Sandino, “Guerrillero de Nuestra América”, en México
La Revolución Mexicana, cuya vigencia de más de una década dejó huella en la historia política, institucional, social y cultural del país, fue el primer movimiento armado del siglo XX en América Latina, triunfó en mayo de 1911 –antes de la Revolución Bolchevique en Rusia-, enfrentó al modelo conservador latifundista de cacicazgo militar, político y económico, desplazó del poder al autoritario general Porfirio Díaz, eligió como primer presidente a Francisco Madero (nov. 1911 – 1913), “Apóstol de la Democracia”, ideólogo y líder revolucionario que fue derrocado y asesinado enfrentando pugnas internas y a la contrarrevolución conservadora. Otros líderes populares fueron Emiliano Zapata y Francisco “Pancho Villa”. La lucha armada estalló el 20 de noviembre de 1910, cuarenta días después del efímero paso de Rubén Darío por Veracruz en ocasión del primer centenario del Grito de Independencia de México y que, por desaire del gobernante, para no molestar a los norteamericanos, fue impedido de participar.
La Constitución de 1917, consecuencia del levantamiento popular, fue pionera en el reconocimiento de los derechos sociales y laborales derivados del liberalismo progresista e inauguró, entre otros asuntos, con sus éxitos y fracasos, lo que la primera presidenta de México Claudia Sheinbaum refirió: “Nuestra política exterior seguirá los principios constitucionales de autodeterminación de los pueblos, la no intervención y la solución pacífica de controversias” (octubre 2024).
La Revolución Popular Sandinista en Nicaragua, vigente en una primera etapa en la década del ochenta (1979 – 90) y en la segunda a inicios del siglo XXI (desde 2007), fue la última hazaña popular victoriosa del siglo XX en América Latina, triunfó el 19 de julio de 1979, cuando al derrocar a la Dictadura Somocista y a la Guardia Nacional, instrumentos implantados por la intervención norteamericana de 1912 a 1933, comenzó a desplazar el poder político y económico oligarca y a restaurar la soberanía nacional, reafirmar la independencia y a instituir con equidad y solidaridad los derechos de las amplias mayorías. Esta revolución antiimperialista rescató el pensamiento y la lucha ejemplar de Augusto C. Sandino que se desarrolló entre mayo de 1927 y febrero de 1934 cuando fue asesinado por la complicidad norteamericana, de la Guardia y de Somoza García sin que les fuera posible apagar el ímpetu movilizador y transformador del guerrillero inmortal de Nuestra América.
Sandino visitó dos veces México. La primera entre 1923 y mediados de 1926, y la segunda, durante la guerra antiimperialista, de junio de 1929 a abril de1930.
En el primer viaje llegó a Tampico y Veracruz donde se estableció y trabajó para la Huasteca Petroleum Company, siendo testigo directo de la convulsa transición política que del país al poco tiempo de concluida la revolución mexicana lo que le permitió conocer las luchas sindicales, el peso de la clase obrera, la fuerza del campesinado y el reparto agrario a los campesinos, la promulgación de la ley del trabajo y la ley agraria. Ocupaba la presidencia de México el reformista revolucionario Plutarco Elías Calles (1.12.1924 – 30.11.1928), continuador de los ideales liberales de Madero y trató de impulsar un estado fuerte, anticlerical, de vocación popular. En este período nutrió su espíritu rebelde, la sensibilidad social y antiimperialista, los valores nacionalistas, indigenistas e hispanistas fueron fortalecidos en el contexto de la realidad mexicana en donde asumió prácticas autodidactas, incursionó en el mundo espiritual de la Comuna Universal.
Sandino reconoció: “Para nosotros, México es una escuela”, era una tierra “sagrada y amada” (30.06.1929), allí percibió las manifestaciones de la revolución y de la contrarrevolución, fue una escuela política, ideológica y espiritual. Habiéndose enterado que de nuevo las tropas norteamericanas intervenían en Nicaragua y se iniciaba la Revolución Constitucionalista de los liberales en contra de los conservadores que usurparon el gobierno bajo la intervención extranjera, regresó a Nicaragua el 1ro. de junio de 1926, estuvo en la mina de San Albino y cuatro meses después se integró al Ejército Constitucionalista con unos 800 mineros y campesinos del norte de Nicaragua. No era el mismo que salió del país en 1921 para Honduras, Guatemala y México.
Para el segundo viaje era un reconocido personaje a nivel internacional por su heroica y desproporcionada resistencia a la intervención militar norteamericana, estaba al frente del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional. El 14 de junio traspasó las fronteras para internarse en Honduras con destino a México. El 26 de junio llegó al puerto de Veracruz y el 11 de julio estaba en Mérida, Yucatán. El escenario político mexicano había cambiado. Emilio Portes Gil era presidente interino designado por el Congreso tras el asesinado de Álvaro Obregón (30 noviembre 1928) -elegido para el período 1928/34-. La decisión de viajar a México era para obtener apoyo militar y económico y conseguir resonancia continental “para la sostenibilidad de la lucha emancipadora de Nicaragua”. Esperaba, como antes lo hizo el presidente Calles (octubre 1925 – mayo 1926) para la Guerra Constitucionalista y a Sacasa, recibir solidaridad material y política de Portes Gil. Tras la victoria electoral de Moncada en noviembre de 1928 fue sustituido Adolfo Díaz, el panorama interno cambió de rostro, y la ruptura con Froylán Turcios, su representante en el exterior, dejaba un vacío. Concurrió a varias convocatorias públicas, cautivó a la audiencia con su oratoria y temple. En ellos reafirmaba “el rescate de la soberanía nacional de Nicaragua”, “No abandonaré mis montañas” y “Mi causa es la causa de mi pueblo, la causa de América, la causa de los pueblos oprimidos”. En una ocasión asistió en la capital a una corrida de toros custodiado por un coronel mexicano, alguien con una bocina gritó: “mexicanos, el general Sandino está con nosotros en esta plaza, ¡Que viva el general Sandino”, y la plaza entera se puso de pie gritando: “¡Viva Sandino!”, los de la seguridad lo sacaron del lugar y decidieron que era mejor que regresara a Yucatán.
Fue difamado por la prensa para desprestigiarlo, decían que había sido sobornado por los americanos para abandonar la lucha en Nicaragua. Incluso militantes de izquierda y el propio Partido Comunista Mexicano fueron abanderados antisandinistas. El embajador norteamericano Dwnight Morrow presionaba a Portes Gil para que no lo ayudara. Lo mantuvieron “inmovilizado” en espera del apoyo que nunca llegó. Varios intentos de reunirse con el presidente fallaron. Escribió al gobernante interino: “Me encuentro muy pensativo desde que he comprendido que se me niega disimuladamente una entrevista con usted. No desconozco las consecuencias que le sobrevendrían de los Estados Unidos de Norte América a México con motivo de mi entrevista con usted; pero tampoco desconozco hasta donde México ha sabido y sabrá mantenerse ante las insolentes pretensiones de los Estados Unidos de Norte América, principalmente en el cumplimiento de un deber, como es el que México tiene de no permitir que la piratería yanqui colonice Centro América” (Mérida, 4 dic. 1929). En febrero de 1930 logró por fin exponerle sus proyectos “los que comprendí por su semblante, que ningún aprecio le merecían. Sin embargo, puse en sus manos un ejemplar de nuestro bosquejo de proyecto Plan de Realización del Supremo Sueño de Bolívar, el que secamente tomó, comprometiéndose a leerlo y devolverme el ejemplar, pero no lo hizo”. Fueron posibles dos conversaciones con Portes Gil en víspera de entregar la presidencia a Pascual Ortiz Rubio en quien Sandino no confiaba. Escribió al Dr. Zepeda refiriéndose a una sesión extraordinaria con los jefes y oficiales del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional que se encontraban en México (25 de enero de 1930), en el punto No. 3, dice: “Participarle a usted que nuestro Ejército no se solidariza con la política internacional que el señor Presidente Electo de esta República Ingeniero Pascual Ortiz Rubio, desarrollará al asumir la Presidencia, según sus últimas declaraciones a la prensa, ya que se le ha visto a este señor coquetear con el Gobierno yanqui, enemigo común de nuestro pueblo Indo-Hispano y esa actitud del ingeniero Ortiz Rubio es indigna de un pueblo tan viril como el mexicano… Pascual Ortiz Rubí reconocerá al otro agente de segunda clase del imperialismo yanqui, José María Moncada…”.
Desde Mérida escribió (06.09.1929): “mientras Nicaragua tenga hijos que la aman, Nicaragua será libre”. También dijo: “Los hombres dignos de la América Latina deben imitar a Bolívar, Hidalgo y San Martín, y a los niños mexicanos que en septiembre de 1849 cayeron acribillados por las balas yanquis en Chapultepec, y sucumbieron en defensa de la patria y de la raza, antes de aceptar una vida llena de oprobios y de vergüenza en que nos quiere sumir el imperialismo yanqui”. El 30 de junio de 1929 escribió a Portes Gil: “En mi actitud frente a los invasores norteamericanos, no he hecho más que seguir el ejemplo de los patriotas mexicanos…”, reconoce que “el espíritu radioso de Benito Juárez, el Padre de las Américas, ha iluminado mis pasos por las montañas y riscos de las Segovias, y que su voz, que América escuchó un día clamando justicia y libertad frente a los invasores, me ha dicho: ten fe y prosigue”.
En diciembre de 1968, el Lic. Emilio Portes Gil visitó Nicaragua en calidad de presidente de la Academia de Historia y Geografía de México e incorporó en un acto oficial al presidente Gral. Anastasio Somoza Debayle como miembro correspondiente de la referida academia. Hubo una “tregua a la memoria” –según E. Pérez-Valle-, porque, quien había sido testigo de los sucesos de Nicaragua durante la lucha antiimperialista de Sandino, la salida de los marines, el asesinato del general y la instauración de la dictadura por la intervención norteamericana, omitió los hechos y se insinuó como traidor de los ideales revolucionarios mexicanos que fueron puestos al servicio del imperialismo yanqui. Dicen que, aunque tenía simpatía por el guerrillero de Niquinohomo, no quiso comprometerse en apoyarlo para no incomodar al vecino del norte, buscaba normalizar las relaciones con Washington, por lo que optó en influir para “desmovilizarlo” e intentar desarticular su Ejército. En sus memorias (1945) escribió: “Sandino era un hombre todo energía, todo valor, todo desinterés… Sueña grande, sin duda, pero difícil de realizar… Su ideal era sincero y noble, generoso en grado sumo. Cuando cayó, acribillado por las balas, quedó definitivamente consagrado por la historia, como un patriota sin tacha, que ofrendó su vida en aras de un pueblo que, para su desventura, no supo comprenderlo”.
Augusto C. Sandino fue burlado, estuvo en una especie de cautiverio político en México y Mérida, “lugar este último en donde permanecimos desesperadamente durante varios meses”. Ni su representante el Dr. Pedro José Zepeda ni el gobierno de Portes Gil hicieron arreglos para apoyar la resistencia antiimperialista. Se limitaron a concederle asilo político, pretendieron aislarlo de la resistencia en Nicaragua. Como afirma Aldo Díaz Lacayo, es posible que hubo una colusión entre el gobierno mexicano y EE.UU. para confinarlo y liquidar su lucha. El heroico guerrillero pecó de ingenuo al aceptar el viaje a México para renovar la solidaridad mexicana, aunque se percató a tiempo para salir. En abril de 1930, diez meses después de haber llegado, angustiado, pero sin doblegarse por el fracaso parcial de su misión, salió de manera clandestina usando el nombre de “Cresencio Rendón”, entró a Guatemala el 1ro. de mayo para continuar con rumbo a Nicaragua, y a pesar de las incomprensiones, traiciones y oportunistas, sin ser vencido, logró la expulsión de los marinos y heredó para la historia de Nicaragua y América Latina, la gesta perdurable y victoriosa de la Revolución Sandinista.
*-Fuente fotos: Castillo, Walter, (2022), 'Sandino en fotos", Ardisa, Managua.