Rubén Darío vive en la eterna “luz de un nuevo día”
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Rubén Darío vive en la eterna “luz de un nuevo día”

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February 4, 2025

Dime que este espantoso horror de la agonía 

que me obsede, es no más de mi culpa nefanda,

que al morir hallaré la luz de un nuevo día

y que entonces oiré mi “¡Levántate y anda!”

Spes, 1905.

Sentir la unción de la divina mano, / ver florecer de eterna luz mi anhelo

La Cartuja, 1913.

 

El sábado 6 de febrero de 1916, como a las 6 de la tarde, comenzó el toque de campanas de El Calvario, continuaron las de La Recolección y las de la Catedral. Unos minutos después las doce iglesias de León repicaban sin cesar y la gente entendió qué es lo que estaba ocurriendo en aquella “Hora crepuscular y de retiro” (RD, 1905) en la afligida a la antigua capital colonial que permanecía a la expectativa de los padecimientos y de las ligeras mejorías en la salud de quien se llamó así mismo “el hijo prodigo”, ahora en su retorno definitivo procedente de Guatemala el 24 de noviembre de 1915.

Rubén Darío vive en la eterna “luz de un nuevo día”Rubén Darío permaneció en esa ciudad como huésped del presidente Manuel Estrada Cabrera desde el 20 de abril de 1915.  El primogénito del poeta, Rubén Darío Contreras, quien se encontraba allá, se comunicó con Rosario Emelina Murillo Rivas sobre el grave estado de salud de su padre, por lo que ésta, por gestión del arzobispo de Managua Mons. José Antonio Lezcano, quien a su vez escribió al arzobispo de Guatemala fray Julián Raymundo Riveiro, viajó para acompañarlo y persuadirlo de regresar a León.

La razón por la que Darío se resistía a volver y por la que pensó viajar a Costa Rica o a Argentina, es que, desde 1912 Nicaragua se encontraba bajo la ocupación militar extranjera, asumía la presidencia el conservador Adolfo Díaz quien pidió la intervención norteamericana.   Darío tenía afinidad política y personal con el presidente liberal depuesto José Santos Zelaya, participó en la denuncia internacional en Europa por la injerencia norteamericana, fue víctima del desaire que lo dejó anclado en Veracruz por decisión del presidente mexicano Porfirio Díaz en la conmemoración del centenario de la independencia en septiembre de 1910 para no disgustar a la delegación americana y complacer al gobierno que impusieron, demandaba con insistencia el pago de los salarios y gastos pendientes cuando se desempeñaba como ministro de Nicaragua en España y cuyo nombramiento fue cesado de facto. En el capítulo final de su autobiografía dijo: “El nuevo gobierno nicaragüense, que suprimió por decreto mi misión en México, no me envió nunca, por más que cablegrafié, mis credenciales para retirarme de la legación de España…”.

El poeta percibía con lucidez profética el peligro para Hispanoamérica de la garra voraz de quienes se refirió en El triunfo de Calibán (1898), señaló en La Nación La invasión de los bárbaros del norte (1901) y, en oda A Roosevelt (1904), denunció “el futuro invasor / de la América ingenua que tiene sangre indígena”. Estos tiempos de continuadas amenazas expansionistas, injerencistas y agresoras de la decadente y anacrónica política imperial de los Estados Unidos en contra de la independencia y la soberanía de las naciones latinoamericanas confirman el vaticinio de Darío.

La lamentable realidad de su tiempo le era indigna, vergonzosa y repudiable, pero, ante lo irremediable que no dependía de él en la brevedad del tiempo que percibía que le quedaba, se resignó con tristeza y regresó a Nicaragua persuadido por su esposa y otros amigos.

Desde el arribo a Corinto en el vapor San José acompañado de Rosario Emelina, fueron 74 días de progresivo ánimo decaído, paliativos terapéuticos y dolencias irreversibles que lo postraron en cama.  Vivió aquel diciembre de 1915 para escuchar la pólvora y los cantos de la Gritería en León, los villancicos navideños que tarareaba en su niñez y las posadas que rondaban por las calles trayéndole agradables recuerdos de antaño.

Tuvo en el epílogo de su existencia, a pesar de su frecuente melancolía, dos satisfacciones: la certeza de haber logrado con éxito el propósito que desde temprano identificó, de vencer con su legado al olvido y superar la extinción por la muerte al ser artífice de la renovación literaria en la lengua española que fue a lo que se dedicó con pasión y persistencia y lo que lo salvó en la vorágine de sus circunstancias; la segunda fue la satisfacción de estar “en el cementerio de su tierra natal”, con los aromas, sonidos, afectos y recuerdos de los primeros pasos de su porvenir que determinaron los rasgos de su identidad.

Rubén Darío vive en la eterna “luz de un nuevo día”La vida pública de Rubén Darío, desde que Félix Rubén salió del anonimato de la esfera local, comenzó al llegar a El Salvador en agosto de 1882, a los 15 años, y concluyó treinta y cuatro años después, en febrero de 1916, transcurridos diecinueve días del cumpleaños cuarenta y nueve.

El principio del fin de la intensidad creativa e innovadora del poeta comenzó cuando, habiendo alcanzado la cima de la fama en la literaria de su época, en 1912, cuando escribió –dictó-, a solicitud del diario La Nación de Buenos Aires, la autobiografía que tituló La vida de Rubén Darío escrita por él mismo. Ese año fue, después del viaje por América del Sur y el regreso a París, el preludio del fin de quien era consciente del deber cumplido como líder modernista y prócer de independencia cultural.Rubén Darío vive en la eterna “luz de un nuevo día”

Aunque en 1913 hubo otros poemas memorables como Los motivos del Lobo y La Cartuja y la novela El oro de Mallorca, y en 1914 publicó Canto a la Argentina y otros poemas, la revolución literaria que sacudió las simientes de la literatura española, había concluido. Desde el punto de vista profesional, material y emocional la conclusión del camino de su vida llegó con el estallido de la Gran Guerra Europea (Primera Guerra Mundial) cuando, estando en París, las revistas Mundial y Elegancia que dirigía, cerraron. El terror bélico desquebrajaba a Europa y atemorizaba su temple pacifista. Sus esperanzas se opacaban, el decaimiento y la impotencia frente a los absurdos de la destrucción humana lo agotaban. Tuvo la fugaz ilusión de iniciar una campaña por la paz en Estados Unidos que no prosperó y ante la falta de motivación y sentido de vida, la decadencia se aceleró.

Después del aliento final, a las 7.15 de la noche, en la sencilla casa colonial del barrio El Calvario frente a la iglesia del mismo nombre, la luz temporal y material de Darío se apagó para que su estrella brille en el firmamento eterno de la historia que entre la duda y la fe aspiró a encontrar: “El alma que entra allí debe ir desnuda” (RD, 1905). “Dichosos ante el temeroso día / de losa fría y Resquietcat in pace!” (La Cartuja, 1913).Rubén Darío vive en la eterna “luz de un nuevo día”

Francisco Huezo en Últimos días de Rubén Darío escribió: “Me apresuro a visitar al poeta en la residencia de su esposa… Viene enfermo… Padece de cirrosis del hígado, consecuencia del abuso del alcohol… Está pálido, delgado… Su abdomen abultado… La mirada dormida”. El martes 8 de febrero “la autopsia de Darío confirmó el diagnóstico de Debayle de cirrosis hepática; pulmones sanos y libres de tuberculosis; corazón muy grande y rodeado de gordura”. Había líquido acumulado en la cavidad abdominal y en otros espacios corporales. Aunque se ha dicho que el alcoholismo provocó la cirrosis, otros enfoques contemporáneos como el del doctor alemán Ryke Hamer, identifican que puede tener dos causas: 1) conflicto generado por el miedo a morir o morirse de hambre, miedo a sí mismo o por otros, lo que genera un proceso biológico que provoca crecimiento del hígado y otros efectos; 2) conflicto por rencor o contrariedad territorial masculina. En Rubén se confabularon factores socioemocionales que desencadenaron el desequilibrio biológico, vivió en constante escasez económica y necesidad de afecto, en una perenne orfandad y melancolía, en conflicto recurrente con su país de origen por factores políticos desde la adolescencia cuando los conservadores bloquearon una beca a Europa por sus opiniones liberales y juveniles comentarios anticlericales.

Durante los prolongados actos fúnebres iniciados en la noche del deceso hasta el entierro en la catedral una semana después, el domingo 13 de febrero, hubo múltiples discursos y peregrinaciones de todo el país y de otros orígenes para rendirle homenaje. Fue una parafernalia de teatrales manifestaciones de afecto y figureo, de idas y venidas, de condolencias y pesares frente a los desgastados restos mortales del genio inmortal.

Rubén Darío vive en la eterna “luz de un nuevo día”La ciudad se llenó de gente. En los alrededores se apostaron vigilantes los contingentes de marines americanos acantonados en la plaza de León que fueron reforzados por soldados de los cuarteles vecinos para prevenir, en aquellas circunstancias de indigna y arbitraria ocupación militar extranjera, las posibles expresiones nacionalistas y de rebeldía como las que, el que yacía frío e inerte en el magnífico ataúd rodeado de flores, denunció antes y pudo haber expresado ahora…

Fotos de Biografía iconogrâfica de Rubén Darío, de Edmundo Montenegro P., 1ra. Edición, dic. 1916, Managua.

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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