos físicos, sino también la manera de ser, pensar, creer, sentir, vivir y percibir el mundo.

El teólogo y psicoterapeuta alemán Bent Hellinger (1925 – 2019) escribió: “Nuestros antepasados ​​siguen viviendo en nosotros y por medio de nosotros quieren concluir algo que les darán a ellos ya nosotros paz”. Lo que ellos hicieron, sus aciertos y errores, éxitos y fracasos, frustraciones y alegrías, pecados y virtudes, impregnan de manera consciente y en mayor parte inconsciente, nuestra existencia. Hellinger, creador de las “constelaciones familiares” planteadas como terapia familiar en la psicología sistémica, reitera: “La familia tiene una memoria. Lo que de ella sale a la luz es un regalo para todos nosotros”.

El psiquiatra y psicólogo suizo Carl Jung (1875 – 1961) definió el inconsciente colectivo como “la mente inconsciente compartida entre los miembros de la misma especie”, dice: “Hasta que el inconsciente se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú lo llamarás destino”, agrega: “El conocimiento descansa no sólo sobre la verdad, sino también sobre el error”, aunque reconoce que “No soy lo que me pasó, soy lo que elijo ser”, al fin de cuenta, en la medida que cada quien sea capaz de tomar conciencia de su existencia y origen, de “tomar el toro por los cuernos” y sin desconocer el rico pasado que lo creó, asumir lo que le toca sin evadir ni echar las culpas al otro para tener la posibilidad de decidir y asumir desde el libre albedrío, el gran enunciado de la libertad que el escritor norteamericano, premio Nobel de Literatura 1962, John Steinbeck, recrea en la novela Al este del Edén (1952) y sintetiza con la palabra hebrea: “timshel”: “tú puedes, si quieres”. Aunque es fácil decirlo, no es sencillo hacerlo porque estamos condicionados por Múltiples paradigmas y prejuicios familiares y sociales a una herencia inconsciente que podría bloquear, limitar o nublar-distorsionar nuestra capacidad de percibir, percibirnos y actuar, a veces se constituye en pesada carga que acumula sufrimiento, conflicto, trauma y dificultad del entorno o raíz de origen que se han transmitido de generación en generación, asumido en el comportamiento y en las convenciones, en el lenguaje y los mensajes en el que nos sumergimos desde el vientre materno.

Del “pecado original” a la plenitud liberadora del Amor - En memoria de Félix Jiménez SánchezA partir del relato del Génesis (3; 1-24), en el siglo II, Irineo, obispo de Lyon, planteó el concepto de “pecado original” o “ancestral” que después fue formulado, entre otros, por Agustín de Hipona ( s. IV) y, basado en las epístolas de Pablo, fue asumido por la doctrina católica en el segundo concilio de Orange (529): “Si alguno afirma que a Adán solo dañó su prevaricación, pero no también a su descendencia, o que sólo pasó a todo el género humano por un sólo hombre la muerte que ciertamente es pena del pecado, pero no también el pecado, que es la muerte del alma, atribuirá a Dios injusticia, contradiciendo al Apóstol que dice: Por un solo hombre, el el pecado entró en el mundo y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte por cuanto todos tuvieron pecado (Rom. 5, 12). En la reforma protestante la interpretación de Lutero y Calvino identifica el pecado original con la concupiscencia que no es borrado por el bautismo y que destruye el libre albedrío, por lo que el concilio de Trento (1545-63) amplió lo enunciado en el siglo VI. .

En la tradición popular, desde interpretaciones doctrinales y otras, con frecuencia se asumen imágenes a partir de la metáfora bíblica, por ejemplo, referir como manzana lo que en realidad fue “fruto prohibido”, o señalar “pecado original” como la relación sexual entre Adán y Eva, cuando se escribe que fue un acto de desobediencia y según dijo la serpiente a la mujer: “no es cierto que morirán”, “se le abrirán a ustedes los ojos; entonces serán como dioses y conocerán lo que es bueno y lo que no lo es”. Ambos se dieron cuenta que estaban desnudos, se taparon y escondieron, le echaron la culpa al otro, tuvieron miedo, fueron mortales y salieron expulsados ​​del jardín del Edén.

La nota de pie de página (Génesis, 3;14) de La Biblia Latinoamericana (54º. Edición, 2005), reflexiona: “… Este relato toca tan profundamente la situación común a todos los seres humanos que se aplica al niño que crece, a las primeras experiencias del amor, a las ambiciones que buscan un camino hacia el éxito y el dinero, a la pretensión de construirse solo. Invita a tomar conciencia de que el pecado está siempre “en el origen”, es decir, antes de que sea reconocido claramente; el niño que llamamos inocente al nacer, ya está marcado por las experiencias vividas durante los nueve meses en el vientre de su madre; el pecado no está solamente en los que se sirven de la ciencia para hacer el mal, sino que está en toda nuestra cultura,…”.

El Catecismo de la Iglesia Católica (2014) dice: “La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los orígenes, solo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el reconocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria de la estructura social inadecuada, etc. …/… el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente”. (387). En otra parte señala: “abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios”, “el hombre se prefirió a sí mismo”, “quiso ser como Dios”, “el pecado original no tiene, en ningún descendiente de Adán, un carácter de falta personal”, el hombre “abusó de su libertad desde el comienzo de la historia”, “el pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo…” (1849).

Del “pecado original” a la plenitud liberadora del Amor - En memoria de Félix Jiménez SánchezUna acepción en el diccionario de la RAE (2014) para pecado original dice: “pecado en que es concebida la persona por descendiente de Adán y Eva. Defecto de origen”. La palabra del latín peccare o peccatum es “faltar, fallar, tropiezo o equivocación”. El concepto romano y de la tradición judía fue asumido por el cristianismo y se entiende como “el alejamiento del ser humano de la senda que Dios ha trazado”.

La esencia de Dios es Amor de donde brota el amor, es “personal” e “indecible”, no podemos abarcarlo, no deberíamos tratar de comprenderlo porque le agregamos cualquier cantidad de hechuras humanas, sino simplemente encontrar. El error frecuente es asumir la imagen de un señor enojado, vengativo que juzga y castiga, le atribuimos nuestras imperfecciones y limitaciones. El camino es la curación interior, superar la incapacidad de amar, volver a la esencia del milagro original de la creación-evolución que es el amor. “El ordenamiento divino del amor consiste más bien en la sanación o curación del sufrimiento, la expulsión de lo malo desde el corazón del ser humano mediante la fuerza del amor y la consumación definitiva de la humanidad que de ello se deriva” ( Otro cristianismo es posible, 1998).

En el libro Déjar ir (2019) el Dr. David R. Hawkins (1927 – 2012) escribe: “Se dice que la mayoría de las personas se pasan la vida lamentando el pasado y temiendo el futuro, y, por eso, son incapaces de experimentar alegría en el presente. Muchosn suponen que éste es el destino humano, nuestra suerte, y que lo mejor que podemos hacer es poner buena cara y aguantarlo”. Para Carl Jung “Lo que resiste, persiste”. El psiquiatra norteamericano Hawkins dice: “Dejar ir es como el cese fulminante de una presión interna o la caída de un peso. Se acompaña de una arrepentida sensación de alivio y ligereza, y del incremento de la felicidad y la libertad”.

Una historia: Esther, hija única, nació de la efímera relación de su madre con un hombre casado que no adquirió la obligación. La abuela materna fue madre soltera, quedó sola con cinco hijos, ahora Esther anda con un novio que tiene esposa y tres hijos, le prometió que se quedará con ella. Está embarazada, pocos meses después, el hombre la dejó. Las mujeres: abuela, madre e hija, han repetido inconscientes el mismo patrón ¿por qué? ¿Cómo identificarlo y superarlo?

 

Un niño o niña cuando comienza a gestarse en el vientre materno es como una página en blanco que comienza a absorber todo el código humano de sus antecesores, es receptor de los genes, las emociones y circunstancias, percibe, más allá de la comprensión, las faltas y aciertos que le han precedido, fobias, resentimientos, inseguridades, rencores, satisfacciones e insatisfacciones, alegrías y esperanzas de quienes lo han traído al mundo quienes a su vez llevan las marcas biológicas, emocionales y mentales de los ancestros. Hay en ese maravilloso proceso de la vida una herencia que son lo que llaman “pecados” o manchas, sucesos, comportamientos y equivocaciones de origen del camino de aprendizaje de quienes le han precedido. De allí asimilará un lenguaje y acento, absorberá la cultura, una manera de comer, esquemas de preferencias, gustos y maneras de vivir. Desde antes de ver la luz copiará los parámetros de la familia de donde viene. He allí lo que podría ser el “pecado original”, las cargas a liberar, las culpas por soltar para disfrutar a plenitud la existencia en la búsqueda de la felicidad cuyo propósito es el Amor.

Del “pecado original” a la plenitud liberadora del Amor - En memoria de Félix Jiménez SánchezLa madre abusada, el padre alcohólico o irresponsable, el hijo no deseado, los abuelos que los progenitores no conocieron, el maltrato o la exclusión sufrida, la vergüenza, la tragedia vivida que provocó angustia y condicionó comportamientos, las adicciones destructivas, miseria, enfermedad. , frustraciones, etc. Cada quien tiene una herencia familiar y social que podrá ser traumáticas en dependencia de cómo se interpreta y asimile para soltar y dejar ir lo que estorba para no repetirla ni heredarla al asumirla como aprendizaje. Ese es el perdón en cada uno que se transfiere para atrás y para adelante. El político y orador agnóstico norteamericano Robert G. Ingersoll (1833 – 1899) dice: “en la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias”. ¿Quiénes son los culpables? ¿Dónde las consecuencias? ¿Cuál es la sanación?

Otra historia: Carlos vive con su pareja desde hace tres años; su madre, él y dos hermanos sufrieron violencia por el padre alcohólico. El abuelo, cuando su papá era niño, fue encontrado muerto por exceso de licor, la familia padeció por el comportamiento desordenado y violento. Carlos dijo que no tomaría licor ni usaría nunca la violencia, sin embargo, en dos ocasiones, se ha pasado de tragos y la ha golpeado. El abuelo que no conoció, el padre a quien vio y ahora él: ¿qué necesita para superar el pasado y no repetir lo que el inconsciente arrastra?

A partir de la herencia, con los talentos que recibimos y las cargas inútiles que es necesario soltar, con las capacidades que hemos cultivado y los aprendizajes adquiridos, cada quien es autor de sus errores y desaciertos en el camino de la vida que le toca, son los “pecados” o culpas propias que se traspasan a los descendientes y que para ellos podrán ser parte de eso que llaman “pecado de origen”.

La profunda gratitud, el perdón sincero, la comprensión benevolente y la responsabilidad personal motivados por el amor a uno mismo, a los ancestros y descendientes, a la colectividad de la que somos parte, son condiciones ineludibles de paz interior y liberación.

Paz y bien.

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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